Valentina ha quedado huérfana a sus 16 años y ahora ha quedado al cuidado de su padrastro, un CEO multimillonario que no aceptará su mal comportamiento, sus ínfulas de adolescente y mucho menos su rebeldía, por lo que le ha impuesto una serie de condiciones que debe cumplir para llegar a acceder a la fortuna que, como única heredera de su madre, tiene derecho, a menos, eso sí, que entre los dos comience a fortalecerse la atracción de un amor imposible por el tabú y los prejuicios sociales.
Leer másQuerid@s lector@s,Antes que nada, gracias por haber llegado hasta aquí.He querido añadir esta última sección para hacer una especie de making-off o tras bambalinas de la obra, con el ánimo de poder despejar las dudas que quizá hayan surgido durante la lectura, lo que no quiere decir que, más adelante, y cuando la plataforma lo permita, pueda responder a los comentarios que quieran hacerme. Este libro ha sido el resultado de un trabajo de más de un mes, de estar, todos los días, escribiendo y actualizando las entregas, cada vez con uno o dos capítulos nuevos. Ha sido una labor gratificante y que ha colmado una idea que venía dando vueltas en mi cabeza por varios meses. El tema que quería tratar era el de una chica colegiala rebelde que se enamora de un hombre mayor, que la dobla en edad. Se me ocurrió el tradicional profesor de colegio, pero lo descarté porque deseaba que tuvieran un ambiente común de convivencia en el que pudiera pelear, discutir y, al final, congeniar, así que
Llegamos temprano al primer día del Mundial de Póker, con el dinero de la inscripción al torneo en fichas. El sorteo de las primeras mesas nos dejó a bastante distancia el uno del otro. Yo en la 15 y Sebastián en la 72, es decir, estaría sola en tanto no quedara eliminada, algo que no estaba dispuesta a dejar que pasar, al menos no sin dar la lucha y conseguir al menos llevarme, por una vez, el pot, o acumulado de fichas en la mesa. Ese era mi objetivo y me daría por satisfecha si pasaba una sola vez.—Nos vemos más tarde, bebé —Le dije a Sebastián con un beso en los labios—. O quizá sí tengamos suerte y no sea así.El póker no es un juego de suerte, o bueno, la tiene, como todo en la vida, pero es más un juego de estrategia, de lectu
Fue muy rico dormir en la misma cama con Sebastián sin que pasara nada más que unos cuchicheos, caricias y arrumacos, además de un montón de besos. Me quedé dormida sobre su pecho y, a mitad de la noche, cuando me giré, lo sentí apretado contra mi espalda, pese a que tenía un kilómetro cuadrado a donde moverse. Eso me encantó.Desayunamos temprano, porque ese día empezaba el Mundial y teníamos que estar listos para registrarnos antes de las ocho de la mañana. No le pregunté, porque se suponía que era una sorpresa, pero estaba angustiada de no poder llegar a registrarme por ser menor de edad.Cuando salimos de la habitación, sonó su celular y, en inglés, escuché que respondió que ya estábamos bajando.
Me encontré con Sebastián en el aeropuerto luego de que Camilo nos hubiera prestado el jet de la empresa como premio por los excelentes resultados que habíamos obtenido en el exámen internacional, que nos abría las puertas para postularnos en las mejores universidades del mundo. O ese fue su pretexto, porque estoy segura de que lo hizo para que el capitán de la aeronave, y la asistente de vuelo, nos espiaran, como lo hacían los tutores y, en su momento, estoy segura de que hacía Emily, cuando era nuestra chófer.Por increíble que parezca, era la primera vez que me subía en el jet y, no más entrar, sentí que no iba a tener ninguna intimidad con Sebastián. Tal vez también Camilo me lo había ofrecido por eso, porque los espacios eran más bien pequeños, pero, más incómodo
Estoy seguro de que la diferencia de edad entre Adán y Eva era de, al menos, veinte años, porque si no, de qué otra forma ella lo hubiera podido haber tentado a morder la fruta del deseo.Agradezco hoy al cansancio que me venció. Dios se apiadó de mí (ya era demasiado con haberme tentado con mi hijastra) y me embargó el dulce sueño, uno tan pesado que, al día siguiente, cuando Valentina me preguntó si había escuchado a la enfermera entrar a mitad de la noche, le respondí, con sinceridad, que no, porque, de no haber sido así, quizá me habría lanzado a morder la fruta que mi Eva me ofreció.Tuve también suerte en la reprogramación que hicieron los chinos y tuve la disculpa perfecta para aplazar la cita con Emily, una semana m&a
Cómo me había divertido con la broma de la amnesia, porque no creí que fuera a caer y, ahora que lo veía regresar, después de despedirse de Emily, vi que tenía la misma cara con la que estuvo por ponerse a llorar sobre mi pecho.—Pensé que estabas dormida —dijo luego de cerrar la puerta de la habitación.—Y me dormí, un ratico, pero entonces sentí mucho silencio y me desperté. Sus voces me arrullaron.—Bueno, igual ya es tarde y tuve un día muy pesado —dijo, desperezándose—. Voy a ir acomodando ese sofá, ¿tienes idea de dónde pueda encontrar unas cobijas?—No tengo ni idea. Tienes que preguntarle a la enferm
Dejé lo que estaba haciendo -una reunión con unos posibles inversionistas asiáticos en uno de nuestros proyectos de exploración petrolífera- cuando recibí el mensaje de Emily, a través de Miguel, la única persona autorizada a interrumpirme en una junta de esa índole.—Lo siento, caballeros, mi hijastra acaba de tener un accidente y está en un hospital. Me temo que tendremos que aplazar esta reunión —dije por pura cortesía, sin esperar a que nadie me diera su beneplácito o permiso.De camino al hospital en donde había llegado la ambulancia que atendió a Valentina, le encargué a Miguel que atendiera a los inversionistas con la precaución propia de una junta interrumpida. Debía pagarles el hotel, y ofrecerles algunas invit
Tenía una llamada perdida en mi celular y pensé que quizá fuera Camilo para avisarme que otra vez estaba afuera, en su Harley Muscle (cómo me emociona esa motocicleta. ¿Ya dije que he tenido sueños pervertidos encima de ella?) esperándome a la salida del colegio. Pero no, el número era el de Emily.—Uy, ¿pero te acaban de enviar el resultado de la prueba de embarazo? —bromeó la pesada de Myriam.—¿La qué? ¡No! Oye, que alguien te escucha y así es que se forman los chismes.—Es que te pusiste pálida al mirar la pantalla.Le mostré el nombre que aparecía en el registro de llamadas perdidas.
Era martes y debía tomar una decisión sobre la cita que tenía que cumplir con Emily el sábado, y para ello, debía saber qué pensaba y qué estaba dispuesta a hacer Valentina si le planteaba, de frente, que estaba dispuesto a que le diéramos una oportunidad a nuestra relación.Para que mi propuesta tuviera efecto, tenía que, como hiciera ella, cogerla desprevenida, en otras palabras, recurrir a su misma táctica y hacerle una “encerrona”.Salí de la empresa pasado el mediodía y almorcé en la mansión. Me cambié y, montado en la Harley Muscle, me fui a su colegio, a recogerla.Llegué unos minutos antes de que terminara la jornada de clases y me sentí, por un mom