John había conseguido convencer a Iliana de un breve encuentro con William, no sin dificultad. Ella no quería ni oír habla de la posibilidad de volver a verse, tras el fortuito encuentro en la calle Iliana había estado sin dormir durante días, no podía comer, no podía dejar de pensar en William, estaba perdida y luchaba contra el deseo de ir a su encuentro a pesar de que ya habían pasado dos años. Le había costado mucho superarlo, para ponerlo todo en peligro otra vez. William le había hecho muchísimo daño gratuitamente y no quería volverle a dar oportunidad de ello otra vez. Pero recibir noticias de Jamaica fue clave para que cediera. Había intentado comunicarse con su hermana en estos dos años en vano, y las noticias escuetas que llegaban de la isla eran desoladoras. Quizás el capitán tuviera noticias sobre su familia. Accedió a encontrarse con el capitán en un parque al final de la tarde, en su hora libre. Le pareció que un lugar público ambos evitarían cualquier ef
Carrigan se avanzó hacia ella dispuesto a cogerla por el brazo, a la vez que otros hombres parecían querer cortarle el paso por si huía. Se sintió perdida y apuntó de perder el sentido. Dio un paso hacia atrás cuando sitio un brazo alrededor de su talla. - ¿Todo bien querida? Dijo la voz de William. -Te estaba buscando. Iliana pegó la espalda a su cuerpo mientras cogía la mano en su cintura con fuerza. -Sí, querido- dijo intentando recuperar el aliento. - Estos caballeros se habían ofrecido a acompañarme. Permíteme que te presente a un viejo amigo, el señor Carrigan. El antiguo capataz de mi padre. El capitán Adams, mi esposo señor Carrigan. - Sentencio recuperando sus fuerzas. Aun así, su miedo no desapareció del todo, ahora temía que los cuatro hombres pudieran lastimar a William por su culpa. William la atrajo aún más contra sí. Luego le tendió la mano al capataz. -Le agradezco mucho la molestia- dijo apretando su mano con toda la fuerza que le fue posible. -Pero y
El señor Jason fue de lo más comprensivo, cuando Iliana le descubrió su verdadera identidad. A pesar de reprocharle un poco el hecho que no le hubiera dicho que era una mujer casada. Era consciente de la gran ayuda que Iliana había sido para su nieto y su familia. Su hijo le había informado que había contraído nuevas nupcias, y que pronto volvería a casa para ocuparse de su hijo. El señor Jason e Iliana acordaron que se quedaría en Londres hasta que llegarán. William decidió quedarse también en Londres hasta que todo estuviera listo. Tampoco les vendría mal pasar un tiempo juntos. Solos. Una luna de miel que no tuvieron. Empezar de nuevo. Esta vez de verdad. Aprovecharon el tiempo juntos para pasear y charlar. Cuando Iliana no debía estar con el pequeño, acudían al teatro o a algunos eventos sociales donde William presentaba a su esposa. Fueron semanas maravillosas para la pareja. Pasaban el día mirándose, robándose caricias discretas y durante las noches en las que Ilia
Había estado lloviendo durante días. Parecía que el sol no quisiera volver a salir jamás. Alexander había ido a Londres por asuntos y no podía regresar porque las carreteras estaban cortadas. La propiedad era un auténtico lodazal. Todos los hombres que trabajaban con ellos habían salido al pueblo pues eran días festivos. Nadie pensó que la temporal ira a más y habían quedado atrapados en sus casas. William y Kilian intentaban como podían mantener el orden, pero era duro para dos hombres solos hacer frente a todo el caos que se abatía sobre la propiedad. Los animales, los postigos que volaban, los árboles caídos, la reserva anegada. Iliana y Anna se arremangaron para ayudar, pero aun así parecía no acabar nunca. Y la tormenta no hacía más que empeorar. -Necesitamos saber cómo está el río más abajo. Si se desborda tendremos que sacar a los animales de las cuadras -dijo William en la cocina donde todos se habían reunido. - Bajaré un momento a inspeccionarlo. - ¿Con esta tor
Pasaron días sumidos en silencio. Habían enviado noticias a Alexander mediante un mensajero. Este les contesto que las carreteras seguían cortadas, pero en cuanto pudiera se reuniría con ellos, y traería una cuadrilla de hombres para arreglar los destrozos en la propiedad. Intentaron pedir ayuda a gente del pueblo, pero todos tenían bastante tarea con lo suyo. La tormenta no había perdonado a nadie, todas las propiedades habían sufrido daños. Como pudieron las mujeres de la casa tomaron las riendas, y fueron reparando cuanto pudieron. Taparon las ventanas rotas, cortaron las ramas de los árboles caídos. Volvieron a montar las cercas de los animales y salieron en busca de sus moradores, que en su mayoría habían huido despavoridos. William hubiera querido echarle una mano, pero lo cierto es que no les podía ser de mucha ayuda. Después del golpe, las heridas habían resultado más graves de lo que parecía. En el fulgor de la tormenta no lo había notado, pero ahora en frío, podí
Los trabajos avanzaban rápidamente. El clima inglés por su parte parecía querer darles una tregua y el sol brilló cada día. Todos estaban muy atareados con todas las reparaciones, la organización… Alexander en buen jefe de familia daba órdenes sin parar. Era agradable tener tanta tarea para así olvidar los terribles acontecimientos ocurridos. Alexander tenía razón, en apenas unas semanas la finca lucia aún más esplendida que antes. Había un montón de nuevos animales y ya solo algunos árboles talados recordaban la temida tormenta. Iliana y William se encontraban por las noches exhaustos para caer uno en los brazos del otro olvidando el mundo y dando rienda libre a su amor. Estaban en una dulce monotonía de caricias aprendidas, de calor tierno, sexo suave y lento. Pasaban horas hablando de lo que querían hacer en un futuro. De los viajes que harían. Quizás intentar encontrar a los parientes maternos de Iliana. - Lo que sea, pero no en barco -reía Iliana. -Esta mañana m
Iliana había insistido en acompañar a su esposo al pueblo para los trámites. Todo estaba en orden y bien redactado, así que la firma fue una mera formalidad. El señor Mc Konan parecía aliviado de sacarse el tema de encima. Le entregó a la pareja la documentación, una alcancía con el dinero en metálico y las llaves de la propiedad.Iliana había convencido a William para visitar la propiedad ese mismo día. No le parecía sano posponer más tiempo ese momento. Fuera la que fuera, la sensación que eso pudiera provocarle era mejor enfrentarse a ello. Llegaron a media mañana. El ama de llaves según les informó Konan, había marchado a su localidad, con unos pequeños ahorros que el señor Walden le dejó en herencia por su lealtad. Así que no habría nadie en la propiedad para recibirlos. La luz se filtraba entre los árboles y la casa adquiría cierto aire romántico, a pesar de su innegable abandono.La puerta cedió inmediatamente a la llave. El silencio era atronador. Todo parecía p
En los días siguientes, la tensión podía palparse en el aire. Alexander evitó todo lo que pudo las comidas en familia. Diana andaba errante, tras que su esposo le hiciera partícipe de su decisión de instalarlas en Londres. Ella ya se había acostumbrado a la campiña, al menos aquí no era testigo de los líos de su esposo. Por lo menos cuando él estaba aquí era todo suyo. Las niñas tampoco parecían tomarse muy bien su partida, y estaban muy irritables. Anna estaba feliz por su futuro matrimonio, pero no podía evitar sentir algo nostalgia ante la separación de sus niñas. Y se sentía algo culpable.Iliana y el capitán pasaban el tiempo entre las dos propiedades. Primero hicieron inventario de todas las posesiones del señor Walden. William se mostraba implacable, y se deshacía de todas las cartas, diarios y cuadros del difunto. Pero Iliana tomó la iniciativa de guardar alguno de los documentos, segura de que cuando las cosas se calmaran, quizás su esposo se sentiría con fuerzas para