Farsa

* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * *

—¡Ay dios! —exclamo asustado, cuando he escuchado un fuerte ruido fuera de mi habitación.

Yo me levanto, me pongo mi bata y salgo.

—Señora, perdón por haberla despertado —se disculpa una mucama mientras recoge la bandeja que s ele había caído.

—¿Qué pasó? ¿A dónde llevas eso?

—Al cuarto del señor, señora.

—¿Por qué? ¿Qué es?

—Es un remedio.

—¿Remedio para qué?

—El señor está un poco mal, señora.

—¿Qué tiene?

—Creo que se debe a que...

—No me lo digas; debe ser por todas las botellas que de seguro se tomó en esa boda —preciso fastidiada, ya que, si había algo que odiaba, era las personas que bebían alcohol en exceso (como mi padre).

—Lamento la molestia, señora.

—No te preocupes, ve a traer algo para la resaca, mucha agua y dejas la bandeja en la entrada de su habitación. Yo me hago cargo de él.

—Como diga, señora —responde; y se va.

Mientras tanto, yo me dirijo a su habitación y entro sin pedir permiso.

—¿Dónde se metió? —me pregunto en un susurro, cuando, de pronto, oigo arcadas provenir del baño—. Sí, ahí está —musito al dirigirme a aquel y entrar.

Cuando lo hago, lo veo con la cabeza en el inodoro y vomitando.

—Wao... creí que solo habían sido unas copas de más, pero creo que fueron unas botellas —señalo al ir a su lado.

—¿Q... qué haces aquí? —cuestiona con dificultad.

—Por favor, no querrás discutir ahora ¿o sí? —inquiero; y veo que él pretende responder; sin embargo, otra arcada lo sorprende y no lo deja.

—Vete...

—Shhhh... tranquilo, no te apenes —digo relajada al comenzar a acariciar su desnuda, muy grade y varonil espalda.

—Vete...

—No lo haré, tranquilo. En unas horas, no recordarás nada. Vamos, continúa botando todo; te sentirás mejor así.

—Es asqueroso —confiesa como un niño; y yo sonrío.

—Y nadie refuta eso —preciso divertida; y él sonríe—, pero es lo mejor, así que vamos. Pon todo de ti y expulsa todo lo que te esté provocando eso —señalo; y su estómago me obedece.

Después de casi una hora en el baño, acariciando su espalda, su muñeca y sus cabellos, lo ayudé a levantarse, a asearse y, finalmente, lo llevé a su cama.

—Ah... —se queja.

—Es normal, mañana ya no te sentirás así.

—Me duele todo...

—Tranquilo, te voy a cubrir, pero ahora lo haré con el edredón.

—Tengo calor...

—Bueno, eso es lo de menos. Tendrá que ser así.

—No quiero...

—Deja de comportarte como un niño. Ahora espera aquí, te traeré un té —preciso al ir hacia una pequeña mesa en la entrada de su habitación (lugar en el que la mucama había dejado la bandeja). Tomo la taza y regreso a su cama—. Levántate un poco, debes tomar esto.

—No quiero...

—venga, vamos. Te hará bien —preciso al colocar una de mis manos en su nuca y hacer que se levante un poco—. Vamos, bebe un poco, solo un poco.

—¿No es...

—¿Veneno? No, no lo es y ya deja de bromear con eso; no es gracioso —señalo; y él sonríe.

—Ya no quiero...

—Vale, ya casi te tomaste todo, así que está bien —preciso y pongo la taza a un lado

—Ven —dice de pronto; y me jala hacia él.

—Oye, qué te pasa, aléjate. Tú estás desnudo y yo solo tengo esta bata.

—Tengo mis boxers...

—Como si no tuvieras nada. Vamos suéltame...

—Eres linda, ¿te lo han dicho?

—Muchos ebrios, sí.

—Muy guapa y... muy gruñona.

—Ya estás delirando.

—Tienes pechos bonitos…, yo los vi —precisa muy sonriente.

—Bien, ay veo que te tomaste muchas, pero muchas botellas.

—Estoy seguro de que podría adivinar la talla de tu brasier.

—Okey, ya fue suficiente.

—¿Qué talla eres?

—Pues una muy modesta, así que ya deja de burlarte de mí.

—Tienes pechos lindos.

—¿Ah sí? ¿Y dónde quedó el que no te parecía provocativa?

—Acuéstate conmigo.

—Jamás haría eso y menos con un ebrio. Así que ya fue suficiente —me separo de él—. Duerme, nos vemos mañana —preciso, termino de abrigarlo, apago la luz de su habitación y me voy.

*****POR LA MAÑANA*******

Termino de arreglarme, bajo a la cocina y doy algunas órdenes. Finalmente, salgo de la casa y pido que me llevasen a la dirección que marcaba la tarjeta de la mujer que compartió mesa conmigo en aquella boda en la que se terminó embriagando mi flamante esposo por contrato.

—Ya llegamos, señora —me dice mi chofer, después de unas tres horas.

—Vivimos muy lejos, ¿no crees?

—Es por el lugar. Al jefe le gusta los lugares tranquilos.

—Es cierto; la mansión es muy tranquila —le doy la razón; y me bajo del auto para entrar a la agencia de modelos.

—Buen día, ¿en qué puedo atenderla?

—Buen día, busco a la señora Camille Clará; ella me dio su tarjeta.

—¿Ella le dio su tarjeta?

—Sí, aquí está.

—Bien, sígame —me pide; y es lo que hago.

—Ah... ellos no pueden entrar —señala la mujer a mis guardaespaldas.

—Ah, sí, claro. Quédense aquí.

—Señora...

—Es una orden —preciso y luego, subo con la mujer.

Aquella me lleva al último piso del edificio y me presenta ante Camille Clará.

—Veo que te animaste.

—Es una buena oportunidad de trabajo...

«Creo», completo en mi mente.

—Y lo es. Entonces, ¿aceptas?

—Sí, claro.

—Bueno, entonces mi asistenta te llevará a firmar tu contrato y luego regresas aquí.

—Bien... —contesto algo nerviosa y voy con su asistenta a una oficina.

Ahí, leo el contrato y me doy cuenta de que la oferta era demasiado buena, así que firmé sin pensarlo dos veces. Después, regresé hacia Camille, quien me presentó a uno de sus mejores modelos (quien se encargaría de enseñarme lo básico).

Yo pasé muchas horas a su lado. La mujer resultó ser muy agradable, aunque había algo en ella que me causaba... cierta desconfianza y escalofríos. Esto era... su voz; su voz se me hacía... algo conocida y... sentía que ya la había escuchado antes, aunque no recordaba en dónde. El asunto es que su voz me generaba desconfianza, sobre todo por el hecho de que sentía que la impostaba un poco como para... no sé... ¿hacerla más elegante? Bueno, más allá de aquella rara sensación, la mujer era muy agradable. Había sido muy amable conmigo y me había enseñado muchas cosas en el poco tiempo.

—No creí que ser modelo era agotador.

—No... la mayoría solo cree que es salir y caminar en una pasarela —precisa; y yo sonrío mientras termino de tomar mi jugo— Entonces, me decías que habías tenido una maña noche.

—Sí..., mi esposo se fue en copas.

—¿Tienes esposo?

—Sí, así es, aunque hasta ahora no me la creo.

—¿Por qué? —inquiere divertida.

—Porque hace menos de un mes, ni siquiera lo conocía —contesto del mismo modo que ella; y amabas reímos.

—¿Cómo así?

—Nos conocimos hace muy poco y nos casamos.

—¿Amor a primera vista?

—Ah... sí..., amor a primera vista —miento.

—Mmmm... ahí vi duda.

—¿Qué?

—No respondiste con seguridad. ¿No fue amor a primera vista?

—No, no es eso.

—¿Entonces?

—Nada, solo fue sorpresivo. Lo conocí y... nos casamos.

—Pero por amor, ¿no es así?

—Ah sí, claro —contesto sonriente—. Por amor... —añado en un leve susurro, y sonrío.

—Sí..., claro, por amor —musita de una extraña forma, lo cual llama mi atención.

—¿Perdón?

—No, nada. Qué lindo...

—¿Qué cosa?

—El amor —precisa; y yo sonrío no tan animada.

—Ah sí, muy lindo.

—Salud por eso...

—Salud —contesto yo; y ambas bebemos de nuestros jugos.

** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *

—¿Algo más, señor?

—Sí, ya he dicho que no quiero que nadie me traiga a mi habitación cuando estoy así. No tienen permitido entrar y menos quitarme la ropa.

—Señor, nadie del personal hizo eso.

—¿Entonces quien fue?

—Fue la señora, señor...

—¿Qué dijo?

—La señora lo trajo a su habitación, imagino que fue ella quien le quitó su traje y...

—¿Y?

—Y fue ella quien lo cuidó casi toda la noche, señor.

—¿Qué dices?

—Que la señora casi no pasó tiempo en su habitación por cuidarlo a usted, señor. Ella venía a cada rato, aquí, para ver cómo estaba y nos mandaba a traer lo que necesitase para usted.

—No estoy entendiendo.

—La señora lo cuidó. Usted habría amanecido peor, de no ser porque ella se ocupó de darle los remedios para su resaca.

— ¿Ella... hizo eso? —pregunto uy renuente a creerle.

—Sí, señor.

—No pude ser cierto.

—Solo cumplo responder a sus preguntas, señor.

—¿Es eso verdad? —pregunto muy extrañado; y la mujer asiente.

—Sí, señor —confirma; y aquello no lo podía creer.

No podía creer que una mujer... haya cuidado de mí. Ninguna mujer hace eso; a ninguna le gustaría hacerse cargo de un hombre que se caiga de borracho.

—Incluso se quedó, después de que usted...

—¿Después de que yo qué?

—Perdón, señor, no debí ser indiscreta.

—Ya habló, termine de decir lo que empezó —ordeno adusto; y la mujer parece asustarse—. ¿Después de que yo qué?

—Después de que usted ensuciara su... bata, señor.

—No entiendo.

—Usted vomitó sobre la señora, señor —informa; y, cuando dice eso, no me puedo sentir más que avergonzado.

—¿Y qué hizo ella?

—Se quitó su bata, la puso a un lado y después, se encargó de llevarlo al baño para que usted... continuara.

—¿Siguió ayudándome? —interrogo muy sorprendido.

—Sí, señor —contesta; y, ante ello, no hago más que... no creer.

No podía creer que ella haya continuado ayudándome, a pesar de... haber ensuciado su bata.

—Puedes retirarte.

—Sí, señor —contesta; y se va.

Yo me quedo solo y me pongo a pensar en la extraña sensación que embargaba mi cuerpo.

—Otra vez esa sensación —susurro al reconocer lo mismo que había sentido, cuando ella me dijo que había preparado mi platillo favorito en el desayuno—. NO, MAXIMILIANO —me digo de pronto—. TODAS LAS MUJERES SON IGUALES Y SI HACEN ALGO, ES PORQUE ALGO BUSCAN Y ELLA..., ELLA NO ES LA EXCEPCIÓN —manifiesto firme, al fruncir mi ceño y después, tomo mi reloj de mi mesa de noche y lo miro.

—Seis de la tarde. Dormí todo el día —preciso; y luego, dejo mi reloj para tomar mi celular (el cual estaba en la misma mesa.

Al encender mi celular, puedo notar que tengo muchas llamadas, así como una gran cantidad de mensajes.

—Trabajo acumulado —menciono serio, cuando de pronto ingresa una llamada de un número no registrado—. Diga...

—Hola, corazón...

—Tú —contesto muy furioso.

—Sí, corazón..., yo...

—¿Tienes la valentía par llamar?

—Tengo la valentía para muchas cosas. ¿Quieres que te cuente una en particular, que sé que te va a interesar?

—Lo único que me interesa es tenerte frente a mí para yo mismo acabar contigo... —señalo; y ella empieza a reír.

—Ay, corazón, no digas mentiras. Sé que sigues amándome.

—Jamás nadie sale bien, después de haber querido tocar a mi esposa.

—justo de ella te quiero hablar. Ay... es tan inocente —se ríe.

—¿Qué dices?

—La muy ingenua, ni siquiera me reconoció; es tan tonta.

—¿Qué? —inquiero confuso, al fruncir mi ceño de forma muy marcada.

—Lo que escuchaste. Tu esposa es una tonta; ni siquiera reconoció mi voz hoy.

—¿Qué estás diciendo?

—¿No lo sabes? Tu preciada esposa, el día de hoy, estuvo conmigo.

—Qué?

—Sí, la muy ingenua pasó horas conmigo y ni siquiera se dio cuenta de que con quien había pasado todo el día... fue conmigo.

—¿QUÉ ES LO QUE ESTÁS DICIENDO? —pregunto molesto al levantarme de mi cama.

—Tranquilo, corazón, no te alteres.

—¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSA? ESTÁS MINTIENDO; ELLA ESTÁ EN AL CASA.

—No, no está en tu casa. Apenas debe estar llegando a ella.

—NO TE CREO —menciono al salir a buscarla y, en la salida de mi habitación, me encuentro con la mucama—. MI MUJER...

—Señor, ella salió muy temprano. Dijo que tenía una entrevista de trabajo, pero debe estar tranquilo, se fue con los siete hombres que la acompañan.

—Créele —oigo por el teléfono—. Tu esposa se estuvo quejando de eso en las horas que estuvimos juntas.

—¿TÚ CÓMO SABES ESO?

—Y es solo la punta del iceberg, mi amor.

—¿Qué dices?

—No fuiste a nuestra reunión cuando te cité. En cambio, bombardeaste la propiedad de mi marido. Ahora, vas a tener que aceptar, quieras o no, sino me temo que le contaré a tus padres sobre la farsa de tu matrimonio.

—¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?

—Sí, mi amor. Tu matrimonio es una farsa; ya lo sé.

—¡MENTIRA! —exclamo furioso; y ella ríe.

—A las 11, en nuestro lugar especial y, AHORA SÍ, espero verte ahí. Adiós, amore mío —concluye y corta.

—AAAAGGGGGGG —tiro el móvil, al tiempo en que bajo las escaleras para ir al jardín y esperar a la ingenua mujer que había elegido como esposa—. ¡¿Pero en qué estaba pensando cuando la elegí?! —reniego conmigo al terminar de bajar las escaleras y, de pronto, veo cómo la puerta principal se abre y entra ella con una gran sonrisa en su rostro.

—Uuuuyy... ¿te gusta exhibirte o qué? —cuestiona divertida y, en ese momento, me doy cuenta de que estoy solo en boxers, pero no me importa.

Solo voy hasta ella, la tomo del brazo y la subo hasta su habitación.

—¡SUÉLTAME! ¡ME ESTÁS LASTIMANDO!

Al llegar a su cuarto, cierro la puerta y tomo de sus muñecas para arrinconarla contra su colchón

—¡¿POR QUÉ LO HICISTE?! —grito muy fuerte y furioso

—Qué... —musita con la vez queda, producto del susto.

—¡¿POR QUÉ LO HICISTE?!

—¿Que yo hice qué?

—¡ABRISTE LA BOCA!

—¿Qué? No estoy entendiendo.

—¡LE CONTASTE A ALGUIEN SOBRE NUESTRO MATRIMONIO FALSO!

—¿Qué? NO, ESO NO ES CIERTO

—¡MENTIRA! ¡SÍ LO HICISTE!

—¡No es verdad! En ningún momento hice eso —menciona muy asustada.

—¡ESTÁS MINTIENDO! ¡Estás mintiendo! —señalo al presionarla más contra su colchón—. ¡ME LLAMARON PARA AMENAZARME EN CONTÁRSELO A MIS PADRES! ¡DIJERON QUE TÚ SE LOS CONTASTE!

—No es cierto; yo jamás dije eso. YO NO DIJE ESO —dice muy frustrada de que, al parecer, no le creyera.

—¡Más vale que lo reconozcas!

—¡No puedo reconocer algo que no haya hecho! ¡YO JAMÁS LE HE CONTADO A NADIE SOBRE NUESTRO MATRIMONIO FALSO!

—¡Sigues mintiendo! ¡Eres una mentirosa! ¡Eres igual que todas! ¡Eres igual que todas las mujeres! ¡Mientes! ¡Estás mintiendo! —determino muy serio; y aquella se queda en absoluto silencio, observándome directamente a los ojos.

Evelyn Zap

¡Hola! Aquí les dejo un capítulo más. Espero que les este gustando mucho la historia. No olviden dejar su reseña del libro. ¡Gracias a miles! ¡Quedo atenta a sus comentarios!

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