Fiesta y ebriedad

* * * * * * * * * Merlí * * * * * * * * * *

—¿Se puede saber a qué estás jugando? —pregunta impaciente y fastidiado, al haber abierto mi puerta sin permiso, y entrado a mi habitación.

Al parecer, el que le haya enviado, con el personal, el recado de que ya no iría a la fiesta, no le había gustado.

—Se toca antes de entrar...

—Es mi m*****a casa. ¿Se puede saber a qué juegas?

—Yo,  a nada...

—No juegues con mi paciencia... —advierte muy serio; y yo sonrío levemente.

—Primero, te pediré que te calmes porque no quiero que discutamos.

—¿A QUÉ JUEGAS?

—A nada; ya te lo dije. Cálmate; solo quiero hablar contigo.

—Irás a esa fiesta.

—Claro que iré —preciso; y él empieza a relajarse—, pero con una condición —agrego; y aquello provoca que su gesto adusto se recomponga.

—A mí no me vengas con juegos, niña. TÚ, A MÍ, NO ME PUEDES PONER CONDICIONES. NO LAS ACEPTARÉ.

—Bueno, si no aceptas la condición que te pediré, entonces no iré a la fiesta.

—TEN CUIDADO CON LO QUE ME ESTÁS DICIENDO.

—¿Si no qué? ¿Dañarás a mi abuela, mi amiga o mi padre? —inquiero seria al cruzarme de brazos y mirarlo fijamente—. Sí, puedes hacerlo, pero si lo haces, te advierto que no me quedaré callada y le contaré toda la verdad a tu familia y YO SÉ que eso.... no quieres —detallo; y aquel aprieta muy fuerte su mandíbula.

—Estás jugando —pronuncia molesto.

—Sí, juego mis cartas, así como tú, las tuyas. Mira, yo no sé por qué tuviste la necesidad de casarte conmigo, solo sé que tu familia tiene algo que ver y que es importante, para ti, que ellos no sepan que esto es una farsa.

—Es cierto, pero si sigues así, me olvidaré de mi familia y del maldito trato que se me ocurrió ofrecerte 

—¿Qué? ¿Estás arrepentido de haberme escogido como tu esposa?

—Creo que cualquier hombre lo estaría.

—Auch..., eso duele...

—¿Qué quieres?

—Trabajar...

—Ni lo sueñes.

—Bueno, si no accedes, no voy a la dichosa fiesta.

—TÚ VENDRÁS CONMIGO A ESA FIESTA. NO TE ESTOY PIDIENDO UN FAVOR, TE ESTOY DANDO UNA ORDEN.

—Pues no pienso acatarla, a menos que aceptes mi propuesta.

—NO TRABAJARÁS.

—Entonces no voy a la fiesta. Simple —me encojo de hombros; y aquel reniega al tiempo en que se da media vuelta para darme la espalda—. Por favor, mírame.

—Guarda silencio.

—No quiero que nos pasemos todo el año que nos tocará estar juntos, discutiendo.

—Pues no estás ayudando y, a mí, la paciencia ya se me está agotando —advierte muy serio al girarse a verme.

—Necesito trabajar.

—Te daré el dinero que necesites para que no lo hagas.

—No se trata de eso. Yo quiero ganarme mi propio dinero. No quiero el tuyo.

—¿Por qué?

—Porque es tuyo y yo estoy acostumbrada a ganarme el mío de la manera que me sea posible.

—No vas a regresar de mesera a ese bar en el que trabajabas.

—Descuida, no pensaba hacerlo. No me gusta ese lugar. Quiero buscar otro trabajo. Otro en el que... no hayan muchos ebrios a mi alrededor —preciso; y aquel se queda viéndome muy fijamente y algo dudoso—. Por favor, prometo que encontraré un trabajo muy tranquilo. Si quieres, puedo empezar con uno de medio tiempo.

—No puedes...

—Por favor, no quiero verme en la necesidad de discutir contigo y recordarte que tus amenazas ya no me importan.

—Pues deberían importarte.

—Solo te pido trabajar; solo eso.

—Es inseguro para ti.

—Tus hombres pueden seguir acompañándome, aunque.... de una distancia un poco más prudente. Vamos, ¿qué dices?

—Digo que estás jugando con fuego, niña —me mira fastidiado—. Aceptaré tu condición esta vez, pero te advierto que será la única.

—Está bien; es perfecto para mí. Prometo que no habrá más condiciones —señalo; y aquel solo se limita a desviar su mirada, cargada de fastidio, de mí.

—Bien, ahora cámbiate. Te espero en la sala en 20 minutos.

—Estaré ahí en quince —preciso; y él sale sin mirar atrás y y me apresuro en alistarme.

Cuando ya estoy lista, salgo de mi habitación y voy hacia las escaleras. Al llegar ahí, puedo ver que él está parado al pie de esta, pero mirando hacia la salida y concentrado en la llamada que atendía por su celular.

«Menudo hombre de negocios. Al parecer, nunca descansa», señalo en mi mente, mientras he empezado a bajar las escaleras con sumo cuidado.

Estoy bajando, escalón por escalón, cuando de repente él se gira y, de manera sorpresiva, me gano su atención por unos instantes. Puedo asegurar ello, puesto que se ha quedado mirándome a los ojos un momento y, de pronto, observo que, de manera descarada, recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies por unos muy breves segundos, y luego de ello, solo continúa con su llamada.

Yo llego a bajar el último escalón y él termina con su llamada.

—Bueno, ¿nos vamos?

—Sí, sígueme —ordena; y empieza a caminar hacia la salida de su enorme casa.

Al salir de la propiedad, él y yo subimos a su auto y después, aquel empieza a conducir hasta donde se realizaría la fiesta por la cual tuve que abandonar mi cama y colocarme el vestido más bonito que encontré.

—¿Ya vamos a llegar? —pregunto al tiempo en que un ligero bostezo abandona mi boca—. Llevas como dos horas conduciendo —señalo al echarme, por completo, sobre el asiento.

—Estamos por llegar...

—¿Cuánto falta?

—Nada, ya llegamos —anuncia al comenzar a estacionarse a un lado de una especie de castillo.

—Pero... ¿por qué te estacionas aquí? Esta propiedad es de reyes...

—Vamos, baja de una vez. Pero antes —me mira fijamente—. Debes comportarte, debes... fingir —precisa incómodo; y yo sonrío.

—Tranquilo. Tendrás a la mejor esposa a tu lado.

—Eso espero; recuerda que es parte del trato.

—Lo sé, lo sé, descuida.

—Bueno, espera a que yo abra la puerta para ti —ordena; y sale del auto sin esperar respuesta de mi parte.

—Ooookey, yo espero —le digo al seguirlo con la mirada.

—Te escuché —precisa serio al abrir mi puerta y extenderme una de sus manos para ayudarme a bajar.

—Eres un poco maleducado. Debes esperar a que te responda —regaño, pero a él no le hace nada de gracia ello; lo puedo ver por su gesto—. Ya, tranquilo, cambia esa cara de...

—Guarda silencio y sonríe...

—¿Qué?

—Que guardes silencio y sonrías —señala cuando, de pronto, toma mi cintura y me atrae hacia él.

Aquello me toma por sorpresa, hasta que me doy cuenta de que lo había hecho por periodistas que habían venido a acecharnos y fotografiarnos. Hasta ahora me preguntaba quién era él en realidad, puesto que parecía ser alguien MUY importante para los medios; no obstante, era comprensible que no lo supiese, puesto que veía muy poca televisión, ya que no tenía una.

Después de la cantidad de fotografías que nos sacaron, ambos entramos juntos a la iglesia en la que se realizó la boda de unos nobles. De haber sabido ese pequeño detalle, me había puesto algo mejor, aunque, para ser honesta, el vestido que usaba estaba precioso. Luego de la ceremonia, fuimos invitados a ingresar al palacio adjunto y ahí, tomamos nuestra mesa y cenamos.

—¿A qué hora regresaremos a tu casa?

—Cuando termine de hablar con uno de mis socios, ya vuelvo.

—¿Demorarás? —pregunto interesada; y aquel frunce su ceño—. No conozco a nadie aquí. Lo digo por eso.

—Trataré de regresar pronto —es lo único que dice y, sin más, se retira.

Mientras tanto, yo me quedo en la mesa, disfrutando de una deliciosa copa de champagne.

—Hola, ¿puedo sentarme? —cuestiona de pronto una mujer.

—Ah... sí, claro —preciso gentil al sonreírle.

—Linda fiesta, ¿no?

—Ah sí, muy linda.

—Bueno, no soy una persona de rodeas —menciona de repente—, así que te diré por qué vine aquí...

—Ah... ¿ookeey? —contesto confusa; y la mujer sonríe.

—Te he estado observando. Eres una mujer muy hermosa.

—Muchas gracias.

—¿Por si acaso eres modelo o estudias modelaje?

—¿Qué? No —respondo divertida; y ambas reímos, al tiempo en que ella saca una tarjeta de su cartera y la pone sobre la mesa.

—Toma, es para ti...

—Pero... qué es...

—Es mi tarjeta; ahí está mi número. Soy directora de una agencia de modelos. Trabajo para las marcas más reconocidas del mercado en modas, así que si estuvieses interesada en ser una de mis modelos, puedes llamarme y visitarme.

—Perdón, no estoy comprendiendo.

—Busco modelos y tú eres una mujer muy hermosa.

—Pero yo no soy modelo y tampoco he estudiado para eso.

—Lo sé, ya me lo dijiste. Pero me gustas y creo que podría hacer un buen trabajo contigo. Sería una muy buena oportunidad para ti. Trabajarías en la mejor agencia de modelos del mundo y tendrías una muy buena paga.

—Perdón, ¿dijo paga?

—Sí, claro. No ganarías lo que gana una de mis modelos profesionales, pero te aseguro que tu salario seguiría siendo muy bueno. Así que... ¿qué dices? —pregunta; y yo me pongo a pensar en la oportunidad que se me acaba de presentar.

Con aquella oportunidad, no solo volvería a sentirme más libre, sino que también podría hacerme cargo de los gastos de hospital de mi abuela y no solo ello, también podría empezar a ahorrar para pagarle a él o su amigo la deuda que mi padre haya tenido o tiene o no sé.

—Bueno, espero tu llamada.

—No, no. No es necesario, Claro que me interesa.

—Bueno, entonces te espero mañana, a las once de la mañana, en la dirección que marca mi tarjeta. Linda noche —se despide y se marcha.

—Wao... una propuesta de trabajo —susurro emocionada al tomar la tarjeta con mis manos y quedarme observándola como una tonta—. Este día no podría ser mejor —expreso contenta al sonreír muy ampliamente—. Ahora sí me dieron ganas de quedarme a celebrar. No importa sola —preciso al ver mi mesa—, mientras haya este champagne, todo es perfecto —preciso y, sin pensarlo, vuelvo a llenar mi copa.

—Menudo esposo —susurro al ver que habían pasado como tres horas y él seguía sin volver a la mesa.

Solo habían hecho su aparición un par de extraños que, aunque muy de la nobleza, quisieron propasarse. Lástima para ellos que se toparon conmigo.

—Pero dónde se habrá metido...

—Señora Merlí... —escucho; y me giro para así encontrarme con la imagen del jefe de seguridad de él.

—Hola...

—Ya es hora de irnos, señora Merlí. El señor la está esperando en la camioneta.

—El señor ya se iba ¿y sin mí?

—Me mandó a venir por usted, señora.

—Vaya... qué considerado —susurro irónica; y el jefe de seguridad sonríe.

—Perdón, señora.

—No te preocupes; a mí no me molesta que la gente sonría —señalo divertida; y él vuelve a sonreír.

Luego, salgo del lugar con l hombre de seguridad (quien me escolta hasta donde había estacionado la camioneta). Él abre la puerta para mí y yo subo. Ahí, puedo encontrarme a... mi esposo.

—Demoraste...

—¿En serio? ¿Te estás quejando? Me dejaste sola como por tres horas. Debería ser yo quien esté molesta.

—¿Estás molesta?

—Un poco. La pasé bien, el champagne estaba rico, pero hubo unos..., ¿sabes? olvídalo?

—Como quieras —contesta serio y después, el vehículo se pone en marcha.

Al llegar a la casa, bajo de aquel y camino hasta la puerta. El mayordomo nos abre esta, yo ingreso y, detrás de mí, ingresa él (puedo escuchar sus pasos). No obstante, de pronto, escucho un fuerte sonido. Cuando me giro, puedo verlo a él arrodillado en el piso y tratando de pararse; sin embargo, no lo logra.

—Señor... —le habla el mayordomo.

—¡Suéltame! —grita; y el hombre obedece.

Después, veo que intenta pararse otra vez, pero no puede, así que decido acercarme.

—¡No te acerques!

—Pues no sé a quién le hablas —le digo al tomar uno de sus brazos y ayudarlo a levantarse—. ¡Joder! Sí que pesas —preciso; y él empieza a reírse manera sorpresiva.

—Qué... debilucha —se burla de forma repentina; y aquello me sorprende más—. Ya me paré, suéltame —dice serio.

—Vaya, qué habilidad para pasar de sonriente a molesto.

—Suéltame...

—No. Está bien que no te soporte, pero no dejaré que ruedes por las escaleras y luego me echen la culpa de haber tirado al fastidioso de mi marido por las escaleras.

—Te gustaría eso, ¿no?

—No digas tonterías. Jamás haría algo como eso, ¿qué te pasa? —inquiero molesta por aquel comentario, a la vez que empiezo a guiarlo escaleras arriba.

—Pues entonces no eres tan inteligente como yo creía —pronuncia con el clásico tono de voz de todo ebrio, aunque el de él, tenía que reconocerlo, era sexi—. Yo sí lo haría en tu lugar...

—Bueno, yo no. Y gracias por decirme eso; ahora me andaré con más cuidado —señalo; y él vuelve a reírse, al tiempo en que trastabilla y todo su peso cae sobre mí hasta arrinconarme en uno de los barandales de la escalera.

—Cuidado, cuidado —le pido al sostener su saco, con todas mis fuerzas, para que no se cayera y rodara.

—¡Señora!

—Tranquilo, estoy bien —le digo al mayordomo—. Mejor vaya a preparar algo para su señor. Algo que lo ayude a dormir y que mañana no se levante con un dolor de cabeza infernal —preciso; y el hombre me obedece en el acto—. Y tú, deja de ver mis senos —señalo seria; y aquel sonríe, al tiempo en que muerde su labio inferior.

—Son lindos... —susurra grave y juguetón.

—¿Ah sí? ¿No que yo no te parecía linda?

—No, tú no. Tus pechos...

—¡Oye! Deja de mirarlos...

—¿Ahora quién es la renegona?

—¿Y quién es el depravado?

—Eres mi esposa; puedo mirar tus pechos.

—Eso no es cierto. Ahora continúa caminando; vamos a tu habitación, ¿cuál es?

—Nadie entra a mi habitación.

—Bueno, hoy será la excepción. ¿Dónde es?

—Nadie entra.

—¿Te llevo a la mía?

—No, ahí no.

—Bueno, ¿cuál es tu habitación? —pregunto; y él me la señala.

Ambos entramos, yo lo llevo hasta su cama y lo acuesto.

—Wao... sí que eres muy pesado —reafirmo al sentarme sobre la cama para empezar a quitarle su saco.

—¿Qué haces? —se queja.

—No dormirás bien así. Debo quitarte el saco...

—Estoy bien así.

—Me lo agradecerás mañana —señalo al empezar a desanudar su corbata y, finalmente, desabotonar su camisa, encontrándome así, con unos pectorales y abdominales perfectamente esculpidos y los cuales me hicieron tragar grueso al observarlo con detenimiento.

—¿Te gusta? —pregunta autosuficiente.

—Lo que me faltaba. Que hasta ebrio seas un insoportable —preciso; y él sonríe.

—¿Me sacarás los pantalones?

—Ya quisieras. Solo los zapatos y tus calcetines —preciso al hacerlo y después, comenzar a abrigarlo.

—Tengo calor...

—Entonces solo te cubriré con esta sábana —señalo al quitarle el edredón y colocarle una sábana encima—. Ahora sí, ¿contento? —pregunto, pero no responde—. Como todo ebrio, se duerme cuando menos lo esperas. Bueno... —suspiro cansinamente—. Yo iré a dormir —sentencio; y es lo que procedo a hacer.

Evelyn Zap

¡Hola! Me gustaría saber qué les está pareciendo la historia :) No olviden comentar y dejar una reseña. Estaré encantada de leerlas y leerlos. Por otro lado, les quiero comentar que las actualizaciones serán interdiarias, PERO si veo que ustedes comentan los capítulos o dejan reseñas, pueden pasar a ser diarias. Y MUCHO MEJOR, si son bastantes las lectoras que se animan a comentar o reseñar, entonces podría no solo actualizar un capítulo diario, sino 2 o 3. Todo dependerá del dinamismo que se lleve <3 ¡Quedo atenta! ¡Lindo día!

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