Emma
Cuatro noches casi sin poder dormir. Cuatro noches llorando. Cuatro noches sin saber nada de él.
Era impresionante la manera en la que ese chico se había colado en mi mente. Pensaba en lo que seguro estaba pasando y se me partía el corazón y las lágrimas se acumulaban automáticamente en mis ojos.
El día en que todo pasó, después de que mi padre llevara a Aiden y sus hermanos a su departamento, me senté a un lado de la cama a llorar. Mamá me oyó y se sentó a un lado de mí para abrazarme fuerte y decirme que todo estaría bien. Me dolía tanto que en su momento me pareció absurdo que me dijera aquello, pero eran palabras de una madre con experiencia en este tipo de situaciones y eran palabras que, fueran tontas o no, necesitaba oír.
—Sé lo mucho que te duele, a mí también me rompieron el
AidenMe colgué la mochila en el hombro y salí directo a la escuela, pensando en que, tal vez, Emma estaría allí. No estaba preparado para verla, y para ser franco, tampoco es que se me apeteciera ver su rostro después de todo, porque sentía vergüenza por mis acciones, pero sobre todo, porque temía no resistir y terminar besándola.Llegué temprano al colegio, algo que no era común en mí, y caminé hasta la cancha de fútbol a esperar que el tiempo pasara y la clase empezara. Por alguna razón, mientras caminaba por los pasillos dirigiéndome a destino, sentí que todos allí me observaban, como si supieran lo que había pasado. Pero eso era imposible, nadie de ellos podía saberlo. Solo era mi imaginación la que provocaba que me sintiera perseguido. Y la culpa también era una de las razones.¿C&oa
Emma18 de diciembre—Emma, hola... Soy yo, Aiden. Solo llamaba para... —se detuvo un momento para tomar aire. Podía notar que estaba llorando y eso me partía en mil pedazos el corazón. Durante mucho tiempo tuve la necesidad de protegerlo, era como un sexto sentido que se había instalado en mí cada que se trataba de él—. Solo te llamo para decirte que te amo mucho. Y que lo siento. Y... para decirte gracias. Solo eso... Cuídate mucho, por favor. Y sé feliz, ¿sí? Te amo, Em —repitió, y un segundo después el mensaje se cortó.Pegué mi teléfono a mi pecho y me senté sobre la cama, culpándome por no haber visto sus llamadas a tiempo. El mensaje de voz me dejó un mal sabor de boca, un nudo en el estómago y la necesidad de ir a verlo. Algo estaba sucediendo. Ese mensaje suyo me at
Lo observaba desde una distancia considerable y su tristeza desbordante me impactaba como la primera vez que habíamos intercambiado palabras. Se encontraba solo en un rincón de la cancha de fútbol con los audífonos puestos. Vestía con la misma campera de siempre, los mismos pantalones y las mismas zapatillas. La gente solía burlarse de él cuando lo veían por ser pobre, por casi no tener para el almuerzo, por no tener amigos y por no tener un coche en dónde llegar. Lo que me diferenciaba de todos, era que yo sí quería saber más sobre Aiden. Ansiaba ser su amiga, ser alguien que él llegase a considerar una confidente. Quería ayudarlo porque no me gustaba ver tanta tristeza en una persona. Quería ayudarlo porque, muy en el fondo, sabía que Aiden me gustaba.
EmmaMiré la última necesidad que mamá anotó en la lista, y fui en busca de los tres paquetes de azúcar. Los metí en el carrito y preparé el dinero antes de llegar a la caja.La fila era enorme, por lo que opté por irme a la siguiente sección: la caja rápida. También estaba llena, pero no tanto como las demás.Suspiré y me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja. No tenía ganas de esperar a que la gente tuviera su turno, quería ser yo la primera e irme a casa cuanto antes. Era noche de películas con mi prima Kendall, que prácticamente era mi mejor amiga. Había que aprovechar que era fin de semana y, dada la falta de costumbre de levantarme a las seis de la mañana, sentía la urgencia de recostarme en el sofá y no hacer nada más que meterme en la piel de personajes fi
EmmaMe acerqué hasta el auto y Kendall se bajó para ayudarme con las bolsas. Abrí la puerta del copiloto y me metí dentro al mismo tiempo que mi prima subía del lado del conductor.—No sabes a quién vi.—¿A quién viste? —preguntó después de poner el coche en marcha. Yo bajé la ventanilla de auto.Por poco se me olvidaba hacerlo. Siempre que me subía a un auto me descomponía. Bueno, me empezaba a marear. A eso lo había sacado de mi mamá. Según me contó, el problema comenzó durante el embarazo y se mantenía hasta ahora. Cuando íbamos en el auto siempre teníamos que dejar que el aire natural se adentrara en el ambiente cerrado, o si no, nos hacía mal y teníamos que pedirle a mi padre que se detuviera porque creíamos que íbamos a vomitar.&mdash
EmmaSus ojos me recorrieron lentamente en cuanto respondió que no estaba bien.En ese momento lo único que quise hacer fue darle un fuerte abrazo para hacerle sentir mejor emocionalmente, pero no podía arriesgarme a que me diera algún empujón para alejarme de él. Eso sería muy vergonzoso para mí y no podría volver a verle a la cara. Además, eso estaba fuera de lugar. Sentí tanta empatía con él porque yo sabía perfectamente lo que se sentía que te golpearan en la entrada del colegio. Esos recuerdos horribles volvieron a mi mente de un segundo a otro y no pude evitar ayudar a levantarlo.Se quejó un poco por el dolor del estómago, pero se levantó como si no le hubiese pasado nada.—¿Te acompaño hasta la enfermería? Deberían desinfectarte esa herida del labio.—No
EmmaLa clase concluyó y me dirigí hacia los vestidores de chicas. Tenía que ponerme la ropa deportiva para educación física, una de las materias más sencillas y una de las que menos me gustaban.Sí, era sencillo y eso era bueno, pero no era lo suficiente como para que me gustara. Me sentía con vergüenza cada que tenía que hacer algún ejercicio de lo que fuera, me daba la impresión de que hacía el ridículo. No quería tener que escoger compañera porque siempre que Kendall se ausentaba en las clases por algún que otro motivo, yo caminaba mirando a todas partes para ver si alguien quedaba disponible y quería juntarse conmigo. Cuando eso ocurría y todas tenían su dúo hecho, las chicas me miraban porque que estuviera sola llamaba mucho la atención, y la profesora terminaba por ponerme con algún
EmmaGolpeé la pelota con torpeza y la tiré mucho más lejos de lo que debía hacer. Puse mala cara y cerré los ojos por unos segundos.Estaba pasándola mal, y no me cabía duda alguna de que James estaba sintiendo la jodida vergüenza ajena, pero no podía culpar al chico por sentirse así, yo era un desastre completo en el voleibol.Me di la vuelta para ver a Kendall, y con un gesto de manos intentó alegrarme y alentarme a seguir los ejercicios con calma.Y pensar que solo había pasado una media hora... una media hora de puros malos golpes. Creo que no pudimos coordinar un solo tiro. Bueno... yo no podía. Tampoco era que le estuviera poniendo el mejor de mis esfuerzos ¿Qué podía esperar? ¿Que me resultase todo bien...?—Tranquila, ya mejorarás.—Lo dudo.&mdash