Amen
Pasaron días sumidos en silencio. Habían enviado noticias a Alexander mediante un mensajero.

Este les contesto que las carreteras seguían cortadas, pero en cuanto pudiera se reuniría con ellos, y traería una cuadrilla de hombres para arreglar los destrozos en la propiedad.

Intentaron pedir ayuda a gente del pueblo, pero todos tenían bastante tarea con lo suyo. La tormenta no había perdonado a nadie, todas las propiedades habían sufrido daños.

Como pudieron las mujeres de la casa tomaron las riendas, y fueron reparando cuanto pudieron.

Taparon las ventanas rotas, cortaron las ramas de los árboles caídos. Volvieron a montar las cercas de los animales y salieron en busca de sus moradores, que en su mayoría habían huido despavoridos.

William hubiera querido echarle una mano, pero lo cierto es que no les podía ser de mucha ayuda.

Después del golpe, las heridas habían resultado más graves de lo que parecía.

En el fulgor de la tormenta no lo había notado, pero ahora en frío, podí
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