AVA
Un rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie.
Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla.
Cayó al suelo con un ruido estridente.
—No, no, no…
Me incliné con los ojos rojos, temblorosa, comencé a recoger la porcelana rota.
—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera!
Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme.
Solo solté de carretilla.
Sus ojos me miraban llenos de tormentas, el ceño fruncido, observando mis manos que goteaban, ensuciándole su piso pulido.
—Lamento que no sea lo que quiere para su hijo, quizás esperaba otro tipo de loba. No me acercaré más a usted, ni le causaré más problemas, Alfa Hunter.
Con el pecho doliendo demasiado, pasé a su lado con prisas, con los ojos empañados y molesta conmigo misma.
¿Por qué seguía de masoquista con este macho?
Me decía que era por Owen, pero aun con mi loba debilitada, mis instintos me gritaban que había algo más.
Me tensé ante su proximidad, ante el aroma intenso de su sudor y su aura opresiva y dominante.
Juraría que aspiró contra mi cuello. Todos los pelitos se me pusieron de punta… y los pezones bajo el sujetador.
—No soy adivina, Sr. Hunter. Dígame entonces realmente qué tiene en mi contra.
Me giré en un arranque de rabia y algo más oscuro y morboso.
Bajó aún más su postura y la respiración se me aceleró.
Miré hacia esos labios fríos y sexis.
Maldit4 sea, las ganas locas de besarlo me acababan con la cordura.
—Ava… —susurró estrangulado.
Cuando me fijé de nuevo en esas pupilas, estaban oscureciéndose, cambiando con destellos rojos.
Su olor a macho indomable prendía mi lujuria.
Mi coño palpitaba, deseando que me acariciara y me domara bajo su cuerpo.
—¿De verdad estás enamorada de mi hijo o solo te interesa su dinero?
Me congelé ante esa pregunta. Mis mejillas comenzaron a colorearse de carmín.
Había regresado el idiota del Alfa Hunter.
Entendí algo muy claro: mientras yo iba de cabeza a traicionar mi acuerdo con Owen, su padre solo me estaba probando y yo quedé como una puta resbalosa e interesada.
—Ningún dinero en el mundo es suficiente para vivir bajo su mismo techo, Sr. Hunter —le dije con rabia y lo empujé, tomándolo por sorpresa.
No lo miré más, escuchaba unos tacones que se acercaban por el pasillo.
A mi espalda, un ruido brusco se escuchó dentro del despacho, como si la pared hubiese sido atravesada con un puño.
Owen hoy me había dicho que iba a cerrar unos tratos en una manada vecina.
No lloraría por ningún imbécil nunca más.
Me perdí por las carreteras en las montañas y, al final, llegué al apartado complejo psiquiátrico donde estaba mi madre.
*****
—Srta. Reed, ¿va a quedarse a cenar?
Le acomodé la cobija a mi madre, dándole un beso en la frente y prometiéndole volver pronto.
Me respondió, y hasta yo podía ver su semblante más recuperado.
*****
Avanzaba en el Mercedes camino a la manada.
Entró la llamada de Owen, preocupado; me había llamado varias veces, pero apagué el móvil.
—¿Ahora qué diantres le pasó a esto? —cabreada, salí al exterior.
Parece que llovería y yo, varada en medio de la nada y rodeada de bosque oscuro.
Abrí el capó como si supiese mucho de mecánica.
Me giré enseguida para ver, avanzando por la carretera, a una rara criatura.
No me quedé parada a ver qué era.
Sentía sus gruñidos y sus pasos persiguiéndome.
—¡Aaahhh! —grité intentando aferrarme a las paredes de tierra, luchando desesperada.
Me estaba desmayando, quedándome a su merced. Estaba acabada.
AvaLa habitación olía a alcohol desinfectante y a resignación. La doctora evitaba mi mirada como si eso fuera a suavizar el golpe que iba a darme… no estaba funcionando.—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.—. De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Su tiempo de reacción está por debajo del promedio. Sus sentidos... la conexión con su loba... todo está debilitándose.Me aferré al reposabrazos, deseando que la silla tragara mi cuerpo.—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así... no podrás concebir.Todo se detuvo dentro de mí. No solté ni una lágrima o sollozo. Me sentía tan seca y sin esperanzas. Mi peor pesadilla haciéndose realidad: heredé la rara enfermedad de mi madre, aunque al menos ella me pudo dar a luz. No se sabía la causa, solo que te
AVA—No aquí —dije apenas moviendo los labios—. Por favor, quédate.—Hoy voy a tu habitación — Owen respondió, y luego subió la voz—. ¡Oye, muéstrame tu manada, mala amiga! ¡Necesito ponerme al tanto de todo!Así me arrastró hacia el primer piso, a pesar de la cara de molestia de Emma y el ceño fruncido del Alfa.Ofender a la manada Crimson Raven era de locos, y Feodor lo sabía, pero sus ojos me advertían claramente que si abría la boca, asesinaba a mi madre.La tarde-noche se puso animada, y Feodor no escatimó en servirle bien a los invitados. Estaba pensando en proponerles hacer negocios. Owen aceptó quedarse, y el Alfa se encontraba encantado, creyendo que en la mañana hablaría de dinero.Fingimos sonrisas y que éramos la pareja perfecta. Emma estaba a un lado y se notaba que se comía las bilis, pero yo no me encontraba mejor. Respirar el mismo aire que los dos me parecía hasta ofensivo.Cuando cayó la madrugada, me fui a mi cuarto y la vi, como una zorra, escabulléndose a la ha
AVAAtravesando un territorio extenso de bosque salvaje y brumoso, llegamos a una enorme puerta de hierro forjado.Como en las pelis de terror, se abrió lentamente.Leí en la parte de arriba las palabras CRIMSON RAVEN.Frías y afiladas como el dueño de estas tierras. Había oído hablar de Greyson Hunter, aunque jamás lo había conocido. Sin embargo, su reputación de macho Alfa hosco, salvaje, al que solo le importaba su territorio, lo precedía. Dicen que después de que murió la madre de Owen, no tomó otra compañera y se volvió más arisco y hermético.*****Vi al fin las hermosas casas bajando la colina, y a lo lejos la imponente mansión del Alfa, donde Owen me esperaba.—¡Ava, estás magnífica! —me dice, ayudándome a bajar.Llevo un vestido negro ceñido, elegante pero sexy. Necesito recuperar mi confianza y disfrutar lo mucho o poco que me quede.—Para mi prometido, lo mejor. Al fin y al cabo, es tu tarjeta la que sufre —le susurré, juguetona, mientras él me tomaba del brazo.—Me aleg
AVA Abro la bata y la bajo seductoramente por mis hombros, hasta que cae al suelo. Su rostro estupefacto es un poema, y yo estoy descojonada de la risa por dentro. Me arrojo en cuatro patas y gateo sobre la alfombra como una fiera salvaje. El hilo se me encaja entre las nalgas de manera incómoda, pero yo estoy en mi papel de zorra. —A… Ava, ya basta… —¿Qué? ¿Te volviste tímido de repente? Mis bubis te impresionaron —me meto entre sus piernas, de rodillas frente a él. Y no aguanto más el comenzar a reírme. —No me jodas, Owen, tal parece que te he pillado pegándome los cuernos con tu amante. Creo que todos nos reiremos de esta broma como cuando más jóvenes, pero Owen sigue haciéndome señas un tanto confusas. De repente, el sonido de un cristal rompiéndose y un gruñido brusco me sobresalta. Comienzo a sudar frío y a palidecer. Abro los ojos en modo desorbitado. Owen baja la cabeza y se estruja la frente. Yo giro el cuello, aún en cuatro patas y media desnuda, para ver al Alf