05. ATAQUE EN LA CARRETERA

AVA

Un rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie.

Di un paso atrás, nerviosa, reparé en que me había acercado demasiado al cuadro.

—Yo… no quise molestarlo…

—¡¿Quién te dio autorización para entrar en mi despacho y tocar mis cosas?!

Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla.

Quizás pensando que la había dañado.

Quise explicarme, pero mi mano se enredó con la esquina de la bandeja metálica.

Cayó al suelo con un ruido estridente.

—No, no, no…

Me incliné con los ojos rojos, temblorosa, comencé a recoger la porcelana rota.

El nudo se apretaba en mi garganta.

La blanca loza empezó a teñirse de rojo por las cortadas en mis yemas, me estaba empezando a sentir algo mareada.

—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera!

—¡No!

Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme.

No quería llorar delante de él. Todo lo que hacía era malinterpretado.

—Solo quería disculparme por lo de esa noche, pero ni siquiera sé por qué tengo que excusarme por intimar con mi novio. Yo solo…

Solo solté de carretilla.

Sus ojos me miraban llenos de tormentas, el ceño fruncido, observando mis manos que goteaban, ensuciándole su piso pulido.

—Lamento que no sea lo que quiere para su hijo, quizás esperaba otro tipo de loba. No me acercaré más a usted, ni le causaré más problemas, Alfa Hunter.

Con el pecho doliendo demasiado, pasé a su lado con prisas, con los ojos empañados y molesta conmigo misma.

¿Por qué seguía de masoquista con este macho?

Me decía que era por Owen, pero aun con mi loba debilitada, mis instintos me gritaban que había algo más.

Antes de tocar el picaporte, sentí que se movió a una velocidad extrema.

Sus manos impactaron con fuerza en la madera, cerrando la puerta y encerrándome.

Su aliento caliente caía acelerado contra mi nuca.

Me tensé ante su proximidad, ante el aroma intenso de su sudor y su aura opresiva y dominante.

—Estás equivocada —gruñó ronco contra mi oído, podía sentir su pecho acariciando mi espalda.

—Ni siquiera te imaginas lo que realmente odio, pequeña Ava —me estremecí con mi nombre susurrado con esa voz salvaje.

—O lo que deseo con tanta fuerza que me está enloqueciendo…

Juraría que aspiró contra mi cuello. Todos los pelitos se me pusieron de punta… y los pezones bajo el sujetador.

Mi cerebro hacía cortocircuito. Estaba enojada, herida y ahora mojando las bragas.

Él era quien me iba a enloquecer.

—No soy adivina, Sr. Hunter. Dígame entonces realmente qué tiene en mi contra.

Me giré en un arranque de rabia y algo más oscuro y morboso.

Estábamos demasiado cerca, acorralada entre la puerta y su alto cuerpo que se cernía sobre mí.

Sus fuertes brazos a cada lado de mi cabeza.

Sus ojos a solo centímetros de los míos.

Bajó aún más su postura y la respiración se me aceleró.

Miré hacia esos labios fríos y sexis.
Maldit4 sea, las ganas locas de besarlo me acababan con la cordura.

Mis senos se rozaban con su camiseta, apresados contra su pecho sudado.

Esto estaba tan mal, en tantas maneras, pero se sentía tan bien.

—Ava… —susurró estrangulado.

Cuando me fijé de nuevo en esas pupilas, estaban oscureciéndose, cambiando con destellos rojos.

Una de sus manos rodeó mi cuello posesivamente, su aura cambiando a la de una bestia contenida.

Juro que sentía la dureza de su miembro pegándose a mi vientre.

Su olor a macho indomable prendía mi lujuria.

Mi coño palpitaba, deseando que me acariciara y me domara bajo su cuerpo.

Cerré incluso los ojos como una tonta al sentir el aliento de su boca.

Pero cuando estaba a un paso de fastidiar todo mi arreglo con Owen, su padre me recordó muy bien mi posición.

—¿De verdad estás enamorada de mi hijo o solo te interesa su dinero?

Me congelé ante esa pregunta. Mis mejillas comenzaron a colorearse de carmín.

Abrí los ojos para enfrentarme a su expresión, que ya no era seductora.

Había regresado el idiota del Alfa Hunter.

Entendí algo muy claro: mientras yo iba de cabeza a traicionar mi acuerdo con Owen, su padre solo me estaba probando y yo quedé como una puta resbalosa e interesada.

—Ningún dinero en el mundo es suficiente para vivir bajo su mismo techo, Sr. Hunter —le dije con rabia y lo empujé, tomándolo por sorpresa.

No lo miré más, escuchaba unos tacones que se acercaban por el pasillo.

Me giré para abrir la puerta y prácticamente escapar.

A mi espalda, un ruido brusco se escuchó dentro del despacho, como si la pared hubiese sido atravesada con un puño.

No me importaba ya lo que hiciera ese energúmeno.

Pasé por al lado de su despampanante Beta sin mirarla ni a la cara, y bajé las escaleras sin parar hasta que salí de esa asfixiante mansión.

Owen hoy me había dicho que iba a cerrar unos tratos en una manada vecina.

Tomé el auto que había puesto a mi disposición, lo arranqué con ira, saliendo de la manada a toda velocidad.

Mientras el bosque pasaba a mi lado, algunas lágrimas bajaban por mis mejillas.

Ni siquiera sabía por qué lloraba. Ese hombre tenía el don de sacarme de quicio.

No lloraría por ningún imbécil nunca más.

Me perdí por las carreteras en las montañas y, al final, llegué al apartado complejo psiquiátrico donde estaba mi madre.

Ella siempre era mi refugio, aunque ni siquiera me hablara.

*****

—Srta. Reed, ¿va a quedarse a cenar?

La voz de la enfermera de mamá me sacó de mis pensamientos.

—¿Eh? No, ay Dios, qué tarde es y tenía aquí afuera a mamá —me levanté del banco dándome cuenta de que ya la noche avanzaba en el horizonte.

Le acomodé la cobija a mi madre, dándole un beso en la frente y prometiéndole volver pronto.

—Gracias por cuidarla, Sra. Nuria.

—Ella es muy buena. 

Me respondió, y hasta yo podía ver su semblante más recuperado.

Owen había hecho todo esto posible, y me juré en mi corazón que lo que pasó con su padre no sucedería de nuevo.

Lo que sea que me atraiga hacia el Alfa Hunter, se acabó hoy.

*****

Avanzaba en el Mercedes camino a la manada.

Entró la llamada de Owen, preocupado; me había llamado varias veces, pero apagué el móvil.

—Ya voy para la casa, estoy cerca, tranquilo —hablamos dos o tres palabras más, sin embargo, colgando con él, algo pitó en el tablero del auto y se apagó de golpe.

—¿Ahora qué diantres le pasó a esto? —cabreada, salí al exterior.

El viento arreciaba y la temperatura estaba bajando.

Parece que llovería y yo, varada en medio de la nada y rodeada de bosque oscuro.

Abrí el capó como si supiese mucho de mecánica.

Obvio, ni idea de lo que había fallado, pero cuando me dispuse a entrar de nuevo para llamar a Owen, un sonido extraño a mi espalda prendió mis alarmas.

Me giré enseguida para ver, avanzando por la carretera, a una rara criatura.

La luz de los focos distorsionaban su cuerpo, pero podía ver muy bien los ojos rojos, viciosos, observándome.

Abrió la boca rugiendo con dientes puntiagudos y corrió repentinamente hacia mí, soltando escupitajos de espuma.

No me quedé parada a ver qué era.

Mi idea fue correr de regreso al coche, pero otra de esas cosas se abalanzó por el lado derecho.

Con un grito, me precipité hacia el bosque, escapando desesperada entre los árboles.

Sentía sus gruñidos y sus pasos persiguiéndome.

No tenía ni idea de dónde me encontraba, pero a lo lejos vi el lago y tuve la esperanza de llegar al pueblo de Crimson Raven.

Sin embargo, mis pies se enredaron con unas raíces y de nuevo me encontré cayendo al vacío.

—¡Aaahhh! —grité intentando aferrarme a las paredes de tierra, luchando desesperada.

Pero mi espalda impactó contra una superficie dura y mi cabeza rebotó contra el suelo, abriéndome una profunda herida y aturdiéndome.

Las gotas de lluvia cayeron sobre mis ojos que se cerraban, y lo último que vi fue las sombras de esas criaturas asomándose al borde del agujero.

Me estaba desmayando, quedándome a su merced. Estaba acabada.

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