AVA
—No aquí —dije apenas moviendo los labios—. Por favor, quédate.
—Hoy voy a tu habitación — Owen respondió, y luego subió la voz—. ¡Oye, muéstrame tu manada, mala amiga! ¡Necesito ponerme al tanto de todo!
Así me arrastró hacia el primer piso, a pesar de la cara de molestia de Emma y el ceño fruncido del Alfa.
Ofender a la manada Crimson Raven era de locos, y Feodor lo sabía, pero sus ojos me advertían claramente que si abría la boca, asesinaba a mi madre.
La tarde-noche se puso animada, y Feodor no escatimó en servirle bien a los invitados.
Fingimos sonrisas y que éramos la pareja perfecta.
Cuando cayó la madrugada, me fui a mi cuarto y la vi, como una zorra, escabulléndose a la habitación del Alfa borracho.
A esta altura, mi loba Saphir ya estaba anestesiada del dolor por el lazo roto con su pareja.Solo quedaba pronunciar las palabras rituales, pero Feodor aún quería mantener su fachada.
—Pueden irse a descansar. No es como si fuese a escaparme a estas horas —les dije a los guerreros que estaban medio tomados.
No les di una segunda mirada y entré a la habitación, pero escuché sus pasos alejarse y suspiré de alivio.
En medio de las penumbras, una sombra se movió frente a mí y, por la luz de la ventana, lo vi.
Me abrazó.
—Me están matando, Owen... —solté entre lágrimas, aferrada a su pecho mientras le contaba las cosas que estaba viviendo.
—. Me están destrozando por dentro. Me quitan todo… y ni siquiera puedo ver a mi madre cuando quiero. Dicen que si hablo, la matan…
Mi voz se perdía en los sollozos.
—¿Te das cuenta? ¡Estoy encerrada con una maldita serpiente que se folla a mi pareja mientras me obliga a sonreír en la cena!
Owen me sostuvo con fuerza, con rabia contenida.
—Nos vamos. Juro por mi vida… que te saco de aquí esta noche.
—No puedo irme sin mi madre —dije, levantando la cabeza—. Ella está ahí. No responde, pero está viva. Es lo único que me queda.
Él asintió.
—Dime dónde. Lo haré.
*****
El plan fue rápido. Sin pensarlo mucho, algo loco.
Aprovechamos las resacas de la fiesta.
Cuando entré, enseguida esa malnacida traidora se levantó de su camita de cuidadora.
—¿Qué quiere a estas horas, Luna? —me miró con molestia—. Sabe que el Alfa le tiene prohibidas las visitas sin su autorización. Márchese.
—Aquí la única que se va a marchar para siempre eres tú, traidora —le dije entre dientes, cerrando la puerta con calma.
Antes de que abriera la boca, la sombra de Owen se cernía sobre su espalda.
—Rápido. La bajaré por la ventana y luego te arrojas tú —me dijo con prisa mientras envolvía a mamá en una manta y la arropaba.
Sus ojos cerrados y la respiración débil.
—Ve. La rotación de guardia está a punto de cambiar —le dije, calculando el horario.
Lo vi descender. Diosa mía, de repente la sensación de realidad me golpeó.
Pero no tomé nada de dinero, ni ropa. Les dejaba todas nuestras pertenencias a estas víboras.
“No importa, igual vamos a morir pronto”, me respondí con tristeza.
Pero cuando caminé hacia la ventana, la puerta se abrió de golpe.
Me giré para ver aparecer a Emma con el rostro sumido en las sombras.
—¿Adónde crees que vas, maldit4 enferma? —gruñó, bloqueando la salida con un cuchillo en la mano—. Sabía que estabas tramando escaparte con ese hombre.
—Ya ganaste, Emma. Ya tienes lo que querías. Déjame ir —no podía perder el tiempo, por mucho odio que le tuviese.
—¿Tú crees que esto fue casualidad? —preguntó, clavando sus ojos en mí—. Yo empeoré tus síntomas, Ava. Cada hierba, cada remedio… fui yo quien los cambió. Poco a poco, día tras día.
Me quedé helada.
—¿Qué…?
—Sí. Porque tú no merecías ser la Luna. ¡Yo sí! ¡Yo nací para esto, no tú!
Comenzó a hacer su monólogo de sufrimientos, de la niña huérfana que recogía mis juguetes…
Como si algo primitivo se apoderara de mí, una fuerza interna volátil me impulsó.
Le arrebaté el cuchillo en el forcejeo.
Gritó, cayendo al suelo.
Me subí sobre su estómago, abofeteándola una y otra vez, recordando cada lágrima que derramé frente a ella, cada vez que le abrí mi corazón agonizante…
Manoteaba, intentando defenderse, pero yo solo pedía sangre.
El mango del cuchillo se cerró en mi mano y lo bajé, apuñalando su garganta y su pecho, silenciando sus chillidos.
Me picaba la piel como si tatuajes al rojo vivo fueran a aparecer.
Sin embargo, unos brazos fuertes me detuvieron, sosteniéndome.
—¡Ya basta, Ava! ¡Está muerta! ¡Mírame! —Owen me obligó a fijarme en él.
Las lágrimas caían por mi rostro, mezcladas con sangre.
—. Los guardias ya se alertaron. Nos vamos. La asesinaste. Mira… lo hiciste.
Me levantó, mostrándome el cadáver de la mujer en el suelo, su mirada acusadora llena de maldiciones.
Fue como si toda la fuerza se me desinflara de golpe. Apenas pude sostenerme en la espalda de Owen mientras bajaba.
Mi cuerpo entero temblaba, agotado.
Voces se escuchaban en el interior.
Escuché el rugir del motor mientras nos escapábamos de la manada que alguna vez fue mi hogar.
*****
Unos días habían pasado desde nuestro escape temerario.
Le debía demasiado a Owen, y me había llegado el momento de pagarle.
Recuperándonos, mi madre y yo, en este sanatorio propiedad de su familia, recordaba su propuesta de anoche:
«—Ava, no creas que te estoy cobrando el favor. De verdad…
—No —negó con la cabeza.
Y sí, desde joven Owen sabía que le gustaban los chicos, y yo siempre le guardé el secreto.
Pero imaginé que su familia lo sabía. Qué problemático para el próximo Alfa…
—Necesito una compañera a mi lado para mantener las apariencias. Y tú necesitas desaparecer y quedarte tranquila en un lugar seguro con tu madre.
—¿Quieres que finja ser tu prometida? —la verdad me pilló por sorpresa.
—Solo hasta que pueda solucionarlo. Me gusta alguien, pero es… complicado. Y no solo porque somos hombres. Ava…
Apretó mis manos.
Dudé por un segundo, pero Owen se había arriesgado incluso a una guerra entre manadas por mí, y yo… ¿qué me quedaba?
Cada día iría empeorando. Le haría el favor a un amigo como mi último acto de buena voluntad.
—Lo haré… prometido —le dije, y me dio una sonrisa de completo alivio.
Empezamos a bromear, intentando sonsacarle quién era ese amor prohibido, pero no soltó prenda.
Estar al lado de Owen siempre me sacaba de mi depresión interior.
—Y dime… ¿a quién debo convencer de que te amo con locura?
Owen sonrió con sarcasmo.
—A nada más y nada menos que a mi padre. El Alfa. Greyson Hunter.
Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral ante sus palabras… Y sospecho que nada tuvo que ver con el frío exterior»
*****
Al otro día iba camino a la zona principal de Crimson Raven.
Owen costeaba nuestras vidas, y yo me tomaría muy en serio el papel de su prometida.
El auto, discreto y lujoso, avanzaba por el camino.
Los altos árboles retorcidos se alzaban como colmillos afilados entre la bruma.
Tuve la sensación de entrar a la boca de un lobo hambriento, sin posibilidad de retorno.
AVAAtravesando un territorio extenso de bosque salvaje y brumoso, llegamos a una enorme puerta de hierro forjado.Como en las pelis de terror, se abrió lentamente.Leí en la parte de arriba las palabras CRIMSON RAVEN.Frías y afiladas como el dueño de estas tierras. Había oído hablar de Greyson Hunter, aunque jamás lo había conocido. Sin embargo, su reputación de macho Alfa hosco, salvaje, al que solo le importaba su territorio, lo precedía. Dicen que después de que murió la madre de Owen, no tomó otra compañera y se volvió más arisco y hermético.*****Vi al fin las hermosas casas bajando la colina, y a lo lejos la imponente mansión del Alfa, donde Owen me esperaba.—¡Ava, estás magnífica! —me dice, ayudándome a bajar.Llevo un vestido negro ceñido, elegante pero sexy. Necesito recuperar mi confianza y disfrutar lo mucho o poco que me quede.—Para mi prometido, lo mejor. Al fin y al cabo, es tu tarjeta la que sufre —le susurré, juguetona, mientras él me tomaba del brazo.—Me aleg
AVA Abro la bata y la bajo seductoramente por mis hombros, hasta que cae al suelo. Su rostro estupefacto es un poema, y yo estoy descojonada de la risa por dentro. Me arrojo en cuatro patas y gateo sobre la alfombra como una fiera salvaje. El hilo se me encaja entre las nalgas de manera incómoda, pero yo estoy en mi papel de zorra. —A… Ava, ya basta… —¿Qué? ¿Te volviste tímido de repente? Mis bubis te impresionaron —me meto entre sus piernas, de rodillas frente a él. Y no aguanto más el comenzar a reírme. —No me jodas, Owen, tal parece que te he pillado pegándome los cuernos con tu amante. Creo que todos nos reiremos de esta broma como cuando más jóvenes, pero Owen sigue haciéndome señas un tanto confusas. De repente, el sonido de un cristal rompiéndose y un gruñido brusco me sobresalta. Comienzo a sudar frío y a palidecer. Abro los ojos en modo desorbitado. Owen baja la cabeza y se estruja la frente. Yo giro el cuello, aún en cuatro patas y media desnuda, para ver al Alf
AVAUn rugido me hizo saltar en el lugar, mirando en pánico hacia la puerta donde el Alfa estaba de pie. Di un paso atrás, nerviosa, reparé en que me había acercado demasiado al cuadro. —Yo… no quise molestarlo… —¡¿Quién te dio autorización para entrar en mi despacho y tocar mis cosas?!Caminó como un vendaval hacia la pintura para examinarla. Quizás pensando que la había dañado. Quise explicarme, pero mi mano se enredó con la esquina de la bandeja metálica.Cayó al suelo con un ruido estridente.—No, no, no…Me incliné con los ojos rojos, temblorosa, comencé a recoger la porcelana rota. El nudo se apretaba en mi garganta. La blanca loza empezó a teñirse de rojo por las cortadas en mis yemas, me estaba empezando a sentir algo mareada.—Detente, estás sangrando, espera… ¡Ava, espera! —¡No!Me levanté a enfrentarlo, apartando sus manos que intentaban sostenerme. No quería llorar delante de él. Todo lo que hacía era malinterpretado. —Solo quería disculparme por lo de esa noche,
AvaLa habitación olía a alcohol desinfectante y a resignación. La doctora evitaba mi mirada como si eso fuera a suavizar el golpe que iba a darme… no estaba funcionando.—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.—. De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Su tiempo de reacción está por debajo del promedio. Sus sentidos... la conexión con su loba... todo está debilitándose.Me aferré al reposabrazos, deseando que la silla tragara mi cuerpo.—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así... no podrás concebir.Todo se detuvo dentro de mí. No solté ni una lágrima o sollozo. Me sentía tan seca y sin esperanzas. Mi peor pesadilla haciéndose realidad: heredé la rara enfermedad de mi madre, aunque al menos ella me pudo dar a luz. No se sabía la causa, solo que te