Melike me mira con los ojos abiertos, sin poder creer lo que acabo de hacer, mientras que yo la miro con mi sonrisa de satisfacción porque sé que le he dado un golpe bajo y el estoy dejando claro que esta vez no me voy a dejar manipular ni mucho menos voy a dejar que ella vuelva a jugar conmigo.
—¿Qué demonios estás haciendo? —me dice con los dientes apretados.
—Estoy haciendo lo que cualquier hombre decente debería hacer —le respondo sin apartar el teléfono de mi oído, porque sé que él está escuchando—. Ya jugaste con los dos hace ocho años y no te voy a permitir que vuelvas a hacerlo. Yo ya no soy joven y no estoy para estarme recuperando de las idioteces que mujeres como tú dejan en mi vida.
—Señor Castelli —me dice Serkam—, ¿mi esposa está frente a usted?
—Sí, así es. Se ha aparecido en un restaurante donde viene almorzar tranquilamente y solo. La verdad, no sé si me está siguiendo o si fue una casualidad. Sin embargo, me dijo que salió a comer porque usted no está en la ciudad y no quería comer sola.
—Es verdad, yo no estoy en la ciudad, pero ni por asomo ella comería sola, puesto que nuestro hijo de siete años está en casa —ante la mención de su hijo de esa edad me quedó paralizado y no puedo evitar pensar de que tal vez ese niño…—. Tranquilo, no es suyo.
«Aquella vez esperamos un tiempo prudente para hacer una prueba de ADN mientras el bebé seguía en el útero. Logré convencer a su padre de casarme con ella la semana siguiente que se dio a conocer su engaño, con el compromiso de que si ese hijo era mío iba a nacer.
—Entiendo… al menos usted logró convencerlo.
—Sí, pero no tiene idea, a qué costo. Yo a esa mujer la amo a pesar de todas las veces que me ha engañado, porque usted no fue el primero ni tampoco fue el último. Pero aquí estoy.
—Lamento escuchar eso.
—No lo lamente. La verdad es que yo a usted lo admiro porque pudo olvidarla, pudo continuar su vida sin ella y veo que hoy no quiere nada que pueda acercarlo a su humanidad.
—En ese momento entendí que era un castigo por todas las cosas que yo le había hecho a otras mujeres muy similares a las que ella me hizo a mí. Pero ahora con más madurez he entendido que aquello que pasó simplemente fueron las acciones de una mujer mala.
—No se equivoque, señor Castelli. Melike no es mala, sólo ha sido manipulada por su madre. Si quiere una responsable, esa señora es la culpable. Desde muy pequeña le inculcó cosas demasiado oscuras. Melike cree que la única manera de conseguir todo lo que quiere es engañando.
—En realidad, eso ahora no me importa, sólo le estoy avisando que su mujer me está buscando y que, si ella no me deja tranquilo, me veré en la obligación de tomar medidas mucho más drásticas.
—Lo entiendo perfectamente —lo escucho suspirar cansado, un silencio y luego me dice en el mismo tono del suspiro—. Dígale que se quede allí. Si puedo permitirme pedirle un favor, no la deje ir, alguien irá por ella.
—Supongo que no le harán daño, ¿verdad?
—Yo no soy como su padre. Él es un hombre en realidad violento, pero afortunadamente ya no vive aquí en el país. Yo sería incapaz de tocarle un dedo a Melike. En verdad amo a esa mujer y puedo demostrarlo, sabiendo de todas las veces que me ha engañado y aun así permanezco con ella.
—Está bien, tiene mi palabra, no dejaré que se vaya.
—Gracias y le prometo que esta será la última vez que mi mujer lo moleste —cuelgo la llamada y tomo a Melike del brazo para sacarla del restaurante porque sé que hará un escándalo. Tiene toda la cara de hacerlo.
—¡Te odio! ¡¿Cómo fuiste capaz de llamar a mi esposo para decirle que te estoy buscando?!
—Porque es la única manera de dejarte claro que yo contigo no quiero nada, que necesito que me dejes en paz.
—¿Es por esa mocosa verdad? ¡Es por ella que me estás cambiando! ¡¡Eres un enfermo!! Desde que era tan sólo una niña siempre la viste con otros ojos, por eso siempre me sentí celosa de ella.
—¿Te estas oyendo siquiera? —le digo asqueado de que piense así de mí—. ¿Cómo puedes pensar que yo me fijé en Isabella cuando era una niña? ¡¡Era una niña!!
«Tú realmente estás enferma, estás loca, necesitas ayuda urgente —intenta forcejear conmigo para que la deje ir, pero yo no la suelto—. No puedo dejarte ir, tu esposo enviará a alguien por ti.
—No, no puedes dejar que me lleven con él… No tienes idea de las cosas que me hace.
—Si Serkam te maltrata tienes todo el derecho de denunciarlo, pero al menos yo voy a cumplir mi palabra.
—¡¡Te vas a Arrepentir!!
—No, quién se va a arrepentir eres tú… —un auto gris se detiene enfrente de nosotros y dos hombres de traje negro se bajan. Noto que la conocen por la manera en que ella los mira, con un odio profundo, pero también con miedo.
—Señora Yildiz, hemos venido por usted por órdenes del señor Serkam.
—¡Yo con ustedes no voy a ninguna parte!
—Lo siento, pero nuestras órdenes son llevarla a la casa y no volver a dejarla salir, además, su hijo está preguntando por usted.
—¿Qué hijo? Yo no tengo hijo.
—Eres el colmo del descaro, ¿Estás negando al hijo que no te hicieron abortar? Eso sólo termina de dejarme claro que eres una mujer completamente trastornada.
Me hago a un lado para que los hombres se la lleven, ella comienza a gritar y a patalear para que no la metan en el auto, después de unos minutos logran hacerlo y salen de aquí a toda velocidad.
Entro de regreso al restaurante y le pido al mesero si es posible que me den todo para llevar, la verdad es que ya no me apetece estar aquí. Quince minutos después voy saliendo de allí con mi comida y decido irme hasta el mirador.
El día permanece agradable, el sol está oculto tras las nubes y una ligera brisa cubre la ciudad. Al llegar allí, no puedo evitar reírme de la vez que les hice esa broma a Fabio y a Isabella, de pronto mi teléfono suena y veo que es mi padre.
—Lorenzo, tu hermano acaba de llegar y me ha contado lo que sucedió con esa mujer, ¿estás bien hijo?
—Sí, sólo arruinó mi almuerzo en uno de mis lugares favoritos, pero al final todo resultó bien.
—¿Y cómo te la sacaste de encima?
—Fácil, llamé a su esposo y le dije lo que estaba pasando. Hace unos días, después de lo que pasó en la oficina con Isabella, le pedí a Agustín que me diera el número de Serkam Yildiz. Le dejé claro que yo no tengo ninguna intención con su esposa, así que envió por ella y me prometió que ella no volvería a molestarme.
—Te felicito, dijo, lo que hiciste no debió ser fácil.
—La verdad fue mucho más fácil de lo que pensé. El único problema es que, por su culpa, Isabella debe creer que yo estoy pensando en regresar con ella. Te juro, papá, que yo no siento nada por esa mujer ni por ninguna otra, sólo por mi Isabella.
—Lo sé, hijo y espero que todo pueda solucionarse pronto… ¿Quieres venir a comer aquí?
—No, pedí mi orden para llevar y estoy aquí en el mirador, sólo mirando la ciudad y disfrutando de unos ricos canelones de pollo —lo oigo reír y ya me imagino la cara que debe tener.
—Bueno, sabes que estamos aquí para ti, no dudes en llamarnos si necesitas algo. Te amo, hijo.
—Y yo te amo a ti padre. Muchas gracias por todo tu apoyo.
Disfruto mi comida en silencio, con buena música y con una agradable vista. Me imagino que alguna vez si Isabella llegase a aceptarme podríamos hacer esto, traer algo de comer y venir a disfrutar de este lugar tan solitario.
Cuando termino dejo los envases a un lado. Subo el vidrio de mi ventana un poco y reclino el asiento. Me quedo mirando el techo, unos segundos y sin darme cuenta me quedo dormido.
Me despierto por el sonido de mi teléfono y veo en la pantalla que es mi hermano Fabio. Le respondo de inmediato porque debe ser algo muy grave para que me esté llamando, sobre todo desde que ha llegado Isabella.
—Hermanito, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? —le pregunto algo angustiado mientras termino de despertar.
—No, tranquilo, todo está bien… Es sólo que necesito hablar contigo.
—Claro. Si quieres, podemos juntarnos en mi departamento.
—Me parece perfecto, ¿estará bien dentro de una hora?
—Claro que sí, ahí estaré, te espero.
Cortamos la llamada, enciendo el auto y me voy desperezando. Cuando ya me siento más despierto, salgo del lugar y me voy con rumbo en mi departamento. Ordeno un poco y coloco algunas cosas para picotear, sé lo mucho que a Fabio le encanta hablar mientras come… O comer mientras habla.
Unos toques en la puerta me indican que mi hermano ha llegado, así que me pongo de pie y camino hacia la puerta. Al abrirla veo a Fabio que está un poco serio. Lo dejó pasar y le indico que camine hacia la sala.
Toma asiento y, por supuesto, lo primero que hace es sacar una de las papitas que he puesto delante del sofá.
—¿Cómo has estado, Fabio?
—Bien, la verdad es que. Todo va bastante bien en la empresa.
—No me refiero a Cavalcanti, me refiero a ti.
—Pues, igual que siempre, muy bien feliz de mi vida… Aunque últimamente ando un poco de cabeza, papá no deja de mirarme con reprobación cada vez que voy a buscar a Isabella y siento que estoy haciendo algo terrible.
—Creo que tú y yo lo conversamos la vez anterior. Sería terrible si solo estás buscando jugar con Isabella.
—Pero el papá no me mira mal por eso, lo hace porque sabe que tú estás realmente interesado en Isabella y estás dispuesto a ofrecerle algo que yo nunca le voy a querer ofrecer a ninguna mujer.
—Yo hablaré con él, no te preocupes.
—No, la verdad es que esto se va a solucionar con nuestra conversación de hoy —toma una de las cervezas sin alcohol que he dejado sobre la mesita de centro y se bebe más de la mitad—. Lorenzo, quiero saber, ¿en verdad, estás realmente interesado en Isabella?
—Por supuesto que sí. No tienes idea cómo pienso en esa mujer. Quiero buscar la manera de acercarme a ella, pero en realidad no sé cómo y desde que está saliendo contigo, me ignora cada vez más.
—Mira, debo ser sincero, cuando llegó me sentí deslumbrado y en realidad yo quería estar con ella. Pero como siempre, la magia se terminó y ya no siento que con ella pueda tener una relación.
—Te lo dije.
—Sí, lo sé, me lo dijiste, pero al menos no ha pasado nada de lo que deba arrepentirme, ni siquiera un beso. Es como si ella estuviese esperando a alguien más y estoy casi seguro de que es a ti.
—Yo no estaría tan seguro, la manera en que me habla y que me trata demuestra todo lo contrario.
—Como sea, sólo quería venir para pedirte perdón por la manera tan tonta en la que me porté. Hoy me di cuenta de que tú realmente estás interesado en ella, porque en el pasado jamás habrías corrido detrás de una mujer para darle explicaciones. Es que ni siquiera a Melike se las dabas.
—Eso es muy cierto, pero con Isabella me pasa todo lo contrario. Quiero llamarla para saber cómo está. Quiero estar pendiente de ella, quiero saber a dónde va, lo que hace, lo que come, si tiene frío o calor o hambre o sueño… Nunca me había pasado eso con nadie y lo peor de todo es que no tiene sentido.
—Tiene todo el sentido del mundo, Lorenzo… Hermano, Isabella no te gusta, tú estás realmente enamorado de ella y si te preguntas qué sé yo del amor, lo aprendí de nuestros padres y hermanos casados —se ríe y yo asiento, porque así son ellos.
«Y creo que deberías comenzar a planear la manera de conquistarla. Desde ya te digo que yo me haré a un lado. No dejaré de invitarla, porque sería muy abrupto. Además, es mi amiga, siempre lo ha sido y no voy a dejar de invitarla a salir. Pero quiero dejarte claro que entre ella y yo no va a pasar nada porque yo no lo voy a permitir… No voy a perder a mi hermano por una mujer.
No miramos unos segundos y nos damos un fuerte abrazo. Lo que acaba de hacer Fabio requiere de mucha hombría, sobre todo para alguien como él, y lo sé por experiencia, porque yo también era así. He de reconocer que una mujer no está interesada en nosotros y tener que dejarla ir para que pueda intentar ser feliz con alguien más no es sencillo.
También está aquella reputación de playboy que debe mantener, así que aprecio en verdad lo que hace.
Seguimos conversando de otras cosas por unos minutos más y después él se despide porque quiere ir a descansar.
Yo limpio lo que hemos ocupado y me voy a la habitación para cambiarme de ropa. Luego de eso, me voy directo a mi taller para comenzar a pintar mi lienzo. Creo que cada vez más se me forma la idea de realizar una exposición. Ya sé en dónde podría ser y cuál será el tema central: El amor.
Luego de la conversación con mi hermano, me he sentido un poco más relajado en cuanto a la situación con Isabella. Al menos sé que por parte de él no hay peligro de que mi chica pueda enamorarse porque él ha desistido completamente de intentarlo.Sin embargo, todavía quedan muchos hombres por ahí que podrían intentar conquistarla, muchos de ellos mejor que yo.Es viernes, he salido temprano de la empresa y voy de regreso a mi departamento para distraerme un poco, he decidido comprar una pizza en el camino, algunas gaseosas y otras cosas más. Pretendo no salir en todo el fin de semana porque estoy preparando lo que será un hito en mi vida.El otro día en una conversación con mi padre, le conté que tenía intenciones de probar con una exposición, pero que no estaba muy seguro. Él me respondió que no cometiera los mismos errores que ellos. Mi madre se tardó mucho tiempo en hacer una exposición, me motivó a que, si ya la tenía avanzada, que sólo lo hiciera.Por supuesto que desde entonces
Veo la hora en mi reloj y ordeno todos los documentos que mantengo en el escritorio. Dejo cada uno en sus respectivas carpetas y salgo de allí dejándole instrucciones a la señora Elena antes de irme. Salgo con prisa porque hoy es la presentación del avance de la nueva colección de Cavalcanti Moda y como una tradición que se mantiene, toda la familia deberá estar presente.A la mitad del trayecto recibo la llamada de mi padre.—¿Hijo, ya vienes en camino?—Sí, me retrasé un poco, estaba entretenido con unos documentos y no vi la hora.—Bueno, ven con cuidado. Sólo faltan tú y Luca.—Creo que en unos quince minutos estaré por ahí.Cortamos la llamada y, de pronto en la radio comienza a sonar una canción que es bastante antigua, pero demasiado hermosa. En la medida que Jon Secada comienza a cantar Angel, pienso en cómo esa letra se ajusta un poco a lo que siento.—Puede ser que te haya olvidado… pero tu luz nunca se fue de mi vida.Minutos más tarde cruzo las puertas del edificio de Cava
Me encuentro en casa de mis padres porque mi madre me ha pedido que pinte un cuadro en su taller para poder instalarlo en la sala. Dice que hay demasiados cuadros de ella en casa y que necesita uno mío, al menos para que se sepa que los dos tenemos un excelente talento.Me paso la mano por la frente, tengo un poco de calor, por lo que decido ir por un vaso de agua a la cocina y camino tal cual como me encanta trabajar, sólo con mi pantalón de algodón, mi camiseta y descalzo. Me quito un mechón de cabello que se cae por mi rostro, pero vuelve a caerse.Tal vez es momento de pasar por la barbería para que lo recorten un poco.En casa no hay nadie, puesto que mi madre ha ido a visitar a Pía, mi padre está dando una clase particular a un joven que, según él, será una promesa de la pintura, y Helen se ha ido unos días al sur a ver a una hermana que le queda por allá, supongo que con Isabella. Abro la puerta de la nevera y saco una jarra de jugo, al girarme veo a Isabella entrando en la coc
Por más que he intentado de hablar con Isabella, no he conseguido hacerlo. Esta chiquilla está absolutamente escondida. De hecho, siguió a su madre hace cuatro días al sur con la excusa de ir a visitar a una tía que sé perfectamente que detesta, porque cuando era pequeña me lo dijo muchas veces.Estoy en mi oficina revisando algunos documentos y la impresión del nuevo catálogo, que por supuesto está a cargo ahora del señor Russo. La calidad de la fotografía y del papel es extremadamente sublime.A varios de los artículos les han dado un toque de relieve que los hace resaltar y casi es como si pudiesen tener el producto entre sus manos. Sin duda, esto llamará la atención del cliente.La señora Elena me pasa una llamada que recibo de mala gana porque sé de quien viene.—Lorenzo Castelli… ¿Cuánto tiempo sin saber de ti?—Exactamente un año, desde la última vez que me llamaste para exactamente lo mismo por lo cual lo haces ahora.—¡Sí sabes, hombre! La cena será esta noche.—No sé por qué
Me siento demasiado estresado con todo lo que me ha ocurrido estos días, así que le pido a Fabio que se haga cargo estos días de la empresa, decido tomarme unos días de descanso de la oficina y dedicarme a trabajar en mi exposición, porque no sólo es pintar, sino también elegir los tonos, la iluminación y varias cosas más. De pronto, siento que debo decirle a Isabella lo que pienso hacer y quiero que ella me ayude a elegir todo lo que tiene que ver con la exposición, quiero que ella sea partícipe de uno de mis logros. Me levanto del suelo de mi taller para buscar mi teléfono y llamar a Agustín, quiero saber si Isabella está allí o si debo ir a la casa de mis padres para verla, porque sé que ya ha llegado del sur. —Primo, que bueno oírte, ¿cómo estás? —Ni bien ni mal, tengo tantas cosas en la cabeza, que no sé por dónde empezar a solucionar mi vida. —Agarra a esa mujer, atrápala contra la pared y dale un beso de esos que les botan hasta las mañas, no te des por vencido. —Claro qu
Miro la mesa y sonrío satisfecho, está bellamente decorada con varios consejos de mi madre y también de mi hermana Pía, que son las más románticas de la familia.Corro a mi cuarto a cambiarme, me meto a la ducha rápidamente porque me he retrasado un poco, salgo para cambiarme por algo sencillo, me quedo descalzo porque así es como me gusta estar en mi departamento. Una camisa con los últimos dos botones abiertos y un pantalón de tela liviana son suficientes para la ocasión.Salgo a la sala, veo mi reloj y me doy cuenta de que falta media hora para que llegue Isabella, me acomodo en el sofá, pero no estoy tranquilo, así que mejor dejo la puerta entreabierta y me voy a la cocina para terminar de ver los últimos detalles de la cena.Siento unos suaves toques en la puerta, sonrío y me giro para darle más dramatismo.—¡Pasa! —siento sus pasos acercándose y sonrío más, pero la sonrisa se me corta cuando siento un par de manos subir por mi torso.Me giro bruscamente y veo que no es Isabella,
Llego al bar de un hotel, me siento en uno de los taburetes vacíos, le pido una cerveza al chico que atiende la barra y como no hay nadie, se queda conmigo. —Día difícil en el trabajo —me dice mientras acomoda unos vasos en una bandeja de madera. —Ojalá fuera eso, con renunciar se solucionaría… —Ah, ya veo… penas de amor —asiento y él suspira—. Te entiendo, es una de las pocas cosas que queremos ahogar en alcohol, pero termina siendo peor. —Ahora no importa —le doy un sorbo a la botella, pero la dejo de lado—. Esto no ayuda en nada… dame un tequila. —¿Estás seguro? —El que tenga miedo a morir, que no nazca —le digo imitando la frase que Marco suele decir cuando juega Fornite—. Y dame la botella, para no molestarte. —Es mi trabajo, pero tú mandas. No sé cuánto tiempo pasa, pero voy sintiendo cómo el tequila me adormece, suena mi teléfono y con manos torpes respondo, con la lengua muy enredada. —Aló. —¿Lorenzo? —escucho la voz confundida de Fabio. —¡Ese mismo, hermanito! ¿Por
Los días se pasan rápido, estoy de regreso en el trabajo porque quedándome en la casa no puedo hacer nada más que pensar en ella. Estoy inmerso en mis papeles cuando una llamada de mi padre me saca de mi concentración. —Padre, buenos días. —Hijo, buenos días, ¿cómo te sientes? —Mucho mejor, ya no siento comezón en el tatuaje. —Sabes que no me refiero a eso. —Y tú sabes que prefiero no hablar de eso a lo que te refieres —dejo salir un suspiro de frustración y me giro en la silla para ver por la ventana. —¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —Nada padre, nadie puede hacer ya nada por mí… yo ya me di por vencido, mientras antes lo asuma y ustedes no acepten, es mejor, créeme —mi padre hace silencio y luego me dice más animado. —Bueno… te cuento que Agustín ya ejecutó tu orden y con todo el gusto del mundo, así que esa mujercita ya no te molestará, los abogados están trabajando en la orden de alejamiento, pero tal parece que su madre se la llevará del país… —Que bueno. —