Cuarenta

Aiden

Me alejé del cuerpo hasta que mi espalda chocó la puerta. Me mantuve allí parado, pensando, todavía con ganas de llorar pero sin poder desahogar aquellas gotas que pedían salir. Mis ojos deparaban en mi madre y le rogaba a Dios que esto no estuviera pasándome ahora.

Pero recordaba que su corazón no latía, que sus ojos entreabiertos seguían de la misma manera, las drogas en el suelo, la botella de alcohol... todo aquello era un golpe fuerte en la cara y el medio del pecho. Sentía un gran vacío en mí que nunca antes había llegado a sentir, ni siquiera cuando mamá me pegaba o me decía que hubiera sido mejor si yo no nacía.

Me sequé la primera lágrima y respiré pesadamente por milésima vez. No sabía bien qué hacer primero, quería acercarme a ella, pero me daba terror hacerlo, me daba m

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