Hijo de la luz y la oscuridad

La noche había caído por completo, y el claro se sumió en una oscuridad densa, interrumpida solo por la luz plateada de la luna llena.

El aire frío cortaba como un cuchillo, pero mi hijo, ahora en su forma salvaje, parecía no notar el cambio. Sus ojos dorados brillaban con la inocencia de un niño que juega, pero también con la intensidad de una criatura que ya no era completamente humana.

Eirik y yo nos manteníamos en silencio, mirando a nuestro hijo con un miedo latente que se había instalado en nuestros corazones desde hacía varias semanas desde que nuestro pequeño se transformaba en un hermoso lobo.

Pero con su transformación algo nos punzaba el corazón. Algo no estaba bien, y lo sabíamos.

No solo por lo que pasaba con nuestro hijo, sino por la sensación que nos invadía, esa sensación de que estábamos siendo observados, acechados por algo oscuro, algo del pasado que nunca habíamos dejado atrás.

Fue entonces cuando una noch
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