El ambiente estaba cargado de energía. Oriana apenas podía mantenerse en pie, su cuerpo vibraba con el eco de la magia que ahora la atravesaba. No era solo poder… era memoria, era historia, era destino.Oscar yacía en la cama, pálido y con la respiración entrecortada. Cada herida que llevaba era un recordatorio del precio que estaban pagando. Gabriel no se apartaba de su lado, con la mandíbula apretada y los puños cerrados.Oriana cerró los ojos. Las voces del pasado llamaban, cada vez con más fuerza.Y entonces, sintió el tirón en su mente.Una llamada del pasado la envolvió como una niebla densa y la arrastró.Oriana se encontraba nuevamente frente a su madre, pero esta vez, su cuerpo era el de una niña pequeña. Su madre la tomó entre sus brazos y la llevó a un rincón apartado del bosque.—Escúchame bien, Oriana. —La voz de su madre era dulce, pero cargada de un peso que la niña aún no podía comprender—. Hay cosas que necesito que recuerdes. Hace muchos años, cuando eras pequeña, te
El aire vibraba con una intensidad nueva, casi eléctrica. Oriana sentía su cuerpo diferente. Cada fibra de su ser estaba impregnada de poder, una energía que no estaba allí antes. Era como si su alma finalmente hubiera despertado por completo.El fuego danzaba en la chimenea de la habitación donde Oscar reposaba. Gabriel se mantenía cerca, con los ojos oscuros fijos en ella, como si intentara comprender lo que estaba sucediendo.—Algo cambió en ti… —murmuró Gabriel, dando un paso hacia ella.Oriana apenas lo escuchó. Sus dedos hormigueaban, su piel ardía. Podía sentirlo todo. La madera crujía bajo sus pies, el viento agitaba las cortinas con una sincronización perfecta con su respiración.Era como si el mundo hubiera cobrado vida a su alrededor.Cerró los ojos e inhaló."Concéntrate."Extendió la mano hacia la mesa frente a ella.La sintió.Cada partícula de madera, cada grieta en su superficie. Era parte de ella.Sin esfuerzo, elevó la mano y la mesa se deslizó por la habitación, lev
El altar de piedra vibraba bajo sus manos. Ethan sentía su corazón latir con fuerza, cada golpe una advertencia, un eco de algo que estaba a punto de cambiar.Las sombras a su alrededor murmuraban, retorciéndose como criaturas hambrientas en la penumbra. Eran antiguas, despiadadas, y ahora lo estaban llamando.Frente a él, una silueta formada de sobras se mantenía firme, su cabello flotando como si la oscuridad misma lo sostuviera. Su rostro estaba parcialmente oculto, pero sus labios curvados en una leve sonrisa lo decían todo.—La elección no es difícil, Ethan. —Su voz era un susurro seductor, pero detrás de su tono había algo más. Algo roto. Algo que suplicaba.Ethan tragó saliva.—¿Por qué yo?Las sombras se estremecieron.—Porque la oscuridad necesita un nuevo heraldo. — La figura inclinó la cabeza, observándolo con detenimiento—. Tú has sufrido, ¿no es cierto? Has vivido en la sombra de los demás, esperando ser visto.Ethan apretó los puños.Era cierto.Siempre había sido el seg
Un escalofrío cruzó el aire. Las sombras que solían abrazarla como un manto fiel ahora se deslizaban entre sus dedos como humo disperso. "Ella" abrió los ojos. Algo había cambiado.La torre donde solía refugiarse tembló levemente. Las velas negras que nunca se extinguían parpadearon como si algo más fuerte hubiese soplado sobre ellas. Cerró los ojos por un instante. Sintió el vacío. Su conexión con las fuerzas oscuras se debilitaba.—¿Qué has hecho…? —susurró al aire, con un dejo de desesperación en su voz.No recibió respuesta.Las sombras ya no respondían como antes. No acudían al llamado con la misma devoción. Y por primera vez en siglos, tuvo miedo.Había otro. Y no solo otro… había sido elegido.La rabia le atravesó el pecho como un dardo helado. Su figura tembló, no de poder… sino de ausencia de él.—Ethan… —pronunció el nombre con amargura.No lo conocía, no realmente. Solo lo había utilizado cuando le fue conveniente. Un peón. Alguien fácilmente manipulable.Pero la oscurid
Ethan respiró hondo.O al menos intentó.El aire que ahora llenaba sus pulmones ya no era el mismo. No tenía aroma, ni calor, ni siquiera textura. Era como si hubiera cruzado un umbral invisible y su cuerpo estuviera hecho de algo distinto.Frente a él, el altar había dejado de vibrar. Las sombras que antes lo rodeaban con hambre ahora lo seguían en silencio, obedientes. Casi… reverentes. Era el nuevo elegido. El nuevo heraldo.A su alrededor, el paisaje había cambiado. El bosque en el que se encontraba parecía dormido, congelado en el tiempo. Ningún pájaro cantaba. Ningún insecto se movía. Las hojas estaban suspendidas a medio caer. El mundo había exhalado… y se había quedado en silencio.Ethan alzó la mano, y al hacerlo, una oleada de energía oscura le recorrió el brazo. Era tangible. Viscosa. Viva. Y él no sabía si era dueño de ella… o si era ella la que lo poseía.Recordó a Oriana. Recordó su rostro. La luz que siempre irradiaba, incluso cuando todo se volvía gris.—¿Qué dir
La luz de la luna se filtraba suavemente por las ventanas del viejo granero, iluminando las vigas de madera desgastada y los sacos de grano apilados en un rincón. Oriana escuchaba su propia respiración entrecortada, mientras las cálidas manos de Gabriel recorrían su rostro con una devoción que le erizaba la piel. Cada gesto era pausado y reverente, como si en cada caricia él quisiera grabar su imagen en la memoria del tiempo.—Te amo —murmuró él, su voz ronca, cargada de una emoción que parecía contener siglos.Ella no pudo articular respuesta. Su garganta se había contraído en un nudo de emociones y su cuerpo temblaba bajo el peso de un amor que parecía salido de un sueño largamente anhelado. Con una mezcla de urgencia y ternura, Gabriel bajó sus labios hasta el cuello de Oriana, dejando un rastro ardiente que provocó un gemido en lo más profundo de su ser. Sus dedos, hábiles y pacientes, exploraron cada centímetro de su piel, exceptuando el delicado collar que siempre la acompañaba
La entrada principal de Blackwood Enterprises era un monumento a la modernidad y la opulencia. Las puertas automáticas se abrían con un suave zumbido, revelando un vestíbulo amplio cuyos muros de vidrio dispersaban la luz del sol en destellos caleidoscópicos. Con techos altos, lámparas colgantes de diseño minimalista y una recepción de mármol blanco, Oriana se sintió diminuta y, por momentos, fuera de lugar.El murmullo de teclados, las conversaciones en voz baja y el sonido de pasos sobre el piso pulido se entrelazaban en una sinfonía corporativa casi hipnotizante.Ajustándose el bolso al hombro, Oriana se dirigió al mostrador de recepción, donde una joven de gafas y sonrisa profesional le indicó el camino hacia la sala de espera. Allí, la esperaba Anita Lane, responsable de Recursos Humanos y su contacto desde el inicio del proceso.—¡Señorita Hart! —exclamó Anita, levantándose para estrecharle la mano con firmeza.—Por favor, llámame Oriana —respondió ella, devolviendo la sonrisa c
En el sueño…El campo estaba bañado por la luz dorada del sol. La brisa suave hacía que el trigo bailara al compás del viento, mientras Oriana, con sus manos ásperas y marcadas por el trabajo, ajustaba el pañuelo que protegía su cabeza. Sus ojos verdes recorrían el horizonte, buscando distraerse de la monotonía de la cosecha.Fue entonces cuando lo vio.A caballo, con una postura regia y elegante, un hombre inspeccionaba las tierras acompañado por dos soldados que mantenían la distancia detrás de él. Su cabello rubio y corto brillaba al sol, y su semblante era serio, pero había algo en su forma de observar todo a su alrededor que lo hacía parecer diferente a otros nobles que Oriana había visto antes.Ella sintió su corazón acelerarse. Era consciente de que no debía mirarlo directamente; los hombres como él no se mezclaban con personas como ella. Sin embargo, cuando intentó apartar la vista, fue incapaz. Algo en su interior le rogaba que lo siguiera observando, aunque fuera por un segu