Emma
—Y, ¿yo qué debo hacer? ¿Me voy o me quedo? Supongo quieres que te deje sola con Aiden, ¿verdad, Emma? —levantó las cejas. Yo me mordí el labio con nerviosismo.
—Quizá sea mejor que te vayas. Digo, yo no quiero echarte de mi casa, eres mi prima, pero el chico que me gusta viene a verme porque dijo que me necesita. Dudo que sea bueno que hagas el mal tercio entre nosotros. Vas a incomodarnos.
No es que Aiden fuera a venir para besarse conmigo, pero me preguntó, hace exactamente unos veinte minutos, si podía venir a mi casa con los chicos. Según expresó en el mensaje algo había pasado y necesitaba hablar con alguna persona porque la situación en su casa estaba consumiéndolo. Pude imaginarme lo que estaba pasando, seguramente más problemas con su madre por el embarazo, así que, por más nerviosa que me encontr
EmmaLa boca de Aiden se acoplaba perfectamente a la mía. No iba a decir que era como si nuestros labios fueron hechos para tal, porque me parecía algo demasiado usado y poco original. En sus labios no había picardía, no existía la agresividad y, definitivamente, no estaba la brusquedad. Eran roces y contactos firmes. Eran suaves, dulces, y con un toque de ese sentimiento que jamás pensé que iría a sentir. Esto no era como mi primer beso, ese que él también me dio. Este contacto era diferente porque ahora dejábamos a la vista que algo pasaba. O, tal vez, no a la vista, pero sí le permitíamos al tacto entender los sentimientos.Tomó mi mano y la presionó levemente para atraerme hacia su cuerpo, y luego rodeó mi cintura con ambas. Ese sabor que me inundaba amenazaba con volverme loca, porque cada segundo que pasaba, era peor. Estaba cayendo por
EmmaDi tres golpes en el marco de la puerta del cuarto de mamá. Ella estaba sentada en la cama, leyendo unos papeles que seguro eran de la empresa.—¿Puedo pasar? —le pregunté.Levantó la mirada para verme y asintió con una sonrisa.—Emma, es tu casa, no tienes que pedir permiso —me hizo saber.—Bueno —dije simplemente, nerviosa por lo que iba a hacer.Después de tener una charla seria con Aiden sobre lo que ha estado pasando entre nosotros en las últimas dos ocasiones que él vino a casa, quedamos en que, al tener ambos los mismos sentimientos empezaríamos a tener presente en nuestra mente que nuestro plan de conocernos no solo iría de la manera amistosa.Todavía no podía creer que esto estuviera pasando. Hace unos tres meses atrás Aiden y yo no éramos nada. Ni amigos, ni conocidos. Y
EmmaJusto un momento después de salir del cine de la mano con Aiden, mamá me envió un mensaje preguntándome cómo iba todo, a lo cual yo le respondí que muy bien. La tarde iba de maravilla, la verdad, y cada que me ponía a pensar con detenimiento que él tomaba mi mano con delicadeza pero a la vez también con firmeza, me entraban los calores.Me tomó de la mano por primera vez cuando mirábamos la película. No esperaba que hiciera eso, y creo que no esperarlo hizo del contacto algo más interesante. Esto era tan cursi, tan raro... Antes no me gustaban las cursilerías, y tal vez era porque las veía y no las podía tener, porque ahora todo el romanticismo me agradaba. Y seguía sin creer que esto estuviera pasando.Doblamos por una esquina larga, y al llegar al final cruzamos la calle. Nos encaminábamos a un parque, porque Aiden
AidenCerré la puerta detrás de mí mientras mantenía la mirada de su padre. No quería que pensara que era un tipo que no podía mirarlo a la cara por vergüenza, quería demostrarle que no era un cobarde.Gastón corrió la silla del escritorio y se sentó al mismo tiempo que me señalaba que hiciera lo mismo.—¿Cómo estás, Aiden? —me preguntó. Su tono no era autoritario pero tampoco parecía ser del todo amable.«Un poco incómodo.»—Bien.—Me dijo mi mujer que has estado viniendo seguido a casa. A ella le caes muy bien, dice que eres un buen chico.Sonreí levemente.—Sí —respondí, sintiéndome tonto por no saber qué más agregar.—¿Sabes? Desde el día en que cruzaste la puerta de cas
EmmaCerca de las cinco de la mañana, cuando los invitados empezaban a irse, mamá le dijo a Aiden que sería mejor que con sus hermanos se quedase a dormir en casa porque era demasiado tarde como para irse hasta su hogar. Él se resistió y dijo que no era necesario, que podía tomarse un taxi tranquilamente, pero mamá insistió.—No, Aiden, no quiero que gastes dinero en un taxi. Quédate. Además, se nota que en cualquier momento se largará a llover y no es buena idea andar en coche con la lluvia. Hay más probabilidades de tener un accidente.Si algo noté de mi madre en los últimos tiempos es que empezó a tenerle miedo a ciertas cosas que antes no. A veces era un poco molesto que se preocupara tanto por cosas que no eran tan grandes, pero hoy, en este caso, le agradecía.—Sí, quédate —le pedí al
AidenE: Ya me voy a dormir, Aiden, espero que descanses bien. Te quiero.Leí el mensaje de Emma sintiendo un pinchazo de culpa en el medio de pecho.Era deshonesto. Todo lo que hacía era deshonesto. Mi mente seguía repitiendo que lo que hacía era por mi familia, pero ahora ya ni eso era lo suficientemente fuerte como para seguir manteniéndome con la mente algo tranquila, porque a pesar de no tener malas intenciones, eso no cambiaba el hecho de que vender drogas estaba mal.Era viernes por la noche, iba caminando rumbo al callejón de siempre y un mal presentimiento caminaba de la mano conmigo. Algo malo iba a pasar, algo malo iba a pasarme hoy. Tenía que dejar de hacer estas cosas, tenía que hacerlo por mi salud mental, por mi bienestar físico y por mi relación con Emma. Llevábamos apenas cuatro semanas y media de noviazgo y ya la estaba cagando. Bueno, en realid
AidenLa semana siguiente al robo me desperté con mucho frío y fiebre. Apagué la alarma y me centré en el sonido de la fría lluvia de Nueva York. Me senté pesadamente en la cama justo en el momento en que Nick abría la puerta de mi cuarto con su pijama de autitos rojos puesta.—¡Aiden! —se lanzó a mis brazos e hice una mueca de dolor cuando su cuerpo chocó bruscamente con el mío.Me dolía mucho el cuerpo, mierda.Palmeé la espalda de mi hermano y terminé alejando sus brazos que se aferraban firmemente alrededor de mi cuello. Sus ojos se clavaron en los míos y sabía perfectamente en qué estaba pensando él.—Está lloviendo mucho, eso significa que hoy no iré a la escuela, ¿verdad? Porque hoy no tengo ganas de ir, quiero quedarme a dormir hasta tarde. Es viernes, quiero fal
AidenMe alejé del cuerpo hasta que mi espalda chocó la puerta. Me mantuve allí parado, pensando, todavía con ganas de llorar pero sin poder desahogar aquellas gotas que pedían salir. Mis ojos deparaban en mi madre y le rogaba a Dios que esto no estuviera pasándome ahora.Pero recordaba que su corazón no latía, que sus ojos entreabiertos seguían de la misma manera, las drogas en el suelo, la botella de alcohol... todo aquello era un golpe fuerte en la cara y el medio del pecho. Sentía un gran vacío en mí que nunca antes había llegado a sentir, ni siquiera cuando mamá me pegaba o me decía que hubiera sido mejor si yo no nacía.Me sequé la primera lágrima y respiré pesadamente por milésima vez. No sabía bien qué hacer primero, quería acercarme a ella, pero me daba terror hacerlo, me daba m