—¿Qué clase de broma retorcida es ésta?—Ninguna broma, Martín. ¿Tan difícil es aceptar que me voy a casar? Ya es hora de sentar cabeza. Ser un hombre de familia responsable es una excelente carta de presentación. —Como si esas cosas te importaran. —Son importantes, son parte de la madurez de la vida adulta. —Pero conoces a esa mujer hace menos de un año. ¿Cómo vas a casarte con ella?—Lo que conozco de ella es más que aceptable y tenemos mucho tiempo por delante para conocernos más.—Enloqueciste. ¿Y te la vas a llevar a vivir a tu casa? Apenas y me dejas entrar a mí.—Viviremos en casas separadas, eso mantendrá viva la llama de la pasión y no nos aburriremos el uno del otro.Martín rio como si oyera el mejor de los chistes. —¿Y los hijos?Kamus estuvo a punto de decir que los vería durante las vacaciones. —Esas son palabras mayores, no todas las familias tienen hijos. Es pronto para pensar en eso. —Ya voy entendiendo, quieres una esposa de adorno y para follar con ella de vez e
En el sillón tan parecido al de Alfonso, donde Unavi le había prometido a sus fans que subiría la temperatura, efectivamente subía la temperatura. —Espera... ¡Alguien podría venir! —reclamaba Unavi, atrapada bajo el atlético y ardiente cuerpo de Prad. —¿Y qué? Soy el jefe, si molestan, los despido. Besó a Unavi con el fervor de un enamorado adolescente. Se estaba desabrochando el pantalón cuando la puerta se abrió y entró una mujer muy parecida a Dina Leal. —¡Alonso! —exclamó ella. Los sorprendidos amantes se separaron al instante. —Madre... no es lo que parece. —¡¿Quién es esa lisiada?! Unavi intentaba, sin éxito, estirarse para alcanzar su silla de ruedas con el brazo bueno. —Es mi asistente, se llama Gabriela y tuvo un accidente, no seas descortés. —Haz que salga, quiero hablar a solas contigo —exigió, cruzada de brazos y mirando hacia el ventanal. —Gabriela, por favor. Déjame a solas con mi madre. Unavi seguía intentando alcanzar la silla, que Prad había dejado demas
El impase de la productora de Lu con salubridad ya se había resuelto y la película seguía en marcha, con más fuerza que nunca. En el set, Alonso Chamus se paró frente al ventanal de su oficina, con expresión de abatimiento. El corazón se le caía a pedazos. Del otro lado, tras las cámaras, varios se hacían los fuertes para no llorar. —Confié en ti, Gabriela... —se carcajeó funestamente— pero ese ni siquiera es tu nombre. Nada sobre Gabriela es real. Pensé que podía confiar en ti, parecías tan inofensiva en esa silla de ruedas, pero eres una mentirosa. ¡Una actriz! ¡Eres una actriz!—¡Una actriz que te ama, esa es mi mayor verdad!—¡Cállate! —rugió Chamus, con tal potencia y dramatismo que a Unavi se le erizaron los vellos.Prad se merecía un premio por su magistral actuación. En sus ojos relucía la misma furia asesina que hizo brillar a los de Alfonso en su momento. Las potentes memorias emotivas que guardaba la ayudaron a que su propia interpretación también fuera excelente. Ambos r
—Alfonso... —balbuceó Unavi, sorprendida por el inesperado encuentro— ¿Qué haces aquí? ¿Acaso me estás siguiendo? Él manejaba la tecnología necesaria para tan reprobable acto, estaba segura.—¿Por qué iba a querer seguirte? No seas absurda. —¿Entonces debo pensar que viniste de compras en un día laboral? Eso es más absurdo todavía.Kamus debía reconocer lo bien que lo conocía la mentirosa, pero claro, eso era parte de su trabajo como espía.—Mi futura esposa quiso venir de compras y la acompañé con gusto porque la amo.—¿Ah sí? ¿Y dónde está? Yo no la veo por ninguna parte —avanzó con sus muletas para revisar los vestidores. Todos estaban vacíos.En un giro, una de las cortinas se le enredó en una muleta y se fue de bruces. Alfonso la atajó antes de que se precipitara contra el suelo. En la rapidez de la maniobra le apretó sin querer un pecho.—¡Y ahora me manoseas! —¡Te acabo de salvar de romperte la cara!—Ya no me quieres, no tienes derecho a tocarme.—¿Y quién quiere tocarte?—E
La abuela de Unavi siempre decía que contar los sueños antes del mediodía impedía que se cumplieran. La conversación telefónica con Alfonso no había sido un sueño, pero se sentía como uno, irreal y mágico; tan frágil como un cubo de hielo a la intemperie.Tenía miedo de que sus ilusiones se hicieran aguas.—¿Alguna buena noticia? Hoy tus ojos están más brillantes —comentó Hilda, su maquilladora.—No puedo decirlo, pero es probable. Es probable que por fin los astros se alineen a mi favor y logre tener lo que tanto amo.—Pues me alegro por ti, Unavi. Eres muy amable, no como esa Nini.—¿Has maquillado a Nini?—Claro que sí, varias veces. Es una pesada. Y tiene una piel horrible, me demoraba horas en hacerla ver decente, no como la tuya, que es tan tersa y perfecta.—Supongo que tengo buenos genes. Espero que duren así por mucho tiempo.Y también esperaba seguirle simpatizando a Hilda o ya andaría ella hablando de sus defectos con alguien más.—Sí, Nini es una insoportable, engreída. Pa
Laura estuvo segura de que sería su día de suerte cuando su jefe le devolvió el saludo por la mañana. Kamus incluso le esbozó una sutil sonrisa. Anahí no había ido a la empresa, pero la persona asignada para reemplazarla tuvo todo listo para la reunión con la que partió la jornada. Eso sólo lo puso de mejor humor.—¿Y esa sonrisa de qué es, Kamus? ¿Por fin te cogieron bien? —No dignificaré tus estupideces respondiéndolas. —¿Y qué esperas que piense? Llevas semanas estando insoportable. Hoy no vino tu asistente y estás radiante. Alguien te cogió bien y no fue ella. Yo no voy a juzgarte, ya sabes lo que pienso al respecto. —¿Quieres que sea infiel, como mi padre?—No, hombre. Quiero que seas consecuente en tu vida sentimental como lo eres en la profesional. Es como si estuvieras teniendo un romance con Bell, pero siguieras deseando a Sandex.—No me hables de Sandex.—Pero captas la idea, ¿no?—Quieres que vuelva con Unavi.—Con ella o con cualquier otra a la que ames porque a Anahí
La inesperada noticia dejó a Unavi sin habla. Miraba, con pasmo, la tétrica expresión de Alfonso, donde la tristeza se teñía de desesperanza y locura.—¿Enferma? ¿De qué está enferma? ¿Es contagioso?—Tiene cáncer.Cáncer, la mortal enfermedad que le había arrebatado a su adorada abuela y que atacaba sin piedad a viejos y jóvenes por igual.—Esto es espantoso. ¿Cáncer de qué? ¿Y le queda un año? ¿Cómo no se lo detectaron antes? Es una mujer tan joven y llena de vida, tan hermosa...Tan hermosa y joven como ella, que ardía en ganas de devorar el mundo. Las lágrimas de Unavi, que brotaban con tanta facilidad, se desbordaron. Alfonso la acogió en sus brazos.—Ella quiere casarse, amor. Lo he estado pensando desde que supe la noticia. ¿Cómo podría negarme a cumplir el último deseo de una mujer moribunda? —No, Al. No puedes dejarla ahora... Dios mío... Este final es más dramático que el de la película...Su corazón se estremecía por el dolor de seguir viva y ver cómo su amor, sin remedio,
El auto de Kamus se detuvo al dar la luz roja en la avenida principal. Su vista se desvió hacia el anuncio publicitario del costado, donde la bella actriz cautivaba a todos con su profunda mirada y los invitaba a ir a ver su película con la promesa de que caerían rendidos a sus pies y le entregarían todo. ¿Quién no querría entregarle sus secretos y hasta la clave de la tarjeta de crédito a cambio de uno solo de sus besos?—¿Quieres que vayamos al cine, Alfonso?Él volvió la vista al frente.—No, Anahí. No me gustan las películas.—Es que cada vez que pasamos junto a uno de esos anuncios te lo quedas mirando embelesado.—Están por toda la ciudad, como una invasión. Se llama contaminación visual, debería quejarme con el alcalde. El semáforo dio la luz verde y pisó el acelerador para alejarse de Unavi, al menos hasta el siguiente semáforo.Dejó a Anahí en su casa y fue a la empresa. Ella ya no trabajaba allí, pero se juntaban a almorzar. Un pequeño sacrificio que estaba dispuesto a hac