-Tengo que ir a la casa -dijo William a su esposa esa tarde. -Hace mucho que no voy y seguro que tendré que ponerme al día.-Quiero ir contigo -dijo Iliana de inmediato.- ¿Estás segura?, puede rememorarte malos momentos, quizás debieras esperar un poco más.-William no puedes mantenerme bajo una cúpula de cristal. Octavia y Diana van casi a diario a rendir homenaje a Anna, ya es hora de que yo también lo haga - sentenció. -Además no voy a dejar que ese bastardo marque nuestra existencia. Quiero tener hermosos recuerdos en el que posiblemente será nuestro hogar.- ¿Estás segura? -Nunca he estado más segura -dijo tirándole del brazo. Los trabajos habían seguido a pesar del incidente, y la casa se veía mucho más hermosa. Eso fue un alivio, porque a pesar de su insistencia, Iliana no había calculado la ansiedad que le produjo volver. Intento lo mejor que pudo poner buena cara para no mortificar a su esposo.Fueron hasta la colina donde John había decidido que descansará su amad
Iliana sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Su hermana estaba viva. Viva. La fecha y el contenido de la carta no dejaban lugar a dudas. Estaba viva y había conocido a William. William le había mentido. ¿Por qué? ¿Qué significaba todo ello? ¿Cómo podía haberle mentido? ¿Haberla alejado de su hermana? ¿Por qué habría querido provocarle ese dolor conscientemente? ... Iliana volvió a leer la carta por lo menos dos veces más hasta qué rompió en llanto.Así la encontró William, rota entre lágrimas en el salón. Se apresuró hacía ella y se arrodilló a su lado.-Ya sabía que no era buena idea venir aquí- dijo. -Maldita sea Iliana. Vamos, venderemos está maldita casa si te produce tal congoja. La quemarse si me lo pides.-No es esto -dijo Iliana entre sollozos tendiéndole la carta a William.Este ni siquiera acabo de leerla, al primer párrafo supo de qué se trataba, y lo que ello significaba. -Iliana yo…. empezóNo pudo acabar la frase, Iliana se plantó de un salto fren
La noche había sido larga y el capitán Adams sólo deseaba una cosa: Dormir hasta la salida del barco al día siguiente. La contienda había sido larga y Adams llevaba ya muchos meses fuera de su hogar, más que volver a casa, lo que anhelaba más que nada en el mundo era alejarse de las costas francesa de una vez por todas. Las cosas seguían complicadas entre los dos países, pero esa era una batalla que dejaría para el siguiente ejército. Él había cumplido sobradamente con su deber y ahora deseaba saborear su merecido descanso. Sabía la importancia de comulgar con sus hombres, tras tantos meses de penurias lejos del hogar. Esos eran los pequeños detalles, que hacían que su tropa, se lanzará a la batalla sin dudarlo a su voz de mando. El lazo de unión que los convertía en hermanos en el campo de batalla. Las canciones familiares al calor de la chimenea, regadas con vino francés, que él no apreciaba tanto como un buen whisky. En un burdel de puerto francés, donde sus hombres habían dec
Iliana Barnes El capataz había llegado hacia tres meses. Al principio Iliana no le había prestado mucha atención, ella nunca prestaba atención a las cosas de la plantación. Para ella era un lugar sórdido, lleno de bullicio y gentes extrañas de costumbres sórdidas, tan diferente al lugar donde ella nació y todo lo que conocía. Jamás entendió porque su padre había mandado a buscarlas tras la muerte de su madre y vender todas las propiedades en Inglaterra. Ella y su hermana Susana habían tenido que déjalo todo, para cruzar medio mundo hasta Jamaica, porque su padre pensó que sería buena idea que encontraran marido allí, y así afianzar el imperio que él había creado hacia años financiado con el dinero de su esposa inglesa. Lo odio apenas llegaron. El clima, el olor, las gentes…. Su padre era un hombre duro y frio, con el que apenas habían tenido contacto. En cuanto su esposa heredo la fortuna familiar, el las dejo atrás para dilapidar esa fortuna en sus negocios jamaicanos. Aunque
El Capitán Adams. William Adams, provenía de una familia de antiguo linaje. Sus padres Anabel y Alexander Adams formaron uno de los matrimonios por conveniencia más fructífero de toda Inglaterra. La familia de su madre estaba emparentada con la nobleza, y su padre era uno de los lores con más futuro de Londres. Huérfano, heredero de la riqueza de una tía soltera que se hizo cargo de su educación y su ascensión social. Los dos eran jóvenes, ricos y guapos. El matrimonio sin embargo nunca fue feliz. Al poco tiempo quedó claro que cada uno de ellos tenía diferentes prioridades y pasiones. La señora Adams, prefería la compañía de sus damas de la corte que le traían todo tipo de chismes de la capital en esos tiempos de vorágine política. Y adoraba su propiedad en la campiña. Su esposo en cambio rápidamente instaló sus cuarteles en la capital, donde no sólo la política ocupaba su tiempo. Mujeriego empedernido, se le atribuían incontables amantes y un número indeterminado de hijos
Iliana estuvo estirada en la cama durante horas paralizada sin saber qué hacer. No conocía a nadie, ni siquiera estaba en su país. No podía salir de la taberna sin saldar su deuda, y si lo pudiera hacer… ¿acaso estaría más segura en la calle? Una mujer sola. Parecía que se le cortaba la respiración a cada instante. Oyó unos golpes en la puerta. - ¿Quién es? -pregunto. -Soy yo pajarillo. -Dijo una voz femenina. La puerta se abrió, y apareció la mujer que recordaba en sus fiebres. -Te traje un poco de pan y embutido, para recobrar fuerzas después del disgusto. Esta vida es una perra. -Dijo sentándose a su lado en la cama. Olía a sudor y alcohol - El jefe está furioso. Empieza a temer que no fuiste la única engañada en esta historia, y que no va a ver sus beneficios. Por lo menos no en monedas, si sabes a lo que me refiero. -Dijo guiñándole el ojo. Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Iliana. Tenía tanto miedo. -Vamos pajarillo. No llores, pregúntale a cualqui
El capitán salió discretamente del local un par de horas después. Se había aseado y recompuesto su uniforme. Se dirigió a los muelles donde los soldados se agolpaban azarosamente. Cargaban sus caballos, las armas, las tiendas, y una cantidad indecente de vino francés. Todos debían hacer cola y mostrar su documentación, para evitar que cualquier infiltrado francés se colará entre las filas y llegará a Inglaterra intentando boicotear la paz. Algunos intentaban subir al barco a amores surgidos en tierra hostil, pero las órdenes eran inquebrantables. Sólo ingleses podían subir al bordo. Hubo pequeños altercados, y algunas escenas desgarradoras. Debido a la demanda, se adecuo una fila para atender peticiones especiales, y no frenar así el embarque de la tropa. Allí volvió a verla. Estaba pálida, discutiendo nerviosamente con un soldado que se ocupaba del embarque. Suplicaba al hombre que la dejará subir al barco, pero con la mirada de quien ya sabe su batalla perdida, y se rinde
Hubo lágrimas y vítores en la salida del barco que devolvía a los soldados a casa. Algunas mujeres se quedaron en el muelle, hasta que el barco ya sólo era un punto en el horizonte, llorando a su amor perdido, o sus promesas de una vida mejor. El sol se estaba poniendo, y el puerto estaba tranquilo. Una hermosa luz bañaba el mar y se podía ver algunos peces jugando en las estelas de los barcos. Iliana aprovechó para respirar hondo y tranquilizarse. Pasaría la noche en el almacén. Al ser militar nadie la molestaría allí, y ya la habían visto entrar con el capitán, así que su presencia no extrañaría. Al menos eso esperaba. Ya había anochecido, cuando Iliana se acomodó sobre los sacos de trigo del almacén. Hasta el momento había tenido suerte y nadie la había importunado en su escondite. Sabía que la noche seria larga, y que seguramente no conseguiría dormir. Pero si tenía suerte, al día siguiente podría volver a intentar embarcar. Oyó un ruido que la sobresalto. Estaba muy oscu