Treinta y uno

Aiden

No muchas veces tuve las oportunidades de ponerme celoso por una persona, y siempre estuve bien con ello. Pero ahora el juego de los celos cambiaba, se daba vuelta, se modificaba para dejarme parado adelante de mi casillero y con la mirada fija en la chica que empezaba a meterse sorpresivamente en mi cabeza. Tragué saliva mientras mis cejas su fruncían con disgusto. No quería que me vieran observar a James y a Emma de esa manera, pero no lograba hacer que el problema en mi semblante desapareciera.

Me aferré a la cuerda de mi mochila con molestia y solté el aire que estuve acumulando. ¿Qué era lo que James hacía abrazándola? Sé que una vez fueron compañeros en un trabajo de educación física hace unos meses, en el comienzo de las clases, justamente el día en que ella y yo lo fuimos, y no más de tres o cuatro veces los vi hablando en los pasillos

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