* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * *
—¡Ay dios! —exclamo asustado, cuando he escuchado un fuerte ruido fuera de mi habitación.
Yo me levanto, me pongo mi bata y salgo.
—Señora, perdón por haberla despertado —se disculpa una mucama mientras recoge la bandeja que s ele había caído.
—¿Qué pasó? ¿A dónde llevas eso?
—Al cuarto del señor, señora.
—¿Por qué? ¿Qué es?
—Es un remedio.
—¿Remedio para qué?
—El señor está un poco mal, señora.
—¿Qué tiene?
—Creo que se debe a que...
—No me lo digas; debe ser por todas las botellas que de seguro se tomó en esa boda —preciso fastidiada, ya que, si había algo que odiaba, era las personas que bebían alcohol en exceso (como mi padre).
—Lamento la molestia, señora.
—No te preocupes, ve a traer algo para la resaca, mucha agua y dejas la bandeja en la entrada de su habitación. Yo me hago cargo de él.
—Como diga, señora —responde; y se va.
Mientras tanto, yo me dirijo a su habitación y entro sin pedir permiso.
—¿Dónde se metió? —me pregunto en un susurro, cuando, de pronto, oigo arcadas provenir del baño—. Sí, ahí está —musito al dirigirme a aquel y entrar.
Cuando lo hago, lo veo con la cabeza en el inodoro y vomitando.
—Wao... creí que solo habían sido unas copas de más, pero creo que fueron unas botellas —señalo al ir a su lado.
—¿Q... qué haces aquí? —cuestiona con dificultad.
—Por favor, no querrás discutir ahora ¿o sí? —inquiero; y veo que él pretende responder; sin embargo, otra arcada lo sorprende y no lo deja.
—Vete...
—Shhhh... tranquilo, no te apenes —digo relajada al comenzar a acariciar su desnuda, muy grade y varonil espalda.
—Vete...
—No lo haré, tranquilo. En unas horas, no recordarás nada. Vamos, continúa botando todo; te sentirás mejor así.
—Es asqueroso —confiesa como un niño; y yo sonrío.
—Y nadie refuta eso —preciso divertida; y él sonríe—, pero es lo mejor, así que vamos. Pon todo de ti y expulsa todo lo que te esté provocando eso —señalo; y su estómago me obedece.
Después de casi una hora en el baño, acariciando su espalda, su muñeca y sus cabellos, lo ayudé a levantarse, a asearse y, finalmente, lo llevé a su cama.
—Ah... —se queja.
—Es normal, mañana ya no te sentirás así.
—Me duele todo...
—Tranquilo, te voy a cubrir, pero ahora lo haré con el edredón.
—Tengo calor...
—Bueno, eso es lo de menos. Tendrá que ser así.
—No quiero...
—Deja de comportarte como un niño. Ahora espera aquí, te traeré un té —preciso al ir hacia una pequeña mesa en la entrada de su habitación (lugar en el que la mucama había dejado la bandeja). Tomo la taza y regreso a su cama—. Levántate un poco, debes tomar esto.
—No quiero...
—venga, vamos. Te hará bien —preciso al colocar una de mis manos en su nuca y hacer que se levante un poco—. Vamos, bebe un poco, solo un poco.
—¿No es...
—¿Veneno? No, no lo es y ya deja de bromear con eso; no es gracioso —señalo; y él sonríe.
—Ya no quiero...
—Vale, ya casi te tomaste todo, así que está bien —preciso y pongo la taza a un lado
—Ven —dice de pronto; y me jala hacia él.
—Oye, qué te pasa, aléjate. Tú estás desnudo y yo solo tengo esta bata.
—Tengo mis boxers...
—Como si no tuvieras nada. Vamos suéltame...
—Eres linda, ¿te lo han dicho?
—Muchos ebrios, sí.
—Muy guapa y... muy gruñona.
—Ya estás delirando.
—Tienes pechos bonitos…, yo los vi —precisa muy sonriente.
—Bien, ay veo que te tomaste muchas, pero muchas botellas.
—Estoy seguro de que podría adivinar la talla de tu brasier.
—Okey, ya fue suficiente.
—¿Qué talla eres?
—Pues una muy modesta, así que ya deja de burlarte de mí.
—Tienes pechos lindos.
—¿Ah sí? ¿Y dónde quedó el que no te parecía provocativa?
—Acuéstate conmigo.
—Jamás haría eso y menos con un ebrio. Así que ya fue suficiente —me separo de él—. Duerme, nos vemos mañana —preciso, termino de abrigarlo, apago la luz de su habitación y me voy.
*****POR LA MAÑANA*******
Termino de arreglarme, bajo a la cocina y doy algunas órdenes. Finalmente, salgo de la casa y pido que me llevasen a la dirección que marcaba la tarjeta de la mujer que compartió mesa conmigo en aquella boda en la que se terminó embriagando mi flamante esposo por contrato.
—Ya llegamos, señora —me dice mi chofer, después de unas tres horas.
—Vivimos muy lejos, ¿no crees?
—Es por el lugar. Al jefe le gusta los lugares tranquilos.
—Es cierto; la mansión es muy tranquila —le doy la razón; y me bajo del auto para entrar a la agencia de modelos.
—Buen día, ¿en qué puedo atenderla?
—Buen día, busco a la señora Camille Clará; ella me dio su tarjeta.
—¿Ella le dio su tarjeta?
—Sí, aquí está.
—Bien, sígame —me pide; y es lo que hago.
—Ah... ellos no pueden entrar —señala la mujer a mis guardaespaldas.
—Ah, sí, claro. Quédense aquí.
—Señora...
—Es una orden —preciso y luego, subo con la mujer.
Aquella me lleva al último piso del edificio y me presenta ante Camille Clará.
—Veo que te animaste.
—Es una buena oportunidad de trabajo...
«Creo», completo en mi mente.
—Y lo es. Entonces, ¿aceptas?
—Sí, claro.
—Bueno, entonces mi asistenta te llevará a firmar tu contrato y luego regresas aquí.
—Bien... —contesto algo nerviosa y voy con su asistenta a una oficina.
Ahí, leo el contrato y me doy cuenta de que la oferta era demasiado buena, así que firmé sin pensarlo dos veces. Después, regresé hacia Camille, quien me presentó a uno de sus mejores modelos (quien se encargaría de enseñarme lo básico).
Yo pasé muchas horas a su lado. La mujer resultó ser muy agradable, aunque había algo en ella que me causaba... cierta desconfianza y escalofríos. Esto era... su voz; su voz se me hacía... algo conocida y... sentía que ya la había escuchado antes, aunque no recordaba en dónde. El asunto es que su voz me generaba desconfianza, sobre todo por el hecho de que sentía que la impostaba un poco como para... no sé... ¿hacerla más elegante? Bueno, más allá de aquella rara sensación, la mujer era muy agradable. Había sido muy amable conmigo y me había enseñado muchas cosas en el poco tiempo.
—No creí que ser modelo era agotador.
—No... la mayoría solo cree que es salir y caminar en una pasarela —precisa; y yo sonrío mientras termino de tomar mi jugo— Entonces, me decías que habías tenido una maña noche.
—Sí..., mi esposo se fue en copas.
—¿Tienes esposo?
—Sí, así es, aunque hasta ahora no me la creo.
—¿Por qué? —inquiere divertida.
—Porque hace menos de un mes, ni siquiera lo conocía —contesto del mismo modo que ella; y amabas reímos.
—¿Cómo así?
—Nos conocimos hace muy poco y nos casamos.
—¿Amor a primera vista?
—Ah... sí..., amor a primera vista —miento.
—Mmmm... ahí vi duda.
—¿Qué?
—No respondiste con seguridad. ¿No fue amor a primera vista?
—No, no es eso.
—¿Entonces?
—Nada, solo fue sorpresivo. Lo conocí y... nos casamos.
—Pero por amor, ¿no es así?
—Ah sí, claro —contesto sonriente—. Por amor... —añado en un leve susurro, y sonrío.
—Sí..., claro, por amor —musita de una extraña forma, lo cual llama mi atención.
—¿Perdón?
—No, nada. Qué lindo...
—¿Qué cosa?
—El amor —precisa; y yo sonrío no tan animada.
—Ah sí, muy lindo.
—Salud por eso...
—Salud —contesto yo; y ambas bebemos de nuestros jugos.
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * *
—¿Algo más, señor?
—Sí, ya he dicho que no quiero que nadie me traiga a mi habitación cuando estoy así. No tienen permitido entrar y menos quitarme la ropa.
—Señor, nadie del personal hizo eso.
—¿Entonces quien fue?
—Fue la señora, señor...
—¿Qué dijo?
—La señora lo trajo a su habitación, imagino que fue ella quien le quitó su traje y...
—¿Y?
—Y fue ella quien lo cuidó casi toda la noche, señor.
—¿Qué dices?
—Que la señora casi no pasó tiempo en su habitación por cuidarlo a usted, señor. Ella venía a cada rato, aquí, para ver cómo estaba y nos mandaba a traer lo que necesitase para usted.
—No estoy entendiendo.
—La señora lo cuidó. Usted habría amanecido peor, de no ser porque ella se ocupó de darle los remedios para su resaca.
— ¿Ella... hizo eso? —pregunto uy renuente a creerle.
—Sí, señor.
—No pude ser cierto.
—Solo cumplo responder a sus preguntas, señor.
—¿Es eso verdad? —pregunto muy extrañado; y la mujer asiente.
—Sí, señor —confirma; y aquello no lo podía creer.
No podía creer que una mujer... haya cuidado de mí. Ninguna mujer hace eso; a ninguna le gustaría hacerse cargo de un hombre que se caiga de borracho.
—Incluso se quedó, después de que usted...
—¿Después de que yo qué?
—Perdón, señor, no debí ser indiscreta.
—Ya habló, termine de decir lo que empezó —ordeno adusto; y la mujer parece asustarse—. ¿Después de que yo qué?
—Después de que usted ensuciara su... bata, señor.
—No entiendo.
—Usted vomitó sobre la señora, señor —informa; y, cuando dice eso, no me puedo sentir más que avergonzado.
—¿Y qué hizo ella?
—Se quitó su bata, la puso a un lado y después, se encargó de llevarlo al baño para que usted... continuara.
—¿Siguió ayudándome? —interrogo muy sorprendido.
—Sí, señor —contesta; y, ante ello, no hago más que... no creer.
No podía creer que ella haya continuado ayudándome, a pesar de... haber ensuciado su bata.
—Puedes retirarte.
—Sí, señor —contesta; y se va.
Yo me quedo solo y me pongo a pensar en la extraña sensación que embargaba mi cuerpo.
—Otra vez esa sensación —susurro al reconocer lo mismo que había sentido, cuando ella me dijo que había preparado mi platillo favorito en el desayuno—. NO, MAXIMILIANO —me digo de pronto—. TODAS LAS MUJERES SON IGUALES Y SI HACEN ALGO, ES PORQUE ALGO BUSCAN Y ELLA..., ELLA NO ES LA EXCEPCIÓN —manifiesto firme, al fruncir mi ceño y después, tomo mi reloj de mi mesa de noche y lo miro.
—Seis de la tarde. Dormí todo el día —preciso; y luego, dejo mi reloj para tomar mi celular (el cual estaba en la misma mesa.
Al encender mi celular, puedo notar que tengo muchas llamadas, así como una gran cantidad de mensajes.
—Trabajo acumulado —menciono serio, cuando de pronto ingresa una llamada de un número no registrado—. Diga...
—Hola, corazón...
—Tú —contesto muy furioso.
—Sí, corazón..., yo...
—¿Tienes la valentía par llamar?
—Tengo la valentía para muchas cosas. ¿Quieres que te cuente una en particular, que sé que te va a interesar?
—Lo único que me interesa es tenerte frente a mí para yo mismo acabar contigo... —señalo; y ella empieza a reír.
—Ay, corazón, no digas mentiras. Sé que sigues amándome.
—Jamás nadie sale bien, después de haber querido tocar a mi esposa.
—justo de ella te quiero hablar. Ay... es tan inocente —se ríe.
—¿Qué dices?
—La muy ingenua, ni siquiera me reconoció; es tan tonta.
—¿Qué? —inquiero confuso, al fruncir mi ceño de forma muy marcada.
—Lo que escuchaste. Tu esposa es una tonta; ni siquiera reconoció mi voz hoy.
—¿Qué estás diciendo?
—¿No lo sabes? Tu preciada esposa, el día de hoy, estuvo conmigo.
—Qué?
—Sí, la muy ingenua pasó horas conmigo y ni siquiera se dio cuenta de que con quien había pasado todo el día... fue conmigo.
—¿QUÉ ES LO QUE ESTÁS DICIENDO? —pregunto molesto al levantarme de mi cama.
—Tranquilo, corazón, no te alteres.
—¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSA? ESTÁS MINTIENDO; ELLA ESTÁ EN AL CASA.
—No, no está en tu casa. Apenas debe estar llegando a ella.
—NO TE CREO —menciono al salir a buscarla y, en la salida de mi habitación, me encuentro con la mucama—. MI MUJER...
—Señor, ella salió muy temprano. Dijo que tenía una entrevista de trabajo, pero debe estar tranquilo, se fue con los siete hombres que la acompañan.
—Créele —oigo por el teléfono—. Tu esposa se estuvo quejando de eso en las horas que estuvimos juntas.
—¿TÚ CÓMO SABES ESO?
—Y es solo la punta del iceberg, mi amor.
—¿Qué dices?
—No fuiste a nuestra reunión cuando te cité. En cambio, bombardeaste la propiedad de mi marido. Ahora, vas a tener que aceptar, quieras o no, sino me temo que le contaré a tus padres sobre la farsa de tu matrimonio.
—¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?
—Sí, mi amor. Tu matrimonio es una farsa; ya lo sé.
—¡MENTIRA! —exclamo furioso; y ella ríe.
—A las 11, en nuestro lugar especial y, AHORA SÍ, espero verte ahí. Adiós, amore mío —concluye y corta.
—AAAAGGGGGGG —tiro el móvil, al tiempo en que bajo las escaleras para ir al jardín y esperar a la ingenua mujer que había elegido como esposa—. ¡¿Pero en qué estaba pensando cuando la elegí?! —reniego conmigo al terminar de bajar las escaleras y, de pronto, veo cómo la puerta principal se abre y entra ella con una gran sonrisa en su rostro.
—Uuuuyy... ¿te gusta exhibirte o qué? —cuestiona divertida y, en ese momento, me doy cuenta de que estoy solo en boxers, pero no me importa.
Solo voy hasta ella, la tomo del brazo y la subo hasta su habitación.
—¡SUÉLTAME! ¡ME ESTÁS LASTIMANDO!
Al llegar a su cuarto, cierro la puerta y tomo de sus muñecas para arrinconarla contra su colchón
—¡¿POR QUÉ LO HICISTE?! —grito muy fuerte y furioso
—Qué... —musita con la vez queda, producto del susto.
—¡¿POR QUÉ LO HICISTE?!
—¿Que yo hice qué?
—¡ABRISTE LA BOCA!
—¿Qué? No estoy entendiendo.
—¡LE CONTASTE A ALGUIEN SOBRE NUESTRO MATRIMONIO FALSO!
—¿Qué? NO, ESO NO ES CIERTO
—¡MENTIRA! ¡SÍ LO HICISTE!
—¡No es verdad! En ningún momento hice eso —menciona muy asustada.
—¡ESTÁS MINTIENDO! ¡Estás mintiendo! —señalo al presionarla más contra su colchón—. ¡ME LLAMARON PARA AMENAZARME EN CONTÁRSELO A MIS PADRES! ¡DIJERON QUE TÚ SE LOS CONTASTE!
—No es cierto; yo jamás dije eso. YO NO DIJE ESO —dice muy frustrada de que, al parecer, no le creyera.
—¡Más vale que lo reconozcas!
—¡No puedo reconocer algo que no haya hecho! ¡YO JAMÁS LE HE CONTADO A NADIE SOBRE NUESTRO MATRIMONIO FALSO!
—¡Sigues mintiendo! ¡Eres una mentirosa! ¡Eres igual que todas! ¡Eres igual que todas las mujeres! ¡Mientes! ¡Estás mintiendo! —determino muy serio; y aquella se queda en absoluto silencio, observándome directamente a los ojos.
¡Hola! Aquí les dejo un capítulo más. Espero que les este gustando mucho la historia. No olviden dejar su reseña del libro. ¡Gracias a miles! ¡Quedo atenta a sus comentarios!
* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * * —Te juro que no le he dicho a nadie —preciso muy triste y asustada. —¡ESTÁS MINTIENDO! —grita al presionar más mis muñecas contra la cama. —Por favor, créeme. —¡ESTÁS MINTIENDO! —¡NO ES CIERTO! —¡MENTIRA! ¡EL MATRIMONIO FALSO YA ES CONOCIDO POR LOS DEMÁS! —¡Yo no he dicho nada! —¡SILENCIO! ¡SIGUES MINTIENDO! ¡¿QUÉ BUSCABAS EH?! —¿Qué? —¡¿QUIERES QUE LO HAGA MÁS REAL DE LO QUE ES? —¿Qué dices? —PORQUE COMO MI ESPOSA, SIN TREGUA A DIVORCIARNOS DESPUÉS DE UN AÑO, ¡NO TE DEJARÉ JAMÁS! —¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?! ¡¿TE VOLVISTE LOCO O QUÉ?! ¡TÚ NO PUEDES HACER ESO! —¡TE EQUIVOCAS! ¡CLARO QUE PUEDO! ¡PUEDO NO DEJARTE SALIR DE AQUÍ JAMÁS! —¡CÁLLATE! ¡MENTIROS! ¡TÚ NO PUEDES HACER ESO! ¡YO SOY UNA MUJER LIBRE! —¡ERES UNA MUJER CON DEUDA! —¡YA ME CASÉ CONTIGO! —¡PERO CONTASTE LA FALSEDAD DE NUESTRO MATRIMONIO! ¡SIGUES ES DEUDA! —¡NO ES VERDAD! —¡MIENTES! ¡MIENTES! ¡ES LO ÚNICO QUE SABES HACER! ¡ERES UNA MALAGRADECIDA! ¡YO TE SALVÉ! —¡C
* * * * * * * * * Bayá * * * * * * * * * * —Eres un completo imbécil, Bayá —insulta Ramsés; y yo no puedo refutarlo. Era cierto; había sido un completo imbécil. Yo debí ser el que no actuara impulsivamente y detener todo lo que ya había pasado en su momento, pero..., pero no lo había hecho y había sido porque... no quise, no quise parar. El haberla visto expuesta ante mí fue suficiente para que aquel deseo, que no sabía que existía, se apoderara de mí y de mis instintos y... no pensé en más que hacerla mía de todas las formas posibles y sin medir mi rudeza. —Si hubiese sabido que era virgen, yo... —¿Tú qué? ¿Te habrías detenido? —inquiero molesto; y yo guardo silencio, ya que no es lo que habría hecho. Estaba ansioso, estaba deseoso y ella..., dios ella era muy atractiva, así como exasperante y... yo creí que también lo quería. «Carajo, eso no puede estar pasando», me regaño en silencio. —¿Cómo está ella? —No lo sé —contesto extrañamente desanimado—. Me pidió que saliera de su
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * * —¿La señora? —En su habitación, señor —informa mi mayordomo—. No ha salido en todo el día. Ni siquiera a ver a su abuela —detalla—. Incluso no probado bocado alguno. —¿No ha salido para nada? —Para nada, señor. Creo que e siente un poco mal. Tal vez, sería mejor que el señor llamara a un médico. De hecho, me tomé el atrevimiento de llamar al médico, pero la señora no quiso recibirlo; dijo que se sentía bien, pero que solo deseaba estar sola. Sin embargo, sé que no debería inmiscuirme, señor... —Habla... —La señora me preocupa. Cuando le llevé sus alimentos de la tarde estaba muy pálida. —Está bien. Gracias por avisarme. —¿Desea que llame al médico, señor? —No. Si la señora dice que está bien, será mejor no importunarla con visitas no deseadas —señalo serio, puesto que sabía que, si ella se sentía mal, era muy probable que se debiese a lo que había ocurrido entre nosotros... en su habitación. —Como usted diga, señor. Yo me retiro —prec
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * * —¿Y cómo te trata él? —pregunta Cassandra mientras estamos en la camioneta de camino al hospital para visitar a mi abuela. —Pues... —pienso de forma involuntaria en cada momento que hemos vivido— es un hombre con un carácter bastante difícil. —¡Uy no! ¡Y contigo! ¡Pues ahora creo que voy entendiendo algo de lo poco que me has dicho! —precisa divertida; y yo sonrío—. Pero venga, dime, ¿qué piensas hacer? —Pues..., en este momento, no tengo más remedio que continuar con el trato y... —alargo al mirarla fijamente— espero que seas muy discreta con lo que te he contado, Cassandra —señalo muy seria. —Merlí, no tienes ni que decírmelo. De mi bica no saldrá ni una sola palabra de loq ue hemos conversado. —Eso espero porque..., después de todo, él y yo tenemos un trato serio. Hasta el momento..., él no ha faltado a ninguno de los puntos. Bueno... —me quedo en silencio al recordar lo que había sucedido, hace ya varios días, en mi habitación. «Aun
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * * —Merlí... —Dime... —le contesto a Cassandra, mientras continúo tejiendo la bufanda para mi abuela, en la salita de su nueva casa. «Bueno... salota», corrijo en mi mente al ver el tamaño del compartimiento. —Hay algo que no termino de entender del extraño trato que tienen tú y tu esposo. —¿Extraño trato? —Sí, Merlí. Extraño trato. ¿Por qué, si dices que se aman, tuvieron la necesidad de hacer ese trato que especifica sus funciones? —Ah... pues... porque sí; él es así y yo... no le vi nada de malo —contesto nerviosa, al tiempo en que desvío toda mi atención a mi tejido para que mi amiga no descubriera, en mi mirada, la mentira que le dije. Sí, le había mencionado de un trato; sin embargo, no le había contado toda la verdad, sino... una verdad a medias y... disfrazada. Yo sí llegué a sentir la necesidad de compartirle toda la verdad; sin embargo, sabía que nadie podría enterarse de nuestro matrimonio falso, así que me tocó contarle una ve
* * * * * * * * * MERLÍ* * * * * * * * * *—¡Eres una tonta! Definitivamente, no sabes lo que acabas de hacer.—¿AH NO? PUES YO SÍ. ACABO DE PONER EN SU LUGAR A UNA DELIRANTE —preciso muy seria; y ella enfurece.—¿DELIRANTE? ¿En serio crees que estoy delirando? —ríe burlona al mirarme muy fijamente—. Por favor. Tú no conoces a Bayá tanto como yo lo conozco. Nosotros estuvimos juntos desde que teníamos quince años.—Ese no es asunto mío. Lo que Bayá haya hecho con su vida, antes de conocernos, no me compete.—¿En serio? ¿No te has dado cuenta o qué?—¿Darme cuenta de qué?—No eres más que una tonta ilusa que creo que piensa que se quedará donde está por mucho tiempo más...—No estoy entendiendo.—Ya te lo dije, niña. ¿O eres tonta? —A MÍ NO ME INSULTAS.—Bayá te dejará de aquí a un año; es más, solo quedan pocos meses.—Bayá no hará eso —respondo de manera inconsciente, como deseando que aquello fuera verdad.—Por favor, eres mucho más ingenua de lo que pensé.—¿ESO ERA TODO LO QUE TEN
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * * —¿Qué es lo que acabas de decir? —¡Lo que escuchaste! ¡¿O estás sordo?! —¡DEJA DE GRITAR! —¡DEJA DE HACERLO TÚ PRIMERO! ¡YA... YA… YA ESTOY CANSADA DE ESCUCHARTE! ¡AHORA TE TOCA ESCUCHARME TÚ A MÍ! —¡¿DÓNDE CARAJOS HAS ESTADO TODOS ESTOS DÍAS?! ¡¿POR QUÉ ACABAS DE DECIR ESO?! ¡TE HE ESTADO BUSCANDO EN TODO LUGAR, HASTA POR DEBAJO DE LAS PIEDRAS! —¡DEJA DE EXAGERAR Y YA... ay dios —susurra de pronto, al cerrar sus ojos y llevar una de sus manos hasta su frente —¿Qué... qué pasa? —cuestiono preocupado al acercarme a ella —Ni se te ocurra tocarme. No quiero que me pongas un solo dedo encima. —Llamaré al médico. —TÚ NO LLAMARÁS A NADIE..., estoy bien, solo muy colérica. ESTOY CANSADA —precisa al mirarme fijamente y recomponer su postura (al parecer. ya estaba bien). —Yo también estoy cansado. Pero necesito saber de dónde sacaste lo que acabas de decir. —Ese no es asunto tuyo, lo importante es que lo sé. Además, ¿qué te preocupa tanto? Y
* * * * * * * * * BAYÁ* * * * * * * * * *—¡Señor! ¡No la mueva! —exclama mi mayordomo al impedirme tocarla.—¡Merlí! —grito desesperado al ver que había quedado inconsciente.—¡Llamen a emergencias! ¡Rápido!—¡Merlí! ¡SUÉLTEME! —ordeno al liberarme de su agarre de forma brusca.—Señor, no la mueva.—Merlí, Merlí, Merlí, por favor, abre los ojos —suplico desesperado al tomar su mano—. ¡Una ambulancia! ¡Rápido! —grito nervioso al notar que no reaccionaba.—Ya llamaron, señor...—Merlí..—¡Llamen al señor Ramsés! —demanda mi mayordomo.—¡Que traigan una de nuestras ambulancias! —ordeno en un grito—. Si hay uno de nuestros doctores, ¡tráigalos ahora!—Señor, debemos esperar la del hospital más cercano. Nuestros médicos no están en la propiedad en este momento.—¡¿DÓNDE CARAJOS SE HAN METIDO?!—Señor, están en el punto rojo!—¡JODER! —reniego desesperado—. ¡QUE VENGA YA LA M*****A AMBULANCIA DEL HOSPITAL ENTONCES!—Están en camino, señor—¡No la toque! —advierto a mi mayordomo cuando se ha