La habitación olía a alcohol desinfectante y a resignación.
—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.
—. De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Su tiempo de reacción está por debajo del promedio. Sus sentidos... la conexión con su loba... todo está debilitándose.
Me aferré al reposabrazos, deseando que la silla tragara mi cuerpo.
—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.
La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.
—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así... no podrás concebir.
Todo se detuvo dentro de mí.
Un frío se arrastró desde mi espalda hasta el centro del pecho, como una garra helada clavándose en mi corazón.
Cuando salí de la consulta, mi hermana estaba esperándome sentada en la sala con un café caliente entre las manos.
—¿Qué te dijo? —preguntó suavemente, acercándose.
—Lo de siempre. Que estoy peor —respondí sin mucha emoción.
Ella me abrazó, me sostuvo con fuerza, y tuve que morderme el labio inferior, que me temblaba, para no comenzar a llorar de nuevo.
—Vas a estar bien, Av. Quizás es solo una fase. Nadie puede entenderte como yo, ¿sí? Estoy aquí. Siempre estaré aquí.
Y sus palabras me daban tanto consuelo…
*****
No supe cómo darle la noticia a Feodor, mi compañero.
*****
Ese día Feodor iría a cerrar unos tratos con otra manada.
A pesar del dolor en cada articulación y del cansancio, logré convocar el cambio.
La conexión con mi loba pendía de un hilo, y eso incluso me había alejado del lobo Alfa de Feodor.
Iba de regreso, cuando un olor conocido fue captado por Saphir.
¿Qué hacía aquí Feodor? ¿Acaso no estaba cerrando negocios?
A medida que me acercaba en silencio, una punzada de dolor se clavó en mi pecho, obligándome a volver a mi forma humana, incapaz de mantener el cambio.
Agitada, me asomé por la ventana del cuarto y lo que vi y escuché… me terminó de destrozar por dentro.
Era la espalda de Feodor, que conocía muy bien, sentado en la cama con una mujer meneándose encima de él, clavándole las uñas en la piel y gimiendo como una puta.
—Una vez que Ava muera, todo será nuestro —gruñó, aferrándose a sus caderas femeninas.
—Mmmm… ya estoy esparciendo el rumor de su infertilidad en la manada —respondió ella, besándolo en el hombro.
—Lo mejor que hizo fue enfermarse esa idiota… ¡aaahh!... suave, mi amor… mmmm…
Hablaban de mi muerte como si ya fuera un hecho, planificando tomar el puesto de Luna que mi madre me dejó.
Los ojos de ella conectaron de repente con los míos, aun incrédulos, y por un segundo creí que vería su miedo por haber sido descubierta.
La ira me consumió desde el interior, a punto de reventarme.
—¡¡¡Emma!!! ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! —grité, empujando la ventana de cristal que se hizo añicos contra la pared.
Feodor se sobresaltó.
Se levantó al instante, furioso, y salió corriendo desnudo a enfrentarme.
—¿Qué demonios haces aquí? ¡¿Me estás espiando ahora?! —se acercó, amenazante.
—¡¿Por qué te iba a espiar, maldito?! ¡Jamás sospeché que ustedes dos asquerosos me estuviesen haciendo esto!
—¡Cállate! —me golpeó con fuerza la mejilla, abriéndome el labio, pero le fui encima, cegada por la ira.
Sin embargo, no era rival para él. Menos en mi estado.
Me empujó con violencia, haciéndome caer de espaldas contra el suelo con un siseo de dolor.
—Te criaron como mi hermana, te dieron todo, ¡a una pobre huérfana abandonada! ¡¿Cómo te atreviste a traicionarme de esta manera?!
El engaño de Emma me dolía incluso más que el de Feodor.
—No teníamos opción, Ava. Tú estás... seca y moribunda. Él necesita una hembra fuerte a su lado, la manada necesita cachorros herederos.
—¡La manada de mis padres, hija de puta! —le grité, sintiendo mi garganta desgarrarse y el sabor metálico de la sangre.
—Tu padre ya murió y tu madre es un vegetal que ni se sabe limpiar el culo. No vivas más en el pasado, querida hermanita —respondió con una sonrisa apenas disimulada.
Diosa… creí que moriría ahí mismo del coraje.
—Ya veremos si vas a ser la Luna o no… —me levanté, decidida a exponerlos, a romper el vínculo con este infiel.
Él sabía muy bien que, si los demás se enteraban de esta traición, me apoyarían y los expulsarían de la manada.
—¡Ya basta, Ava! ¡Deja de hacer estupideces! ¡Ven acá! —cuando hice por convocar el cambio y escapar, me sostuvo del brazo, zarandeándome con fuerza.
Mi cabeza mareada… aún así luché contra su control y la voz de Alfa con la que me quería presionar.
—¡Escúchame muy bien! —me sostuvo de los hombros, haciéndome enfrentarlo, sus caninos a centímetros de mi rostro contraído por la ira.
—. ¡Sé muy bien lo que estás pensando, pero si abres la boca… adiós a tu madre!
Me quedé paralizada ante su amenaza.
—¿Qué... qué dijiste?
—Tú sabes que está viva gracias a mi generosidad. ¿O crees que la cuidadora no responde a mí? Una orden. Solo una. Y dejará que se pudra.
—Eres un maldito... ¡¿cómo pude estar tan ciega?! —le grité, con voz quebrada.
—Y tú eres una inútil estéril, un lastre. ¿De verdad creías que iba a quedarme contigo para cuidarte hasta tu trágica muerte?
Me soltó de golpe y mi mente aún estaba en shock, pasando por tantos sentimientos oscuros, de arrepentimiento, sintiéndome tan idiota.
Los vi entrar de nuevo a la cabaña, a seguir fornicando como si yo no existiera.
—Mejor ya muérete en silencio y haznos un favor —me dijo Emma por último, dándome un guiño antes de entrar, bamboleándose victoriosa.
Se había quitado al fin su máscara.
Mi pecho ardía como un volcán en erupción.
No de dolor.
De furia.
De una sed de venganza que me cegaba.
“No voy a morir así. No sin pelear.”
*****
Pasaron dos días.
—Ava, cariño —dijo esa mañana, entrando a mi habitación sin tocar, con una sonrisa pintada de veneno.
—. ¿No vas a bajar a saludar? Me parece una grosería que no vayas a darle la bienvenida a los Alfas que vienen a la reunión de negocios.
Ni siquiera la miré. Seguí leyendo mi libro. La muy perra.
—No bajaré —respondí, sin ganas de fingir cortesía.
—Claro, claro… esas cosas tuyas de loba enferma —incluso puso la misma cara que hacía cuando fingía ser buena—. No te preocupes, ni el Alfa ni la manada esperan nada de ti.
—¿Y tú sí? —la miré directamente a los ojos—. ¿Esperas algo más o me has quitado suficiente?
Su sonrisa se borró un segundo y regresó la víbora de cascabel.
—Solo espero que aprendas a quedarte en tu lugar. Ya no eres necesaria, Ava. Lo aceptes o no, yo seré la próxima Luna. Y tú… bueno, pronto serás como un mueble más.
Cerré los puños. Mis uñas se clavaron en la palma. Me obligué a no saltarle encima ahí mismo.
"Todavía no, mente fría…"
*****
Esa tarde, vi a través de la ventana a la persona que tanto había esperado.
Ya tenía veinticinco años.
—Mamá, deséame suerte. Te voy a sacar de aquí, mamita —susurré con ojos rojos, para que no escucharan desde fuera de la puerta, mientras abrazaba a la mujer en la silla de ruedas.
Miraba a la nada, sin decir palabra, demacrada y ojerosa.
No sé muy bien qué pasó.
Solo que salió a cerrar un trato y luego los guerreros la encontraron en este estado de desconexión total, tirada en los límites de la manada.
*****
Tomando una respiración y sacando mi mejor sonrisa fingida, salí al pasillo.
Parecían escolta, pero eran espías de Feodor. Había infiltrado mi manada más de lo que imaginaba.
Quiso el destino y la Diosa, que me topara con Owen en el pasillo. Parecía estar buscándome.
—¡Ava! ¿Así es como recibes a los viejos amigos? —exclamó, dándome un abrazo de oso, apartándome un poco de los guardias y girándose de espaldas a ellos
—. ¿Qué te sucede? - Susurró en mi oído.
Se había dado cuenta de que algo iba mal. Era mi oportunidad.
AVA—No aquí —dije apenas moviendo los labios—. Por favor, quédate.—Hoy voy a tu habitación — Owen respondió, y luego subió la voz—. ¡Oye, muéstrame tu manada, mala amiga! ¡Necesito ponerme al tanto de todo!Así me arrastró hacia el primer piso, a pesar de la cara de molestia de Emma y el ceño fruncido del Alfa.Ofender a la manada Crimson Raven era de locos, y Feodor lo sabía, pero sus ojos me advertían claramente que si abría la boca, asesinaba a mi madre.La tarde-noche se puso animada, y Feodor no escatimó en servirle bien a los invitados. Estaba pensando en proponerles hacer negocios. Owen aceptó quedarse, y el Alfa se encontraba encantado, creyendo que en la mañana hablaría de dinero.Fingimos sonrisas y que éramos la pareja perfecta. Emma estaba a un lado y se notaba que se comía las bilis, pero yo no me encontraba mejor. Respirar el mismo aire que los dos me parecía hasta ofensivo.Cuando cayó la madrugada, me fui a mi cuarto y la vi, como una zorra, escabulléndose a la ha
AVAAtravesando un territorio extenso de bosque salvaje y brumoso, llegamos a una enorme puerta de hierro forjado.Como en las pelis de terror, se abrió lentamente.Leí en la parte de arriba las palabras CRIMSON RAVEN.Frías y afiladas como el dueño de estas tierras. Había oído hablar de Greyson Hunter, aunque jamás lo había conocido. Sin embargo, su reputación de macho Alfa hosco, salvaje, al que solo le importaba su territorio, lo precedía. Dicen que después de que murió la madre de Owen, no tomó otra compañera y se volvió más arisco y hermético.*****Vi al fin las hermosas casas bajando la colina, y a lo lejos la imponente mansión del Alfa, donde Owen me esperaba.—¡Ava, estás magnífica! —me dice, ayudándome a bajar.Llevo un vestido negro ceñido, elegante pero sexy. Necesito recuperar mi confianza y disfrutar lo mucho o poco que me quede.—Para mi prometido, lo mejor. Al fin y al cabo, es tu tarjeta la que sufre —le susurré, juguetona, mientras él me tomaba del brazo.—Me aleg
AVA Abro la bata y la bajo seductoramente por mis hombros, hasta que cae al suelo. Su rostro estupefacto es un poema, y yo estoy descojonada de la risa por dentro. Me arrojo en cuatro patas y gateo sobre la alfombra como una fiera salvaje. El hilo se me encaja entre las nalgas de manera incómoda, pero yo estoy en mi papel de zorra. —A… Ava, ya basta… —¿Qué? ¿Te volviste tímido de repente? Mis bubis te impresionaron —me meto entre sus piernas, de rodillas frente a él. Y no aguanto más el comenzar a reírme. —No me jodas, Owen, tal parece que te he pillado pegándome los cuernos con tu amante. Creo que todos nos reiremos de esta broma como cuando más jóvenes, pero Owen sigue haciéndome señas un tanto confusas. De repente, el sonido de un cristal rompiéndose y un gruñido brusco me sobresalta. Comienzo a sudar frío y a palidecer. Abro los ojos en modo desorbitado. Owen baja la cabeza y se estruja la frente. Yo giro el cuello, aún en cuatro patas y media desnuda, para ver al Alf
AVAUn rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie. Di un paso atrás, nerviosa, reparé en que me había acercado demasiado al cuadro. —Yo… no quise molestarlo… —¡¿Quién te dio autorización para entrar en mi despacho y tocar mis cosas?!Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla. Quizás pensando que la había dañado. Quise explicarme, pero mi mano se enredó con la esquina de la bandeja metálica.Cayó al suelo con un ruido estridente.—No, no, no…Me incliné con los ojos rojos, temblorosa, comencé a recoger la porcelana rota. El nudo se apretaba en mi garganta. La blanca loza empezó a teñirse de rojo por las cortadas en mis yemas, me estaba empezando a sentir algo mareada.—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera! —¡No!Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme. No quería llorar delante de él. Todo lo que hacía era malinterpretado. —Solo quería disculparme por lo de esa noche,