LXXXIV Guerra declarada
—¿Qué clase de broma retorcida es ésta?

—Ninguna broma, Martín. ¿Tan difícil es aceptar que me voy a casar? Ya es hora de sentar cabeza. Ser un hombre de familia responsable es una excelente carta de presentación.

—Como si esas cosas te importaran.

—Son importantes, son parte de la madurez de la vida adulta.

—Pero conoces a esa mujer hace menos de un año. ¿Cómo vas a casarte con ella?

—Lo que conozco de ella es más que aceptable y tenemos mucho tiempo por delante para conocernos más.

—Enloqueciste. ¿Y te la vas a llevar a vivir a tu casa? Apenas y me dejas entrar a mí.

—Viviremos en casas separadas, eso mantendrá viva la llama de la pasión y no nos aburriremos el uno del otro.

Martín rio como si oyera el mejor de los chistes.

—¿Y los hijos?

Kamus estuvo a punto de decir que los vería durante las vacaciones.

—Esas son palabras mayores, no todas las familias tienen hijos. Es pronto para pensar en eso.

—Ya voy entendiendo, quieres una esposa de adorno y para follar con ella de vez e
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