Oriana Hart siempre ha sido una joven brillante, con una capacidad asombrosa para anticipar resultados y tomar decisiones acertadas. Su talento no pasa desapercibido, y pronto es contratada por Gabriel Blackwood, el CEO de Blackwood Enterprise, una de las empresas tecnológicas más prestigiosas del mundo. Lo que Oriana no sabe es que este encuentro está marcado por el destino: ella es la reencarnación de un amor perdido de Gabriel siglos atrás, un amor que fue arrebatado por la maldición de una mujer obsesionada con él. Mientras Oriana y Gabriel trabajan juntos, él lucha por mantenerla a salvo, profundizando su conexión pasada, temeroso de que cualquier indicio de la verdad pueda ponerla en peligro una vez más. Sin embargo, el regreso de "ELLA" amenaza con desatar el caos. Solo enfrentando juntos los secretos de su pasado y su vínculo eterno podrán romper la maldición que los persigue desde hace siglos. Una historia de amor, obsesión y redención que desafía el tiempo y las sombras del alma.
Leer másLa noche se extendía sobre la casa de la playa, cubriéndola con una calma engañosa. Dentro, Oriana se encontraba en el sofá con una copa de vino en la mano, observando el reflejo de la luna sobre el mar. Aunque el altercado con Stephanie había quedado atrás, la sensación de inquietud se mantenía en su pecho.Gabriel apareció detrás de ella, envolviéndola en sus brazos, su mentón apoyado en su hombro.—Sigues preocupada —susurró, dejando un beso en la curva de su cuello.Ella cerró los ojos por un instante, disfrutando de su cercanía.—Es Stephanie… —admitió, girándose para mirarlo a los ojos—. Algo me dice que no va a quedarse tranquila.Gabriel suspiró, su mirada oscureciéndose.—No va a tocarte. Se acabó.Oriana asintió, pero la sensación de peligro no desapareció. Gabriel la besó con ternura, intentando disipar sus temores.—Vamos a dormir. Mañana será un nuevo día.Él la guió hasta la habitación, donde se acurrucaron juntos en la cama. Pero incluso envuelta en los brazos de Gabrie
La brisa marina entraba por las ventanas abiertas de la casa, trayendo consigo el sonido de las olas rompiendo contra la orilla. Oriana y Gabriel estaban tumbados en el sofá, enredados en una manta ligera, disfrutando de la quietud del momento. La última prueba la había dejado agotada, y aunque el peso de lo vivido aún la perseguía, aquí, entre los brazos de Gabriel, encontraba paz.Él jugaba distraídamente con un mechón de su cabello, enredándolo entre sus dedos antes de dejarlo caer.—Siempre quise traerte aquí —murmuró de repente.Oriana levantó la mirada hacia él.—¿Sí?Gabriel asintió con una sonrisa melancólica.—Cuando compré esta casa en esta vida, algo dentro de mí me decía que te pertenecía. Que tenía que esperar por ti. Que no perdiera la esperanza en que volveríamos a estar juntos...Oriana sintió que su corazón se encogía ante sus palabras.—Gabriel…Él la besó antes de que pudiera decir algo más. Fue un beso lento, profundo, cargado de promesas silenciosas. Oriana suspi
La casa en la playa era un refugio del mundo. De estructura de madera oscura y grandes ventanales que daban al océano, la brisa marina se filtraba por cada rincón, llenando el ambiente con el aroma salado y la promesa de un respiro momentáneo.Gabriel estacionó el auto y apagó el motor. Durante unos segundos, ninguno de los dos se movió. El viaje había sido tranquilo, pero Oriana aún sentía el peso de la prueba en su cuerpo.—Llegamos —dijo él, con voz suave, girándose para mirarla.Oriana asintió y forzó una sonrisa.—Sí.Gabriel entrecerró los ojos, analizando su expresión.—Sigues cansada.Ella suspiró.—No es solo eso. Es… todo. Todo lo que reviví.Él extendió una mano y le acarició la mejilla con ternura.—Estás aquí. Conmigo. No dejaré que nada te pase.Oriana cerró los ojos un instante, dejándose envolver por la calidez de su toque. Pero en su interior, la incertidumbre aún la carcomía. ¿Cuánto tiempo más podría seguir enfrentando pruebas antes de que su cuerpo cediera?Saliero
El paisaje se deslizaba suavemente a través de la ventanilla del auto mientras Gabriel conducía por la carretera costera. El sol de la tarde comenzaba a descender, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas. El sonido del motor y el vaivén del viento acompañaban el silencio entre ellos, un silencio que no era incómodo, sino cargado de pensamientos no dichos.Oriana apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento, observando la línea del horizonte donde el mar se encontraba con el cielo. Sentía su cuerpo aún cansado por la prueba, pero dentro de ella algo había cambiado. La cicatriz en su pecho ardía de vez en cuando, como un recordatorio de lo que había vivido y de lo que aún tenía que enfrentar.Gabriel notó su expresión y apartó un momento la vista de la carretera para mirarla.—¿En qué piensas?Oriana suspiró suavemente.—En nosotros. En… lo que fuimos.Él apretó un poco más el volante.—Recuerdo fragmentos —admitió—. Imágenes borrosas. Pero cuando me contaste lo que viste… algo
El silencio en la habitación era sofocante. La luz de la lámpara parpadeaba débilmente, proyectando sombras temblorosas sobre las paredes. Oriana aún sentía el ardor en su pecho, justo donde la cicatriz luminosa seguía brillando débilmente.Su respiración era entrecortada. La visión de su propia muerte seguía latiendo en su mente como una herida abierta.—¿Oriana? —La voz de Gabriel la trajo de vuelta a la realidad.Ella alzó la vista y encontró su mirada. Sus ojos oscuros estaban llenos de angustia, de preguntas sin respuesta, de miedo. Gabriel estaba sentado en el borde de la cama, inclinándose hacia ella como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.Oscar, de pie junto a ellos, la observaba en silencio, con las manos cruzadas sobre su bastón.Oriana tragó saliva, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta. Pero no podía guardárselo. Tenía que contarles.—Lo vi todo —susurró al fin.Gabriel se tensó.—¿Todo?Ella asintió lentamente.—La noche en el gra
El aire en la habitación se volvió denso cuando Oscar terminó de recitar las palabras del antiguo libro. Oriana sintió cómo la energía vibraba a su alrededor, como si el espacio mismo estuviera distorsionándose. Una brisa helada le recorrió la piel, dejándole un escalofrío profundo que no era causado por el frío, sino por la certeza de lo que estaba a punto de ocurrir.Gabriel, de pie junto a ella, la sostuvo con fuerza. Sus ojos oscuros estaban encendidos de preocupación y algo más: desesperación.—No tienes que hacerlo —susurró con la mandíbula tensa—. No sabemos lo que te espera.Oriana inspiró hondo, aferrándose a la calidez de su tacto.—Pero tengo que hacerlo.Gabriel negó con la cabeza, con los labios apretados, pero antes de que pudiera insistir, una fuerza invisible la arrancó de sus brazos.El mundo se desmoronó a su alrededor.El vórtice de sombras la succionó, girando con una intensidad que le robó el aliento. Todo se oscureció por un momento… y luego, el golpe de la reali
Oscar los observó en silencio. A pesar de los años investigando la maldición de Gabriel, nunca había tenido la oportunidad de decirle todo lo que sabía. Su lealtad lo había mantenido en las sombras, recopilando información, buscando respuestas donde solo había ecos del pasado. Pero ahora, mirando a Gabriel y Oriana, sintió que era momento de revelar lo que había descubierto.—Llevo décadas investigando esta maldición —dijo, con un tono grave—. La historia de ustedes dos, de "ella"... pero la información es escasa. Casi como si alguien hubiese borrado toda evidencia de su existencia.Oriana frunció el ceño.—Eso no es posible. Las maldiciones siempre dejan rastros, huellas en el tiempo.—Lo sé —afirmó Oscar—. Y fue precisamente eso lo que me llevó a estudiar la magia de sangre. Es un tipo de hechicería antigua, casi extinta, porque requiere sacrificios y vínculos que solo pueden romperse con rituales igual de poderosos. "Ella" no tiene suficiente poder por sí misma, lo cual explica por
El silencio en la habitación era casi opresivo. Gabriel, aún débil por los recuerdos y el efecto del relicario, se llevó una mano a la frente, su respiración errática. Oriana, a su lado, lo observaba con el ceño fruncido, sintiendo la angustia en su expresión.—No puedes seguir así —murmuró ella, tomando su mano. Sus dedos estaban fríos, como si la maldición estuviera drenándolo.Gabriel cerró los ojos un instante antes de volver a abrirlos con un brillo oscuro en la mirada.—Hay algo que nunca te dije, Oriana —su voz era baja, cargada de una gravedad que la hizo contener la respiración—. "Ella" no solo me maldijo… Me ató con un pacto de sangre.Oriana sintió un escalofrío recorrer su espalda. La expresión de Gabriel lo decía todo: esto era peor de lo que había imaginado.—¿Un pacto de sangre? —susurró, sintiendo el peso de esas palabras.Gabriel apartó la mirada, su mandíbula apretada con frustración. Sabía que no podía ocultarlo más. No después de lo que había ocurrido. Inspiró prof
Oriana observó el relicario oscuro en la mano de Gabriel, su mente trabajando frenéticamente para comprender lo que estaba ocurriendo. La manera en que su cuerpo se tensaba, cómo su expresión oscilaba entre la confusión y el dolor, le decían que algo iba mal. Su instinto le gritaba que ese objeto no pertenecía allí, que era una advertencia. Un obsequio envenenado. —Gabriel, suéltalo —su voz era firme, pero cargada de preocupación. Él parecía no escucharla. Sus dedos se aferraban con fuerza al relicario, su respiración era irregular, y su mirada estaba perdida en un punto inexistente. Su piel estaba más pálida de lo normal y un leve temblor recorría su cuerpo. Oriana se acercó con cautela y, con un movimiento rápido, arrebató el relicario de su mano. Tan pronto como el objeto dejó su piel, Gabriel pareció respirar con más facilidad, pero sus piernas flaquearon y tuvo que apoyarse en el escritorio. —¿Qué... qué fue eso? —preguntó él, su voz ronca. —Una trampa —murmuró Oriana, gir