La noche había sido larga y el capitán Adams sólo deseaba una cosa: Dormir hasta la salida del barco al día siguiente.La contienda había sido larga y Adams llevaba ya muchos meses fuera de su hogar, más que volver a casa, lo que anhelaba más que nada en el mundo era alejarse de las costas francesa de una vez por todas. Las cosas seguían complicadas entre los dos países, pero esa era una batalla que dejaría para el siguiente ejército. Él había cumplido sobradamente con su deber y ahora deseaba saborear su merecido descanso.Sabía la importancia de comulgar con sus hombres, tras tantos meses de penurias lejos del hogar. Esos eran los pequeños detalles, que hacían que su tropa, se lanzará a la batalla sin dudarlo a su voz de mando. El lazo de unión que los convertía en hermanos en el campo de batalla. Las canciones familiares al calor de la chimenea, regadas con vino francés, que él no apreciaba tanto como un buen whisky. En un burde
Iliana Barnes El capataz había llegado hacia tres meses. Al principio Iliana no le había prestado mucha atención, ella nunca prestaba atención a las cosas de la plantación. Para ella era un lugar sórdido, lleno de bullicio y gentes extrañas de costumbres sórdidas, tan diferente al lugar donde ella nació y todo lo que conocía. Jamás entendió porque su padre había mandado a buscarlas tras la muerte de su madre y vender todas las propiedades en Inglaterra. Ella y su hermana Susana habían tenido que déjalo todo, para cruzar medio mundo hasta Jamaica, porque su padre pensó que sería buena idea que encontraran marido allí, y así afianzar el imperio que él había creado hacia años financiado con el dinero de su esposa inglesa. Lo odio apenas llegaron. El clima, el olor, las gentes….Su padre era un hombre duro y frio, con el que apenas habían tenido contacto. En cuanto su esposa heredo la fortuna familiar, el las
El Capitán Adams. William Adams, provenía de una familia de antiguo linaje. Sus padres Anabel y Alexander Adams formaron uno de los matrimonios por conveniencia más fructífero de toda Inglaterra. La familia de su madre estaba emparentada con la nobleza, y su padre era uno de los lores con más futuro de Londres. Huérfano, heredero de la riqueza de una tía soltera que se hizo cargo de su educación y su ascensión social. Los dos eran jóvenes, ricos y guapos. El matrimonio sin embargo nunca fue feliz. Al poco tiempo quedó claro que cada uno de ellos tenía diferentes prioridades y pasiones. La señora Adams, prefería la compañía de sus damas de la corte que le traían todo tipo de chismes de la capital en esos tiempos de vorágine política. Y adoraba su propiedad en la campiña. Su esposo en cambio rápidamente instaló sus cuarteles en la capital, donde no sólo la política ocupaba su tiempo. Mujerieg
Iliana estuvo estirada en la cama durante horas paralizada sin saber qué hacer.No conocía a nadie, ni siquiera estaba en su país. No podía salir de la taberna sin saldar su deuda, y si lo pudiera hacer… ¿acaso estaría más segura en la calle? Una mujer sola. Parecía que se le cortaba la respiración a cada instante. Oyó unos golpes en la puerta.- ¿Quién es? -pregunto. -Soy yo pajarillo. -Dijo una voz femenina. La puerta se abrió, y apareció la mujer que recordaba en sus fiebres.-Te traje un poco de pan y embutido, para recobrar fuerzas después del disgusto. Esta vida es una perra. -Dijo sentándose a su lado en la cama. Olía a sudor y alcohol - El jefe está furioso. Empieza a temer que no fuiste la única engañada en esta historia, y que no va a ver sus beneficios. Por lo menos no en monedas, si sabes a lo que me refiero. -Dijo guiñándole el ojo.Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Iliana. Tenía
El capitán salió discretamente del local un par de horas después. Se había aseado y recompuesto su uniforme. Se dirigió a los muelles donde los soldados se agolpaban azarosamente. Cargaban sus caballos, las armas, las tiendas, y una cantidad indecente de vino francés. Todos debían hacer cola y mostrar su documentación, para evitar que cualquier infiltrado francés se colará entre las filas y llegará a Inglaterra intentando boicotear la paz. Algunos intentaban subir al barco a amores surgidos en tierra hostil, pero las órdenes eran inquebrantables. Sólo ingleses podían subir al bordo. Hubo pequeños altercados, y algunas escenas desgarradoras. Debido a la demanda, se adecuo una fila para atender peticiones especiales, y no frenar así el embarque de la tropa. Allí volvió a verla. Estaba pálida, discutiendo nerviosamente con un soldado que se ocupaba del embarque. Suplicaba al hombre que la dejará subir al barco, pero
Hubo lágrimas y vítores en la salida del barco que devolvía a los soldados a casa. Algunas mujeres se quedaron en el muelle, hasta que el barco ya sólo era un punto en el horizonte, llorando a su amor perdido, o sus promesas de una vida mejor. El sol se estaba poniendo, y el puerto estaba tranquilo. Una hermosa luz bañaba el mar y se podía ver algunos peces jugando en las estelas de los barcos. Iliana aprovechó para respirar hondo y tranquilizarse. Pasaría la noche en el almacén. Al ser militar nadie la molestaría allí, y ya la habían visto entrar con el capitán, así que su presencia no extrañaría. Al menos eso esperaba. Ya había anochecido, cuando Iliana se acomodó sobre los sacos de trigo del almacén. Hasta el momento había tenido suerte y nadie la había importunado en su escondite. Sabía que la noche seria larga, y que seguramente no conseguiría dormir. Pero si tenía suerte, al día siguiente podría volver a intentar embarcar. Oy
John Bucham John vivió desde niño en un pequeño pueblo de pescadores en la costa norte de Inglaterra en la región de Dover. Lo criaron sus abuelos, quienes le explicaron cuando tubo edad de preguntar que sus padres habían perecido en un accidente apenas meses después de que el naciera. Vivían en una pequeña casita al borde de los blancos acantilados que hacían famosa a esa región. Nunca les faltó de nada a pesar de no ser ricos. Sus abuelos no eran muy expresivos, más bien poco habladores. Tampoco fueron muy dados a las muestras de cariño. Aun así, no recuerda una infancia triste. Siempre tubo regalo en su cumpleaños, o en navidad. Ropa nueva, e incluso pudo ir al colegio, cosa que no estaba al alcance de los hijos de pescadores normalmente. Según le explicaron sus abuelos, el párroco de la región veía gran potencial en él, y se había propuesto que la Iglesia costeará sus estudios. Le extrañaba pues no recordaba h
Al día siguiente tocaron tierra por primera vez. Las órdenes eran que sólo podían desembarcar los soldados cuyo destino fuera ese puerto, ya que no querían arriesgarse a tener que ir a recuperar soldados ebrios por las calles de esa ciudad, felices por la vuelta al hogar. Aun así, John, Iliana y el capitán consiguieron escabullirse, con la condición de estar de vuelta antes del anochecer.Por primera vez desde hacía mucho tiempo volvían a pisar una ciudad digna de ese nombre, y mucho más: una ciudad inglesa. Los tres estaban entusiasmados, con los ruidos, los olores, el ritmo…por fin en casa. Los caballeros acompañaron a Iliana a un almacén para conseguir un par de cosas que necesitaba con urgencia. Sólo tenía las monedas de plata que le dio aquel maldito tabernero, así que fue muy parca en sus gastos. Aun así, cuando se dispuso a saldar su cuenta, la dependienta le dijo que el caballero ya se había hecho cargo del pago. Señalando en dirección a William.