capítulo 15

Habían pasado dos años desde que partió hacia su nuevo destino. Las cosas se habían calmado en la isla.

Se requería su presencia de nuevo en Inglaterra, para formar a los próximos soldados que partirían hacia Jamaica. Ahora que él conocía la isla, era el mejor candidato para el puesto.

Cuando le propusieron varios destinos tras su reincorporación al ejército, estaba decidido a escoger la más lejana.

Jamaica fue una decisión clara, aunque alejarse quizás no fue la única razón de su destino. Quizás....

El barco atraco en el puerto tras dos meses de trayecto. Todos se apresuraron para bajar a tierra.

El capitán William Adams, no tenía tanta prisa.

Decidió que pasaría unos días en Londres antes de volver a su casa.

Alexander no estaba en la capital, así que estaría tranquilo. Para volver a acostumbrarse y hacerse a la idea de estar de vuelta.

Decidió que pernoctaría en una posada, y no hacer uso de la propiedad de Londres. Cuanto más tarde supieran de su llegada mejor.

Hubiera preferido volver a embarcar inmediatamente. Todo le traía malos recuerdo y nostalgia.

Los días tras la partida de Iliana fueron demoledores. Fue como si se la hubiera tragado la tierra.

Estaba tan preocupado porque algo pudiera sucederle. No podía dormir y le pareció que iba a perder la razón como su hermana Octavia.

La casa se sumió en un silencio abrumador. Nadie se atrevía a decir nada. Todos creyeron la historia del esposo abandonado.

Todos a excepción de John. Él también se refugió en el silencio.

El día que William le había encontrado en la posada, John le había reprochado que su soberbia hubiera alejado irremediablemente a Iliana.

¿Para qué llevarla hasta ahí si era para tratarla de este modo?

William encajó los reproches sin defenderse. Ni siquiera intentó justificarse contándole lo que había descubierto sobre su pasado.

John volvió a la casa, tan solo para recoger sus pertenencias. William tampoco intentó detenerlo. Estaba demasiado hundido en su dolor. Simplemente vio como después de tantos años juntos, la vida de los dos amigos se separaba.

Todo quedo desolado en su mundo.

Volver a la batalla fue lo único que pudo pensar...

William había agotado su escondite londinense, y se rindió ante la evidencia de que tenía que volver a casa a ver a su familia.

Nada parecía cambiar.

La campiña inglesa lo recibía con su verdor insolente.

Hubiera podido recorrer los últimos kilómetros con los ojos cerrados. Guiado tan solo por los sonidos de los árboles y los arroyos que conocía tan bien.

Cuando llegó a la propiedad, todo estaba exactamente igual. Como si el tiempo se hubiera parado el día que se fue.

No había nadie para recibirlo está vez. Sólo un caballerizo fue a su encuentro cuando lo vio llegar.

-Buenos días capitán. - Le dijo familiarmente.

- ¡Cielo santo Kilian ¡- Exclamó. -Como habéis crecido.

Era el nieto de Mildred la cocinera. El sí que había cambiado en estos dos años. Parecía haber dejado al niño en algún rincón del pasado. Era un muchacho apuesto, de buen porte. Rubio de ojos azules, si no hubiera sido por sus ropas algo roídas hubiera pasado perfectamente por un lord.

- ¿Le guardo su caballo señor? -Pregunto cortésmente.

-Si gracias. ¿Pero cómo estás? - le pregunto - ¿Cómo están tu madre y tú abuela? -Dijo interesándose.

-Todos bien señor. La señorita Octavia también señor. He velado por ella como usted me ordenó.

-Me alegra oír eso Kilian. Te lo agradezco. Después deberíamos reunirnos y me pones al día de todo.

-Será un placer señor -dijo el muchacho alejándose con el caballo. -Me alegro de que este de vuelta – concluyo sincero.

William encontró a Diana en el salón principal arreglando un ramo de flores. Una vez pasada la sorpresa está corrió a abrazarlo, olvidando totalmente sus modales.

-William por el amor de Dios. Porque no habéis avisado de vuestra llegada. Octavia se va a poner muy feliz. Alexander está de viaje, pero regresa esta noche. Él también se va a alegrar mucho. - Hablaba Diana sin parar.

-Yo también me alegro de veros. -Contesto

Su cuñada, tampoco había cambiado mucho en estos dos años. Quizás la veía más risueña. Parecía feliz. Tranquila.

-Tenemos que ir a ver a las niñas. Se van a poner muy contentas- seguía hablando.

-Si no os importa subiré primero a dejar mi equipaje en la habitación -dijo William.

- ¿No preferirías que os acomodarnos en otra estancia? - Pregunto su cuñada cambiando de semblante.

-No, tranquila querida. Siempre me gustó esa habitación. No es molestia. -Contesto.

Cuando llegó a la habitación, una de las sirvientas salía de la misma apresuradamente. La cama estaba recién hecha, las ventanas abiertas, los baldes con agua limpia y un ramo de flores frescas en el despacho. No sabía en qué momento Diana había ordenado al servicio que lo hiciera. Era realmente una perfecta señora de la casa. Sonrió mientras dejaba su equipaje sobre la cama.

Aquí también todo parecía estar exactamente en el mismo lugar. Se paseó por las estancias observándole todo. Al llegar al despacho abrió el cajón de este. Ahí estaba, la carta que su madre le dejó. La acaricio con el dedo y volvió a cerrar el cajón.

No quería volver a ese lugar tan doloroso.

Se guio por las risas de las niñas hasta dar con ellas en la sala de juegos.

Cuando Octavia lo vio entrar se abalanzó sobre el cómo era su costumbre, y lo abrazo efusivamente. Las dos niñas mayores siguieron el ejemplo de su tía y se abalanzaron sobre él. No así la pequeña que lo miraba desconfiada detrás de las faldas de su madre.

-Hola Octavia. Querida. No esperaba encontrarte aquí. - Dijo William sorprendido.

-Octavia ha estado ayudándome con las niñas -dijo Diana a modo de explicación. -Tres es complicado. Así que cada día Octavia les da clases de pintura. Salimos al parque, damos de comer a los patos….

-Me alegra oír eso- dijo mientras Octavia y las niñas se apoderaban de él y lo obligaban a ir a jugar con ellas.

-Debo agradeceros, la inmensa mejora de Octavia - dijo William a su cuñada mientras tomaban el té.

-Había mejorado tanto antes de la partida de… -hizo una pausa incómoda. -Bueno no podía dejar que volviera a encerrarse en su cuarto. -Continuó. -Además realmente ha sido de gran ayuda y compañía, ahora que vuestro hermano pasa cada vez menos tiempo aquí.

- ¿Y vos como estáis? -Pregunto William con cierta indiscreción.

-Bueno…. supongo que a mi manera me he acostumbrado a este lugar. He encontrado mi equilibrio y estoy feliz con mis hijas. Vuestro hermano parece haber asimilado que no pude darle un heredero. Por lo menos no yo…. -Dijo mirando tristemente su taza.

-Bueno, sea como sea, todo parece haber encontrado su ritmo. Espero que ahora que estáis aquí encontréis vuestro camino otra vez. Pero ya está bien. Contarme de vuestros viajes. ¿Cómo es Jamaica?

Siguieron hablando amenamente de lo acontecido en los últimos dos años. William disfrutó mucho de la compañía de Diana esa tarde.

Alargaron la discusión hasta la cena a la que se unieron Octavia y las niñas infringiendo las normas un poquito.

Todo era verborrea y risas cuando Alexander irrumpió en la casa. Las niñas corrieron hacia el casi tirándolo al suelo.

-Vaya recibimiento. - Dijo Alexander.

Se dirigió hacia su hermano y ambos se fundieron en un abrazo sincero.

Siguieron el resto de la noche de cháchara. Era día de fiesta. Tampoco había ido tan mal, pensó William antes de dormirse.

Hasta su hermano por un momento parecía otra persona.

A la mañana siguiente, bajo a desayunar. Y encontró a Alexander en su despacho atareado con sus documentos.

-Muy buenos días, Willy -dijo sonriendo burlonamente. - ¿Qué tal dormiste? Debe ser todo un cambio después de dos años en campaña. -Ya volvía a ser el viejo Alexander

-Así es. - ¿Aunque en Jamaica también hay camas sabes? - Contesto irónicamente.

-No sé qué diablos te llevo a cruzar un océano para irte a esa isla tan remota. - Dijo Alexander. -Bueno si lo sé. Esperabas encontrar a la esposa que tan vilmente te abandono. Dios sabe que intente disuadirte. Espero que no la encontraras. Y que hayas recuperado el juicio. Tu lugar está aquí con tu familia y tus amigos. Y Hablando de amigos - dijo recordando algo. - Esta carta llegó para ti hace mucho tiempo. Es de John. Como no sabía dónde enviarla pensé que te la entregaría a tu vuelta. Espero que no fuera algo de vida o muerte. -Le dijo entregándole una carta que sacó de un cajón. -Y ahora cuéntame más de Jamaica.

William repitió las aventuras que había compartido ya con su cuñada, y alguna que otra más subida de tono que sabía que Alexander disfrutaría y que ciertamente no compartió con Diana. Después salió con su hermano a ver la finca y los cambios acontecidos en estos dos años.

Era tarde cuando volvió a su habitación. Estaba exhausto.

Al quitarse la chaqueta, noto en el bolsillo la carta de John que le había entregado Alexander. Ya casi la había olvidado.

Se tumbó en la cama y se dispuso a leerla.

Ojalá no sean noticias de vida o muerte había dicho su hermano. Ojalá no sea así pensó. No había vuelto a tener noticias de su amigo en todo este tiempo y lo echaba en falta.

La carta estaba fechada hacía más de un año, en Londres...

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