Emma
Miré la última necesidad que mamá anotó en la lista, y fui en busca de los tres paquetes de azúcar. Los metí en el carrito y preparé el dinero antes de llegar a la caja.
La fila era enorme, por lo que opté por irme a la siguiente sección: la caja rápida. También estaba llena, pero no tanto como las demás.
Suspiré y me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja. No tenía ganas de esperar a que la gente tuviera su turno, quería ser yo la primera e irme a casa cuanto antes. Era noche de películas con mi prima Kendall, que prácticamente era mi mejor amiga. Había que aprovechar que era fin de semana y, dada la falta de costumbre de levantarme a las seis de la mañana, sentía la urgencia de recostarme en el sofá y no hacer nada más que meterme en la piel de personajes ficticios. Las últimas vacaciones habían sido de mis preferidas, me la había pasado genial rodeada de toda mi familia, pero la libertad de hacer lo que quería se había esfumado hacía una semana, cuando se dio por comenzado el nuevo año escolar.
Aún no podía creer que estuviese en cuarto año de instituto. Era realmente una locura, solo me faltaba este y uno más para irme a la universidad a estudiar una carrera que, para mi decepción, aún no había escogido. No me resultaba muy agradable ponerme a pensar en ello porque, a pesar de que lo que decidiera iba a encaminarme hacia un título universitario, me daba pena pensar que los años se estaban pasando muy rápido y que pronto ya sería una adulta. Podía decir que entendía lo que Peter Pan sentía.
Empecé a revisar mi teléfono para matar el tiempo de aburrimiento que me quedaba. La verdad, tampoco tenía mucho qué hacer en él; no me entretenían mucho los juegos de Play Store, por lo que no tenía ninguno instalado en el celular. Opté por ir a la galería de imágenes y empecé a revisar las fotos que Katherine, mi hermanita pequeña, me enviaba casi todos los días. Le gustaba mucho tomarle fotografías a nuestras mascotas, ella se consideraba una amante de los animales, y a eso sin duda lo había sacado de mí. Era una de las muchas cosas que teníamos en común.
Sonreí cuando vi una captura en la que Toby, nuestro perro de unos dieciocho años (o esa edad es la que creían mis papás que tenía) estaba jugando con sus hijos. Para ser un animalito muy viejo, aún conservaba fuerza en sus patas y mucha energía para ladrar a cada rato y para morder a sus crías de forma juguetona. Estos tampoco eran muy pequeños, ya tenían unos cinco años de vida, pero los tres bebés (porque para mí eran bebés) se comportaban como si fuesen cachorros. No había día en la que no estuvieran escuchándose sus peleas. Lo que no me gustaba de ellos pero sí me asombraba era que, como mamá se levantaba temprano para ir a trabajar, antes de que la alarma sonara, los caninos ya estaban despiertos y con la energía a las cien por ciento. Eso conllevaba a oír ladridos a cada ratito y no me dejaban dormir en paz por tanto ruido. Pero los amaba igual. Me hacían muy feliz.
—Hola —la voz del cajero me sobresaltó y obligó a que levantara la vista de la pantalla. Guardé con torpeza el teléfono y empecé a poner la mercadería del carrito sobre la cinta negra de la caja. Me coloqué de costado y miré de reojo a las personas que estaban detrás de mí. Parecían molestas, y lo comprendía porque yo también me hubiese sentido frustrada si se tardaran tanto en colocar todos los productos sobre la caja. Para colmo, mamá me había mandado a comprar muchas cosas. Suerte que Kendall me esperaba en el auto que el tío Isaac le regaló para su cumpleaños, porque si no yo no iba a poder caminar mucho con tantas bolsas.
—Disculpa, tendrás muchos botones que apretar —me disculpé, sintiéndome mal por el chico.
—No te preocupes, todos los días pasan muchas más personas con muchísimas más cosas de las que tú traes.
Sonreí. Por alguna razón me había puesto nerviosa.
Pero la razón no era nada de otro mundo. Yo sabía cuál era; no estaba acostumbrada a hablar con chicos jóvenes.
Lo observé detenidamente y su cara me resultó familiar. No tardé en deducir que era un compañero mío de clase, uno mayor que yo pero que compartía pocas clases conmigo debido a que había repetido de curso. No recordaba su nombre, pero sabía que era el muchacho del que todos se reían en la escuela. No sabía mucho de él. Es más, el año anterior, cuando aún no íbamos juntos jamás lo había visto, y si lo hice, no lo recordaba en lo absoluto.
Tenía un pequeño moretón debajo del ojo, y cuando notó que miraba justo esa parte, pareció tensarse. Sus ojos se encontraron con los míos y vi algo extraño en ellos, pero no sabía qué era porque no me consideraba una lectora de miradas. Solo podía decir que había algo en ellos que me hacían sentir mal. ¿Estaba triste? Eso parecía. O quizás estaba cansado por el trabajo.
—¿Qué te pasó en el ojo? —pregunté sin querer hacerlo. No sabía si eso fue algún acto nervioso o qué, pero mi instinto decía que tenía que ver con el hueco incómodo de silencio que se había formado y que yo quería hacerlo desaparecer con alguna que otra palabra. Y eso era extraño de mí porque, generalmente, como había dicho, no solía hablar con ningún muchacho. En realidad, tampoco hablaba mucho con las chicas. Me consideraba una persona muy asocial, muy tímida. Me daba miedo expresarme ante las personas y que se terminaran burlando de mí por mostrarme de la manera en que era. Solo sentía que dentro de mi familia podía ser quien yo quisiera, pero afuera me afligía mucho el mundo crítico y cómo las personas te juzgaban por la apariencia.
—Me golpeé —respondió y bajó la mirada. Parecía estar incómodo, y no era el único.
—Fue muy de metida, lo lamento —de verdad no tenía por qué meterme en sus problemas. Bueno, tampoco era que me había escabullido en sus dilemas personales, pero no debí divagar nada porque él no me conocía y yo tampoco a él. Tenía que mantener las distancias y no hacerme amiga de alguien que no conocía. Sí, compartíamos matemáticas, literatura y creo que economía juntos, pero no hablé con él en toda la semana como para estar preguntando cosas muy personales.
Me preguntaba si sabía quién era yo. Probablemente no. Se sentaba en la primera fila de la clase y no se volteaba en ningún momento a ver a nadie. Creo que no tenía amigos dentro del cuarto año, y eso podía deberse a que, como era un año mayor que todos, no se sintiera encajado en el ámbito. Quizá sus amistades estaban en el último año.
—No te preocupes —se limitó a responder.
Lo volví a mirar con detenimiento y me di cuenta de que me parecía lindo. Por primera vez me parecía lindo alguien. Bueno, muchos chicos me habían llegado a parecer atractivos, pero sin duda él tenía algo más llamativo que despertaba en mí lo que se le llamaba curiosidad.
Sus ojos eran avellana, el mismo tono de ojos que yo saqué de papá. Su pelo era castaño, un poco más oscuro de que el que yo llevaba. Las facciones de su rostro eran demasiado bonitas y tenía un toque que me daba ternura. Pero lo que no me gustó fue ver en uno de sus movimientos descuidados, un moretón debajo de su cuello.
Otra vez me pregunté qué le había pasado, pero intenté quedarme, con la idea de que su respuesta fue real, por más que parte de mí sabía que no se había golpeado él solo.
—Vamos juntos a clase, ¿verdad? —inquirió, algo tímido.
¿Bonito y tímido? Buena combinación.
—Sí —respondí.
Me sonrió a modo de respuesta y sentí que quería que me siguiera hablando, pero alejé el sentimiento cuando me llegó un mensaje.
Era mamá.
Em, tu padre ya llegó del viaje, está ansioso por verte, mi amor. Vente lo más rápido que puedas.
Guardé el celular otra vez y fui formando una sonrisa en el rostro. Adoraba a papá, y después de casi un mes de no poder verlo por su trabajo, al fin iba a poder abrazarlo. Tenía que admitir que me había tocado el mejor padre del mundo, lo adoraba con todo mi ser a pesar de que a veces me molestaba mucho con él.
Sentí la mirada del chico puesta en mí. Empecé a guardar las cosas en las bolsas y maldije en mi interior por no pedirle a Kend que bajara conmigo a ayudarme a guardar las cosas.
—¿Sueles venir mucho por aquí?
—No tanto —respondí—, generalmente mis papás hacen las compras.
—Ah —asintió.
—¿Hace cuánto trabajas aquí?
—Casi un año y siete meses.
—Bastante —asimilé.
—Sí.
Terminé de guardar las cosas y le pagué lo que correspondía. Esperé a que me diera el vuelto y colgué las bolsas en mis antebrazos. Sabía que, por más que el estacionamiento del supermercado estuviese al lado del gran local, las tiras de las bolsas me iban a dejar marcas en la piel. Estaban bastante pesadas.
—Aquí tienes —dijo. Tomé el dinero y nuestras manos rozaron. Intercambiamos miradas y le sonreí amablemente. Esperaba que me devolviera la sonrisa pero no lo hizo. Fue ahí cuando noté que su rostro, además de amabilidad también expresaba cansancio. De seguro no era fácil estudiar y trabajar a la misma vez. Debe dejarte muy cansado, y más cuando es en un supermercado en el que hay ventas a cada rato.
—Gracias.
—A ti.
—Soy Emma —le tendí la mano y él sopesó por un momento. Mi presentación le extrañaba. A decir verdad, a mí también me extrañaba, no era propio de mí presentarme con nadie porque era una vergonzosa. Después de un momento, el chico estiró el brazo para corresponderme el gesto.
—Soy Aiden.
EmmaMe acerqué hasta el auto y Kendall se bajó para ayudarme con las bolsas. Abrí la puerta del copiloto y me metí dentro al mismo tiempo que mi prima subía del lado del conductor.—No sabes a quién vi.—¿A quién viste? —preguntó después de poner el coche en marcha. Yo bajé la ventanilla de auto.Por poco se me olvidaba hacerlo. Siempre que me subía a un auto me descomponía. Bueno, me empezaba a marear. A eso lo había sacado de mi mamá. Según me contó, el problema comenzó durante el embarazo y se mantenía hasta ahora. Cuando íbamos en el auto siempre teníamos que dejar que el aire natural se adentrara en el ambiente cerrado, o si no, nos hacía mal y teníamos que pedirle a mi padre que se detuviera porque creíamos que íbamos a vomitar.&mdash
EmmaSus ojos me recorrieron lentamente en cuanto respondió que no estaba bien.En ese momento lo único que quise hacer fue darle un fuerte abrazo para hacerle sentir mejor emocionalmente, pero no podía arriesgarme a que me diera algún empujón para alejarme de él. Eso sería muy vergonzoso para mí y no podría volver a verle a la cara. Además, eso estaba fuera de lugar. Sentí tanta empatía con él porque yo sabía perfectamente lo que se sentía que te golpearan en la entrada del colegio. Esos recuerdos horribles volvieron a mi mente de un segundo a otro y no pude evitar ayudar a levantarlo.Se quejó un poco por el dolor del estómago, pero se levantó como si no le hubiese pasado nada.—¿Te acompaño hasta la enfermería? Deberían desinfectarte esa herida del labio.—No
EmmaLa clase concluyó y me dirigí hacia los vestidores de chicas. Tenía que ponerme la ropa deportiva para educación física, una de las materias más sencillas y una de las que menos me gustaban.Sí, era sencillo y eso era bueno, pero no era lo suficiente como para que me gustara. Me sentía con vergüenza cada que tenía que hacer algún ejercicio de lo que fuera, me daba la impresión de que hacía el ridículo. No quería tener que escoger compañera porque siempre que Kendall se ausentaba en las clases por algún que otro motivo, yo caminaba mirando a todas partes para ver si alguien quedaba disponible y quería juntarse conmigo. Cuando eso ocurría y todas tenían su dúo hecho, las chicas me miraban porque que estuviera sola llamaba mucho la atención, y la profesora terminaba por ponerme con algún
EmmaGolpeé la pelota con torpeza y la tiré mucho más lejos de lo que debía hacer. Puse mala cara y cerré los ojos por unos segundos.Estaba pasándola mal, y no me cabía duda alguna de que James estaba sintiendo la jodida vergüenza ajena, pero no podía culpar al chico por sentirse así, yo era un desastre completo en el voleibol.Me di la vuelta para ver a Kendall, y con un gesto de manos intentó alegrarme y alentarme a seguir los ejercicios con calma.Y pensar que solo había pasado una media hora... una media hora de puros malos golpes. Creo que no pudimos coordinar un solo tiro. Bueno... yo no podía. Tampoco era que le estuviera poniendo el mejor de mis esfuerzos ¿Qué podía esperar? ¿Que me resultase todo bien...?—Tranquila, ya mejorarás.—Lo dudo.&mdash
Emma—Te doy mi número ahora porque después sé que me voy a olvidar—Maddie le tendió un pedazo de papel doblado a Aiden y él lo agarró manteniendo una sonrisa en la cara.Sentí como si fuera el mal tercio en ese momento, y también entendí lo que se sentía tener ganas de empujar a mi compañera para que se alejara del chico que me atraía. Me sentía realmente tonta sintiéndome así por alguien con el que hablé apenas el viernes. Definitivamente Kendall se había equivocado, no todos despreciaban a Aiden, porque Maddie no lo trataba con disgusto por que él fuese pobre.Aiden le agradeció y Maddie me miró con amabilidad, como si no le molestara que yo estuviese cerca del chico que parecía gustarle. No pude evitar pensar que ella pensaba que yo no era una competencia, y eso me pu
Aiden—Hola, Aiden—me dijo una voz dulce y que yo muy bien sabía reconocer. Bajé la mirada hacia ella y le regalé una sincera y cálida sonrisa, de esas que Maddie (a diferencia de muchas personas que conocía) me daba.—Hola, Maddie—dije con fingida tranquilidad.No lo podía negar, me ponía nervioso apenas oía que la nombraban. Ella era de esas chicas que parecen engreídas, pero que, cuando las conoces, te das cuenta de que tienen un enorme corazón, y creo que por eso me gustaba tanto. Era la primera que no me trataba igual que las demás personas.—¿Te gustaría ser mi compañero?No hacía falta pensar una respuesta, la palabra«sí» salió de mi boca y la vi sonreír otra vez, satisfecha y contenta. Yo también me alegraba de ser s
EmmaMe quedaba más que claro que Aiden gustaba de Maddie, él mismo lo había confesado hacía no más de media hora. Le agradecí a la enfermera y salí de la enfermería con un sabor amargo en la boca.No entendía por qué me chocaba tanto, estaba claro que él me atraía mucho, pero no llegaba a comprender cómo ni por qué me pasaba eso. Solo fueron dos días en los que realmente me di cuenta de su existencia. Está bien que lo había visto efímeros segundos en las clases que compartíamos, pero de no haber hablado el viernes con él cuando me cobró en el supermercado, quizá Aiden en este momento no estaría siendo el protagonista de mi actual pensamiento, e inclusive, de seguro ni siquiera lo reconocería al verlo pasar por los pasillos.Una mirada y una breve conversación, &iques
EmmaMi cara de sorpresa ante las palabras de Chad había sido la clara respuesta que él buscaba para su pregunta.No era verdad que Aiden y Maddie se habían besado. Chad lo inventó para saber si yo realmente miraba la pared o si miraba a mi compañero de clases. Me había quedado descolocada por un segundo cuando Chad me dijo que, por mi reacción, era claro que no miraba la pared. Lo cierto es que había una cosa que no me cuadraba… ¿Por qué él había emparejó a Madison y Aiden si Chad no sabía que ambos tenían algo?No tardé en mirar a Kendall y darme cuenta de que ella ya le había ido con el chisme sobre esos dos. ¿En qué momento había sido? Yo le estaba comentando a mi prima sobre aquello hacía un rato, poco antes de que llegara su novio Chad. No me quedó otra posibilidad que pensar