Llego al bar de un hotel, me siento en uno de los taburetes vacíos, le pido una cerveza al chico que atiende la barra y como no hay nadie, se queda conmigo.
—Día difícil en el trabajo —me dice mientras acomoda unos vasos en una bandeja de madera.—Ojalá fuera eso, con renunciar se solucionaría…—Ah, ya veo… penas de amor —asiento y él suspira—. Te entiendo, es una de las pocas cosas que queremos ahogar en alcohol, pero termina siendo peor.—Ahora no importa —le doy un sorbo a la botella, pero la dejo de lado—. Esto no ayuda en nada… dame un tequila.—¿Estás seguro?—El que tenga miedo a morir, que no nazca —le digo imitando la frase que Marco suele decir cuando juega Fornite—. Y dame la botella, para no molestarte.—Es mi trabajo, pero tú mandas.No sé cuánto tiempo pasa, pero voy sintiendo cómo el tequila me adormece, suena mi teléfono y con manos torpes respondo, con la lengua muy enredada.—Aló.—¿Lorenzo? —escucho la voz confundida de Fabio.—¡Ese mismo, hermanito! ¿Por qué? ¿Te equivocaste de gemelo? Si quieressss puedo llamar a Alalex para… ¿qué quieres?—Mierda, estás tomado. Dime dónde estás e iré por ti.—¡No! Mejor ven conmigo, me estoy divirtiendo como no tienes idea… pensando en ella… ¿Por qué Isabella no me quiere?—Dime dónde estás para acompañarte.—No tengo puta idea… pero tengo un amigo que sí sabe, porque trabaja aquí y si no sabe… entonces se perdió —me río de mi chiste y le paso el teléfono a Iván, el chico que me está atendiendo en la barra.Sirvo un vaso de tequila, pero en lugar de bebérmelo, me pego a la botella. Siento cómo el líquido me quema al bajar por mi garganta, pero esto es menos doloroso que el desprecio de ella.Me quedo mirando un punto en la barra, pensando mil cosas sin sentido hasta que unos brazos fuertes me rodean y me abrazan.—Hijo… ya estoy aquí, no tienes de qué preocuparte, estoy aquí.—Pues sí me preocupo… ¿no que venía Fabio? —me muevo para buscar a mi hermano, pero no sólo está él allí, sino que también están Alex, César, el señor Russo, José que anda de visita, Agustín, mi tíos Luca y Gabriel, Fabián, Piero y Ángello—. ¿Noche de chicassss? —me burlo.—Nos íbamos a juntar todos en casa para compartir con José —me dice Alex riéndose—. Fabio te llamaba para eso, pero aquí estamos.—Ok, ok… ¡Iván! —llamo a mi nuevo amigo y él se acerca—. Vasos y tequila para todos.—Yo no voy a tomar —me dice Alex con el ceño fruncido, pero su suegro se sienta a mi lado.—Pues yo sí, no sé quién más se suma.—¡Todos menos Alex! —dice mi tío Luca.Todos se sientan conmigo, quedo entre mi padre y el señor Russo, quien me quita la botella para beber mientras le sirven su trago. Luego mi padre se lo quita a él y me río.—¿No que se odian?—A veces —dice mi padre—. Cuando quiere robarme a mis nietos.—No seas llorón, Castelli, tienes más que yo.—Ya, pero no peleen por mis sobrinos —los regaño—. Mejor díganme… —comienzo a llorar y los dos colocan sus manos en mis hombros—. ¿Por qué esa condenada chiquilla no me quiere?—Isabella te quiere, hijo, debe estar confundida.—¿Confundida? Pero si ayer la pegué contra la pared y le di uno de esos besos que te quitan hasta los malos pensamientos… le dije que la amo… ¡Se lo dije, maldición! Pero ella no me cree…—Yo digo que es demasiado niña —dice Agustín—. Se escapa de ti como si no supiera lo que es tener una relación…—Es que no lo sabe —dice mi padre y todos lo observamos mientras él fija la atención en el vaso—. Su única relación fue con William.—Ah… ahora entiendo —dice el señor Russo y yo lo miro—. Si ese tipo fue su primera y única relación, lo que ella tiene es miedo y sabiendo lo que pasó con la loca de la modelo que te arruinó la cena ayer… es lógico que no quiera creerte, tiene miedo de que le pase lo mismo.—Pero yo sería incapaz… yo la amo.—Sí, pero eso ella no lo sabe, con lo que ha visto, no la culpo —el señor Russo se encoge de hombros y Fabio se ríe.—Las mujeres son demasiado complicadas, por eso prefiero tener sólo una noche con ellas y así no me meto en estos dramas —Fabio termina y el señor Russo se ríe.—Sí, claro… espera a que te llegue una enana de metro cincuenta y algo, te va a domar de una vez, te hará su esclavo, harás todo lo que diga y lo que no también.—Eso nunca me pasará, yo nunca me voy a enamorar…—Ya te veré —se ríe él y todos asienten—. Mira aquí, estás rodeado de hombres grandotes, fuertes, implacables en los negocios… pero basta que sus esposas chasqueen los dedos o digan ay y se convierten en tiernos peluches.—¡Salud por eso! —gritan todos, excepto Fabio y yo, que no tenemos mujer.—¿Y qué me sugieren?—Un gesto lindo —dice mi padre.—Romántico —dice pensativo el señor Russo.—Uno que no se le olvide jamás —dice Alex.—Y que sea sólo para ella —agrega mi tío Luca.—Sí, que le diga que nunca más habrá otra mujer —Ángello me guiña un ojo y luego habla César.—Pero lo más importante, que le diga lo mucho que la amas.—¿Y qué puede ser? —me quedo mirando la botella y luego de un rato de silencio, quien habla es Fabio.—Un tatuaje —todos lo miran con el ceño fruncido—. Que se escriba su nombre en el pecho, es sencillo, pero es lindo, romántico, no se le olvidará jamás, es sólo para ella y deja claro que nunca habrá otra mujer a la que ame más que a ella.—Un tatuaje… —me quedo pensativo y luego sonrío—. ¡Un tatuaje será! Pero ¿dónde?—De eso me encargo yo…—Oye, yo también quiero —dice el señor Russo y mi padre se pone de pie.—Y yo…Al final, Fabio pide un cuarto grande en el hotel, llama a la persona que lo tatuó y en una hora estamos todos achispados, incluido mi hermano gemelo, listos para el tatuaje con el nombre de nuestras esposas.Porque eso es lo que será Isabella, mi esposa.Fabio aprovecha de hacerse otro tatuaje, esta vez en la espalda, han llegado cuatro chicos para el trabajo y para las once de la noche estamos todos mirándonos los tatuajes. Acordaron que el único que se lo haría a la altura del corazón sería yo, para darle la sorpresa a Isabella, los demás se lo hicieron en el brazo o en la muñeca.—Daniela me va a matar —se ríe el señor Russo, quien se lo ha hecho extra grande en el brazo izquierdo.—Y a mí su hija, así que no se preocupe.—¡Moriremos todos, señores! —dice mi tío Luca—. ¡Pero lo haremos en nombre del amor!—¡Sí! —gritamos todos y salimos con rumbo a la casa de mis padres para continuar con la segunda fase de reconquista.Salimos de allí en taxi, porque nadie está en condiciones de manejar, al llegar a casa todo está en silencio, rodeamos la casa y llegamos frente a la puerta de Isabella. Agustín pone música en su teléfono y todos buscan la letra de la canción que vamos a cantar, menos yo que me la sé porque la escucho cada día pensando en ella.Con todo el sentimiento y la lengua pegada comienzo a entonar «¿Cómo pagarte?» de Carlos Rivera, los hombres tras de mí cantan desafinados, igual que yo, pero se oye de maravilla.De pronto salen las mujeres desde la cocina, la luz en el cuarto de Isabella se enciende y abre la puerta, se lleva las manos a la boca. Camino hacia ella y me arrodillo frente a ella, para cuando termino de cantar la miro a los ojos con intensidad.—Isabella, yo te amo… por favor, dame una oportunidad de demostrártelo.Se queda en silencio y luego la veo mirar al costado, sonríe con expresión traviesa, camina unos pasos y de pronto me llega un chorro de agua.—¡¡Corran, que está armada!! —grita Fabio y todos salen corriendo, dejándome solo recibiendo el castigo por mi romance.—Te dije que no te creo, te vi con esa mujer —me dice ella dejando la manguera a un lado—. ¿Quieres que me haga la ciega?—¡Pero debes creerme, ella me atacó! —me abro la camisa y grito desesperado—. Mira, si hasta me hice un tatuaje.—¡¡¿Tatuaje?!! —grita mi madre.—¡No me mates! ¡¡Todos se hicieron uno!!—¡¡¿Queeeeé?!! —gritan todas las mujeres y los hombres comienzan a correr lejos de sus esposas.—Isabella, por favor, estás aquí, en mi corazón… si me dices que no me crees, entonces míralo por ti misma…—Lorenzo, tengo miedo —me dice con la voz temblorosa—. No es fácil para mí creer después de todo lo que he pasado y las situaciones de los últimos días… no puedo creerte.Se mete en su cuarto, cierra la puerta y yo me quedo allí, mojado, desolado y con la esperanza perdida por completo.Me pongo de pie y camino a la salida, mientras todos se me quedan viendo, algunos con sus orejas entre los dedos de sus mujeres. Y como si el clima estuviera de acuerdo con mi sufrimiento, comienza a llover.Mi madre me alcanza, se para frente a mí y me abraza.—Ya, mi niño… dale tiempo, ahora es mejor que vayamos adentro.—¿Tan malo fui, mamá? ¿Tan infeliz fui con las mujeres, para que ahora la única que en verdad he amado no quiera nada conmigo?—Tranquilo, te aseguro que ella va a recapacitar, vamos a la casa, te haré un chocolate caliente mientras tú te vas a tu cuarto para cambiarte de ropa y te metes en la cama.Asiento y entramos a la casa, con ella tan cerca, pero a la vez tan lejos.Los días se pasan rápido, estoy de regreso en el trabajo porque quedándome en la casa no puedo hacer nada más que pensar en ella. Estoy inmerso en mis papeles cuando una llamada de mi padre me saca de mi concentración. —Padre, buenos días. —Hijo, buenos días, ¿cómo te sientes? —Mucho mejor, ya no siento comezón en el tatuaje. —Sabes que no me refiero a eso. —Y tú sabes que prefiero no hablar de eso a lo que te refieres —dejo salir un suspiro de frustración y me giro en la silla para ver por la ventana. —¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —Nada padre, nadie puede hacer ya nada por mí… yo ya me di por vencido, mientras antes lo asuma y ustedes no acepten, es mejor, créeme —mi padre hace silencio y luego me dice más animado. —Bueno… te cuento que Agustín ya ejecutó tu orden y con todo el gusto del mundo, así que esa mujercita ya no te molestará, los abogados están trabajando en la orden de alejamiento, pero tal parece que su madre se la llevará del país… —Que bueno. —
Siento sus manos tomar mi rostro con firmeza, niego sin decir una palabra, me resisto a que ella me bese. Meto mis manos bajo mis muslos para no tocarla y de pronto ella se incorpora, abro los ojos y veo cómo arranca una de las tiras de tela de la falda que lleva, me rodea por el cuello con ella y tira de mí hacia adelante al tiempo que se sienta a horcajadas sobre mí. —Mira, eres linda, bailas bien, pero de verdad no puedo estar contigo… yo amo a otra mujer y si ella se llega a enterar de que siquiera te besé, no querrá verme jamás… y no la puedo perder, es todo lo que me queda… por favor… Vuelvo a mirar alrededor para buscar ayuda, algo, pero nadie… se fueron y sé que es una trampa para que la olvide, pero yo no puedo hacerlo, no… Estamos en un silencio abrumador, la música se ha terminado y ella pasa sus manos por mi pecho. De más está decir que tengo una erección de los mil demonios, ella la está sintiendo y me muero por hacerle mil cosas, pero me contengo. Sus manos van subie
Llevo sus manos a mi torso, ella entiende que lo quiero y con sus dedos temblorosos comienza a desabotonar mi camisa. No dejamos de mirarnos a los ojos, la sensación de saber que ella me verá desnudo me pone nervioso, siento que se puede decepcionar de mí por mi edad, aunque sólo tenemos ocho años de diferencia, se nota demasiado. Cuando me saca la camisa, fija su mirada en su nombre tatuado en mi corazón, pasa sus dedos por allí provocándome un estremecimiento, sube su mano hasta mi cuello y llega a mi rostro. —Eres hermoso… —Y tú eres más que eso. Comienzo yo con la tarea de desnudarla, ella no se cohíbe, aunque sí se sonroja. Mis dedos son más topes porque siento que de alguna manera la estoy profanando, ella sonríe y me dice burlándose de mí. —Ahora mismo estoy dudando de tu experiencia, Castelli. —Es que siento que estoy cometiendo un delito —ella se ríe y se saca la parte superior dejando expuestos sus senos ante mí, paso saliva porque quiero comérmelos. —Pues asegúrate d
Despertar con mi mujer al lado, además de tener ventajas, es de las mejores cosas que tengo en mi vida. Desde aquella noche en el Magnolia, no hay un solo día en que no hayamos hecho el amor, ahora mismo quiero hacérselo, pero es el lanzamiento de la nueva colección y ambos tenemos trabajo, tal parece que mi chica se ha metido un poco en el asunto y está preparada para las ofertas que puedan llegar de compradores externos. —Vamos, arriba señora Castelli… —¡Señorita! Que todavía no firmo nada —se burla ella, intento levantarme, pero ella me atrapa en un abrazo y tira de mí, en pocos segundos estoy bajo su cuerpo y ella me besa con esa sonrisa que amo—. Y cuando firme seguiré siendo la señora Martínez. —Entonces nos vamos a un país en donde quede claro que eres la señora Castelli, mi mujer… —Sí, tuya… Me da un beso que comienza a provocarme esas deliciosas sensaciones, mis manos suben por sus muslos, llego a sus nalgas y hago que su centro se frote en mi erección, de ella sale un g
Estoy en una de las habitaciones de invitados de la casa en la playa rodeado de todos los hombres de la familia. Mi padre me ayuda a colocarme el saco del traje negro que mi madre ha diseñado para mí exclusivamente para esta ocasión, el señor Russo me ayuda con la pajarita mientras me dice. —Hijo, ya la cagaste mucho en tu vida, así que ahora procura no volver a hacerlo. —No le digas hijo, Russo —le advierte mi padre y él sólo se ríe. —Él sabe que es de cariño, al final le pasaron casi las mismas cosas que a mí, sólo que no se ha muerto ni mucho menos ha estado en la cárcel. —Pero estuvo a punto —señala mi tío Luca. —Eso es porque tiene consciencia, eso se lo sacó a su madre —dice mi tío Gabriel. —¡¿Acaso yo no tengo consciencia, tío?! —exclama mi padre y todos nos reímos. —No mucha si te las diste de amante —se ríe el señor Russo, esa parte de sus vidas ahora la cuentan como la mejor de las anécdotas, porque los llevó a las mujeres que en verdad debían estar en sus vidas. —¡T
Luego de una magnífica luna de miel, en donde no me cansé de disfrutar a mi mujer cada día, hemos llegado a la ciudad con varias cosas que hacer, una de ellas visitar a un doctor que le dé un método anticonceptivo para evitar un embarazo por ahora. Aunque no fue sencillo explicarle a Isabella que sólo quiero su bienestar y que cumpla sus metas, lo que no pude hacer fue convencerla de que yo podía usar el método en lugar de ella. Se negó rotundamente y contra eso ya no pude hacer nada. Así que aquí estamos, esperando a que el doctor nos haga pasar y nos diga cuál es el mejor método para ella. —En serio, amor, no tienes que estar aquí —me dice ella con dulzura—. Ni siquiera sabemos si te dejarán entrar. —No importa, aquí estoy y punto —le doy un beso en su mano y seguimos esperando. Varios minutos después la llaman y me pongo de pie con ella, el doctor no me dice que debo quedarme afuera, así que entro. Ella me mira divertida, yo me encojo de hombros y tomamos asiento. —Bien, seño
La noticia de nuestro primer hijo es motivo de felicidad para todos, ese fin de semana nos asaltaron todos en el departamento y en serio que no teníamos dónde meter tanta gente, hasta que mi madre nos mandó salir a todos e irnos a su casa a celebrar como corresponde. Los días siguieron pasando y el momento de uno de los acontecimientos más importantes de mi vida al fin ha llegado. Isabella no tiene idea de nada, porque no la dejé entrar a mi taller ni una sola vez. Así que vamos de camino a la misma galería donde expuso mi madre hace años atrás, los nervios me invaden, pero sé que podré manejarlo después de todo. —En serio que no te perdono que no me dejaras conocer la primicia —me dice mi esposa cuando la ayudo a bajar del auto. —No importa, mi amor… seguro que cuando la veas te va a encantar y se te pasará el enojo. Hace un gesto con su boca muy parecido a un piquito y me caminamos al interior. Todas las pinturas están cubiertas, la gente espera expectante y una chica nos recib
Dos años después de que Tamara llegara a crear caos a nuestras vidas, tuvimos a nuestros gemelos, Lorenzo Andrés y Flavio Alonzo los que ahora corren en su cumpleaños número cinco entre las mesas, los invitados que son pura familia y un par de amigos, comiendo, jugando y siendo tan felices como yo lo fui en mi infancia. Si alguien alguna vez alguien les dice que los pecados no se pagan con los hijos… ¡ES MENTIRA! Mis niños son unos caballeros, inteligentes y muy respetuosos, pero Tamara… de mi princesa no puedo decir lo mismo. Con siete años ya he tenido que cambiar el auto dos veces, la primera a sus tres años porque le echó azúcar al tanque y la segunda hace seis meses, cuando creyó que el motor debía lavarse por dentro porque el humo salía muy sucio y le metió lavalozas con agua. Tiene un carácter fuerte, es decidida con las cosas que quiere y no te suelta hasta que haces un compromiso con ella de que harás lo que quiere. Bueno, creo que soy el único con quien lo consigue, porq