Inicio / Romance / Recuérdame / Capítulo 4: Ecos del presente y destellos del pasado
Capítulo 4: Ecos del presente y destellos del pasado

El bullicio de la oficina se fue disipando a medida que el reloj avanzaba hacia el mediodía. Oriana estaba sentada frente a su computadora, afinando los últimos detalles de la presentación destinada a un importante cliente internacional. Mientras tanto, Gabriel permanecía en su oficina, aunque en esta ocasión había insistido en trabajar junto a ella, revisando cada punto con una atención casi obsesiva.

—Asegúrate de que las proyecciones se alineen con las expectativas de los inversores —indicó Gabriel, inclinándose sobre su escritorio con voz firme. Su presencia imponente siempre lograba intimidarla, aunque también despertaba en ella sentimientos difíciles de explicar.

Oriana asintió y se dedicó a ajustar algunos gráficos en su laptop. Pero a medida que revisaba los datos, una sensación extraña comenzó a recorrerla, como si algo en su interior gritara una advertencia inconfundible.

—Espera —murmuró, deteniéndose frente a una diapositiva en particular.

Gabriel alzó una ceja, intrigado.

—¿Qué sucede?

—Este cálculo está mal —dijo ella, señalando una cifra. Aunque a simple vista todo parecía correcto, Oriana no podía ignorar la intuición de que algo no encajaba.

—No es posible. Ese cálculo fue revisado por el equipo de finanzas —replicó Gabriel, cruzando los brazos.

—Lo sé, pero… —Oriana cerró los ojos por un instante, permitiendo que su intuición la guiara. Al abrirlos, volvió a mirar el documento y ajustó los números. Una fórmula errónea había desencadenado un efecto en cadena.

Gabriel se acercó para verificar y, tras recorrer la pantalla con la mirada, asintió con seriedad.

—Tienes razón. Si hubiéramos presentado esto así, habría sido un desastre.

Oriana soltó un suspiro de alivio, pero al encontrarse con la mirada de Gabriel, notó en ella una mezcla de admiración y algo más profundo.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó él en voz baja.

Oriana se encogió de hombros.

—Simplemente lo sentí. Es difícil de explicar.

Gabriel asintió lentamente, y en sus ojos brilló una chispa de curiosidad que prometía no dejar el tema tan fácilmente.

Mientras continuaban trabajando en la presentación, una frase casual de Gabriel sobre la organización de los documentos despertó en Oriana un recuerdo lejano. Fue como si, de repente, un eco del pasado se hiciera presente.

En el recuerdo…

Era un día cualquiera en el campo. Oriana, con las manos cubiertas de tierra y el cabello recogido de forma improvisada, trabajaba en la cosecha junto a su familia. El sol brillaba intensamente y la brisa apenas lograba aliviar el calor. Desde la distancia, percibía la mirada de Gabriel fija en ella.

Durante semanas, él había recorrido los campos a caballo, siempre acompañado por dos soldados que mantenían su distancia. Aunque nunca había intercambiado palabra con ella, su presencia se hacía notar como un calor persistente en la espalda. Era intimidante y fascinante a la vez.

Todo cambió el día en que una tormenta inesperada los sorprendió. Buscando refugio, Oriana corrió hacia el granero más cercano, solo para descubrir que Gabriel ya estaba allí. Su corazón se aceleró al verlo tan cerca por primera vez.

—No te preocupes, no muerdo —dijo él con una sonrisa tentativa, intentando disipar la tensión.

Ella solo asintió, incapaz de articular palabra. El silencio entre ellos era a la vez cómodo y cargado de un significado profundo. Poco a poco, Gabriel comenzó a hablar de temas triviales: el clima, el trabajo en las tierras, y anécdotas de la región. Con cada palabra, Oriana se relajaba, respondiendo con frases breves pero sinceras.

Cuando la tormenta amainó, ambos sintieron que algo había cambiado. Aunque sus mundos parecían incompatibles, una conexión invisible se estaba forjando entre ellos.

De vuelta al presente…

El sonido del reloj en la pared devolvió a Oriana a la realidad. Tras ajustar los últimos detalles de la presentación, apagó su computadora. Gabriel, que había permanecido en silencio observándola, rompió la quietud con voz suave:

—Hiciste un gran trabajo hoy.

Su tono, más cálido de lo habitual, parecía dejar entrever una faceta distinta a la frialdad que solía mostrar.

Oriana sonrió, sintiéndose extrañamente cómoda en su compañía.

—Gracias, señor Blackwood.

—Puedes llamarme Gabriel —respondió él, sorprendiendo a Oriana con el uso de su nombre de pila, un gesto pequeño pero cargado de significado.

Esa noche, al regresar a casa, Oriana reflexionó sobre los acontecimientos del día. Sus premoniciones siempre habían sido a la vez una bendición y una carga, pero nunca habían sido tan intensas como ahora. Parecía que la cercanía a Gabriel amplificaba su poder, conectándola con algo mucho más grande.

Al cerrar los ojos, los recuerdos del granero resurgieron. Recordó cómo, en el campo, Gabriel había extendido su mano en un gesto casi protector, retirándose abruptamente al oír voces acercarse. Aquella escena, tan incompleta y fragmentada, la atormentaba: sentía que necesitaba reconstruir esos recuerdos para comprender lo que estaba sucediendo en el presente.

Por ahora, sin embargo, debía concentrarse en el hoy y en la misteriosa conexión que crecía entre ambos, una conexión que parecía tejer, poco a poco, los hilos del destino.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP