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¿Solo por el contrato?

* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *

—¿Y cómo te trata él? —pregunta Cassandra mientras estamos en la camioneta de camino al hospital para visitar a mi abuela.

—Pues... —pienso de forma involuntaria en cada momento que hemos vivido— es un hombre con un carácter bastante difícil.

—¡Uy no! ¡Y contigo! ¡Pues ahora creo que voy entendiendo algo de lo poco que me has dicho! —precisa divertida; y yo sonrío—. Pero venga, dime, ¿qué piensas hacer?

—Pues..., en este momento, no tengo más remedio que continuar con el trato y... —alargo al mirarla fijamente— espero que seas muy discreta con lo que te he contado, Cassandra —señalo muy seria.

—Merlí, no tienes ni que decírmelo. De mi bica no saldrá ni una sola palabra de loq ue hemos conversado.

—Eso espero porque..., después de todo, él y yo tenemos un trato serio. Hasta el momento..., él no ha faltado a ninguno de los puntos. Bueno... —me quedo en silencio al recordar lo que había sucedido, hace ya varios días, en mi habitación.

«Aunque... el no me forzó a nada», me recuerdo.

«Yo sabía lo que hacía», preciso muy seria.

«Es más, él quiso parar cuando ya estábamos desnudos, pero... yo no se lo permití»...

—Ay dios —suspiro pesadamente—. No cabe duda de que cuando la ira me invade, no pienso las cosas como debería.

—¿Qué?

—¿Qué? —articulo sorprendida al ser consciente de que estaba con mi amiga.

—¿Qué acabas de decir?

—Ah... no —sonrío nerviosa—. Solo meditaba de lo impulsiva que suelo ser....

—Ah bueno. Eso es verdad. Cuando se te mete una idea en la cabeza, no hay poder o ser humano que te quite aquella de la cabeza. Eres taaan terca...

—Hey, ya... se supone que eres mi amiga, no la de él.

—Pero si yo no lo estoy defendiendo a él; solo te digo cómo eres —señala con diversión; y yo sonrío mucho más.

—Por cierto, ¿cuándo conoceré a tu esposo? Porque ya llevo varios días en tu casa y, hasta ahora, no lo he visto.

—Él es así. Llega a la casa muy tarde; creo que es por su trabajo, nunca lo he visto venir antes de que yo me vaya a la cama.

—Entiendo..

—Pero bueno. Tomás, ¿cuánto falta para llegar a la clínica?

—Llegaremos en quince minutos, señora.

—Gracias, Tomás —contesto serena; y después, solo me recuesto a esperar que esos minutos se esfumaran (lo cual sucedió muy rápido). Bajo del auto con mi amiga y nos vamos directamente a la habitación de mi abuela. Cuando estamos a unos pasos de aquellas, un inesperado revuelo se forma; revuelo en el que médicos y enfermeras llegan a entrar y salir alarmados del cuarto.

—Pe.. pero ¿qué pasa? —pregunto preocupada al tiempo en que quiero entrar a la habitación, pero no me lo permiten—. Mi abuela está aquí, ¿qué pasa? —cuestiono muy nerviosa.

—Lo siento, señorita, no puede entrar.

—Pero qué pasa. Yo necesito una explicación.

—La tendrá tan pronto como sea posible —es lo único que dice; y después, cierra la puerta en mi cara.

A los segundos de aquello, veo que sacan a mi abuela en una camilla y con una mascarilla de oxígeno.

—Pero ¿a dónde la llevan? Doctor...

—Ahora no, señorita, debe ser intervenida...

—Pero, doctor, dígame que va a estar bien por favor...

—Llamen a Krauss; necesito que se encargue de la intervención —señala el médico.

—Doctor...

—Señorita, la salud de su abuela ha pasado a ser delicada. En este momento, estábamos gestionando todo lo necesario para traer un médico de Italia, especialista en su caso, pero su vuelo apenas saldrá mañana...

—¿Qué? Doctor, por favor, dígame que todo va a estar bien...

—Eso intentaremos, señorita... —pronuncia; y se va.

—Dios... esto no puede estar pasando... —susurro muy preocupada y desconcertada, al tiempo en que pido, desde lo más profundo de mi corazón, que todo saliese bien y pueda hablar con mi abuela otra vez.

** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * *

—¿Qué es lo que está diciendo?

—Lo que escuchó, señor. Es la información que nos ha llegado.

—Entiendo..  —articulo al tomar mi saco y salir de mi oficina rumbo a mi estacionamiento—. Necesito que, en este momento, el avión de Italia sea reservado para el médico que necesitan. Quiero que vayan a su casa y lo traigan aquí cuanto antes, que por el dinero no se preocupe, se le dará la cifra que quiera, ¡pero tráiganlo ahora! —ordeno; y cuelgo para después entrar a mi auto y conducir hacia el dichoso hospital en el que se encontraba ella.

Llego a mi destino y apresuro mi paso hasta llegar a donde me imaginaba que estaba. Ella caminaba de un lado a otro, notablemente mortificada. Cuando me ve, se queda quieta y comienza a caminar hacia mí y me abraza para finalmente, llorar un poco. Frente a ello, regalo un gesto adusto a todos mis hombres, quienes veían muy curiosos la escena, y aquello logra que estos desvíen su mirada.

—Tengo miedo —precisa llorosa, al tiempo en que decido envolverla con mis brazos... algo incómodo (por no decir terriblemente incómodo).

—Todo estará bien —preciso muy serio; y ella se separa de mí.

—Perdón, perdón —responde muy apenada; y no entendía a lo que se refería.

—¿Qué?

—No tenías por qué venir. Imagino que debes tener mucho trabajo.

—Hoy no había mucho —miento.

—Aun así...

—¿Qué ha pasado? ¿Qué te han dicho los médicos?

—Llevan como dos horas ahí metido y no han salido a darme noticias....

—Solucionaré eso —señalo y me voy a un lado para hacer unas llamadas.

—De verdad, no es necesario que estés aquí, No quiero quitarte tu tiempo.

—No estoy aquí por ti —digo de pronto, algo adusto (lo pude reconocer)—. El que tu abuela esté bien forma parte de mis obligaciones. Al firmar el contrato, también puse en mesa mi palabra, así que debo cumplirla —concluyo muy firme; y ella solo me mira fijamente (igual de seria que yo) y finalmente, asiente en mi dirección.

—Bien..., comprendo —susurra; y luego, se da media vuelta para regresar con su amiga.

No sé por qué eso no me había gustado, pero..., pero bueno, no iba a tomar parte de mi tiempo tratando de encontrar alguna respuesta.

—Buen día.

—Doctor, mi abuela, ¿cómo está? —pregunta ella, muy impaciente.

—Su abuela fue estabilizada, gracias al doctor que el señor mandó a traer de Madrid —precisa al señalarme—. Del mismo modo, le quiero agradecer que haya agilizado la llegada del doctor en Italia.

—Respóndale a mi esposa. ¿Cómo está su abuela? —es lo único que me limito a responder.

—En términos generales, bien. Esperemos que la siguiente intervención sea tan exitosa como la que acabamos de tener.

—¿Otra vez mi abuela será intervenida?

—Sí, señora. Es muy necesario.

—Está bien, comprendo. ¿Puedo pasar a verla?

—En este momento no. Tal vez, mañana por la tarde.

—¿Tanto tiempo?

—¿Quién debe dar el permiso para que mi esposa pueda ver a su abuela?

—Me temo que, en este caso, solo el director —menciona; y yo vuelvo a alejarme para hacer otro par de llamadas.

Luego de unos minutos, a ella le permiten ingresar a verla solo cinco minutos; sin embargo, a pesar del corto tiempo, la mujer me agradeció como si hubiesen sido horas.

A la mañana siguiente, me fui a trabajar y solo esperé a tener noticias en mi oficina. Me había enterado, por la tarde, que su abuela había salido bien de su operación y que solo quedaba esperar a su recuperación. En la noche, fui al hospital y me quedé toda la noche a su lado. Era parte de mis obligaciones de esposo; era parte de mi palabra.

—Ya es muy tarde... —menciona de pronto, al sentarse a mi lado.

—Deberías estar en la habitación, con tu abuela.

—Quise salir un momento. Yo... creí que ya te habías marchado.

—A pesar de ser solo un trato, soy tu esposo y... estar a tu lado forma parte de mis obligaciones y mi palabra —le recuerdo muy serio; y ella esboza una muy suave sonrisa.

—Sí..., comprendo que solo estés aquí por no faltar a tu palabra...

—Bien... —articulo neutral; y ella vuelve a sonreír; y no entiendo por qué.

—Deberías ir a descansar... —menciona al ver su reloj—. En lugar de tarde, debo decir que ya es muy temprano. Son las cuatro de la mañana. Tú sales muy temprano a trabajar.

—Hoy no iré...

—¿Y eso por qué?

—Porque no hay la necesidad...

—¿Okey? —responde al mirarme con curiosidad.

—Aunque si no quieres que esté aquí, puedo retirarme...

—No, no, no... —toma mi brazo de forma sorpresiva—, no es lo que quise decir —pronuncia muy serena—. Es solo que... trabajas mucho tiempo y... creo que lo más justo es que duermas. Es lo mínimo, ¿no crees? —pregunta; y yo solo me limito a fruncir mi ceño.

—Estoy bien —contesto firme; y ella vuelve a sonreír.

—Bueno..., iré por café, ¿quieres uno?

—Un robusta...

—Uuuyyy... a ti sí que te gusta lo fuerte, ¿no es así? —inquiere de pronto; y yo me quedo observándola fijamente (igual que ella a mí, un tanto nerviosa)—. Bueno, iré por tu café —informa; y se va.

Los días pasaron y su abuela saldría del hospital. Ella había vuelto a dejar de hablarme. Imagino que si antes lo había hecho era porque estaba feliz de que su abuela saliese bien de la operación, pero aquella emoción ya habría pasado y ella habría vuelto a recordar lo que había sucedido entre nosotros en su habitación.

—No te pienso dejar ni un momento sola, abuela.

—Merlí... —le sonríe la mujer.

—Ya te dieron de alta...

—Ya quiero salir de este lugar.

—Te llevaré a asa. Prometo estar contigo todo el tiempo que me sea posible.

—No te preocupes mi amor. Yo entiendo que, por tu trabajo, no puedas ir a la casa conmigo —señala la señora; y yo frunzo mi ceño al imaginar que mi flamante esposa le había mentido a su abuela.

—Te amo, abuela —le contesta la mujer y después, salimos del hospital en una camioneta.

—¿Quién soy yo , según tu abuela? —pregunto serio y discreto.

—Mi jefe...

—¿Y ella se lo creyó?

—Sí —musita muy seria; y yo sonrío por lo bajo, al darme cuenta de lo inocente que era.

Luego de horas, llegamos a nuestro destino.

—Pero... esta no es mi casa.

—Lo sé; es la casa de tu abuela...

—¿Qué dices?

—Bueno, su nueva casa.

—¿Qué?

—El lugar donde vivían no era el adecuado. Aquí ella estará mejor; además, habrá una enfermera...

—Pero... yo voy a poder pagar todo eso.

—Yo no te estoy cobrando —refuto muy serio; y ella queda en silencio y mirándome fijamente a los ojos.

—Te prometo que te lo pagaré en cuanto pueda.

—No te estoy cobrando...

—Lo sé y... gracias —susurra muy tranquila—. De verdad, muchas gracias por todo lo que estás haciendo.

—No es nada —contesto neutral; y ella vuelve a sonreír.

Después de estar con su abuela, regresamos a la casa y yo voy a mi despacho para terminar con el trabajo que había dejado pendiente, hasta que me veo distraído por unos molestosos toques en mi puerta.

—¿Quién es? —pregunto fastidiado.

—Merlí —escucho su voz; y la molestia disminuye.

—Pasa... —contesto aun manteniendo mi seriedad; y ella entra—. Siéntate —ordeno al señalarle el asiento frente a mi escritorio.

—Gracias...

—¿Qué deseas? —cuestiono al volver a ponerme mis lentes de lectura y continuar revisando unos papeles.

—Tú no descansas, ¿cierto? —pregunta al arquear una de sus cejas.

—Estoy aburrido, solo me distraigo —preciso; y ella sonríe.

—Sí, imagino que estar todo el día con una nieta y su abuela no ha de ser tan divertido —precisa sonriente; y yo le correspondo, extrañamente, de la misma manera.

Cuando me doy cuenta de que le estoy sonriendo, cambio mi sonrisa por un gesto más serio automáticamente.

—¿Qué quieres? —pregunto adusto.

—Agradecerte...

—Ya lo has hecho...

—Bueno, en realidad, también quería hablar contigo.

—¿De qué?

—¿Cómo estás?

—Bien. ¿Qué deseas?

—Saber cómo estás... —responde muy relajada.

—Ya dije que estoy bien.

—Sí, no es la respuesta que esperaba, pero es un avance.

—¿Qué es lo que realmente deseas?

—Hablar un poco, ¿podemos?

—¿De qué?

—De nosotros

—¿De nosotros?

—Sí, pero antes de que digas algo... solo quiero hablar de temas triviales. No quiero que nos agobiemos y luego, terminemos discutiendo. Así que... ¿qué te parece conversar de todo, menos de algo que tenga que ver con el contrato que firmamos?

—¿Conversar?

—Sí. Siempre y cuando tengas tiempo, claro está —menciona muy firme al mirarme a los ojos—. ¿Qué dices? —pregunta; y yo me debato internamente sobre mi respuesta; y creo que es mucho el tiempo que me tomo, ya que ella... —creo que estoy interrumpiendo. En ese caso, discúlpame, no quise ser...

—No, no..., siéntate —respondo muy serio, al tiempo en que pongo a un lado los papeles que tenía en mi mano y terminar de retirarme los lentes—. Hablemos —concluyo igual de serio; y ella sonríe para después, comenzar con nuestra conversación.

*********En un bar**********

—Estás enamorado —me dice Ramsés; y yo niego de inmediato con mi cabeza.

—No, nada de eso. No es posible.

—¿Por qué te empeñas en seguir negándolo?

—No en empeño en negar nada, Solo estoy diciendo la verdad.

—Por favor, Bayá —sonríe burlón al mirarme—. Me citaste a esta hora de la noche solo para contarme que Merlí y tú, por primera vez, mantienen una conversación que no llegó a discusión. Por favor, dime qué significa eso, si no es que tú estés enamorado de ella.

—¿Por qué dices que estoy enamorado?

—Porque me llamaste emocionado...

—¿Emocionado? —inquiero auto; y él sonríe.

—Sí, emocionado. Tu voz no cambia a la de la normal, pero tantos años a tu lado, ya puedo identificar qué tipo de voz usas, según tus emociones.

—No digas tonterías, Ramsés.

—Bueno, di lo que quieras, pero llegaste aquí feliz y me contaste todo esto de la misma manera.

—¿Cómo? —pregunto muy serio y mi amigo me mira fijamente.

—Contento, Bayá. Contento por que ella y tú hayan tenido una buena conversación. Tú lo dijiste; te sentiste tranquilo por ello.

—Yo no dije eso...

—Bueno, es lo que trataste de decir.

—Claro que no.

—¡Claro que sí! ¡Y acéptalo de una vez! Te has enamorado...

—No yo no he hecho eso.

—Claro que sí. Te has enamorado de tu esposa..., Merlí Fernand de Fisterra.

—SILENCIO. Eso no es cierto. Me he sentido tranquilo por no discutir, pero... no significa que esté enamorado. YO... YA NUNCA VOY A ENAMORARME DE UNA MUJER.

—¿Qué dices?

—LO QUE ESCUCHASTE. YO YA NO VOLVERÉ A ENAMORARME DE UNA MUJER.

—Por favor , Bayá. Esa es una gran estupidez.

—Cree lo que quieras, pero es la verdad. Todas las mujeres son iguales. Ninguna..., ninguna vale la pena, así que deja de molestar con eso.

—Ten cuidado, Bayá. No vayas a perder la oportunidad de amar, solo por...

—SILENCIO. Ya dejemos de hablar del tema, mejor, sigamos bebiendo tranquilos —propongo; y mi amigo me mira, sonríe burlón y después, solo pide dos copas más para continuar bebiendo.

Evelyn Zap

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