Llegamos temprano al primer día del Mundial de Póker, con el dinero de la inscripción al torneo en fichas. El sorteo de las primeras mesas nos dejó a bastante distancia el uno del otro. Yo en la 15 y Sebastián en la 72, es decir, estaría sola en tanto no quedara eliminada, algo que no estaba dispuesta a dejar que pasar, al menos no sin dar la lucha y conseguir al menos llevarme, por una vez, el pot, o acumulado de fichas en la mesa. Ese era mi objetivo y me daría por satisfecha si pasaba una sola vez.
—Nos vemos más tarde, bebé —Le dije a Sebastián con un beso en los labios—. O quizá sí tengamos suerte y no sea así.
El póker no es un juego de suerte, o bueno, la tiene, como todo en la vida, pero es más un juego de estrategia, de lectu
Querid@s lector@s,Antes que nada, gracias por haber llegado hasta aquí.He querido añadir esta última sección para hacer una especie de making-off o tras bambalinas de la obra, con el ánimo de poder despejar las dudas que quizá hayan surgido durante la lectura, lo que no quiere decir que, más adelante, y cuando la plataforma lo permita, pueda responder a los comentarios que quieran hacerme. Este libro ha sido el resultado de un trabajo de más de un mes, de estar, todos los días, escribiendo y actualizando las entregas, cada vez con uno o dos capítulos nuevos. Ha sido una labor gratificante y que ha colmado una idea que venía dando vueltas en mi cabeza por varios meses. El tema que quería tratar era el de una chica colegiala rebelde que se enamora de un hombre mayor, que la dobla en edad. Se me ocurrió el tradicional profesor de colegio, pero lo descarté porque deseaba que tuvieran un ambiente común de convivencia en el que pudiera pelear, discutir y, al final, congeniar, así que
Desde la ventana del cuarto común, vi llegar el carro de mi padrastro. Acababa de encender ese cigarrillo y no iba a tirarlo así no más, aunque supiera que la Superiora debía estar por llegar para asegurarse de que ya tuviera mis maletas hechas, la camisa del uniforme estuviera bien planchada y no me hubiera subido la falda hasta los muslos; se llevaría una gran decepción. —¡Valentina, por dios! —La escuché gritar desde la puerta, al otro lado del cuarto— ¡Hasta acá llega el olor a cigarrillo!Vino corriendo, con los pliegues de su sotana dando brincos como si fuera una gallina que se estuviera bamboleando. Soplé el humo de la última calada por la ventana y la miré a los ojos. —Madre. —Le dije sin esperar su cantaleta—. Son mis últimos minutos en el internado, ya no tendrá que soportarme más. Solo déjeme terminar este cigarrillo y me pongo a planchar la camisa.Se escandalizó más cuando vio que todavía estaba en brasier y que, como temía, me había puesto la falda con la que nunca m
Antes de entrar a la casa, me recibieron el mayordomo y las dos mucamas que ya había visto frente a la puerta. También me llamaron señorita y, con un suspiro, me di cuenta que era un caso perdido intentar que me llamaran de otra forma, por lo menos en el corto plazo. Ya me ganaría después su confianza y podría pedirles que me llamaran como yo quería que lo hicieran. Mi padrastro, Camilo Ponce, se paró en medio del vestíbulo, entre los dos brazos de la escalera. Lo miré de reojo y crucé mis brazos, preparada a que me diera de nuevo un discurso sobre mi buen comportamiento y la obediencia que le debía, so pena de que no me pasara ni un centavo y, aunque en ese momento no sabía qué contestarle, sabía que sería solo cuestión de tiempo para evadirme de sus ínfulas de gran señor y empezar a hacer lo que yo quisiera. No me esperaba lo que me dijo.—Necesito que esta tarde vayas al ginecólogo y me traigas un certificado de tu virginidad. —¡¿QUEEÉ?!Lo había dicho frente a toda la servidumb
No recordaba lo bella que era mi hijastra. Si bien la había visto durante el funeral de mi esposa, hacía apenas una semana, fue en otras circunstancias y creo que solo la saludé, pero cuando la vi fumando en el jardín de la glorieta, con sus largas piernas al sol y su rostro de niña mala, reconozco que me estremecí un poco. Sin embargo, debía empezar a ser duro con ella, se lo había prometido a Gloria, su madre. Fue suya la idea de crear los fideicomisos.—Mi hija necesita madurar, ser fuerte y consciente del futuro que se le avecina —dijo Gloria en la cama del hospital, un día antes de que me la llevara a casa, seguros ya de que solo le quedaban unos días de vida—. Aunque tú quedes a cargo de ella, como su tutor y administrador de la inmensa fortuna que le dejo, me temo que eso no será suficiente. No supe qué alternativas legales teníamos para que, una vez cumplidos sus 18 años, fuera la mujer que Gloria deseaba que ella fuera. —Yo seré su tutor y soy su padrastro, pero apenas si n
El sándwich de pavo estaba delicioso y Anastasia, la cocinera que lo preparó -la mansión contaba con tres cocineras, dos ayudantes de cocina y un chef- me dijo que era una receta sencilla de pan de centeno, salsa curry, albahaca, filete de pavo, mayonesa, lechuga y tomates avinagrados.—No es nada del otro mundo, señorita —dijo Anastasia después de explicarme cómo lo había preparado. Estábamos sentadas en uno de los comedores auxiliares de la cocina.—Entonces debe ser que venía acostumbrada al engrudo que nos servían en el internado, porque esto está para chuparse los dedos —conseguí decir después de haber masticado casi la mitad del sándwich. Anastasia sonrió, alagada. —¿Puedo hacerle una pregunta, señorita Valentina?Asentí con la cabeza porque tenía la boca llena con un nuevo mordisco. Anastasia se acercó hasta susurrarme al oído—¿Si va a conseguir los mil millones?Casi me atraganto y Anastasia se apresuró a servirme un vaso con jugo de naranja, recién exprimida. Bebí un gran
Entré a ducharme y descubrí que la cortina de la tina era rosa. Si hay un color que detesto es ese, pero no iba a cambiarlo en ese momento. Volví a rabiar contra mi padrastro y me bañé. No tardé en darme cuenta que no aguantaba el agua caliente, ya estaba acostumbrada a las duchas frías y un minuto después de haber abierto la llave del agua caliente, la estaba cerrando de nuevo. No tardé más de cinco minutos y me sentí renovada. Encontré algunas mudas de ropa, de hace más de un año, en el walk-in closet. No sabía que había aumentado mi estatura unos centímetros hasta que me probé la tercera camisa con el mismo resultado de las anteriores; casi me quedaban de ombligueras. Le hice un nudo en las puntas y me la puse así, pero con los jeans fue lo mismo y me quedaron muy por encima de los tobillos. Necesitaba ropa nueva, con urgencia. Bajé de nuevo a la cocina y busqué a Anastasia. La encontré pelando unas papas que se iban a usar para preparar unos ñoquis. —Me gustaría que vinieras co
Llegué a casa temprano, un poco antes de las nueve de la noche, para tener la oportunidad de entregar a Valentina lo que le había comprado en la tarde. Tan pronto descendí del vehículo, pregunté al mayordomo, Alfredo, dónde estaba mi hijastra.—La señorita Valentina se encuentra en su habitación, señor. —Me dijo.—Supongo, entonces, que ya cenó.—Así es, señor. Tomó la cena hace una hora.Iba a cambiarme a mi habitación, a ponerme algo más cómodo para trabajar unas horas más en la biblioteca, cuando recordé que Valentina debía mostrarme el certificado que le había pedido en la tarde.
Creo que le di su merecido. Tenía que sacarme la rabia que me dio el haber tenido que ir hasta el consultorio de un médico morboso, que estuvo a nada de pedirme quién sabe qué obscenidad para entregarme el certificado, solo para cumplirle su capricho. ¿Qué bendita fijación con la virginidad de las mujeres? ¿Acaso una mujer es más o menos por el hecho de ser o no virgen? No lo entiendo, solo sé que, en el internado leí alguna vez una de esas lecturas que las monjas prohibían (para mí, su lista de prohibiciones era una catálogo de lo que debía leer) y de ahí saqué lo que le dije sobre el control machista y misógino que, parece, fue lo que más le dolió.Cuando se fue, revisé la ropa que me había comprado. No estaba mal si acaso tuviera en mente ir a un