Londres. La ciudad había cambiado mucho desde la última vez que William había estado ahí. Fue antes de embarcar hacia su primer destino. Su padre había insistido para que comieran juntos a fin de darle algunos consejos sobre el campo de batalla, que curiosamente no había pisado jamás. Paso toda la comida hablando con sus compañeros políticos, y rápidamente el joven se dio cuenta que era una treta política. Seguramente quedaba bien tener un hijo en la contienda que se avecinaba. Londres le pareció, más grande y ruidoso. Un trasiego imparable de gentes, carros y caballos que lo abrumaba. Alexander en cambio estaba en su salsa. Insistió en hacer la última parte del camino hasta el despacho del abogado a pie, e iba saludando a diestro y siniestro. Era un pequeño despacho, donde se amontonaban desordenados cientos de documentos. -Es un trámite que jamás hubiera querido hacer. -Dijo el hombrecillo. - Apreciaba mucho
La propiedad estaba realmente al abandono, las maderas parecían rendirse al tiempo y el jardín estaba descuidado. Era un lugar que requería de al menos quince hombres y mujeres de servicio, no era de extrañar su estado lamentable si tan solo se ocupaba de toda una pobre ama de llaves. Pero podía verse que había sido una propiedad suntuosa. Una autentica lastima. Llamo a la puerta principal varias veces, y al final una señora mayor abrió.-Hola buenos días, quisiera ver al señor Walden. Soy el capitán William Adams. La mujer asintió con la cabeza y le hizo pasar al recibidor.- Espere aquí por favor voy a ver si está disponible.El interior de la casa no estaba mejor, las humedades habían empezado a hacer mella las todas las paredes y el frio era sobrecogedor dentro de ella. Aquí alguien no tardaría en morir de una gripe.Al cabo de unos minutos eternos, volvió a buscarlo.-Le recibirá en la biblioteca. Sígame. En la biblioteca se agolpaban cientos de libros en estanterías altísi
Le pesaba el cuerpo como si hubiera envejecido diez años en apenas un momento. No recuerda cómo llegó a su caballo. Absorto en la vorágine de sus pensamientos. Subió en él y salió de la propiedad como alma que se lleva el diablo.Llegó al pequeño cementerio al atardecer. Ya no había visitantes a esas horas. Camino despacio hasta la tumba de su madre, y se dejó caer de rodillas. Hundió su cara en las manos y comenzó a llorar desconsoladamente como un niño. Hacía años que no le sucedía. Pero no pudo controlarlo. ¿Por qué? Se preguntaba una y otra vez. ¿Por qué? ¿Qué haría ahora con toda esa información? ¿Qué pasaría si Alexander lo supiera? ¿Y John? ¿Iliana? Era toda una farsa, no era quien creía ser…No sabía quién era. Y ese odio interior que había empezado a devorarlo, que no podría aplacar jamás pues su causante estaba a tres metros bajo tierra. La oscuridad lo estaba envolviendo. Se cernía sobre él, como una tormenta que vaticina destruirlo todo.-Es una hermosa tumba hijo- oyó tr
Habían pasado dos años desde que partió hacia su nuevo destino. Las cosas se habían calmado en la isla. Se requería su presencia de nuevo en Inglaterra, para formar a los próximos soldados que partirían hacia Jamaica. Ahora que él conocía la isla, era el mejor candidato para el puesto.Cuando le propusieron varios destinos tras su reincorporación al ejército, estaba decidido a escoger la más lejana. Jamaica fue una decisión clara, aunque alejarse quizás no fue la única razón de su destino. Quizás....El barco atraco en el puerto tras dos meses de trayecto. Todos se apresuraron para bajar a tierra. El capitán William Adams, no tenía tanta prisa.Decidió que pasaría unos días en Londres antes de volver a su casa. Alexander no estaba en la capital, así que estaría tranquilo. Para volver a acostumbrarse y hacerse a la idea de estar de vuelta. Decidió que pernoctaría en una posada, y no hacer uso de la propiedad de Londres. Cuanto más tarde supieran de su llegada mejor. Hubiera pref
Mi querido WilliamEspero que la llegada de esta carta te encuentre en perfectas condiciones. No se tan siquiera donde debo enviarte esta misiva. Así que la haré llegar a Alexander, esperando que él sepa dónde te encuentras. Dicen algunos que marchaste a África, otros a América. Espero que donde quiera que fueras, hayas encontrado la paz. Lamento mucho el modo en que nos separamos, y me hubiera gustado acompañarte en tus aventuras. Pero tenías razón querido amigo. Yo también necesitaba encontrar mi camino. Volví a mi hogar, lo que queda de él. Mis abuelos ya habían fallecido, así que vendí a barca y la pequeña casa en el acantilado. Mi abuelo tenía razón, la vida de pescador no está hecha para mí. Y volví a Londres. Me aceptaron en la academia como instructor, a pesar de no tener alto rango (cosa que sabemos no tendría ni con todo el oro del mundo). Y aquí estoy. De instructor de cadetes. Supongo que me agrada poder vengarme un poco sobre ellos de la dureza de nuestra instrucción.
CAPITULO 17Con la llegada del buen tiempo, Alexander decidió ir a Londres durante unas semanas. A pesar de la tentación William resistió. En lugar de ello se le ocurrió una idea descabellada. Partiría junto a Octavia, su cuñada y las niñas. Pasarían unas semanas en un balneario cerca del mar. Donde su madre solía llevar a Octavia a pasar largas temporadas. A todos les sentaría bien el cambio de aires. Diana hacia una eternidad que no salía. Para las niñas era su primer viaje, toda una aventura. Octavia estaba más inquieta, no le gustaba salir de sus rutinas, pero seguro que rodeada por ellos no sería un trance que no pudiera superar. Para William podría suponer, las respuestas a algunas dudas que quedaban sobre su madre y su hermana. Quizás alguien las recordará. Quizás alguien supiera alguna cosa. Ya se sentía con fuerzas para acabar ese capítulo y conocer toda la historia, además ¿qué podía ser peor que lo que ya sabía? Pero, sobre todo, suponía pensar en algo más que no fuera
No le fue difícil encontrar la capilla al día siguiente. El señor Wilburg le había venido a buscar con el carruaje. Este aprovechó la petición de William de acercarse al pueblo, para hacer unos recados que tenía pendientes. Le dejo en la avenida principal y le señaló el campanario que sobresalía de las demás construcciones. En apenas tres calles ya había llegado a su destino y se dispuso a pedir indicaciones.Le indicaron la pequeña casa al lado de la sacristía donde vivía el ama de llaves del párroco.Cuando llamo a la puerta está se abrió sorprendentemente rápido. Seguro que aquella mujer lo había estado observando por la ventana. No debía pasar gran cosa por ahí.Se presentó y le explicó que su madre y el cura habían sido amigos y de cómo está había estado ayudando con fondos las buenas acciones del padre. Ella había fallecido hacia poco y el deseaba conocer un poco más de su historia para contárselo a sus nietos. Quizás en los diarios del párroco pudiera encontrar algunos datos si
No le fue difícil encontrar la capilla al día siguiente. El señor Wilburg le había venido a buscar con el carruaje. Este aprovechó la petición de William de acercarse al pueblo, para hacer unos recados que tenía pendientes. Le dejo en la avenida principal y le señaló el campanario que sobresalía de las demás construcciones. En apenas tres calles ya había llegado a su destino y se dispuso a pedir indicaciones.Le indicaron la pequeña casa al lado de la sacristía donde vivía el ama de llaves del párroco.Cuando llamo a la puerta está se abrió sorprendentemente rápido. Seguro que aquella mujer lo había estado observando por la ventana. No debía pasar gran cosa por ahí.Se presentó y le explicó que su madre y el cura habían sido amigos y de cómo está había estado ayudando con fondos las buenas acciones del padre. Ella había fallecido hacia poco y el deseaba conocer un poco más de su historia para contárselo a sus nietos. Quizás en los diarios del párroco pudiera encontrar algunos datos si