La pena

El capitán William salió lo más rápido que pudo en cuanto recibió el despacho que le explicaba lo acontecido en su hogar.

A pesar de que el mensajero le aseguro que su esposa no había sufrido daño alguno, William no estaría tranquilo hasta que lo viera con sus propios ojos.

Jamás había hecho el recorrido tan rápido. Alexander le seguía con un carruaje, pero él quiso ir con su propio caballo seguro de que ganaría tiempo.

Llegó al anochecer.

Dejó su caballo tirado en la a entrada, y se precipitó escaleras arriba hacia su habitación donde supuso estaría Iliana.

Entró en tromba provocándole un sobresalto.

-Iliana- dijo abalanzándose sobre ella.

-Estoy bien -dijo ella enseguida. -No te preocupes, estoy bien querido.

William la había cogido en sus brazos y la besaba apresurado. Luego la miro a los ojos con los suyos en lágrimas.

-Estoy bien, de veras. Todo ha pasado -trataba de reconfortarlo.

-No sé qué hubiera hecho si te ocurre algo. -Dijo él. -No debería haberme ido.

-No seas ridículo
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