¡Hola! ¡Buen día! Quiero aclarar un punto súper importante antes de que empiecen las confusiones. Para empezar, este libro fue publicado, el año pasado, en otra app (F#I#Z#Z#O), pero debido al cierre, estuve analizando en qué otras apps publicarla. Esta historia perteneció al programa "Buena historia" de la app y a los autores se nos facilitó esquemas para que, a partir de ahí, creáramos la novela a nuestra manera, pero siguiendo cierta línea. Si han encontrado una historia similar, es probable que aquel autor también haya participado. Las versiones, al final, cambian... 1. Porque cada autor tiene su estilo de narrar acontecimientos. 2. Yo modifiqué más de la mitad de esquemas porque se me vinieron muchas ideas locas JAJAJAJA... ¡Así que espero que esto haya quedado muy claro! ¡Yo estoy dando mi mayor esfuerzo para que la historia de Merlí y Bayá les encante! ¡Muchas gracias por su apoyo!
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * * —¿Y cómo te trata él? —pregunta Cassandra mientras estamos en la camioneta de camino al hospital para visitar a mi abuela. —Pues... —pienso de forma involuntaria en cada momento que hemos vivido— es un hombre con un carácter bastante difícil. —¡Uy no! ¡Y contigo! ¡Pues ahora creo que voy entendiendo algo de lo poco que me has dicho! —precisa divertida; y yo sonrío—. Pero venga, dime, ¿qué piensas hacer? —Pues..., en este momento, no tengo más remedio que continuar con el trato y... —alargo al mirarla fijamente— espero que seas muy discreta con lo que te he contado, Cassandra —señalo muy seria. —Merlí, no tienes ni que decírmelo. De mi bica no saldrá ni una sola palabra de loq ue hemos conversado. —Eso espero porque..., después de todo, él y yo tenemos un trato serio. Hasta el momento..., él no ha faltado a ninguno de los puntos. Bueno... —me quedo en silencio al recordar lo que había sucedido, hace ya varios días, en mi habitación. «Aun
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * * —Merlí... —Dime... —le contesto a Cassandra, mientras continúo tejiendo la bufanda para mi abuela, en la salita de su nueva casa. «Bueno... salota», corrijo en mi mente al ver el tamaño del compartimiento. —Hay algo que no termino de entender del extraño trato que tienen tú y tu esposo. —¿Extraño trato? —Sí, Merlí. Extraño trato. ¿Por qué, si dices que se aman, tuvieron la necesidad de hacer ese trato que especifica sus funciones? —Ah... pues... porque sí; él es así y yo... no le vi nada de malo —contesto nerviosa, al tiempo en que desvío toda mi atención a mi tejido para que mi amiga no descubriera, en mi mirada, la mentira que le dije. Sí, le había mencionado de un trato; sin embargo, no le había contado toda la verdad, sino... una verdad a medias y... disfrazada. Yo sí llegué a sentir la necesidad de compartirle toda la verdad; sin embargo, sabía que nadie podría enterarse de nuestro matrimonio falso, así que me tocó contarle una ve
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *—¡Eres una tonta! Definitivamente, no sabes lo que acabas de hacer.—¿AH NO? PUES YO SÍ. ACABO DE PONER EN SU LUGAR A UNA DELIRANTE —preciso muy seria; y ella enfurece.—¿DELIRANTE? ¿En serio crees que estoy delirando? —ríe burlona al mirarme muy fijamente—. Por favor. Tú no conoces a Bayá tanto como yo lo conozco. Nosotros estuvimos juntos desde que teníamos quince años.—Ese no es asunto mío. Lo que Bayá haya hecho con su vida, antes de conocernos, no me compete.—¿En serio? ¿No te has dado cuenta o qué?—¿Darme cuenta de qué?—No eres más que una tonta ilusa que creo que piensa que se quedará donde está por mucho tiempo más...—No estoy entendiendo.—Ya te lo dije, niña. ¿O eres tonta? —A MÍ NO ME INSULTAS.—Bayá te dejará de aquí a un año; es más, solo quedan pocos meses.—Bayá no hará eso —respondo de manera inconsciente, como deseando que aquello fuera verdad.—Por favor, eres mucho más ingenua de lo que pensé.—¿ESO ERA TODO LO QUE TEN
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * * —¿Qué es lo que acabas de decir? —¡Lo que escuchaste! ¡¿O estás sordo?! —¡DEJA DE GRITAR! —¡DEJA DE HACERLO TÚ PRIMERO! ¡YA... YA… YA ESTOY CANSADA DE ESCUCHARTE! ¡AHORA TE TOCA ESCUCHARME TÚ A MÍ! —¡¿DÓNDE CARAJOS HAS ESTADO TODOS ESTOS DÍAS?! ¡¿POR QUÉ ACABAS DE DECIR ESO?! ¡TE HE ESTADO BUSCANDO EN TODO LUGAR, HASTA POR DEBAJO DE LAS PIEDRAS! —¡DEJA DE EXAGERAR Y YA... ay dios —susurra de pronto, al cerrar sus ojos y llevar una de sus manos hasta su frente —¿Qué... qué pasa? —cuestiono preocupado al acercarme a ella —Ni se te ocurra tocarme. No quiero que me pongas un solo dedo encima. —Llamaré al médico. —TÚ NO LLAMARÁS A NADIE..., estoy bien, solo muy colérica. ESTOY CANSADA —precisa al mirarme fijamente y recomponer su postura (al parecer. ya estaba bien). —Yo también estoy cansado. Pero necesito saber de dónde sacaste lo que acabas de decir. —Ese no es asunto tuyo, lo importante es que lo sé. Además, ¿qué te preocupa tanto? Y
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * *—¡Señor! ¡No la mueva! —exclama mi mayordomo al impedirme tocarla.—¡Merlí! —grito desesperado al ver que había quedado inconsciente.—¡Llamen a emergencias! ¡Rápido!—¡Merlí! ¡SUÉLTEME! —ordeno al liberarme de su agarre de forma brusca.—Señor, no la mueva.—Merlí, Merlí, Merlí, por favor, abre los ojos —suplico desesperado al tomar su mano—. ¡Una ambulancia! ¡Rápido! —grito nervioso al notar que no reaccionaba.—Ya llamaron, señor...—Merlí..—¡Llamen al señor Ramsés! —demanda mi mayordomo.—¡Que traigan una de nuestras ambulancias! —ordeno en un grito—. Si hay uno de nuestros doctores, ¡tráigalos ahora!—Señor, debemos esperar la del hospital más cercano. Nuestros médicos no están en la propiedad en este momento.—¡¿DÓNDE CARAJOS SE HAN METIDO?!—Señor, están en el punto rojo!—¡JODER! —reniego desesperado—. ¡QUE VENGA YA LA M*****A AMBULANCIA DEL HOSPITAL ENTONCES!—Están en camino, señor—¡No la toque! —advierto a mi mayordomo cuando se ha
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * *—No es necesario que hagas todo esto...—Tu jugo —articulo al tomar el vaso y ponérselo en sus manos.—Sé que debes ir a trabajar.—Estoy trabajando en mi despacho —contesto serio al empezar a picar un poco más la fruta.—¿Desde cuándo?—Un par de días —miento al continuar picando la fruta sin si quiera detenerme a mirarla.—¿Por qué lo haces?—Porque eres la madre de mi hijo.—Pero yo ya dije que no iba a...—Sé lo que dijiste —la interrumpo muy serio.—¿Entonces?—Entonces espero que... no lo hagas —expreso sincero, al tiempo en que, sin desearlo, exhalo con pesadez.—De verdad... ¿te importa? —cuestiona dudosa; y yo decido observarla fijamente.—También es mi hijo. Claro que me importa —sentencio firme; y ella parece apenarse un poco.—Será mejor que ya vayas a tu despacho. Eres un hombre muy ocupado, no puedes estar perdiendo tu tiempo conmigo. Yo termino de comer.—NO. Yo quiero cerciorarme de que comas todo lo que el médico te ha dicho.—
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * *—Pues esa es mi única observación —dice el médico al mirarnos con atención (sobre todo a mí)—. Todo influye en el buen desarrollo de la pequeña criatura que se está formando en su interior, señora Costantini —precisa el médico al desviar su mirada a mi esposa—. Debe... o mejor dicho, DEBEN —nos mira a los dos nuevamente— hacer todo lo necesario para que su ánimo, señora Costantini, cambie —señala con la mayor sutileza posible—. Tal vez, un viaje o hacer lo que usted más desee puede ayudar.—Un viaje o lo que a ella le guste —repito como tratando de anotar ello en mi memoria.—Sí, señor. Su esposa debe mejorar anímicamente. Como ya dije, todo afecta en un embarazo y el estado de ánimo no es la excepción.—Sí doctor..., comprendemos —respondo muy serio; y el médico sonríe amable al tiempo en que asiente con su cabeza.—Bueno, yo me retiro. Eso era todo lo que debía decir. Bueno, señora Costantini, por favor, cuídese mucho —le dice al darle la man
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *—Debes tener cuidado —me dice al ayudarme a sentarme sobre el césped, bajo un frondoso árbol.—Descuida, estoy bien.—El médico dijo que no podías hacer mucho esfuerzo.—Sí, pero tampoco dijo que no podía hacer algo sola —señalo divertida; y él sonríe.—Tienes una bonita sonrisa —digo de pronto, sin temor; y él se queda mirándome muy atento.—Gra... gracias —señala algo incrédulo; y yo vuelvo a sonreír por ello.—Siéntate, ven —le pido al dar golpecitos a un lado de mí.—Sí..., claro... ¿No prefieres que pongamos la manta y sentarnos ahí?—No. Me gusta esto..., sentarme directamente en el césped... ah —suspiro al cerrar mis ojos y sentir la suave brisa batir en mi rostro— delicioso aire fresco.—Sí...—¿Por qué no me habías contado de este lugar antes?—Bueno... porque no te despegabas del jardín de amapolas —parece bromear; y yo río por ello.—Gracias por traerme aquí. Me encantan estos lugares. La naturaleza es lo mejor de la vida —señalo al