No puedo sacarme la imagen del hombre que las lobas murmuran. Mientras camino por el bosque, lejos de las miradas de la manada, mis pensamientos se desvían hacia esa figura que no puedo dejar de imaginar. El cazador. El ser al que todos temen, pero que, de alguna manera, atrae mi curiosidad de una forma que ni yo misma puedo entender.

Las ramas crujen bajo mis pies mientras avanzo entre los árboles. Me he alejado lo suficiente de la manada, y la oscuridad me envuelve como una manta protectora. El aire es fresco, con un toque de humedad que llena mis pulmones, pero mi mente sigue nublada por la historia que escuché.

Los ecos del viento me hacen pensar que tal vez sea solo una leyenda. Tal vez las lobas estaban sólo bromeando o exagerando, como siempre lo hacen. Pero en el fondo de mi ser, sé que hay algo real en sus palabras. Algo que me hace sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado.

Mis pasos se detienen. El aire se vuelve denso, como si el bosque mismo estuviera respirando a través de mí. Hay algo en este lugar que siento, algo que no puedo ignorar. Como si estuviera siendo observada. Como si mis propios pasos estuvieran siendo seguidos por alguien o algo que se oculta entre las sombras.

“¿Quién está ahí?”, pregunto en voz baja, mi voz apenas un susurro entre los árboles.

Un sonido de hojas crujientes rompe el silencio, y por un momento, el mundo parece detenerse. Mi corazón late con fuerza, la adrenalina corre por mis venas. El hombre del que hablaban las lobas... ¿podría ser él?

¿Y si lo fuera, qué haré o qué diré? Lo mejor sería huir, o esconderme entre los arbustos. El es un cazador y yo una loba, alguien que no debería estar aquí.

Siento una fuerza que me arrastra, ¿qué es esto que siento? ¿Por qué no puedo controlarlo?

Alguien me observa, lo puedo sentir, ¿pero quien? Será él, pero sí lo es, porque no me ataca, ¿por qué no trata de cazarme?

Mis instintos de lobo aflojan en mi piel, puedo oler un aroma distinto entre los árboles, puedo percibir una presencia, mi cuerpo se tensa, mi cuerpo cambia rápidamente.

La loba dentro de mí toma lugar en mi cuerpo humano. Una vez mi transformación concluyó, un rugido de amenaza salió de mi garganta diciendo: Seas quien seas, voy a pelear.

Pero de una forma extraña mientras yo esperaba defenderme, una ráfaga de viento movió las hojas de árboles haciendo un sonido fuerte, cuando todo quedó en calma, ya no podía sentir esa presencia mirándome, no había nadie más que yo en ese lugar del bosque.

¿Quién había estado siguiéndome? ¿Fue real, o sólo imagine que alguien estaba allí?

Volví con mi manada con una sensación en mi pecho y el deseo de volver mañana, quería saber qué o quién había estado allí.

Al llegar, mi padre y mi prometido estaban hablando, no quería encontrármelos de frente y mucho menos que me hicieran preguntas de dónde había estado.

Ni escuchar a mi padre decir: Lyra, ¡sabes que no puedes salir sola y mucho menos de noche!

Desde que mamá murió mi padre teme que algo me pase y que la manada se quede sin un líder venido de su linaje.

Sé que todos esperan que yo sea una líder fuerte, una Alfa valiente como lo es mi padre.

Hay muchas veces donde lamento que mamá muriera antes de darle un heredero a papá, sería libre de elegir mi destino si mi madre le hubiera dado un hijo, y no tendría que soportar todo este peso sobre mí.

Tal vez por eso siento tanta curiosidad de conocer a ese cazador solitario, él parece ser un alma inquieta como la mía.

No vive con los demás aldeanos, vive solo, en algún lugar del bosque. ¿Qué buscará? ¿Por qué vive solo?

Todas esas preguntas resonaban en mi cabeza mientras el sueño caía como una pesada cortina en mis ojos.

No quiero hacer lo que todos esperan que haga, quiero vivir mi propia vida, tomar mis propias decisiones…

—Mamá, no quiero fallarle a papá ni a la manada, pero… Siento que el peso de la responsabilidad es demasiado para mí.

Me fui quedando dormida entre lágrimas y culpa, entre anhelos de libertad y mi conciencia que no dejaba de decirme que no podía huir de mi destino.