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Recuérdame
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Por: Monwrite
Capítulo 1: El sueño del pasado

La luz de la luna se filtraba suavemente por las ventanas del viejo granero, iluminando las vigas de madera desgastada y los sacos de grano apilados en un rincón. Oriana escuchaba su propia respiración entrecortada, mientras las cálidas manos de Gabriel recorrían su rostro con una devoción que le erizaba la piel. Cada gesto era pausado y reverente, como si en cada caricia él quisiera grabar su imagen en la memoria del tiempo.

—Te amo —murmuró él, su voz ronca, cargada de una emoción que parecía contener siglos.

Ella no pudo articular respuesta. Su garganta se había contraído en un nudo de emociones y su cuerpo temblaba bajo el peso de un amor que parecía salido de un sueño largamente anhelado. Con una mezcla de urgencia y ternura, Gabriel bajó sus labios hasta el cuello de Oriana, dejando un rastro ardiente que provocó un gemido en lo más profundo de su ser. Sus dedos, hábiles y pacientes, exploraron cada centímetro de su piel, exceptuando el delicado collar que siempre la acompañaba y que, irónicamente, parecía ser un testigo silencioso de su pasión.

Cuando sus manos se aventuraron a descubrir lo prohibido, Oriana sintió que el mundo iba a explotar de placer. Gabriel trazó lentos círculos sobre su clítoris, despertando sensaciones desconocidas, y cuando insertó un dedo entre sus húmedas paredes, ella se rindió a un torrente de gemidos que llenó el silencio del granero.

En el instante en que sus labios se volvieron a encontrar, el tiempo pareció detenerse. Gabriel la besaba con la intensidad de quien teme que el instante se esfume, y sus manos dibujaban rutas invisibles sobre su piel. Los cuerpos se movían al unísono, en una danza tan antigua como el destino, donde cada caricia y susurro prometía un amor eterno. Oriana se entregó por completo, dejándose envolver por un deseo que trascendía límites.

Los dedos de Gabriel continuaron deslizándose, hasta encontrar aquella calidez que ambos buscaban con desesperación. Un jadeo se escapó de sus labios al sentir que él se convertía en su complemento, su miembro encontrando su lugar natural entre sus piernas. La sinfonía del placer se intensificaba con cada roce, mientras sus labios se posaban en los pechos de Oriana con una devoción que parecía redimir viejas penas. Sus gemidos resonaban por todo el granero, fusionándose con el susurro del viento entre las hojas.

—No hay vuelta atrás después de esta noche —susurró Gabriel, su aliento cálido rozando el oído de ella.

—No quiero volver atrás —respondió Oriana con una convicción nueva, aferrándose a él mientras sus uñas dibujaban una sutil marca en su piel. En ese instante, la pasión y el amor se fundían en un torbellino que desafiaba al tiempo.

Pero cuando el clímax parecía inminente, una extraña frialdad recorrió su cuerpo. Primero fue un escalofrío imperceptible, luego se intensificó, invadiendo cada fibra de su ser. Su respiración se volvió errática, y la visión se le nubló.

—Gabriel… algo… algo no está bien —balbuceó con dificultad.

Él se detuvo de inmediato, el pánico surcando su rostro.

—¿Qué sucede? ¿Te hice daño?

Oriana intentó responder, pero las palabras se ahogaron en su garganta. Un dolor punzante se apoderó de su pecho, como si una fuerza invisible lo comprimiera, mientras un amargo sabor invadía su boca.

—No… no, Oriana, quédate conmigo —suplicó Gabriel, sosteniéndola con delicadeza mientras trataba de arroparla contra su pecho.

El frío se intensificó, y aunque ella trató de aferrarse a su rostro, a sus ojos llenos de lágrimas, la certeza de la inminente pérdida la invadió.

—No… te… olvides… de mí —murmuró con un hilo de voz, antes de que la luz se desvaneciera en su interior.

El grito desesperado de Gabriel llenó el granero mientras el amor de su vida se desvanecía en sus brazos, llevándose consigo la calidez de la existencia.

Días después, la verdad emergió de las sombras. “ELLA”, con una risa amarga y perturbadora, confesó el veneno que había inyectado en Oriana; un veneno mortal que se activaba con las emociones intensas, diseñado para destruir lo que Gabriel más amaba y condenarlo a un dolor sin fin.

Desde aquel fatídico instante, Gabriel juró buscarla sin importar el tiempo ni el costo.

Oriana Hart despertó de golpe, el corazón latiendo con fuerza mientras el sudor perlaba su frente. La luz del sol se filtraba por las cortinas de su pequeña habitación. Al llevarse las manos al pecho, sintió el eco de la angustia que había vivido en su sueño, una pesadilla recurrente que había marcado su existencia durante años. Esa escena, aquel hombre y aquella tragedia parecían ser parte de un pasado del que nunca podía desprenderse por completo.

Miró el reloj de su celular en la mesita de noche. Era su primer día en la nueva oficina y no podía permitirse llegar tarde. Sacudiendo la cabeza para despejar los restos de la pesadilla, se convenció de que ese era su presente: un nuevo comienzo, una oportunidad para dejar atrás las sombras del pasado.

Sin imaginarla, el hombre de sus sueños —y de su pasado— la esperaba, a la vera de un destino del que ella aún no era consciente.

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