No recordaba lo bella que era mi hijastra. Si bien la había visto durante el funeral de mi esposa, hacía apenas una semana, fue en otras circunstancias y creo que solo la saludé, pero cuando la vi fumando en el jardín de la glorieta, con sus largas piernas al sol y su rostro de niña mala, reconozco que me estremecí un poco. Sin embargo, debía empezar a ser duro con ella, se lo había prometido a Gloria, su madre. Fue suya la idea de crear los fideicomisos.—Mi hija necesita madurar, ser fuerte y consciente del futuro que se le avecina —dijo Gloria en la cama del hospital, un día antes de que me la llevara a casa, seguros ya de que solo le quedaban unos días de vida—. Aunque tú quedes a cargo de ella, como su tutor y administrador de la inmensa fortuna que le dejo, me temo que eso no será suficiente. No supe qué alternativas legales teníamos para que, una vez cumplidos sus 18 años, fuera la mujer que Gloria deseaba que ella fuera. —Yo seré su tutor y soy su padrastro, pero apenas si n
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