Capítulo 9 y 10

CAPITULO 9 Y 10

Londres era todo bullicio, hacían parada ahí unas horas antes de partir hacia la campiña.

Era tan maravilloso estar de vuelta al hogar, a pesar de la incertidumbre de que le depararía el futuro Iliana se sintió feliz.

Busco una oficina de correos y escribió una escueta carta a su hermana simplemente para decirle que había llegado bien y que apenas estuviera instalada le haría llegar noticias suyas, no le explico nada más, no quería angustiarla y tampoco sabía si esta misiva llegaría nunca a sus manos. Apretó la carta contra si pecho y se la dio al cartero.

Aprovecharon para comprar unos presentes para la familia antes de la salida de la diligencia. William sabía que las dos primeras hijas de su hermano eran mujeres, pero ignoraba aún que le había deparado el tercero. Iliana le ayudo a escoger unas cintas de colores para las dos primeras, y le recomendó para el tercero, un hermoso cubre cuna que tanto podía ser para varón como para mujer. Para su cuñada compraron unos bonitos pendientes de perlas grises, y para Octavia una preciosa caja de madera tallada que contenía una increíble gama de lápices de colores.

No se olvidó de Mildred y su hija por sus inestimables servicios. Para ellas escogieron dos pequeños frascos de perfume, y para el muchacho que velaba de Octavia una caja de madera para guardar tabaco, ya debía ser todo un jovencito pensó William. Para su hermano llevaba una caja del mejor vino francés, y un surtido de cigarros de las islas.

Durante el viaje William estuvo describiendo a Iliana los miembros de su familia, para que llegará lo más preparada posible y se sintiera cómoda. Aunque su padre ya no estaba. Todos estarían más cómodos así. Casi se sitio culpable por ese pensamiento.

******

Llegaron al camino principal de la propiedad cuando el sol empezaba a ponerse.

Era realmente majestuosa. Iliana había vivido en una propiedad grande y hermosa, pero nada que ver con esta, era realmente un palacio.

Todo hecho de columnas de mármol y enormes ventanales rodeados de vegetación. Todo estaba iluminado, porque estaba anocheciendo, incluso la avenida estaba iluminada para recibirlos.

Tras un camino empedrado que parecía interminable todo rodeado de arcos poblados de rosales frondosas, llegaron a la entrada.

En la puerta estaban todo el servicio de punta en blanco, así como Alexander, su esposa y tres criaturas pulcramente colocadas por estatura.

William bajo el primero y ayudó a Iliana a descender por la escalerilla. Por último, bajo John

-Bienvenido- dijo Alexander dándole un abrazo, más formal que cariñoso a su hermano. -Recibí tu despacho justo ayer. No hemos tenido demasiado tiempo para adecuar todo, pero ya se hará mejor, me alegra que hayáis llegado bien.

Iliana se preguntó en qué momento William había escrito a su hermano, pero se alegró de que hubiera allanado el camino antes de soltar la bomba de su matrimonio en la misma puerta de su casa.

-Alexander -dijo formalmente William- Te presento a mi esposa Iliana Barnes. Iliana Adams ahora.

-Un placer querida -dijo Alexander haciéndole una reverencia y basándome la mano. -Tengo que reconocer que no lo creí hasta que la vi descender de la diligencia. Cuando lo leí en el despacho de Willy pensé que era una de sus bromas de mal gusto. Pero veo que mi hermano tiene todo menos mal gusto - dijo en un comentario salido de tono.

Como siempre que la cosa se ponía tensa John salió al paso.

-Así que este es el hermano mayor que atormentaba a mi compañero y al que tengo que desafiar en duelo. -Dijo en tono cómico. -John…. A sus servicios

-Alexander Adams, - retoco el tendiéndole la mano. -Si su fama es la mitad de cierta de lo que contaba Willy en sus cartas a nuestra madre, creo que me abstendré de batirme en duelo con vos.

-Willy -dijo John divertido. - Podría acostumbrarme a llamaros así capitán.

-Si lo haces deberás batirte en duelo conmigo -dijo William.

-Bueno pasad venid a ver el resto de la familia - ordenó Alexander. – Diana, Querida ven a conocer a tu nueva cuñada, está parece algo más cuerda. - Dijo con una sonrisa malévola.

William respiró hondo.

En lo alto de la escalera estaba su cuñada, le costó reconocerla, había perdido todo su brío de juventud, y en su lugar había ganado unos treinta kilos y una mueca de tristeza.

A su lado por orden debía ser Charlotte, su hermanita a la que no había visto y por último su otra hermanita a la que tampoco conocía. El destino había decidido no dar hijos varones a su hermano. Hubiera sonreído gustoso, pero recordó lo que su madre decía: no se debe reír de la desgracia ajena. Aun así, se alegró. Interiormente claro. Alexander no tenía heredero.

Una vez hechas las presentaciones, y saludados todos los sirvientes. Se dispusieron a entrar en la casa.

Iliana aprovechó para dar último vistazo al exterior de la casa para a admirarla en todo su esplendor y entonces la vio. Una figura de mujer los observaba desde uno de los ventanales laterales, al cruzar su mirada, la figura desapareció tras las cortinas.

-Vamos querida- la llamo William.

Realmente debía acostumbrarse a que el capitán la llamará querida. La había llamado Madeimoselle, mi lady, incluso la había tuteado, pero querida se le hacía incómodo y le recordaba el alcance de la farsa.

Se preguntaba si había sido una buena idea venir.

******

Cenarían en el gran salón, para darle la bienvenida a la nueva señora de la casa. Cada vez que Iliana oía un comentario así podía sentir un nudo en el estómago y como se le encendían las orejas.

Todas aquellas galerías llenas de retratos familiares, cuyos ojos parecían estar mirándola, sabiendo su oscuro secreto. Se sentía una impostora diabólica. En esos momentos no se atrevía a mirar a William por miedo a ser descubierta, así que se refugiaba en la mirada cómplice de la única persona que conocía su secreto.

John siempre estaba atento con la mirada y la sonrisa tranquilizadora.

Durante la cena de hecho, fue el que monopolizo la conversación, cosa que la pareja agradeció ya que no querían enfrentarse a un interrogatorio. Aun así, Iliana tuvo que explicar de dónde provenía y optó por no mentir.

Explicó su infancia en Inglaterra, su plantación en Jamaica, obviando claramente, la fuga con el capataz y su caída en desgracia. Aquí el capitán contó su parte de la historia, en la cual Iliana, que volvía a visitar a un familiar fue asaltada durante el viaje. Convenientemente el capitán la salvo. Y la cuido hasta que se recuperó de su desventura. Se enamoraron perdidamente. Fin de la historia.

-Cruzar la mar sola, sin dama de compañía. ¿Su padre se prestó a eso? -Dijo Alexander pensativo - extraño pero valiente - dijo en un tono de incredulidad que incómodo a Iliana.

- ¿Y su familiar? -Pregunto la esposa de Alexander que no había hablado en toda la velada.

- ¿Perdón? - Dijo Iliana en un respingo

-Su familiar, el que iba a visitar, ¿no se extrañó de no verla llegar...? -Continuó preguntando Diana.

- ¡Murió! - Exclamó John interrumpiendo - Un viaje terrible si no es por la historia de amor final. Mejor no hablar de ello -Opino. - John fingía estar borracho para que su salida de tono fuera plausible.

Iliana estuvo tentada de salir corriendo. Esta vez sí se refugió en los verdes ojos del capitán.

- ¿Qué le parece este vino francés mi querido Alexander? -Siguió John subiendo el tono de voz.

-Sobrevalorado - sentenció este ofuscado por su comportamiento.

Antes de los postres Diana pretexto una indisposición para ausentarse como hacia siempre. No sin antes indicar al servicio que tomaría los postres en su recámara.

Siguieron hablando de futilidades hasta que Alexander dejó claro que él y su hermano, tenían cosas familiares que discutir. Tomarían brandi en el despacho. Solos.

William se propuso para enseñar sus aposentos a su invitado, y acompañar a Iliana a los que compartirían de ahora en adelante.

Tras dejar a John frente a su puerta este se despidió con un:

-Todo irá bien querida, - besándole la mano a Iliana. -Esta era la prueba de fuego. Somos los tres mosqueteros ¡Chachan! - y batió una espada imaginaria en el aire.

-Está bien mosquetero, a dormir. No sé cuánto de ficticio hay en tu embriaguez. -Dijo William empujando a su amigo hacia el interior.

La habitación del capitán y su esposa estaba en la parte opuesta, donde estaban las estancias más grandes.

William abrió la puerta y la dejo pasar primero. Era realmente grande. Estaba formada por tres piezas que se comunicaban. En la primera, una cama con dorsal, en la cual podían fácilmente dormir cuatro personas.

A un lado, otra pieza con un tocador y una bañera de pies en el centro, y al lado opuesto un salón con un sofá y un pequeño escritorio. No había puertas entre ellas, pero eran bastante independientes.

-Como veis no habrá problema para compartir la habitación. Yo dormiré en el despacho -dijo William rompiendo el hielo. - Os dejo acomodaros -dejó la maleta en el suelo. - Procuraré no despertarnos cuando vuelva. Buenas noches querida - dijo sonriéndole maliciosamente.

Cerró la puerta tras de sí.

Iliana miro a su alrededor una vez se quedó sola, por suerte en esta habitación no había retratos que la juzgaran. En su lugar había alguna nature morte, y paisajes de la campiña.

Estaba tan cansada que ya no quería pensar en nada mas esta noche. Se aseo y se fue directamente a dormir. Mañana seria otro día,

*******

-Siento que no pudieras estar en el funeral de nuestro padre. Fue muy hermoso. Se desplazó toda la clase política londinense, realmente un gran hombre.

William discrepaba, pero no quiso entrar en discusiones, sólo quería que esta reunión acabará y retirarse a dormir.

-Una gran pérdida para el gobierno dijeron, - siguió Alexander mirando el fuego melancólico, realmente él había perdido su mentor. Sintió pena por él.

- ¿Lo enterraron junto a madre? - pregunto William

- ¡No! - exclamó Alexander. Le hice levantar un mausoleo en Londres él lo hubiera preferido. Es glorioso le encantaría. Iremos a verlo juntos.

Realmente le importaba poco, si alguien hubiera merecido estar en un mausoleo era su madre, pero siempre fue más discreta.

-Ahora que has vuelto, debemos organizarnos. Podrías quedarte aquí una temporada ya que tu paso por el ejército ha concluido.

-No estoy tan seguro de eso -respondió el capitán. - Pero ya había pensado quedarme una temporada hasta que mi esposa se aclimate. - Dijo siguiendo con el plan.

-Perfecto, tu mujer le será de gran ayuda a Diana, está muy delicada después de nuestra última hija, y necesita reposo antes de que podamos volver a tener un hijo.

Su hermano sólo quería una gallina ponedora pensó William. Pobre criatura.

- Se ha hecho cargo de la casa todo este tiempo le vendrá bien el relevo. Por lo menos hasta que pongas un panecillo en ese horno, si sabes a que me refiero, - comentó jocoso

Su hermano era odioso. Le recordaba tanto a su padre. Pobre infeliz pensó.

-Pero sobre todo quería hablarte de otro asunto. Como hijo mayor, padre me dejó a cargo de todo.Obviamente no te olvido, pero la mayoría de la fortuna la gestionó yo, y la propiedad de la casa es mía. Tú y tu descendencia podéis vivir en ella toda la vida. Creo que jamás pensó que sobrevivirías a tu contienda en Francia. A pesar de ello tienes una pensión vitalicia. La mitad de los beneficios de los negocios familiares y las tierras. Siempre y que contraigas matrimonio. Cosa que ya no debería preocuparte- sonrió. -Si no supiera que jamás leíste el testamento de padre juraría que lo hiciste queriendo. En cuanto recuperes fuerzas partiremos rumbo Londres a firmar los documentos. Y una cosa más : El albacea me dijo que madre dejó unos documentos y unos fondos a tu nombre. A pesar de ser el primogénito, no me dejaron acceso a dichos documentos. Sólo tú tienes derecho a ello.

-Lo sé - confirmo William mirando por la ventana, recordando la última vez que vio a su madre.

-Lo sabías ¿y no pensante en decírmelo? -pregunto Alexander tenso.

-No era importante, fue algo que me dijo antes de morir. Son unos fondos para el cuidado de Octavia y unas cartas.

-Bueno pues irás a recuperarlos, Octavia ha sido costosa.

-Vamos Alexander. -Dijo está vez ofuscado William- lo dejé todo pagado y organizado.

-Bueno tu no estabas, no ha sido fácil, y ciertamente ha sido costoso -le respondió alzando el tono de voz. Cuando estés listo partiremos. Nos sentará bien un tiempo en la capital entre hombres. - Dijo más calmado

William también dudaba de eso.

Aún no había ido a informar de su llegada a Octavia, aunque sabía a ciencia cierta que ya los había visto. Ella nunca solía cenar con ellos. Pensó que quizás la presencia de sus dos acompañantes podría desencadenar una crisis, con ella nunca se sabía y no quiso arriesgarse a estropear la primera noche de Iliana y John. La vería mañana por la mañana.

Abrió la puerta de la habitación lo más silenciosamente posible. Para no despertar a Iliana, aunque fue en vano. La vio sentada en la cama a la luz de las velas mirando por la ventana hacia la oscuridad del jardín.

- ¿Todavía no dormís? - Le pregunto apoyando su brazo contra el marco de la puerta

-Me está costando conciliar el sueño. Quizás es que echo de menos el vaivén del barco. -

Dijo hundiéndose en la almohada

-No creo que podáis echar el vaivén del último día -dijo ladeando la cabeza con mirada traviesa.

-Ojalá pudiera borrar esa imagen de vuestra memoria -contesto ella consternada.

-Hecho, la borro. Pero ahora intentad dormir. Mañana nos espera otro día de presentaciones.

Ella suspiro cerrando los ojos.

Él le apago las velas.

Extrañamente se sentía más segura sabiéndolo en la habitación contigua.

Volvió a abrir los ojos y lo observaba aprovechando la oscuridad

Se dirigió al cuarto de baño. Quería asearse un poco antes de acostarse.

Vertió un poco de agua en un balde y se quitó la camisa. Después mojo una esponja en el agua y se la paso por detrás del cuello.

Iliana pudo oír como emitía un gemido de placer.

Después volvió a enjugar la esponja, la frotó con jabón y empezó a pasársela por el pecho. Iliana quería dejar de mirar, pero protegida por la oscuridad, una fuerza extraña la empujaba a seguir haciéndolo.

Su cuerpo fuerte cubierto de cicatrices, cuya procedencia ahora conocía. Sus brazos musculosos que la habían salvado de caer al suelo, y su pecho que recordaba con olor a mar.

Su cuello en el que había hundido su nariz respirando su sudor.

Se avergonzaba de ella misma, pero no podía dejar de pensar en ello.

Cuando el capitán comenzó a pasar la esponja por su barriga ella se tensó aún más, y cuando su mano desapareció dentro de su pantalón, se dio la vuelta y cerró los ojos.

Pudo oír como caían los pantalones al suelo y como se vaciaba el balde entero sobre el cuerpo, intentando silenciar su reacción al agua helada. Lo vio por último pasar a contraluz, la cintura apenas envuelta por una toalla. Jamás pensó que un hombre pudiera ser hermoso.

Se durmió con el olor a jabón que el capitán había dejado tras de sí.

La noche fue inquieta. Iliana se despertó un par de veces sobresaltada, segura que alguien la observaba en la oscuridad.

En las casas desconocidas, todos los sonidos parecen fantasmas recordó que le decía su madre cuando era pequeña y tenía pesadillas.

Consiguió volver dormirse, aunque no fue un sueño muy reparador.

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