02. LA MANADA CRIMSON RAVEN

AVA

—No aquí —dije apenas moviendo los labios—. Por favor, quédate.

—Hoy voy a tu habitación — Owen respondió, y luego subió la voz—. ¡Oye, muéstrame tu manada, mala amiga! ¡Necesito ponerme al tanto de todo!

Así me arrastró hacia el primer piso, a pesar de la cara de molestia de Emma y el ceño fruncido del Alfa.

Ofender a la manada Crimson Raven era de locos, y Feodor lo sabía, pero sus ojos me advertían claramente que si abría la boca, asesinaba a mi madre.

La tarde-noche se puso animada, y Feodor no escatimó en servirle bien a los invitados.

Estaba pensando en proponerles hacer negocios.

Owen aceptó quedarse, y el Alfa se encontraba encantado, creyendo que en la mañana hablaría de dinero.

Fingimos sonrisas y que éramos la pareja perfecta.

Emma estaba a un lado y se notaba que se comía las bilis, pero yo no me encontraba mejor.

Respirar el mismo aire que los dos me parecía hasta ofensivo.

Cuando cayó la madrugada, me fui a mi cuarto y la vi, como una zorra, escabulléndose a la habitación del Alfa borracho.

A esta altura, mi loba Saphir ya estaba anestesiada del dolor por el lazo roto con su pareja.Solo quedaba pronunciar las palabras rituales, pero Feodor aún quería mantener su fachada.

—Pueden irse a descansar. No es como si fuese a escaparme a estas horas —les dije a los guerreros que estaban medio tomados.

No les di una segunda mirada y entré a la habitación, pero escuché sus pasos alejarse y suspiré de alivio.

En medio de las penumbras, una sombra se movió frente a mí y, por la luz de la ventana, lo vi.

Owen estaba esperándome.

Me abrazó.

Y por primera vez… me quebré por completo.

—Me están matando, Owen... —solté entre lágrimas, aferrada a su pecho mientras le contaba las cosas que estaba viviendo.

—. Me están destrozando por dentro. Me quitan todo… y ni siquiera puedo ver a mi madre cuando quiero. Dicen que si hablo, la matan…

Mi voz se perdía en los sollozos.

—¿Te das cuenta? ¡Estoy encerrada con una maldita serpiente que se folla a mi pareja mientras me obliga a sonreír en la cena!

Owen me sostuvo con fuerza, con rabia contenida.

—Nos vamos. Juro por mi vida… que te saco de aquí esta noche.

—No puedo irme sin mi madre —dije, levantando la cabeza—. Ella está ahí. No responde, pero está viva. Es lo único que me queda.

Él asintió.

—Dime dónde. Lo haré.

*****

El plan fue rápido. Sin pensarlo mucho, algo loco.

Aprovechamos las resacas de la fiesta.

Owen trepó por exterior de la ventana de mamá, y yo caminé por la casa en silencio hasta la puerta de su cuarto.

Cuando entré, enseguida esa malnacida traidora se levantó de su camita de cuidadora.

—¿Qué quiere a estas horas, Luna? —me miró con molestia—. Sabe que el Alfa le tiene prohibidas las visitas sin su autorización. Márchese.

—Aquí la única que se va a marchar para siempre eres tú, traidora —le dije entre dientes, cerrando la puerta con calma.

Antes de que abriera la boca, la sombra de Owen se cernía sobre su espalda.

Su cuello fue girado en un ángulo antinatural, con un crac crepitante.

—Rápido. La bajaré por la ventana y luego te arrojas tú —me dijo con prisa mientras envolvía a mamá en una manta y la arropaba.

Sus ojos cerrados y la respiración débil.

Owen la tomó con cuidado y la amarré con las sábanas a su espalda para que le fuese más fácil descender.

—Ve. La rotación de guardia está a punto de cambiar —le dije, calculando el horario.

Lo vi descender. Diosa mía, de repente la sensación de realidad me golpeó.

¡De verdad íbamos a escapar!

Pero no tomé nada de dinero, ni ropa. Les dejaba todas nuestras pertenencias a estas víboras.

“No importa, igual vamos a morir pronto”, me respondí con tristeza.

Pero cuando caminé hacia la ventana, la puerta se abrió de golpe.

Me giré para ver aparecer a Emma con el rostro sumido en las sombras.

—¿Adónde crees que vas, maldit4 enferma? —gruñó, bloqueando la salida con un cuchillo en la mano—. Sabía que estabas tramando escaparte con ese hombre.

—Ya ganaste, Emma. Ya tienes lo que querías. Déjame ir —no podía perder el tiempo, por mucho odio que le tuviese.

—¿Tú crees que esto fue casualidad? —preguntó, clavando sus ojos en mí—. Yo empeoré tus síntomas, Ava. Cada hierba, cada remedio… fui yo quien los cambió. Poco a poco, día tras día.

Me quedé helada.

—¿Qué…?

—Sí. Porque tú no merecías ser la Luna. ¡Yo sí! ¡Yo nací para esto, no tú!

Comenzó a hacer su monólogo de sufrimientos, de la niña huérfana que recogía mis juguetes…

Yo me quedé estancada en la parte donde esta mujerzuela dijo que me envenenaba.

Como si algo primitivo se apoderara de mí, una fuerza interna volátil me impulsó.

Me abalancé sobre ella, tomándola por sorpresa.

Le arrebaté el cuchillo en el forcejeo.

No sabía de dónde sacaba tanta fortaleza… quizás la adrenalina.

Pero tomé su pelo, jalándolo e impacté su cabeza contra la punta de la mesita.

Gritó, cayendo al suelo.

Me subí sobre su estómago, abofeteándola una y otra vez, recordando cada lágrima que derramé frente a ella, cada vez que le abrí mi corazón agonizante…

Manoteaba, intentando defenderse, pero yo solo pedía sangre.

Si no acababa con Feodor, lo haría con esta malagradecida.

El mango del cuchillo se cerró en mi mano y lo bajé, apuñalando su garganta y su pecho, silenciando sus chillidos.

La sangre caliente me salpicaba, la ira me consumía, y sentía que algo explotaría en mi pecho sin retorno.

Me picaba la piel como si tatuajes al rojo vivo fueran a aparecer.

Mi loba rugía, encolerizada, en mi interior.

Sin embargo, unos brazos fuertes me detuvieron, sosteniéndome.

Aun luchaba.

—¡Ya basta, Ava! ¡Está muerta! ¡Mírame! —Owen me obligó a fijarme en él.

Las lágrimas caían por mi rostro, mezcladas con sangre.

—. Los guardias ya se alertaron. Nos vamos. La asesinaste. Mira… lo hiciste.

Me levantó, mostrándome el cadáver de la mujer en el suelo, su mirada acusadora llena de maldiciones.

Fue como si toda la fuerza se me desinflara de golpe. Apenas pude sostenerme en la espalda de Owen mientras bajaba.

Mi cuerpo entero temblaba, agotado.

Voces se escuchaban en el interior.

Me cargó, corriendo al bosque, buscando el camino donde había dejado su coche.

No sé bien cómo lo hizo, pero logró colarme en el asiento trasero junto con mi madre.

Escuché el rugir del motor mientras nos escapábamos de la manada que alguna vez fue mi hogar.

El territorio de mis padres… me había sido robado.

*****

Unos días habían pasado desde nuestro escape temerario.

Temí que Feodor me persiguiera, pero Owen nos trajo dentro de la protección de las tierras de Crimson Raven, y Feodor no podía pasar aquí.

Le debía demasiado a Owen, y me había llegado el momento de pagarle.

Recuperándonos, mi madre y yo, en este sanatorio propiedad de su familia, recordaba su propuesta de anoche:

«—Ava, no creas que te estoy cobrando el favor. De verdad…

—De hecho, había ido a tu manada después de tantos años a desahogarme contigo, porque siempre me has entendido. Estoy desesperado.

—Owen, dime lo que me tengas que decir con confianza —agarré sus manos sobre la mesa de picnic, en el patio.

—Me están presionando para que me busque una prometida.

—Pero… tu familia no sabe de tu sexualidad.

—No —negó con la cabeza.

Y sí, desde joven Owen sabía que le gustaban los chicos, y yo siempre le guardé el secreto.

Pero imaginé que su familia lo sabía. Qué problemático para el próximo Alfa…

—Necesito una compañera a mi lado para mantener las apariencias. Y tú necesitas desaparecer y quedarte tranquila en un lugar seguro con tu madre.

—¿Quieres que finja ser tu prometida? —la verdad me pilló por sorpresa.

—Solo hasta que pueda solucionarlo. Me gusta alguien, pero es… complicado. Y no solo porque somos hombres. Ava…

Apretó mis manos.

—Solo puedo confiar en ti para proponer esta locura. Te prometo protección para siempre en mis tierras, para ambas…

Dudé por un segundo, pero Owen se había arriesgado incluso a una guerra entre manadas por mí, y yo… ¿qué me quedaba?

Cada día iría empeorando. Le haría el favor a un amigo como mi último acto de buena voluntad.

—Lo haré… prometido —le dije, y me dio una sonrisa de completo alivio.

Empezamos a bromear, intentando sonsacarle quién era ese amor prohibido, pero no soltó prenda.

Estar al lado de Owen siempre me sacaba de mi depresión interior.

—Y dime… ¿a quién debo convencer de que te amo con locura?

Owen sonrió con sarcasmo.

—A nada más y nada menos que a mi padre. El Alfa. Greyson Hunter.

Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral ante sus palabras… Y sospecho que nada tuvo que ver con el frío exterior»

*****

Al otro día iba camino a la zona principal de Crimson Raven.

Mi madre se quedó internada en esas instalaciones hospitalarias de primera, y la iría a ver cada vez que quisiera.

Owen costeaba nuestras vidas, y yo me tomaría muy en serio el papel de su prometida.

Por lealtad… y por agradecimiento.

El auto, discreto y lujoso, avanzaba por el camino.

Los altos árboles retorcidos se alzaban como colmillos afilados entre la bruma.

Tuve la sensación de entrar a la boca de un lobo hambriento, sin posibilidad de retorno.

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