Capítulo 4

Cuando Amaris perdió toda esperanza que Claude volviera a ser el hombre del que se había enamorado y cada vez lo odiaba más, empezó a planear su venganza. Ella esperaba que algún día podría escapar de esa vida que llevaba y ahora que al fin estaba libre de ese martirio lo haría. Lo primero que tenía que hacer era buscar a Elliot Velasquez.

Elliot era el Alfa de la manada Midnight y Claude era su mayor enemigo. Hace muchos años, cuando eran adolescentes, tuvieron una pelea y desde entonces no se hablan. El río era lo que dividía las dos manadas y tenía que asegurarse que era la manada Midnight quien la encontraba.

–No mires abajo, no mires abajo. –Amaris se repetía, pero no sirvió de nada. Miró abajo. Eran unos buenos quince metros que tenía que saltar. Y el río abajo se veía torrentoso. ¿De quién había sido la idea de saltar? ¡Ah sí! De ella. No lo pensó más y saltó, después de todo esa altura no la iba a matar. Solo dolería.

La corriente estaba en su contra, cada vez que ella quería ir hacia un lado, la llevaba hacía el otro. ¡Ella quería escapar de la manada Shadowmoon, no volver! Se golpeó en la cabeza con una piedra, pero eso no le importó… ella siguió avanzando hasta que al fin pudo salir de la corriente para el lugar correcto. Ahora solo tenía que esperar a que la encontraran. El cansancio la venció y se durmió.

La siguiente vez que se despertó estaba rodeada de lobos.

–Lo siento, no quería entrar en su territorio, solo que… –Amaris hizo un gesto de confusión mientras se levantaba. –¿Me caí? –Eso fue más una pregunta que una afirmación. Miró hacia el río como si este le pudiera dar una respuesta. –No lo recuerdo.

Uno de los lobos avanzó y Amaris retrocedió.

–No quiero problemas. –Trató de avanzar de vuelta al río y al apoyar su peso en la pierna derecha esta se dobló y cayó al suelo.

–Auch… –Eso si que le había dolido. Parece que no había salido tan ilesa de la locura de saltar al río como ella había creído.

Una mano en su hombro le avisó que por lo menos uno de los lobos se había transformado en humano.

–Tú nos acompañas.

Ahora solo tenía que conquistar al Alfa y estaría más cerca de su objetivo.

Solo que esa parte iba a ser más difícil de lo que creía.

En vez de llevarla a ver al Alfa, la llevaron al hospital para que tratara sus heridas. ¿Desde cuando los hombres lobos eran tan amigables con los extraños? Fue puesta en una habitación y lo único que le indicaron fue que descansara.

No podía dormir, ahora que estaba ahí lo único que quería era que apareciera el Alfa para empezar su acto de una buena vez. Pronto escucho que tocaban a su puerta. ¿Es en serio, tocaban?

–Adelante.

El que abrió la puerta era un hombre alto, con un cabello castaño que estaba amarrado en una cola y de unos ojos también castaños y risueños.

–Hola. –Su voz también se notaba risueña, como si nada pudiera ponerlo de mal humor.

–¿Hola? –Amaris no podía evitar la interrogación en su saludo. Era… extraño.

–Soy Ralf… ¿y tú? –¿Ralf? Entonces no era el Alfa. Amaris abrió la boca para responder y la volvió a cerrar.

–No lo sé… –Susurró contrariada. Puso su mejor cara de confusión.

–¿No? –Ralf la miró. –¿Sabes donde estabas?

–En el rió. –Amaris llevó su mano a su frente, era solo para mostrarle el golpe que tenía ahí. ¡Gracias piedra!

–Te golpeaste la cabeza. –Era una afirmación del hombre.

–Me duele.

Ralf la miró más de cerca antes de tomar asiento a su lado.

–¿Recuerdas algo? –Amaris negó con la cabeza.

–¿Nada?

–Solo cuando desperté… estaba rodeada de lobos y después uno se transformó en humano. –Eso sí había pasado, así que no tenía porqué negarlo.

–¿Eres una mujer loba entonces? –Ralf me olió. –No… no hueles a loba. –Murmuró para sí. –¿Eres humana? Pero no hay una ciudad humana en más de cien kilómetros.

¡Mierda! ¡Mierda!

–No lo sé. –Amaris llevó sus manos a su rostro y empezó a llorar. Con todo lo que le había pasado las lágrimas no demoraron en llegar a sus ojos. –Es todo tan confuso.

–Calma, calma. –Se notaba que Ralf no sabia que hacer con una mujer que lloraba. El llanto de Amaris se descontroló un poco.

–¡Es que no entiendo nada!

Como Ralf no sabía que hacer, terminó saliendo del cuarto de hospital. Pasaron unos minutos antes de que Amaris pudiera controlar su llanto.

Después de una hora al fin tuvo otra visita y esta vez esperaba que fuera el Alfa.

Si lo era.

Y este si que era un hombre con el que no se podía jugar. Tenía un aire que te obligaba a estar en tu mejor comportamiento cuando estabas en su presencia. Era intimidante. Aunque tenía unos ojos verdes que hacían que Amaris no pudiera apartar la vista. Sin esperarlo se sonrojó. Miró sus manos que estaban apoyadas en su regazo para no verlo a los ojos.

–Soy el Alfa Elliot. Ralf, mi beta, me habló de tí. Dice que no recuerdas nada.

–Es correcto.

–No te creo nada.

–¿Qué? No tengo razón para mentir. –Amaris tenía que salvar la situación a como diera lugar.

–No eres humana, tampoco una mujer loba… ¿Qué eres? –Su voz era dura y su pregunta fue hecha para que Amaris la respondiera. En ella no funcionaba ese tono Alfa, pero prefería no decirle eso.

–No lo sé. –La voz de Amaris era tímida, tranquila. –No recuerdo nada.

–¿No serás parte de la manada Shadowmoon? –Preguntó sospechoso.

Amaris puso su mejor cara de confusión.

–¿Shadowmoon? No sé de qué me habla. –Tenía que cambiar de tema. –Escuche… yo solo quiero un lugar donde quedarme hasta que recuerde todo… ahí me iré. Lo prometo. No voy a molestar… aunque necesitaré trabajo.

El Alfa permaneció serio con la mirada fija en ella.

–Vamos cariño, no seas así. La chica no recuerda nada. –Una mujer en avanzado estado de embarazo fue la que ingresó esta vez.

–¿Estabas escuchando Silvana? –La voz del Alfa Elliot cambió, era suave al dirigirse a esta mujer.

–Sabes que sí… si te dejo solo quizás que harías con ella. Además aunque venga de parte de Claude, no podrá hacer nada. Ya han pasado muchos años y se ha mantenido alejado. ¿Por qué querría acercarse ahora?

–Tienes razón. –El Alfa se paró para ayudar a la mujer a llegar a la silla que había estado ocupando. Ella era la luna de la manada Midnight. ¿Como Amaris no sabía que la manada tenía luna? ¡Y una embarazada!

Todos sus planes se iban a la basura, ella no estaba para meterse en un matrimonio. Ella había pasado por eso… nunca se lo haría a otra mujer.

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