Capitulo 5

El capitán salió discretamente del local un par de horas después. Se había aseado y recompuesto su uniforme.

Se dirigió a los muelles donde los soldados se agolpaban azarosamente. Cargaban sus caballos, las armas, las tiendas, y una cantidad indecente de vino francés.

Todos debían hacer cola y mostrar su documentación, para evitar que cualquier infiltrado francés se colará entre las filas y llegará a Inglaterra intentando boicotear la paz.

Algunos intentaban subir al barco a amores surgidos en tierra hostil, pero las órdenes eran inquebrantables. Sólo ingleses podían subir al bordo. Hubo pequeños altercados, y algunas escenas desgarradoras. Debido a la demanda, se adecuo una fila para atender peticiones especiales, y no frenar así el embarque de la tropa.

Allí volvió a verla.

Estaba pálida, discutiendo nerviosamente con un soldado que se ocupaba del embarque. Suplicaba al hombre que la dejará subir al barco, pero con la mirada de quien ya sabe su batalla perdida, y se rinde a la fatalidad.

Intentaba mantener la compostura, pero se podía sentir que en cualquier momento ese delicado ser se quebraría. A la luz del día, quedó claro que no era una mujer del arroyo. Su piel era fina, y pálida. Los rasgos bien definidos de un rostro, cuya belleza no pasaba desapercibida. Alta y esbelta. Un porte digno, a pesar de que se podía ver que lo estaba pasando realmente mal. Las ojeras rodeaban sus hermosos ojos.

Un rictus parecía haberle robado la sonrisa. Esos labios que debían ser sonrosados, ahora estaban blancos y dibujaban una mueca de dolor. Todo su cuerpo temblaba mientras intentaba que el soldado accediera a cambiar su suerte.

En tres pasos firmes el capitán se plantó ante ellos.

- ¿Que sucede aquí soldado? - Pregunto con voz de mando.

La vio palidecer aún más al verle y aferrarse con fuerza a su maleta.

-Estaba intentando explicarle a esta dama que no podía subir a bordo señor, las órdenes son muy estrictas. Pero aun así insiste.

-Excuse moi madeimoselle -dijo dirigiéndose a ella en un intento de mediar en el conflicto.

-Capitán. La dama dice ser inglesa Sir - interrumpió el soldado.

William sintió un nudo en el estómago. Como si el hecho de que fuera una compatriota le diera un aire aún más lúgubre a lo acontecido entre ellos la noche anterior.

- ¿Es usted inglesa? -Pregunto incrédulo

-Sí señor. Vengo de Jamaica. Solo quiero regresar a casa.

-Cielo santo cadete. ¿Con este acento duda usted de que está señorita sea quien dice ser? ¿Dónde está el problema entonces? -Dijo el capitán

-Señor no tiene ninguna documentación que lo pruebe. Las órdenes son estrictas. Si lo desea hablé con el general, está en su camarote. -Contesto el soldado. -Nadie indocumentado.

-Está bien eso haremos. Señorita. - Dijo poniéndose frente a ella.

Apenas tuvo tiempo de darse la vuelta y cogerla antes de que cayera al suelo.

Era como si las últimas fuerzas que tenía la abandonaran. Todo se tornó oscuro.

Despertó sobre unos sacos de trigo, con el pobre soldado dándole aire con cara de terror.

- ¿Está usted mejor señorita? Tenga beba un poco de agua -dijo tendiéndole un vaso. - No se mueva. El capitán ha ido a discutir su caso con el general. Me ha dicho que respondo de lo que le pase, sino deberé volver a casa a nado. ¿Está usted bien?

-Sí, no se preocupe - respondió apiadándose del pobre joven. - Quizás podamos nadar juntos -añadió recuperando una onza de humor.

El cadete estaba demasiado asustado para reír. Pudo oír el paso firme de unas botas entrando en el almacén.

-Puede irse soldado- ordenó el capitán en tono austero.

El joven se ejecutó rápidamente.

- ¿Está usted mejor? - le pregunto a la mujer.

-Si gracias, capitán. Siento las molestias. -Contesto

-He estado hablando con el general. Si bien entiende su situación, no va a hacer ninguna excepción.

Dice que el ambiente está caldeado en el muelle. Muchos intentan hacer subir a sus novias, amantes, amigos e incluso hijos a bordo. No estaban preparados para ello. Sólo podrá subir quien legítimamente pueda demostrar la filiación. Teme que cualquier excepción pueda crear un motín. - Explicó William lamentándose. -Lo siento muchísimo

-No se preocupe capitán lo entiendo perfectamente. -dijo Iliana intentando recomponerse.

-Mañana sale otro barco con el resto de la tropa. Tampoco podrá embarcar en ese, pero cabe la posibilidad de que, con los ánimos más calmados, pueda conseguir pasaje en el velero que le acompañará. Lleva el armamento y lo que queda del campamento. Puede que no sea muy cómodo, pero la travesía es corta. Si puedo ofrecerle mi ayuda económica, quizás pueda convencer al capitán de hacer la vista gorda. - Concluyo

-No necesito su dinero capitán - dijo ella recuperando la voz. - Sólo necesito un barco. Gracias -le cortó tajantemente.

El rubor volvió a sus mejillas con la subida de tono.

-Disculpe señorita, si la he ofendido. Sólo pensé que quizás… acepte mis más sinceras disculpas. - Dijo haciendo una reverencia.

-Capitán, agradezco la ayuda prestada y que pleiteara mi caso ante el general. Aceptó sus disculpas. Pero le agradecería, zanjáramos está conversación. Creo que tiene usted un barco que coger, y yo debo encontrar donde acomodarme hasta mañana.

-Está bien señorita, como usted desee. Espero que su vuelta a Inglaterra sea pronta. A su servicio. -Dijo el cortésmente. Volvió a hacer una reverencia y salió del almacén sin más dilación. Se notaba que su presencia la incomodaba y no deseo imponérsela por más tiempo.

William no podía quitársela de la cabeza.

¿Cómo pudo pensar que era otra cosa que una dama? Hermosa y digna. ¿Cuál debía ser su historia para haber acabado en ese lugar tan horrible? ¿Para haber aceptado lo que paso? ¿Cómo podía el haberse aprovechado de su situación?

No lo sabía… pensó justificándose. Iba ebrio… Ella no se resistió…. ¡Excusas! Podía oír a su madre en su cabeza. Aunque lo peor era pensar, por un segundo, que se parecía a su padre. Que lo llevaba en la sangre.

Recordó que su padre había muerto. No había pensado en ello desde anoche anterior. Y ahora, lo recordaba sólo para preguntarse si era como él.

Se le revolvió el estómago, mientras subía por la pasarela del barco.

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