Seduciendo a mi Suegro, el Alfa HunterES

AVA Las puertas blindadas del recinto se abren con un chirrido que estruja mi corazón. Aprieto las manos, mojadas en sudor, mientras escucho el rodar de la silla por el pavimento. Una de las guardias de la prisión Northway trae a una mujer con un vendaje en la frente, la vista perdida y una bolsa sobre sus piernas. —¿La hija de la exconvicta Jade Parker? —me pregunta con voz intimidante. —S... sí, señora, soy yo —tartamudeo acercándome. La alegría y la tristeza se mezclan… hace cinco años que no veía a mi mamá. Ella me prohibió las visitas. —Toda tuya. Asegúrate de que no vuelva —dice finalmente, dándome una última mirada para alejarse. Me quedo como una idiota sin saber qué hacer. —Ma... má... Me inclino, arrodillándome frente a ella. La nariz me escuece, los ojos se me nublan al ver a la mujer deplorable, ojerosa y delgada. —¡Mamita! —sin poder aguantarme más, la abrazo por la cintura, sollozando sobre su regazo, con el alma doliéndome tanto. Ella no me responde, no mue

AVA—Quédese tranquila, señorita Ava, ella está en muy buenas manos —la enfermera encargada de cuidar a mi madre me decía.Me agradó su voz suave y segura.No parecía entrar en pánico tan fácilmente.Lo peor de la enfermedad de mamá no era solo su mutismo y desconexión con el mundo, sino los ataques de ira y violencia que le daban de repente.Sin detonante, ni previo aviso.Una vez me atacó con un cuchillo mientras dormía y tuve que amarrarla a la cama.—Mamá, vendré a visitarte en cuanto me establezca —acaricio su cabello claro.Miraba hacia el exterior de la ventana.Nunca a mis ojos, jamás parece que me escucha.Suspiro y me marcho más tranquila.Owen ha cumplido toda su parte. Estas instalaciones se ven de primera.Ahora me toca cumplir a mí.Me alejo, bajando la colina en mi coche, y sigo el GPS hasta donde debe estar el pueblo cerca de la manada.La carretera atraviesa el bosque, llueve, y la oscuridad no me deja vislumbrar bien el camino.Al fin se despejan los árboles y la luz

AVAEl auto discreto y lujoso avanzaba por el camino. Bosque y más bosque salvaje alrededor, hasta que llegamos a una enorme puerta de hierro forjado. Como en las pelis de terror, se abrió lentamente. Leí en la parte de arriba las palabras CRIMSON RAVEN. Me extrañó no ver a nadie custodiando, pero quizás era por la lluvia. En este sitio me volvería una rana, siempre llovía y la atmósfera misteriosa flotaba en el ambiente. Bajando la colina vi todas las casas lujosas del pueblo de lobos y más allá, al final, una mansión que estaba segura era del Alfa.El chofer no habló ni media palabra y yo menos. Cuando pasamos la seguridad de la mansión, se detuvo frente a las anchas escaleras que subían a la entrada. Agarré el elegante vestido negro que mi prometido me había facilitado y me dispuse a descender, pero la manija fue abierta del otro lado.—¡Ava, te estaba esperando! —Owen me besó las dos mejillas y, tomada de su brazo, fui introducida al fin en su casa de millonarios. —Rayos,

AVAAbro la bata y la bajo seductoramente por mis hombros, hasta que cae al suelo. Su rostro estupefacto es un poema, y yo estoy descojonada de la risa por dentro. Me arrojo en cuatro patas y gateo sobre la alfombra como una fiera salvaje. El hilo se me encaja entre las nalgas de manera incómoda, pero yo estoy en mi papel de zorra.—A… Ava, ya basta… —¿Qué? ¿Te volviste tímido de repente? Mis bubis te impresionaron —me meto entre sus piernas, de rodillas frente a él.Y no aguanto más el comenzar a reírme. —No me jodas, Owen, tal parece que te he pillado pegándome los cuernos con tu amante.Creo que todos nos reiremos de esta broma, pero Owen sigue haciéndome señas un tanto confusas. De repente, el sonido de un cristal rompiéndose y un gruñido brusco me sobresalta. Comienzo a sudar frío y a palidecer. Abro los ojos en modo desorbitado.Owen baja la cabeza y se estruja la frente. Yo giro el cuello, aún en cuatro patas y media desnuda, para ver al Alfa parado frente a un minibar

AVAUn rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie.Di un paso atrás, nerviosa, reparé en que me había acercado demasiado al cuadro.—Yo… no quise molestarlo…—¡¿Quién te dio autorización para entrar en mi despacho y tocar mis cosas?!Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla.Quizás pensando que la había dañado.Quise explicarme, pero mi mano se enredó con la esquina de la bandeja metálica.Cayó al suelo con un ruido estridente.—No, no, no…Me incliné con los ojos rojos, mis manos temblorosas comenzaron a recoger la porcelana rota.El nudo se apretaba en mi garganta.La blanca loza empezó a teñirse de rojo por las cortadas en mis yemas, que ni siquiera me dolían de la adrenalina y las ganas que tenía de escapar.—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera!—¡No!Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme.No quería llorar delante de él. Todo lo que hacía era malinterpretado.—Solo qu