Emma
18 de diciembre
—Emma, hola... Soy yo, Aiden. Solo llamaba para... —se detuvo un momento para tomar aire. Podía notar que estaba llorando y eso me partía en mil pedazos el corazón. Durante mucho tiempo tuve la necesidad de protegerlo, era como un sexto sentido que se había instalado en mí cada que se trataba de él—. Solo te llamo para decirte que te amo mucho. Y que lo siento. Y... para decirte gracias. Solo eso... Cuídate mucho, por favor. Y sé feliz, ¿sí? Te amo, Em —repitió, y un segundo después el mensaje se cortó.
Pegué mi teléfono a mi pecho y me senté sobre la cama, culpándome por no haber visto sus llamadas a tiempo. El mensaje de voz me dejó un mal sabor de boca, un nudo en el estómago y la necesidad de ir a verlo. Algo estaba sucediendo. Ese mensaje suyo me at
Lo observaba desde una distancia considerable y su tristeza desbordante me impactaba como la primera vez que habíamos intercambiado palabras. Se encontraba solo en un rincón de la cancha de fútbol con los audífonos puestos. Vestía con la misma campera de siempre, los mismos pantalones y las mismas zapatillas. La gente solía burlarse de él cuando lo veían por ser pobre, por casi no tener para el almuerzo, por no tener amigos y por no tener un coche en dónde llegar. Lo que me diferenciaba de todos, era que yo sí quería saber más sobre Aiden. Ansiaba ser su amiga, ser alguien que él llegase a considerar una confidente. Quería ayudarlo porque no me gustaba ver tanta tristeza en una persona. Quería ayudarlo porque, muy en el fondo, sabía que Aiden me gustaba.
EmmaMiré la última necesidad que mamá anotó en la lista, y fui en busca de los tres paquetes de azúcar. Los metí en el carrito y preparé el dinero antes de llegar a la caja.La fila era enorme, por lo que opté por irme a la siguiente sección: la caja rápida. También estaba llena, pero no tanto como las demás.Suspiré y me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja. No tenía ganas de esperar a que la gente tuviera su turno, quería ser yo la primera e irme a casa cuanto antes. Era noche de películas con mi prima Kendall, que prácticamente era mi mejor amiga. Había que aprovechar que era fin de semana y, dada la falta de costumbre de levantarme a las seis de la mañana, sentía la urgencia de recostarme en el sofá y no hacer nada más que meterme en la piel de personajes fi
EmmaMe acerqué hasta el auto y Kendall se bajó para ayudarme con las bolsas. Abrí la puerta del copiloto y me metí dentro al mismo tiempo que mi prima subía del lado del conductor.—No sabes a quién vi.—¿A quién viste? —preguntó después de poner el coche en marcha. Yo bajé la ventanilla de auto.Por poco se me olvidaba hacerlo. Siempre que me subía a un auto me descomponía. Bueno, me empezaba a marear. A eso lo había sacado de mi mamá. Según me contó, el problema comenzó durante el embarazo y se mantenía hasta ahora. Cuando íbamos en el auto siempre teníamos que dejar que el aire natural se adentrara en el ambiente cerrado, o si no, nos hacía mal y teníamos que pedirle a mi padre que se detuviera porque creíamos que íbamos a vomitar.&mdash
EmmaSus ojos me recorrieron lentamente en cuanto respondió que no estaba bien.En ese momento lo único que quise hacer fue darle un fuerte abrazo para hacerle sentir mejor emocionalmente, pero no podía arriesgarme a que me diera algún empujón para alejarme de él. Eso sería muy vergonzoso para mí y no podría volver a verle a la cara. Además, eso estaba fuera de lugar. Sentí tanta empatía con él porque yo sabía perfectamente lo que se sentía que te golpearan en la entrada del colegio. Esos recuerdos horribles volvieron a mi mente de un segundo a otro y no pude evitar ayudar a levantarlo.Se quejó un poco por el dolor del estómago, pero se levantó como si no le hubiese pasado nada.—¿Te acompaño hasta la enfermería? Deberían desinfectarte esa herida del labio.—No
EmmaLa clase concluyó y me dirigí hacia los vestidores de chicas. Tenía que ponerme la ropa deportiva para educación física, una de las materias más sencillas y una de las que menos me gustaban.Sí, era sencillo y eso era bueno, pero no era lo suficiente como para que me gustara. Me sentía con vergüenza cada que tenía que hacer algún ejercicio de lo que fuera, me daba la impresión de que hacía el ridículo. No quería tener que escoger compañera porque siempre que Kendall se ausentaba en las clases por algún que otro motivo, yo caminaba mirando a todas partes para ver si alguien quedaba disponible y quería juntarse conmigo. Cuando eso ocurría y todas tenían su dúo hecho, las chicas me miraban porque que estuviera sola llamaba mucho la atención, y la profesora terminaba por ponerme con algún
EmmaGolpeé la pelota con torpeza y la tiré mucho más lejos de lo que debía hacer. Puse mala cara y cerré los ojos por unos segundos.Estaba pasándola mal, y no me cabía duda alguna de que James estaba sintiendo la jodida vergüenza ajena, pero no podía culpar al chico por sentirse así, yo era un desastre completo en el voleibol.Me di la vuelta para ver a Kendall, y con un gesto de manos intentó alegrarme y alentarme a seguir los ejercicios con calma.Y pensar que solo había pasado una media hora... una media hora de puros malos golpes. Creo que no pudimos coordinar un solo tiro. Bueno... yo no podía. Tampoco era que le estuviera poniendo el mejor de mis esfuerzos ¿Qué podía esperar? ¿Que me resultase todo bien...?—Tranquila, ya mejorarás.—Lo dudo.&mdash
Emma—Te doy mi número ahora porque después sé que me voy a olvidar—Maddie le tendió un pedazo de papel doblado a Aiden y él lo agarró manteniendo una sonrisa en la cara.Sentí como si fuera el mal tercio en ese momento, y también entendí lo que se sentía tener ganas de empujar a mi compañera para que se alejara del chico que me atraía. Me sentía realmente tonta sintiéndome así por alguien con el que hablé apenas el viernes. Definitivamente Kendall se había equivocado, no todos despreciaban a Aiden, porque Maddie no lo trataba con disgusto por que él fuese pobre.Aiden le agradeció y Maddie me miró con amabilidad, como si no le molestara que yo estuviese cerca del chico que parecía gustarle. No pude evitar pensar que ella pensaba que yo no era una competencia, y eso me pu
Aiden—Hola, Aiden—me dijo una voz dulce y que yo muy bien sabía reconocer. Bajé la mirada hacia ella y le regalé una sincera y cálida sonrisa, de esas que Maddie (a diferencia de muchas personas que conocía) me daba.—Hola, Maddie—dije con fingida tranquilidad.No lo podía negar, me ponía nervioso apenas oía que la nombraban. Ella era de esas chicas que parecen engreídas, pero que, cuando las conoces, te das cuenta de que tienen un enorme corazón, y creo que por eso me gustaba tanto. Era la primera que no me trataba igual que las demás personas.—¿Te gustaría ser mi compañero?No hacía falta pensar una respuesta, la palabra«sí» salió de mi boca y la vi sonreír otra vez, satisfecha y contenta. Yo también me alegraba de ser s