Emma
Desperté en mitad de la noche algo destapada y con frío. Me tapé perezosamente con las mantas y cerré los ojos para dormir, acomodándome del lado izquierdo de mi cuerpo, pero el sonido fuerte de un trueno me sobresaltó un poco y, también, me hizo acordarme que hoy no dormía sola en mi cama. Aiden era mi acompañante en esta noche de lluvia fuerte, y me preocupé un poco cuando intenté buscarlo con mi mano a mi costado y no lo encontré.
La luz de un refucilo alumbró parte de mi habitación y me dejó ver a Aiden sentado en el borde de la cama, dándome la espalda y, al parecer, cubriéndose la cara con sus manos. Me senté lentamente y lo observé desde la oscuridad, sin hacer ningún tipo de ruido.
Principalmente no sabía bien qué tenía que hacer. Seguramente él estaba llorando, y la
EmmaLos días junto a Aiden eran de lo más raros. Desde que perdió a su madre ya no era el mismo chico que conocía, y está bien, entendía que él había sufrido posiblemente el golpe más doloroso de su vida, pero cuando cruzábamos miradas, una sensación rara me recorría el cuerpo entero. Intenté que nos sentáramos a hablar en varias ocasiones, pero Aiden no parecía querer ceder y me terminaba aclarando que no tenía ganas de charlas o simplemente me evitaba y me dejaba con las palabras en la boca.¿Cómo iba a poder ayudarlo si él no me dejaba hacerlo? Yo no podía hacer magia, no tenía una varita mágica escondida en mi pantalón, pero vaya que sí necesitaba una con ese chico. Mis padres también empezaban a notar esa rareza cada que veían a Aiden y, aunque no me lo dijeron person
AidenEstaba perdido. Todo se había ido al carajo.Miré por la ventanilla del auto: conocía el camino a la comisaría, y no quedaba mucho para llegar.Me sentía nervioso pero sobre todo, me sentía derrotado. Sabía que esta sería la golpiza más fuerte que tendría que afrontar, y no estaba seguro de si saldría vivo de ello. Si me quitaban a mis hermanos por esto, no iba a vivir más para soportarlo. Me suicidaría.Odiaba a Emma por ser tan estúpida por meterse en ese asqueroso lugar. ¿Cómo es que no tuvo ni un poco de consciencia? A simple vista, ya sea cerca o lejos, se notaba que ese callejón no era sano. Sé que estaba enojada, que la consumió la rabia de verme hacer lo que hacía, pero qué estúpida fue. Por querer protegerla, ahora tenía graves consecuencias en mi vida.La od
EmmaCuatro noches casi sin poder dormir. Cuatro noches llorando. Cuatro noches sin saber nada de él.Era impresionante la manera en la que ese chico se había colado en mi mente. Pensaba en lo que seguro estaba pasando y se me partía el corazón y las lágrimas se acumulaban automáticamente en mis ojos.El día en que todo pasó, después de que mi padre llevara a Aiden y sus hermanos a su departamento, me senté a un lado de la cama a llorar. Mamá me oyó y se sentó a un lado de mí para abrazarme fuerte y decirme que todo estaría bien. Me dolía tanto que en su momento me pareció absurdo que me dijera aquello, pero eran palabras de una madre con experiencia en este tipo de situaciones y eran palabras que, fueran tontas o no, necesitaba oír.—Sé lo mucho que te duele, a mí también me rompieron el
AidenMe colgué la mochila en el hombro y salí directo a la escuela, pensando en que, tal vez, Emma estaría allí. No estaba preparado para verla, y para ser franco, tampoco es que se me apeteciera ver su rostro después de todo, porque sentía vergüenza por mis acciones, pero sobre todo, porque temía no resistir y terminar besándola.Llegué temprano al colegio, algo que no era común en mí, y caminé hasta la cancha de fútbol a esperar que el tiempo pasara y la clase empezara. Por alguna razón, mientras caminaba por los pasillos dirigiéndome a destino, sentí que todos allí me observaban, como si supieran lo que había pasado. Pero eso era imposible, nadie de ellos podía saberlo. Solo era mi imaginación la que provocaba que me sintiera perseguido. Y la culpa también era una de las razones.¿C&oa
Emma18 de diciembre—Emma, hola... Soy yo, Aiden. Solo llamaba para... —se detuvo un momento para tomar aire. Podía notar que estaba llorando y eso me partía en mil pedazos el corazón. Durante mucho tiempo tuve la necesidad de protegerlo, era como un sexto sentido que se había instalado en mí cada que se trataba de él—. Solo te llamo para decirte que te amo mucho. Y que lo siento. Y... para decirte gracias. Solo eso... Cuídate mucho, por favor. Y sé feliz, ¿sí? Te amo, Em —repitió, y un segundo después el mensaje se cortó.Pegué mi teléfono a mi pecho y me senté sobre la cama, culpándome por no haber visto sus llamadas a tiempo. El mensaje de voz me dejó un mal sabor de boca, un nudo en el estómago y la necesidad de ir a verlo. Algo estaba sucediendo. Ese mensaje suyo me at
Lo observaba desde una distancia considerable y su tristeza desbordante me impactaba como la primera vez que habíamos intercambiado palabras. Se encontraba solo en un rincón de la cancha de fútbol con los audífonos puestos. Vestía con la misma campera de siempre, los mismos pantalones y las mismas zapatillas. La gente solía burlarse de él cuando lo veían por ser pobre, por casi no tener para el almuerzo, por no tener amigos y por no tener un coche en dónde llegar. Lo que me diferenciaba de todos, era que yo sí quería saber más sobre Aiden. Ansiaba ser su amiga, ser alguien que él llegase a considerar una confidente. Quería ayudarlo porque no me gustaba ver tanta tristeza en una persona. Quería ayudarlo porque, muy en el fondo, sabía que Aiden me gustaba.
EmmaMiré la última necesidad que mamá anotó en la lista, y fui en busca de los tres paquetes de azúcar. Los metí en el carrito y preparé el dinero antes de llegar a la caja.La fila era enorme, por lo que opté por irme a la siguiente sección: la caja rápida. También estaba llena, pero no tanto como las demás.Suspiré y me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja. No tenía ganas de esperar a que la gente tuviera su turno, quería ser yo la primera e irme a casa cuanto antes. Era noche de películas con mi prima Kendall, que prácticamente era mi mejor amiga. Había que aprovechar que era fin de semana y, dada la falta de costumbre de levantarme a las seis de la mañana, sentía la urgencia de recostarme en el sofá y no hacer nada más que meterme en la piel de personajes fi
EmmaMe acerqué hasta el auto y Kendall se bajó para ayudarme con las bolsas. Abrí la puerta del copiloto y me metí dentro al mismo tiempo que mi prima subía del lado del conductor.—No sabes a quién vi.—¿A quién viste? —preguntó después de poner el coche en marcha. Yo bajé la ventanilla de auto.Por poco se me olvidaba hacerlo. Siempre que me subía a un auto me descomponía. Bueno, me empezaba a marear. A eso lo había sacado de mi mamá. Según me contó, el problema comenzó durante el embarazo y se mantenía hasta ahora. Cuando íbamos en el auto siempre teníamos que dejar que el aire natural se adentrara en el ambiente cerrado, o si no, nos hacía mal y teníamos que pedirle a mi padre que se detuviera porque creíamos que íbamos a vomitar.&mdash