Cuarenta y tres

Emma

Aiden y yo volvíamos a casa sintiéndonos ambos más tranquilos. Él comenzaba a sentirse mejor corporalmente y en lo sentimental ya se había calmado un poco, no respiraba con dificultad, no levantaba la voz para rechazarme y no andaba inquieto. Me había costado un rato lograr que se tranquilizara, pero ese costo de tiempo había servido para ambos.

—Esta noche mis padres tendrán una fiesta de la hija de unos amigos del trabajo de papá, y con mis hermanos no queremos ir, así que nos quedaremos en casa. Podríamos tú y yo ver una película en mi cuarto, protegiéndonos del frío y comiendo algo rico. Seguramente los niños querrán quedarse jugando con Katherine.

Sonrió.

—Suena bastante bien, Em.

—¿Sí? Qué bueno. ¿Qué te gustaría comer hoy?

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