Las Vegas (2)

Fue muy rico dormir en la misma cama con Sebastián sin que pasara nada más que unos cuchicheos, caricias y arrumacos, además de un montón de besos. Me quedé dormida sobre su pecho y, a mitad de la noche, cuando me giré, lo sentí apretado contra mi espalda, pese a que tenía un kilómetro cuadrado a donde moverse. Eso me encantó.

Desayunamos temprano, porque ese día empezaba el Mundial y teníamos que estar listos para registrarnos antes de las ocho de la mañana. No le pregunté, porque se suponía que era una sorpresa, pero estaba angustiada de no poder llegar a registrarme por ser menor de edad. 

Cuando salimos de la habitación, sonó su celular y, en inglés, escuché que respondió que ya estábamos bajando. 

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