Amaris Günay creía que había encontrado el amor con el Alfa Claude, no le importó los consejos de su madre. Ella solo quería ser feliz. Pronto se dió cuenta que a ella no la amaban, solo la usaron para conseguir lo que querian y despues se convirtió en la esclava de su propia casa. Cuando apareció la compañera destinada del Alfa Claude ella ya no servia para nada y ahi fue cuando se desicieron de ella creyendola muerta. Solo que ella no murió y ahora volvía con ganas de vergarse. El Alfa Claude pagaría por todo el daño que le causó... aunque para hacer tuviera que recurrir al único hombre lobo que podía hacer templar de miedo a su excompañero: Elliot Velasquez.
Leer másEl camino hasta la cabaña no fue largo, pero Amaris no dijo una palabra. Iba caminando al lado de Ralf, observando los edificios a su alrededor, a los niños jugando, a los vendedores, a todos. Se notaban contentos, tranquilos. Muy diferente a como ella se sentía.Ralf caminaba con las manos en los bolsillos como si no tuviera ninguna responsabilidad en el mundo.–Es una buena zona –comentó de pronto, señalando con la barbilla–. No está tan lejos de la casa del alfa, pero tampoco tan cerca.Amaris no respondió.–La cabaña es pequeña, pero privada –siguió hablando.–No necesito privacidad –murmur&oac
La noche llegó sin estrellas.Amaris estaba sentada en el borde de la cama, envuelta en una bata que olía a lavanda. Afuera, el bosque susurraba, como si quisiera decirle algo. Tal vez lo hacía. La luna no se había mostrado desde que despertó. Ni siquiera ella quería verla.No podía dormir. La imagen de Silvana embarazada aparecía una y otra vez en su mente. No por celos. No por envidia. Sino por la cruel ironía. Había venido buscando un arma. Una forma de atacar a Claude donde más le doliera: en su orgullo, en su poder. Pero en sus planes nunca había estado que Elliot pudiera tener una vida. Una esposa. Un hijo en camino. ¿Qué clase de mujer sería si me interpusiera entre ellos?La respuesta era sencilla. Sería igual que Claude.Y ella no quería ser como el hombre que odiaba. Amaris apretó los puños, aun un poco mareada por el dolor de cabeza aunque ya era miniño. Se recuperaba rápido. Tenía dos opciones; quedarse, fingir debilidad, fingir olvido, ganarse la confianza de Elliot y
Cuando Amaris perdió toda esperanza que Claude volviera a ser el hombre del que se había enamorado y cada vez lo odiaba más, empezó a planear su venganza. Ella esperaba que algún día podría escapar de esa vida que llevaba y ahora que al fin estaba libre de ese martirio lo haría. Lo primero que tenía que hacer era buscar a Elliot Velasquez. Elliot era el Alfa de la manada Midnight y Claude era su mayor enemigo. Hace muchos años, cuando eran adolescentes, tuvieron una pelea y desde entonces no se hablan. El río era lo que dividía las dos manadas y tenía que asegurarse que era la manada Midnight quien la encontraba. –No mires abajo, no mires abajo. –Amaris se repetía, pero no sirvió de nada. Miró abajo. Eran unos buenos quince metros que tenía que saltar. Y el río abajo se veía torrentoso. ¿De quién había sido la idea de saltar? ¡Ah sí! De ella. No lo pensó más y saltó, después de todo esa altura no la iba a matar. Solo dolería.La corriente estaba en su contra, cada vez que ella querí
A Amaris se le cayó la bandeja con tragos que tenía de la impresión. Y ese ruido hizo que todos quitaran la vista de la nueva pareja para mirarla a ella, también atrajo la mirada de su marido que solo tenía repulsión para ella. –¡Vete! –La enlazó mentalmente para ordenarle eso. Ella obedeció. Ya no quería estar ahí, presenciando eso. Corrió al patio para tomar aire, necesitaba despejarse. Miró el cielo, pero no se veía la luna, las nubes la ocultaban. Cuando logró calmarse volvió al ático. No pasó mucho tiempo después de volver que escuchó como todos los vehículos abandonan la propiedad, lo más seguro es que querían dejar a la nueva pareja sola. Amaris se preparó; esa noche no sería fácil para ella. Y tenía razón. No lo fue. Pocos minutos después que se fueran todos, el dolor comenzó y está vez ella encontraba que era peor que todas las otras veces. Sabía que está mujer estaría de forma permanente en la vida de Claude y no sabía que le haría a ella cuando supiera de su existenc
–Creo… Creo que estoy embarazada. –En cuanto se lo dijo a Claudie, Amaris se dió cuenta de que fue un error. La cara de Claude pasó de sorprendido al horror en segundos. –¿Crees? Amaris asistió. –Espero por tú bien que solo sea una falsa alarma. –Le dijo entre dientes antes de llevarla al hospital para una ecografía. –Es correcto Alfa. –Le confirmó la ginecóloga. –Ella esta embarazada. “Ella”, no “Luna”. En la manada nadie la trataba con el suficiente respeto. –¡Maldición! –Claude estaba furioso. –Encargate. –Le dijo a la doctora antes de salir de la consulta. –Si Alfa. –¿Qué? ¡No! –Amaris trató de salir de la oficina, pero la puerta estaba cerrada por fuera, se dió vuelta para mirar a la ginecologa y esta tenía una jeringa en la mano. –¡No! ¡No! ¡Por favor no!No la escuchó y le inyectó lo que tenía en la jeringa. Pronto quedó inconsciente. Cuando volvió a despertar estaba en su dormitorio. No tenía que ser adivina para saber que habia pasado, su cuerpo dolia y eso indicaba
Ella no era feliz.Habían pasado tres años desde que se escapó para convertirse en la luna de la manada Shadowmoon y esos años habían sido un infierno. Al principio ella fue feliz.Sólo la primera semana. En cuanto se casaron, ella prácticamente fue olvidada. Claude solo había querido su bosque, en cuanto estuvo en su poder se olvidó de ella. Su madre siempre había tenido razón. Los hombres lobos eran egoístas, crueles y avaros.–Ve a limpiar los baños inutil. –Ni siquiera era respetada por las sirvientas, ella era una esclava en su propia casa. –Sí señora. –Amaris le respondió a la jefa de las omegas y corrió a limpiar. Ella ya no lloraba, hace mucho que había dejado de hacerlo, no ganaba nada con las lágrimas. Como novio Claude había sido súper amoroso, pero justo después del matrimonio todo eso había cambiado. Solo trabajaba y ella había quedado a un lado sola, sin conocer a nadie. Solo se quedaba en su dormitorio todo el día sin saber qué hacer. Cada vez que quería ayudar en al
–¡No puedes hablar en serio! –Hablo muy en serio madre. –Amaris miró a su madre determinada. –Lo amo.–Hija. Tienes solo diecinueve años. No sabes lo que es el amor. Lo que tú tienes es una obsesión. –Su madre trataba de hacerla entender.–No, no es así. Yo lo amo y eres tú quien no quiere que yo sea feliz. Amaris vió como el rostro de su madre mostraba dolor por su comentario. Pero era así. Toda su vida había tenido que estar encerrada, protegida, sin ver a nadie, porque según ella era peligroso. –Hija mía… entiende… ese hombre no te ama.–Si me ama. Él me lo dijo.–No… imposible. –Ella negaba. –Tú nunca lo has visto en persona. –Si lo conozco. –Amaris le aclaró. –Lo conozco desde hace meses. Él es dulce, comprensivo, respetuoso. Lo amo. –Repitió.–No… tú nunca has salido de aquí. No tienes como conocerlo.–¡Si lo conozco! –Gritó Amaris. –Entiéndelo de una buena vez. Nos amamos, vamos a casarnos. –¡No te ama! –Volvió a negar su madre. –¡No puede ser verdad!–¿Estas diciendo que