Treinta y tres

Emma

La boca de Aiden se acoplaba perfectamente a la mía. No iba a decir que era como si nuestros labios fueron hechos para tal, porque me parecía algo demasiado usado y poco original. En sus labios no había picardía, no existía la agresividad y, definitivamente, no estaba la brusquedad. Eran roces y contactos firmes. Eran suaves, dulces, y con un toque de ese sentimiento que jamás pensé que iría a sentir. Esto no era como mi primer beso, ese que él también me dio. Este contacto era diferente porque ahora dejábamos a la vista que algo pasaba. O, tal vez, no a la vista, pero sí le permitíamos al tacto entender los sentimientos.

Tomó mi mano y la presionó levemente para atraerme hacia su cuerpo, y luego rodeó mi cintura con ambas. Ese sabor que me inundaba amenazaba con volverme loca, porque cada segundo que pasaba, era peor. Estaba cayendo por

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