AVA
Abro la bata y la bajo seductoramente por mis hombros, hasta que cae al suelo. Su rostro estupefacto es un poema, y yo estoy descojonada de la risa por dentro. Me arrojo en cuatro patas y gateo sobre la alfombra como una fiera salvaje. El hilo se me encaja entre las nalgas de manera incómoda, pero yo estoy en mi papel de zorra. —A… Ava, ya basta… —¿Qué? ¿Te volviste tímido de repente? Mis bubis te impresionaron —me meto entre sus piernas, de rodillas frente a él. Y no aguanto más el comenzar a reírme. —No me jodas, Owen, tal parece que te he pillado pegándome los cuernos con tu amante. Creo que todos nos reiremos de esta broma como cuando más jóvenes, pero Owen sigue haciéndome señas un tanto confusas. De repente, el sonido de un cristal rompiéndose y un gruñido brusco me sobresalta. Comienzo a sudar frío y a palidecer. Abro los ojos en modo desorbitado. Owen baja la cabeza y se estruja la frente. Yo giro el cuello, aún en cuatro patas y media desnuda, para ver al Alfa parado frente a un minibar, estupefacto y dándome una mirada que no sé identificar muy bien. En su mano, las gotas de sangre caen por el vaso de alcohol que ha hecho trizas. Nuestros ojos conectan y los suyos parecen tormentas a punto de tragarme. Abro la boca y la cierro, no sé qué decir para justificar esta estupidez. Repentinamente, cae sobre mis hombros el saco de Owen que se ha quitado para cubrirme. Me levanto con las piernas suaves, temblando, y ni quiero imaginar lo que estará pensando el Alfa de mí. —Se... señor Hunter... No termino mis disculpas. Él da un paso adelante y sus orbes se oscurecen; los caninos están creciéndole como una bestia. Doy un paso atrás, se ve salvaje, y la presión que ejerce me rodea, dominante y fiera. —Papá, ella no sabía que estabas aquí… —Owen intercede tomándome del brazo. El Alfa gruñe, respirando agitado, mira la mano de Owen en mi piel. Cuando creo que las cosas se van a salir de control, Greyson sale por la puerta endemoniado, dando un fuerte portazo que estremece el marco a punto de zafarlo. Lo he echado a perder. La he jodido con el Alfa y no en el mejor sentido. ***** Al final me disculpé un millón de veces con Owen, con la cara por el suelo. Terminó riéndose y diciéndome que la broma hubiese estado súper buena, si su padre no estuviese viéndome el culo desde el minibar. El conjuntico ni se sabe cómo llegó a mi ropa interior. Me pasé toda la noche recordando la cara de asesino en serie del Alfa. Necesitaba hacer algo para mejorar mi imagen. Con el sol sin salir aún por el horizonte, me levanté, vistiéndome con un vestido sencillo y bajando al primer piso. La casa estaba en silencio, temía perderme entre tantos pasillos, pero logré dar con la cocina. Me asombré al encontrarme dos mujeres trabajando en silencio. —Buenos días —saludé, y ellas subieron la cabeza para saludarme secamente. —¿Puedo usar algunas de las estufas? —pregunté algo cohibida, y asintieron. Logré obtener un espacio de trabajo e hice mi magia en un rico desayuno.Al fin y al cabo era una Luna competente.
Limpiándome el sudor de la frente, miré por la ventana y me di cuenta de que había amanecido. La cocina ya estaba animada. Las doncellas me miraban raro, pero nadie se metió conmigo. Tomé mi bandeja y decidí arriesgarme a un próximo desplante. Llegando al rellano de la escalera, me encontré con el primer obstáculo. —¿Tu doncella no te está atendiendo? Suspiré al escuchar la voz de la abuela. —Buenos días, Sra. Winifred —giré para ver su rostro severo—. En realidad, esta comida es… para el Alfa. Dije la verdad, no soy de las que se anda por las ramas. —El Alfa solo come lo que prepara una cocinera especializada —miró mi comida como si la hubiese sacado del basurero. — Además, la pruebo yo personalmente antes de servirla. Él no come de la mano de cualquiera… Apreté los labios pensando en cómo responder sin mandarla a la fregada. —Así que no gastes energía en cosas absurdas, retira esa bandeja para ti. Iba a dar una respuesta mordaz cuando pasos en las escaleras detuvieron nuestra charla nada amistosa. Era el Alfa. Mi cuerpo entero se tensó al verlo bajar. Vestido con un traje hecho a medida, pero relajado. El saco oscuro con una camisa blanca abierta en los botones superiores. Le quedaba demasiado bien y él estaba tan bueno que tuve que disimular no devorarlo con los ojos. Reparé entonces que hablaba con una mujer a su lado. Alta y estilizada, una rubia muy hermosa y elegante. ¿Quién era y qué hacía tan temprano en las dependencias del Alfa? Llegaron al rellano y él se detuvo un instante para darle indicaciones de la casa a Winifred. Yo como idiota con la bandeja en la mano esperando al menos un saludo que nunca llegó. Greyson ni me miró. —¡Alfa! —lo llamé cuando ya se iba y vi su espalda detenerse, pero sin voltearse. —Yo... quisiera un segundo para hablar con usted. Las manos me sudaban, sentía la mirada severa de la abuela y esa rubia se giró para verme a la cara. —No tengo tiempo para hablar ahora —fue la respuesta fría que me dio Greyson Hunter. Mis mejillas ardieron y mi corazón latía errático. Otra vez, este hombre me trataba como una cucaracha. Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Por qué me sentía siempre tan pequeña frente a él? ¿Cómo era que tenía la capacidad de afectarme tanto? Lucía guapo, ¿y qué? Solo era otro egocéntrico prepotente. —Te dije que no hicieras cosas innecesarias —Winifred aprovechó para hundirme hasta el fondo. No quería que mis ojos se humedecieran. Ella tenía razón, todo este esfuerzo fue en vano… o quizás no… Escuché los pasos apresurados de Owen. Venía arreglándose la corbata, supongo que iría a ayudar a su padre en los negocios. —Fui a tu habitación y no te encontré. ¿Qué haces despierta tan temprano? —me besó la cabeza con prisas. —¡Aaah, me viniste a preparar el desayuno! Qué prometida tan atenta. Me sonrió con burlas en los ojos, creo que escuchó un poco de todo este encuentro incómodo. Su frescura y buen humor me hicieron sentir mejor. Extendió la mano, pero antes de que pudiese agarrar uno de los sándwiches, otra mano más tosca se le atravesó tomando la comida. Me asombré al sentir la presencia del Alfa de nuevo frente a mí y dándole una probada a las tostadas. —Ella lo preparó para mí, búscate tu propio desayuno —su voz fría le dijo a Owen, que me miró dándome un guiño. ¿A qué se debía este cambio en el Alfa? —Es para disculparme por… por lo de anoche. Espero que le agrade… —logré articular. —No me gusta el tomate, ni el jugo de fresas —me miró con esos ojos azules intensos. Mi pecho se saltó un latido y el aroma de su perfume llegó a mi nariz, abrumando mi cerebro. —Nella, empaca todo para comerlo luego —se giró hacia la rubia. —Alfa, pedí el almuerzo en su restaurante favorito… Comenzó a decirle, pero bastó una de las miradas penetrantes de Greyson para que se callara y asintiera. —Mañana en la mañana tengo tiempo para hablar… —¿Qué? —pregunté como idiota, sin comprender, pero él ya se había marchado. —Significa que puedes disculparte por la mañana —Owen se inclinó y me susurró al oído —Me debes un desayuno, ahora estoy celoso. Sonriendo, se alejó con pasos firmes, persiguiendo la estela dominante de su padre. Se subieron a un Bentley que los esperaba en la entrada. La bandeja fue retirada de mis manos por la rubia. —Soy Nella Bishop, la Beta de la manada —se presentó con cortesía, pero sentía la presión con la que me quería intimidar. —Ava Reed, la prometida —le sonreí de la manera más hipócrita que encontré. Sus ojos castaños me atravesaron, pero luego se alejó hablando con Winifred. Algo me decía que la Beta de la manada quería ascender al puesto de Luna. ***** Ese día me dediqué a organizar algunas cosas y fui un rato a visitar a mi madre.Además me recogieron muestras de sangre para investigar nuestra enfermedad.
No me quedaban muchas esperanzas, pero me aferraba hasta un clavo ardiendo.
Owen me recogió en el camino y cenamos en uno de los restaurantes del pueblo. Al menos me había ahorrado las miradas odiosas de Winifred. Con la confianza que me dio las palabras del Alfa, al otro día decidí ser aún más atrevida y subir al piso prohibido, pero las cosas esta vez no salieron mal… sino desastrosas. Pensé encontrarme la cueva de una bestia, pero todo el piso parecía un penthouse. Bien moderno y con la típica decoración de maderas duras. Una música baja se filtraba en el aire y caminé hasta el fondo del pasillo para verlo a través de una pared de cristal. Dios mío de mi corazón. Estaba de espaldas a mí, con unos shorts cortos de deporte y una camiseta holgada. Los músculos duros y húmedos del sudor se contraían cada vez que bajaba y subía cargando las pesas. Los tatuajes de lobos corriendo bajo la luna y letras raras se flexionaban y estiraban con cada movimiento poderoso de sus bíceps. El cabello oscuro sudado contra el cuello, y me lo imaginaba gruñendo bien sexy cada vez que hacía el esfuerzo. El cosquilleo excitante se extendió por mi vientre.Hace mucho tiempo que no hacía el delicioso de verdad con orgasmo incluido. Creí de idiota que bastaba con que Feodor se sintiera bien.
Debía alejarme del Alfa Hunter, me estaba revolviendo todo el líbido y eso no era bueno.
La atracción sexual que sentía por él era arrolladora y extraña. Nunca había sido de las enamoradizas y mucho menos de los amores prohibidos. Él sería mi suegro, uno falso, pero no podía fallarle a Owen. Esta vez fui yo la que escapé, pensaba en alejarme. Greyson Hunter era demasiado peligroso y, además, ese macho nunca se voltearía a verme. Iba por el pasillo para bajar las escaleras cuando miré a través de una puerta entreabierta. Parecía su despacho. Miré la bandeja y pensé en todo el tiempo que perdí haciéndola, así que tomé otra estúpida decisión. Entré con suavidad, pensando en dejársela sobre el escritorio para cuando terminase sus ejercicios. Cuando me giré para marcharme, algo llamó mi atención. Un cuadro enorme en la pared. Era una mujer muy hermosa, su cabello castaño y los ojos verdes, con una sonrisa luminosa en el rostro. Estaba llena de vida y ni siquiera tuve que preguntar para saber quién era esa persona que el Alfa miraba todos los días. Su amada Luna, la mujer que perdió y no olvidaba. Extendí la mano y mis dedos estaban a punto de tocar el lienzo… —¡¿QUÉ HACES AQUÍ ADENTRO?!AVAUn rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie. Di un paso atrás, nerviosa, reparé en que me había acercado demasiado al cuadro. —Yo… no quise molestarlo… —¡¿Quién te dio autorización para entrar en mi despacho y tocar mis cosas?!Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla. Quizás pensando que la había dañado. Quise explicarme, pero mi mano se enredó con la esquina de la bandeja metálica.Cayó al suelo con un ruido estridente.—No, no, no…Me incliné con los ojos rojos, temblorosa, comencé a recoger la porcelana rota. El nudo se apretaba en mi garganta. La blanca loza empezó a teñirse de rojo por las cortadas en mis yemas, me estaba empezando a sentir algo mareada.—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera! —¡No!Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme. No quería llorar delante de él. Todo lo que hacía era malinterpretado. —Solo quería disculparme por lo de esa noche,
AvaLa habitación olía a alcohol desinfectante y a resignación. La doctora evitaba mi mirada como si eso fuera a suavizar el golpe que iba a darme… no estaba funcionando.—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.—. De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Su tiempo de reacción está por debajo del promedio. Sus sentidos... la conexión con su loba... todo está debilitándose.Me aferré al reposabrazos, deseando que la silla tragara mi cuerpo.—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así... no podrás concebir.Todo se detuvo dentro de mí. No solté ni una lágrima o sollozo. Me sentía tan seca y sin esperanzas. Mi peor pesadilla haciéndose realidad: heredé la rara enfermedad de mi madre, aunque al menos ella me pudo dar a luz. No se sabía la causa, solo que te
AVA—No aquí —dije apenas moviendo los labios—. Por favor, quédate.—Hoy voy a tu habitación — Owen respondió, y luego subió la voz—. ¡Oye, muéstrame tu manada, mala amiga! ¡Necesito ponerme al tanto de todo!Así me arrastró hacia el primer piso, a pesar de la cara de molestia de Emma y el ceño fruncido del Alfa.Ofender a la manada Crimson Raven era de locos, y Feodor lo sabía, pero sus ojos me advertían claramente que si abría la boca, asesinaba a mi madre.La tarde-noche se puso animada, y Feodor no escatimó en servirle bien a los invitados. Estaba pensando en proponerles hacer negocios. Owen aceptó quedarse, y el Alfa se encontraba encantado, creyendo que en la mañana hablaría de dinero.Fingimos sonrisas y que éramos la pareja perfecta. Emma estaba a un lado y se notaba que se comía las bilis, pero yo no me encontraba mejor. Respirar el mismo aire que los dos me parecía hasta ofensivo.Cuando cayó la madrugada, me fui a mi cuarto y la vi, como una zorra, escabulléndose a la ha
AVAAtravesando un territorio extenso de bosque salvaje y brumoso, llegamos a una enorme puerta de hierro forjado.Como en las pelis de terror, se abrió lentamente.Leí en la parte de arriba las palabras CRIMSON RAVEN.Frías y afiladas como el dueño de estas tierras. Había oído hablar de Greyson Hunter, aunque jamás lo había conocido. Sin embargo, su reputación de macho Alfa hosco, salvaje, al que solo le importaba su territorio, lo precedía. Dicen que después de que murió la madre de Owen, no tomó otra compañera y se volvió más arisco y hermético.*****Vi al fin las hermosas casas bajando la colina, y a lo lejos la imponente mansión del Alfa, donde Owen me esperaba.—¡Ava, estás magnífica! —me dice, ayudándome a bajar.Llevo un vestido negro ceñido, elegante pero sexy. Necesito recuperar mi confianza y disfrutar lo mucho o poco que me quede.—Para mi prometido, lo mejor. Al fin y al cabo, es tu tarjeta la que sufre —le susurré, juguetona, mientras él me tomaba del brazo.—Me aleg