capítulo 21

Carrigan se avanzó hacia ella dispuesto a cogerla por el brazo, a la vez que otros hombres parecían querer cortarle el paso por si huía.

Se sintió perdida y apuntó de perder el sentido.

Dio un paso hacia atrás cuando sitio un brazo alrededor de su talla.

- ¿Todo bien querida? Dijo la voz de William. -Te estaba buscando.

Iliana pegó la espalda a su cuerpo mientras cogía la mano en su cintura con fuerza.

-Sí, querido- dijo intentando recuperar el aliento. - Estos caballeros se habían ofrecido a acompañarme. Permíteme que te presente a un viejo amigo, el señor Carrigan. El antiguo capataz de mi padre. El capitán Adams, mi esposo señor Carrigan. - Sentencio recuperando sus fuerzas.

Aun así, su miedo no desapareció del todo, ahora temía que los cuatro hombres pudieran lastimar a William por su culpa.

William la atrajo aún más contra sí. Luego le tendió la mano al capataz.

-Le agradezco mucho la molestia- dijo apretando su mano con toda la fuerza que le fue posible. -Pero ya no será necesario.

Carrigan recuperó su mano con una mueca de dolor.

Ambos hombres se miraron midiendo sus fuerzas. Mientras Iliana temblaba como una hoja.

Ciertamente ellos eran tres más, pero Carrigan no sería tan estúpido de agredir a un oficial inglés. Si alguien lo veía podía ser condenado a la horca.

William pensó que si se acercaba a Iliana lo mataría con sus propias manos.

-Vamos querida no quisiera que cogieras frío. - Dijo llevándose a Iliana de ahí.

Los hombres permanecieron impasibles en silencio. Los observaban como un gato listo a saltar sobre su presa.

Todo el cuerpo de Iliana temblaba.

William le pasó el brazo por los hombros. Y la apretó contra él.

-No miréis atrás, pase lo que pase- le susurró al oído.

Un escalofrió le recorrió el cuerpo.

Pasados unos minutos volvieron al camino más transitado del parque, allí aún estaban encendidas las farolas.

-Lamento haberla seguido. Pero no podía dejarla irse sola en su estado, así que pensé seguirla hasta su casa. Cuando vi a esos tipos supe que algo estaba mal. -Explicó William.

-Gracias- alcanzó a decir Iliana justo al salir del parque.

Entonces se dio la vuelta y se dejó caer en los brazos del capitán. Comenzó a llorar desesperada, herida, sin consuelo. Toda ella se sacudía con el llanto. Un llanto roto que hacía que los transeúntes los observaran curiosos. No podía parar.

Las compuertas de todo su pesar se abrieron dejando un caudal de llanto arrastrarla. Allí en los brazos de William, el único lugar del mundo donde se sentía segura.

-Vamos Iliana, vamos. Ya está. Ya estás a salvo. Nadie va a hacerte daño lo prometo. Vamos intenta calmarte. Estoy aquí. No te ocurrirá nada – repetía William entre susurros, desbordado ante tanto pesar. Déjalo salir. Estoy aquí. -dijo colocando sus pulgares en el dorso de su cuello y hundiendo la nariz en su cabello.

Recordaba ese olor.

Pudo sentir como al cabo de un rato su pecho se calmaba, y su respiración se hacía más pausada.

Las sacudidas del llanto se hicieron cada vez más distanciadas. Hasta que pudo sentir que la tensión de su cuerpo desaparecía. Por agotamiento seguramente. Pensó.

Con una mano levantó el rostro de Iliana hasta mirarla a los ojos, mientras la otra sacaba un pañuelo del bolsillo y le secaba las lágrimas.

-Mira cómo te has puesto. Dijo tiernamente. No puedes volver a casa así. Tienes todo el rostro de color de grana. Vayamos a algún sitio donde puedas tomar un vaso de agua, o algo más fuerte. Creo que lo necesitas, los dos lo necesitamos.

Iliana se limitó a dejarse llevar, estaba vacía y agotada.

************

- ¿Mejor? - dijo William quitándole el vaso de brandi de las manos.

-Si gracias, mucho mejor. Lamento lo ocurrido, lamentó haber perdido los papeles de ese modo. Cuando vi a ese hombre…. Fue horrible- dijo Iliana mientras su voz se cortaba.

- Por favor no os disculpes. Yo debería haber insistido en acompañados, pero parecíais tan turbada. Además, creo recordar que no os gusta que os contradigan. - Sonrió

Iliana esbozó una sonrisa.

-Ahora debería irme. Me estarán esperando. Aunque debería recomponerme un poco antes. ¿Hay algún excusado que pueda usar en esta pensión? Se lo agradecería.

Ahora que el susto había pasado, la proximidad con él la turbaba profundamente, no sabía cuánto más podría aguantar sin tirarse de nuevo a sus brazos.

Le parecía aún más apuesto que antes, tan fuerte, dulce y atento. Decididamente tenía salir de ahí cuanto antes.

William la había llevado a la pensión donde se hospedaba cuando no quería coincidir con su hermano en la casa londinense y ser asediado por sus reproches y preguntas. Era un sitio discreto, a esas horas no hubiera sido correcto que una dama estuviera en una taberna.

-Si queréis puedo acompañarnos a mi habitación para asearos un poco. Prometo comportarse como un caballero- sonrió dulcemente-. Realmente no podéis volver en este estado. Parece que volváis de la guerra. La propietaria me conoce desde hace años. No habrá problema.

Una pequeña punta de celos se abrió paso en su mente, ¿acaso William acostumbraba a llevar ahí a sus conquistas?

Iliana vio su reflejo en un aparador del salón.

-Si sería conveniente. Dijo, pero no quisiera ser una molestia. -Contesto.

-Vamos no sea ridícula. La acompaño -dijo William. Esperaré fuera mientras llamó un carruaje para llevarla a su casa.

William dispuso un poco de agua limpia en el balde. Cogió algo de jabón y una toalla limpia y la coloco al lado.

-Ya está creo que es todo. Si necesita algo más estaré abajo esperando la para llevarla a casa. -Dijo dispuesto a abandonar la habitación.

Justo cuando abría la puerta con una mano. Iliana le cogió la otra.

-Gracias -dijo tirando de el hacia ella.

La puerta se cerró sobre sí misma.

Una fuerza se apodero de ella y anulo todos sus propósitos. Iliana le rodeó el cuello con los brazos y le beso. Fue un beso tierno, casto. Como quien besa por primera vez.

William inhaló profundamente.

-Iliana -dijo apartándola amablemente. -No puedo. Por mucho que lo desee y lo deseo. No puedo. Esta sacudida por lo ocurrido. Sería aprovecharme de la situación. Nunca ha sido mi intención.

Ella volvió a acercarse y volvió a besarlo.

Él sonrió, pero siguió apartándola tiernamente. Volviendo a suspirar.

-Por el amor de Dios Iliana. Lo intento. -Dijo suavemente.

Por tercera vez ella se avanzó. Esta vez empezó a besarlo en el cuello, una y otra vez, otra más. Subió hasta llegar a su boca. Nada le importaba ya.

Haber sentido el horror tan cercano dinamito toda su resistencia. Lo beso con más fuerza respirando agitadamente.

Una vez y otra y otra más.

-A diablo- dijo el cogiéndola por la cintura. He cruzado océanos en tu busca para este momento.

Y comenzó a besarla intensamente. Poco a poco fue abriendo los labios, indicándole los pasos a seguir. Delicadamente. Sin apresurarse. A pesar de llevar una eternidad esperando ese momento.

Cuando se separaron los dos tenían la respiración agitada. Se miraron a los ojos. Sin decir nada Iliana tomó la iniciativa y comenzó a desabrochar la camisa de William que suspiro sonoramente. Luego paso la mano por su torso desnudo. Cuando llegó a su cintura William asío fuertemente su mano.

Ella lo miro sorprendida.

¿Está segura? -le pregunto

Ella asintió con la cabeza. La única experiencia que tenía había sido esa horrorosa noche en el puerto, pero ahora era distinto. Ahora era dueña de sus actos y eso era lo que más deseaba en el mundo.

-No, -dijo él. - Quiero oírtelo decir Iliana. ¿Esto es lo que quieres realmente?

-Si- dijo ella. -Estoy segura. … esto es lo que quiero. Es lo que llevo queriendo dos largos años.

-Iremos al infierno -susurro el mientras le besaba el lóbulo de la oreja.

- Soy tu mujer -contesto ella en la comisura de sus labios.

William la levantó repentinamente en brazos mientras ella le abrazaba y hundía la cabeza en su cuello.

Delicadamente el depósito en la cama. Uno a uno le quitó los zapatos y luego las medias. Acariciando con la punta de sus dedos el interior de sus muslos. La respiración de Iliana se agitaba cada vez más y sus mejillas se tornaban de un rosa intenso.

William se incorporó y se deshizo de sus pantalones. Iliana no apartó la mirada. Cuidadosamente se recostó a su lado. Uno a uno fue desabrochando los botones de su corsé.

Beso sus clavículas, y con los labios ligeramente entreabiertos paso la lengua por ellas. Toda la piel de Iliana se erizo. Cuando ya sólo el delicado camisón de seda separaba sus cuerpos, William se tumbó sobre ella. Apoyando ambos codos a los lados para no aprisionarla con su peso.

Ella pudo sentir su deseo creciente contra ella. Se miraban a los ojos, reflejándose el uno en el otro. William bajo el brazo y su mano subió con el camisón. Su cuerpo se encajó con el de Iliana. Ella supo que hacer y sus rodillas lo abrazaron aprisionándolo. Entonces suavemente entro en ella. Ella tomo aire y retuvo la respiración un instante. Se quedaron inmóviles durante largo rato. Acompasando su respiración. El sudor empezaba a perlarse en sus cuerpos.

Perdidos en sus mutuas miradas, no pronunciaron ni una palabra. Poco a poco Iliana fue balanceándose bajo su peso. Como las olas del mar. Cada vez más y más rápido. El cogió sus caderas con ambas manos acompañando su movimiento. Ella lo abrazo fuertemente y sintió como una corriente eléctrica se apoderaba de todo su cuerpo.

Cayo rendida bajo su peso, parecía que el corazón se le fuera a salir del pecho.

Jamás había sentido eso. William la miro a la cara y sonrió. La beso en la nariz, en la comisura de los labios, en el cuello, en los pechos, el ombligo… volvió a subir hacia sus labios a la vez que volvía a su interior con toda su fuerza. Ambos volvieron al vaivén del deseo hasta que se fundieron en uno.

El amanecer los sorprendió abrazados, envueltos en sudor y exhaustos, rendidos al deseo. Así quedaron dormidos sus cuerpos desnudos iluminados por el sol que empezaba a filtrarse por la ventana.

William seguía profundamente dormido cuando Iliana lo beso en la frente. Abrió los ojos lentamente y una sonrisa perezosa iluminó su cara.

-Debo irme. El señor Jasón estará preocupado por mí. -Dijo Iliana.

-Anoche hice que el mozo le llevará una nota diciendo que estabas bien. - Contesto William desperezándose.

- ¿En qué momento pudiste hacer eso…? -pregunto Iliana intrigada. ¿Acaso esperabas que sucediera esto? Dijo divertida.

-Qué le vamos a hacer, mi misión es velar por tu bien. - Contesto. - ¿Porque no vuelves a la cama con tu esposo? - dijo tirando de ella. ¿Sigues pensando igual esta mañana?

Iliana reía.

- ¡No! Basta. - Siguió. - Debo volver. El pequeño me añora y se pondrá insoportable con todo el mundo. Las manos quietas capitán. Os ruego me liberéis. Piedad. Tengo unas obligaciones que atender -Dijo ya bajo su cuerpo.

-Está bien si ese es vuestro deseo. -Contesto William besándose el cuello. - Pero va a tener que acostumbrarse ese pequeño. He cruzado océanos para encontraros y no os pienso dejar ir. Además, hace un tiempo que tenemos una conversación pendiente -Concluyo besándola en los labios.

Iliana sucumbió y cedió toda resistencia.

Seguramente El pequeño estaría en buenas manos unas horas más...

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