Inicio / Romance / Recuérdame / Capítulo 6: Ecos de una Obsesión
Capítulo 6: Ecos de una Obsesión

Gabriel se quedó en su despacho mucho después de que Oriana se fuera. La visita de "ella" había removido capas de recuerdos que había intentado enterrar. Caminó lentamente hacia la ventana, donde las luces de la ciudad brillaban como diminutas estrellas, pero no le ofrecían consuelo. Su mente estaba atrapada en el pasado.

La había conocido en un baile, presentado por las familias que buscaban alianzas provechosas. Gabriel, el único heredero del ducado más poderoso de la región, era un objetivo codiciado para las jóvenes nobles. "Ella" era la hija de una familia adinerada, con un linaje impecable y una reputación intachable, al menos de puertas para afuera.

Gabriel no le prestó mucha atención. Era unos años más joven que él, con ojos llenos de ensoñación que lo seguían a donde fuera, pero nunca dijo mucho en su presencia. Para Gabriel, "ella" era una figura periférica, alguien que estaba allí porque debía estarlo. Recordaba sus conversaciones superficiales, sus intentos torpes de agradarle y cómo él siempre encontraba una excusa para apartarse.

—Gabriel, esa joven parece estar interesada en ti —le había dicho su madre una vez durante un baile. Él apenas alzó la vista hacia la figura que lo observaba desde el otro lado del salón.

—No estoy interesado —respondió, con un tono que cerró cualquier posibilidad de discusión.

La verdad era que Gabriel nunca había visto en "ella" nada más que una sombra en los eventos sociales. Mientras otras familias alababan su belleza y sus modales impecables, Gabriel percibía algo más: una fragilidad inquietante, un deseo desesperado de ser vista, de ser necesaria. Había algo en su forma de mirar que lo hacía sentir incómodo, como si tratara de atraparlo con la mirada y nunca soltarlo.

Sin embargo, lo que él no sabía era lo que se escondía detrás de esa fachada. La vida de "ella" no era el cuento de hadas que su familia pretendía mostrar. Su madre era una figura imponente, obsesionada con la perfección y con mantener el estatus familiar a cualquier costo. Cada error, cada imperfección, era castigado con una dureza que la dejó marcada. Su único refugio, su única esperanza, se convirtió en Gabriel, el joven duque cuya atención parecía ser la llave para escapar de su prisión.

Pero Gabriel no era consciente de esto. Para él, "ella" era una de tantas jóvenes que intentaban ganar su favor, y no le interesaba en absoluto. Su corazón, incluso entonces, pertenecía a otra. Oriana. La campesina que había cambiado su mundo, que había hecho que todas las galas y los compromisos sociales le parecieran triviales.

Cuando Gabriel cerró los ojos, pudo verla como la recordaba: Oriana, con su cabello castaño iluminado por el sol, su risa tímida pero sincera. Recordó los días en el campo, los encuentros fugaces, y cómo poco a poco ella había bajado la guardia, permitiéndole entrar en su vida.

Sin embargo, "ella" lo había estado observando desde las sombras, cada interacción, cada mirada compartida entre él y Oriana. Y un día, el equilibrio frágil se rompió.

Gabriel nunca entendió cómo había ocurrido todo. Había estado planeando declararle su amor a Oriana, prometiéndole que no importaban las barreras sociales. Pero una noche, todo se desmoronó. Cuando por fin le confeso su amor, y sus cuerpos se unieron en uno, Oriana enfermó repentinamente, su cuerpo consumido por un veneno que ningún médico pudo identificar. Gabriel se quedó a su lado, rogando, suplicando, hasta que su último aliento se escapó entre sus dedos.

Después vino "ella". Su confesión, su risa rota, el odio y el amor mezclados en su rostro. Le habló de cómo había hecho todo por él, cómo lo había salvado de cometer un error al amar a alguien tan insignificante. Y cuando él intentó apartarse, lo maldijo.

—Si no puedes ser mío, entonces nunca serás de nadie más. Vivirás, Gabriel, vivirás con el peso de lo que has perdido, con el dolor de lo que no podrás recuperar, hasta que finalmente veas que soy la única que puede entenderte.

Gabriel no había entendido del todo las implicaciones en ese momento, pero con los años, con las décadas, la inmortalidad se convirtió en su prisión. Ella aparecía en intervalos, a veces para atormentarlo, a veces para recordarle que estaba atrapado por su obsesión.

Y ahora, en el presente, había vuelto. Gabriel podía sentirlo. La forma en que Oriana había reaccionado a su presencia no había pasado desapercibida. Cuando "ella" se había marchado, Oriana había llevado una mano a su pecho, como si intentara calmar un dolor interno.

Gabriel apretó los puños, su mirada fija en la ciudad iluminada. Debía proteger a Oriana. Esta vez, no podía fallarle. Pero, ¿cómo enfrentarse a alguien que había desafiado el tiempo y la muerte misma para mantenerlos separados?

Por primera vez en siglos, Gabriel sintió que la desesperanza daba paso a algo más: determinación. No sabía cómo, pero iba a encontrar una manera de romper la maldición, incluso si eso significaba enfrentarse a "ella" una última vez.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP