Treinta y cuatro

Emma

Di tres golpes en el marco de la puerta del cuarto de mamá. Ella estaba sentada en la cama, leyendo unos papeles que seguro eran de la empresa.

—¿Puedo pasar? —le pregunté.

Levantó la mirada para verme y asintió con una sonrisa.

—Emma, es tu casa, no tienes que pedir permiso —me hizo saber.

—Bueno —dije simplemente, nerviosa por lo que iba a hacer.

Después de tener una charla seria con Aiden sobre lo que ha estado pasando entre nosotros en las últimas dos ocasiones que él vino a casa, quedamos en que, al tener ambos los mismos sentimientos empezaríamos a tener presente en nuestra mente que nuestro plan de conocernos no solo iría de la manera amistosa.

Todavía no podía creer que esto estuviera pasando. Hace unos tres meses atrás Aiden y yo no éramos nada. Ni amigos, ni conocidos. Y

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