capítulo 16

Mi querido William

Espero que la llegada de esta carta te encuentre en perfectas condiciones. No se tan siquiera donde debo enviarte esta misiva. Así que la haré llegar a Alexander, esperando que él sepa dónde te encuentras. Dicen algunos que marchaste a África, otros a América. Espero que donde quiera que fueras, hayas encontrado la paz.

Lamento mucho el modo en que nos separamos, y me hubiera gustado acompañarte en tus aventuras. Pero tenías razón querido amigo. Yo también necesitaba encontrar mi camino.

Volví a mi hogar, lo que queda de él. Mis abuelos ya habían fallecido, así que vendí a barca y la pequeña casa en el acantilado. Mi abuelo tenía razón, la vida de pescador no está hecha para mí.

Y volví a Londres.

Me aceptaron en la academia como instructor, a pesar de no tener alto rango (cosa que sabemos no tendría ni con todo el oro del mundo). Y aquí estoy. De instructor de cadetes. Supongo que me agrada poder vengarme un poco sobre ellos de la dureza de nuestra instrucción.

Londres, es demasiado bulliciosa y sucia para mi gusto. Cuando puedo me escapo al campo

.

Te preguntarás el porqué de mi carta tan mundana, después de nuestra disputa. Pero quería decirte dos cosas muy importantes para mí.

La primera es que no te guardo rencor alguno por lo sucedido. Ni por las cosas que dijiste. Te prometo que las olvide al día siguiente, y sigues siendo para mí como un hermano.

La segunda es: ¡que la encontré!

William se incorporó súbitamente de la cama. ¿Era posible? Siguió leyendo febrilmente.

Encontré a Iliana tres meses después de su partida.

Apenas volví a Londres. En una de mis escapadas al campo, la casualidad hizo que nos cruzáramos. Está bien.

Necesitaba decírtelo para que no te atormentaras más.

He estado visitándola, e interesándome por su bien estar.

Una vez por semana quedamos para dar un paseo. Y aprovechamos sus venidas a la capital para salir por la ciudad.

Ella no quiere hablar de lo ocurrido, pero parece aceptar mi presencia. Alguna vez se interesó por saber de ti, pero no pude darle mucha información.

Sé que también seguía en contacto con Diana. Supongo que acudió a ella en busca de ayuda el día de su partida. Pero cuento con tu discreción.

Esta carta es también en parte petición suya. Los dos queríamos que supieras que estamos bien, y deseamos que estés donde estés tú también seas feliz, y hayas podido aplacar tus demonios. Los tres mosqueteros no deben guardarse rencor.

Por mi parte y en una nota más personal. Mi querido William. Debo reconocer que este tiempo pasado junto a Iliana, ha despertado una serie de sentimientos que me eran ajenos. Deseo hacerle partícipe de los mismos, y espero de todo corazón que sean compartidos por ella.

Nuestra amistad y respeto me obligan a comunicártelo antes de dar este paso. A pesar de que vuestra unión era una farsa, creí intuir que antes de su huida quizás eso había cambiado para ti.

Espero que mi decisión y mis sentimientos no perturben tu mente o tu corazón. Pero no puedo esconderlo más.

Ansío recibir noticias tuyas y poder abrazarte prontamente.

Hasta pronto hermano. Cuídate mucho, y no te metas en líos. No estaré cerca para protegerte.

Eternamente tú fiel Escudero.

John Bucham

Hacía más de un año. Más de un año que su amigo le comunicaba la suerte de Iliana.

Él había cruzado el mar en su busca. ¿A quién quería engañar? Fue en su busca. Eligió ese destino pensando encontrarla.

El busco por todas las plantaciones. El busco entre los escombros cuando un huracán y el cólera habían devastado la isla. Se quedó a reconstruirla, soñando con encontrarla.

Cumpliendo un purgatorio que el mismo se había infligido, para espiar su culpa. La culpa de haberla perdido.

Y todo este tiempo ella estuvo aquí. En Inglaterra. A salvo.

Ahora su amigo le informaba que la amaba. Se había enamorado de Iliana. Quien sabía si esa semilla también había germinado en ella. Habían pasado dos años.

El jamás le confió sus sentimientos.

La había herido tan vilmente que salió huyendo.

¿Qué había pasado tras esa carta?, ¿Dónde estarían ahora? ¿Estarían juntos?

Todos sus sentimientos se confundían. Le costaba respirar. Por una parte, estaba feliz de saberla a salvo. Por otra se arrepentía de su precipitada partida. Odiaba a su amigo por albergar esos sentimientos. Se odiaba a si mismo por hacerlo. Como si una herida volviera a abrirse. Todo se precipitada. Debía calmarse. Debía respirar. Pero saberla tan cerca…

-Buenos días, William ¿Té? -Le pregunto Diana en la mesa del desayuno. - Alexander ha salido, volverá para el almuerzo. Dijo que debíais descansar, aunque a juzgar por vuestro semblante no habéis dormido muy bien. ¿Alguna cosa os perturba? -Pregunto.

-Iliana…-contesto el mirándole a los ojos.

Diana casi dejó caer la taza de té que tenía en la mano ante la sorpresa.

- ¿Vos sabíais donde estaba? Lo supisteis todo está tiempo -siguió levantando un poco la voz.

-William… -dijo intentando que su voz no temblara.

-La pregunta es sencilla Diana -dijo ya fuera de sí. - ¿Lo sabíais o no?

-Nada es sencillo en esta historia. - Contesto intentando no llorar. - ¿Que queríais que hiciera? Iliana se presentó esa noche destrozada, llorando a mi habitación. Me contó lo que había ocurrido, las aberraciones que le habías dicho. Me contó la historia. Si, toda la historia. William se arqueo incomodo. -No escatimó en detalles. Fue completamente sincera. Que queríais que hiciera. La ayude a irse. Le di algo de dinero. Le procure un trasporte seguro. Era lo mínimo que podía hacer por esa criatura. La vida había sido tan cruel con ella. Ella fue tan dulce con todos nosotros. Cuando estuvo instalada comunicamos un par de veces dándonos noticias, pero pronto decidimos que era peligroso. Si Alexander lo sabía podría montar en cólera. Así que hace más de un año y medio que no sé nada de ella. Hasta hoy.

Lo siento William, lo siento de veras. Hice lo que creí correcto. Ella me hizo prometer guardar el secreto.

William se dejó caer sobre la silla, y le tendió la carta a su cuñada. Esta la leyó en silencio.

-Está fechada de hace más de un año. Podría haber ocurrido cualquier cosa en este tiempo. -Dijo ella al acabar de leer. -Pero son buenas noticias. ¿No? William querido. ¿Porque no hacéis lo que dice la carta? Dejad de torturaros. Están bien.

-Pero está aquí, cerca de Londres -dijo el levantándose. -Debo explicarle. Justificar lo que hice. Lo que dije. -Daba vueltas como un animal en jaula.

-William querido. No hay nada que justificar. No sé qué mal os afligió para actuar así, pero lo hecho, hecho esta. Han pasado dos años. ¿De veras creéis que irrumpir en su vida de ese modo le hará bien a alguien? Si de veras los queréis dejadlos en paz. Ese será vuestro sino. Vivir sin ellos, para que ellos sean felices. Vuestro sacrificio. Se lo debéis a Iliana. Ella merece ser feliz, aunque no sea con vos.

Durante los siguientes días William estuvo tentado de ir en busca de Iliana decenas de veces. Incluso una vez desistió estando ya de camino. Intentaba mantener su mente ocupada, agotarse hasta el desfallecimiento con tareas físicas.

Pero las noches eran eternas.

A pesar de ello, estaba decidido en mantener su promesa a Diana. No la buscaría.

La dejaría ir. Libre y en paz.

Era lo mejor para todos.

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