Seduciendo a mi Suegro, el Alfa Hunter
Seduciendo a mi Suegro, el Alfa Hunter
Por: Luna Nova
01. MUÉRETE EN SILENCIO

Ava

La habitación olía a alcohol desinfectante y a resignación.

La doctora evitaba mi mirada como si eso fuera a suavizar el golpe que iba a darme… no estaba funcionando.

—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.

—. De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Su tiempo de reacción está por debajo del promedio. Sus sentidos... la conexión con su loba... todo está debilitándose.

Me aferré al reposabrazos, deseando que la silla tragara mi cuerpo.

—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.

La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.

—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así... no podrás concebir.

Todo se detuvo dentro de mí.

No solté ni una lágrima o sollozo. Me sentía tan seca y sin esperanzas.

Mi peor pesadilla haciéndose realidad: heredé la rara enfermedad de mi madre, aunque al menos ella me pudo dar a luz.

No se sabía la causa, solo que te ibas consumiendo hasta quedarte hecha un vegetal… o morir directamente en agonía.

Un frío se arrastró desde mi espalda hasta el centro del pecho, como una garra helada clavándose en mi corazón.

Cuando salí de la consulta, mi hermana estaba esperándome sentada en la sala con un café caliente entre las manos.

Sonrió con ternura al verme y ojos compasivos.

—¿Qué te dijo? —preguntó suavemente, acercándose.

—Lo de siempre. Que estoy peor —respondí sin mucha emoción.

Ella me abrazó, me sostuvo con fuerza, y tuve que morderme el labio inferior, que me temblaba, para no comenzar a llorar de nuevo.

Cerré mis brazos en su espalda, hundiéndome en su cuello.

Solo Emma me daba consuelo. Mi mejor amiga, mi hermana adoptiva.

La cachorra que mi madre salvó y crió como suya. Siempre habíamos estado juntas en las buenas y en las malas.

—Vas a estar bien, Av. Quizás es solo una fase. Nadie puede entenderte como yo, ¿sí? Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Y sus palabras me daban tanto consuelo…

Aunque perdiera a mi loba interior, no estaría sola, y eso me reconfortaba.

*****

No supe cómo darle la noticia a Feodor, mi compañero.

Le he ocultado mi condición, buscando mejorías para no preocuparlo, pero cada vez es más evidente.

Solo Emma y la doctora lo saben.

Soy la Luna de la manada Colmillo de Acero.

Heredé estas tierras de mi padre y mi gente me ama, pero tengo tanto miedo al rechazo cuando sepan que no podré concebir y que mis días están contados.

*****

Ese día Feodor iría a cerrar unos tratos con otra manada.

Aproveché por la madrugada para escabullirme y dejar salir a Saphir, mi loba interior, una hermosa beta de pelaje rojizo.

A pesar del dolor en cada articulación y del cansancio, logré convocar el cambio.

Saphir se internó en el bosque, corriendo lentamente.

La tierra húmeda se pegaba a mis patas, el viento no tenía el mismo olor de antes y mis sentidos… se apagaban cada vez más.

La conexión con mi loba pendía de un hilo, y eso incluso me había alejado del lobo Alfa de Feodor.

Iba de regreso, cuando un olor conocido fue captado por Saphir.

El aroma de mi Alfa. Él estaba cerca.

Encontré su coche aparcado junto a la vieja cabaña que solíamos usar para escaparnos del mundo y amarnos.

¿Qué hacía aquí Feodor? ¿Acaso no estaba cerrando negocios?

A medida que me acercaba en silencio, una punzada de dolor se clavó en mi pecho, obligándome a volver a mi forma humana, incapaz de mantener el cambio.

Agitada, me asomé por la ventana del cuarto y lo que vi y escuché… me terminó de destrozar por dentro.

Era la espalda de Feodor, que conocía muy bien, sentado en la cama con una mujer meneándose encima de él, clavándole las uñas en la piel y gimiendo como una puta.

—Una vez que Ava muera, todo será nuestro —gruñó, aferrándose a sus caderas femeninas.

—Mmmm… ya estoy esparciendo el rumor de su infertilidad en la manada —respondió ella, besándolo en el hombro.

—Lo mejor que hizo fue enfermarse esa idiota… ¡aaahh!... suave, mi amor… mmmm…

Hablaban de mi muerte como si ya fuera un hecho, planificando tomar el puesto de Luna que mi madre me dejó.

Los ojos de ella conectaron de repente con los míos, aun incrédulos, y por un segundo creí que vería su miedo por haber sido descubierta.

Pero solo sonrió… ¡y gimió más fuerte!

La ira me consumió desde el interior, a punto de reventarme.

—¡¡¡Emma!!! ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! —grité, empujando la ventana de cristal que se hizo añicos contra la pared.

Feodor se sobresaltó.

Estaba tan emocionado follándose a mi hermana que ni había reparado en mi presencia.

Se levantó al instante, furioso, y salió corriendo desnudo a enfrentarme.

—¿Qué demonios haces aquí? ¡¿Me estás espiando ahora?! —se acercó, amenazante.

—¡¿Por qué te iba a espiar, maldito?! ¡Jamás sospeché que ustedes dos asquerosos me estuviesen haciendo esto!

—¡Cállate! —me golpeó con fuerza la mejilla, abriéndome el labio, pero le fui encima, cegada por la ira.

Sin embargo, no era rival para él. Menos en mi estado.

Me empujó con violencia, haciéndome caer de espaldas contra el suelo con un siseo de dolor.

Sentía cómo las lágrimas se mezclaban con la rabia… y más cuando la vi a ella salir apenas envuelta con la sábana.

—Te criaron como mi hermana, te dieron todo, ¡a una pobre huérfana abandonada! ¡¿Cómo te atreviste a traicionarme de esta manera?!

El engaño de Emma me dolía incluso más que el de Feodor.

Mi loba y su Alfa hacía mucho que no conectaban.

—No teníamos opción, Ava. Tú estás... seca y moribunda. Él necesita una hembra fuerte a su lado, la manada necesita cachorros herederos.

—¡La manada de mis padres, hija de puta! —le grité, sintiendo mi garganta desgarrarse y el sabor metálico de la sangre.

—Tu padre ya murió y tu madre es un vegetal que ni se sabe limpiar el culo. No vivas más en el pasado, querida hermanita —respondió con una sonrisa apenas disimulada.

Diosa… creí que moriría ahí mismo del coraje.

—Ya veremos si vas a ser la Luna o no… —me levanté, decidida a exponerlos, a romper el vínculo con este infiel.

Él sabía muy bien que, si los demás se enteraban de esta traición, me apoyarían y los expulsarían de la manada.

¡Él era el Alfa porque yo lo escogí!

—¡Ya basta, Ava! ¡Deja de hacer estupideces! ¡Ven acá! —cuando hice por convocar el cambio y escapar, me sostuvo del brazo, zarandeándome con fuerza.

Mi cabeza mareada… aún así luché contra su control y la voz de Alfa con la que me quería presionar.

—¡Escúchame muy bien! —me sostuvo de los hombros, haciéndome enfrentarlo, sus caninos a centímetros de mi rostro contraído por la ira.

—. ¡Sé muy bien lo que estás pensando, pero si abres la boca… adiós a tu madre!

Me quedé paralizada ante su amenaza.

—¿Qué... qué dijiste?

—Tú sabes que está viva gracias a mi generosidad. ¿O crees que la cuidadora no responde a mí? Una orden. Solo una. Y dejará que se pudra.

—Eres un maldito... ¡¿cómo pude estar tan ciega?! —le grité, con voz quebrada.

—Y tú eres una inútil estéril, un lastre. ¿De verdad creías que iba a quedarme contigo para cuidarte hasta tu trágica muerte?

Me soltó de golpe y mi mente aún estaba en shock, pasando por tantos sentimientos oscuros, de arrepentimiento, sintiéndome tan idiota.

Los vi entrar de nuevo a la cabaña, a seguir fornicando como si yo no existiera.

—Mejor ya muérete en silencio y haznos un favor —me dijo Emma por último, dándome un guiño antes de entrar, bamboleándose victoriosa.

Se había quitado al fin su máscara.

Mi pecho ardía como un volcán en erupción.

No de dolor.

De furia.

De una sed de venganza que me cegaba.

“No voy a morir así. No sin pelear.”

*****

Pasaron dos días.

Dos putos días donde me tenían casi como una prisionera, vigilada, sin medios de comunicación, y ella se paseaba por la casa como si fuera la dueña de todo.

Vestía mi ropa, usaba mis maquillajes.

Se sentaba en mi lugar en las comidas. Le hablaba a la manada como si yo ya estuviera muerta.

—Ava, cariño —dijo esa mañana, entrando a mi habitación sin tocar, con una sonrisa pintada de veneno.

—. ¿No vas a bajar a saludar? Me parece una grosería que no vayas a darle la bienvenida a los Alfas que vienen a la reunión de negocios.

Ni siquiera la miré. Seguí leyendo mi libro. La muy perra.

—No bajaré —respondí, sin ganas de fingir cortesía.

—Claro, claro… esas cosas tuyas de loba enferma —incluso puso la misma cara que hacía cuando fingía ser buena—. No te preocupes, ni el Alfa ni la manada esperan nada de ti.

—¿Y tú sí? —la miré directamente a los ojos—. ¿Esperas algo más o me has quitado suficiente?

Su sonrisa se borró un segundo y regresó la víbora de cascabel.

—Solo espero que aprendas a quedarte en tu lugar. Ya no eres necesaria, Ava. Lo aceptes o no, yo seré la próxima Luna. Y tú… bueno, pronto serás como un mueble más.

Cerré los puños. Mis uñas se clavaron en la palma. Me obligué a no saltarle encima ahí mismo.

"Todavía no, mente fría…"

*****

Esa tarde, vi a través de la ventana a la persona que tanto había esperado.

Owen Hunter llegó a la manada. Escuché que asistiría.

Mi corazón casi se detuvo al verlo desde el segundo piso cuando se bajó del auto.

Seguía igual a mis recuerdos. Alto, carismático, de ojos verdes y cabello oscuro.

El heredero de una de las manadas más importantes, Crimson Raven, y mi amigo desde la adolescencia.

Ya tenía veinticinco años.

Esperaba que, por esos buenos recuerdos, aceptara ayudarme.

—Mamá, deséame suerte. Te voy a sacar de aquí, mamita —susurré con ojos rojos, para que no escucharan desde fuera de la puerta, mientras abrazaba a la mujer en la silla de ruedas.

Miraba a la nada, sin decir palabra, demacrada y ojerosa.

Yo era una copia de ella: cabello castaño y ojos miel.

Después de la muerte de mi padre, la Luna dirigió la manada mejor que un macho, pero su salud decayó día tras día sin explicación, hasta que un día algo sucedió…

Y quedó así.

No sé muy bien qué pasó.

Solo que salió a cerrar un trato y luego los guerreros la encontraron en este estado de desconexión total, tirada en los límites de la manada.

*****

Tomando una respiración y sacando mi mejor sonrisa fingida, salí al pasillo.

Enseguida sentí a los dos guardias siguiéndome.

Parecían escolta, pero eran espías de Feodor. Había infiltrado mi manada más de lo que imaginaba.

Quiso el destino y la Diosa, que me topara con Owen en el pasillo. Parecía estar buscándome.

—¡Ava! ¿Así es como recibes a los viejos amigos? —exclamó, dándome un abrazo de oso, apartándome un poco de los guardias y girándose de espaldas a ellos

—. ¿Qué te sucede? - Susurró en mi oído.

Se había dado cuenta de que algo iba mal. Era mi oportunidad.

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