Llevo sus manos a mi torso, ella entiende que lo quiero y con sus dedos temblorosos comienza a desabotonar mi camisa. No dejamos de mirarnos a los ojos, la sensación de saber que ella me verá desnudo me pone nervioso, siento que se puede decepcionar de mí por mi edad, aunque sólo tenemos ocho años de diferencia, se nota demasiado.
Cuando me saca la camisa, fija su mirada en su nombre tatuado en mi corazón, pasa sus dedos por allí provocándome un estremecimiento, sube su mano hasta mi cuello y llega a mi rostro.—Eres hermoso…—Y tú eres más que eso.Comienzo yo con la tarea de desnudarla, ella no se cohíbe, aunque sí se sonroja. Mis dedos son más topes porque siento que de alguna manera la estoy profanando, ella sonríe y me dice burlándose de mí.—Ahora mismo estoy dudando de tu experiencia, Castelli.—Es que siento que estoy cometiendo un delito —ella se ríe y se saca la parte superior dejando expuestos sus senos ante mí, paso saliva porque quiero comérmelos.—Pues asegúrate de hacerlo bien o yo misma me cobraré.Trato de sacar a ese seductor que lleva dormido dentro de mí tanto tiempo, me acerco a ella sin miedo y mis manos comienzan a tocarla casi sin tocarla, ella cierra los ojos, entreabre la boca para respirar mejor y puedo ver cómo sus pezones se vuelven más duros.Sus manos van a mi pantalón, las mías a su falda y terminamos completamente desnudos, la levanto sin esfuerzo, ella me rodea con sus piernas por la cintura y caemos en la cama riéndonos por los nervios.—Dame un segundo —le digo caminando al baño para buscar una toalla, al regresar ella frunce el ceño y le digo con voz ronca—. Vamos a ensuciar muchísimo al principio… no quieres que quede evidencia de mi delito.Se ríe, pero ya no es por lo divertido, sino de nervios… yo mismo los siento ahora.Extiendo la toalla, la muevo para dejarla sobre ella y luego de eso vuelvo mi atención a su cuerpo. Cuando me posiciono sobre ella nos reímos cómplices de nuestra intimidad, la beso con ternura, delicadamente y voy bajando por su cuerpo.Isabella intenta cubrirse cuando se da cuenta del camino que estoy tomando, pero le tomo las manos, dejo un beso en sus palmas y la obligo a quitarlas, la miro a los ojos y está sonrojada.—Es parte de hacerte el amor… primero quiero que sientas lo que es un orgasmo, de otra manera no sabrás si lo alcanzaste cuando me hunda en ti.—¿Me estás enseñando?—Claro que sí, mi hermosa Isabella… y si no lo consigues, tendré que esforzarme más, porque mi chica no puede quedar insatisfecha.Sé que va a protestar de nuevo, pero un húmedo beso justo en su monte de Venus la calla. Luego mis dedos abren sus pliegues y mi lengua comienza a darle todo el placer que se merece.Me enloquezco al saber que estos son sus primeros gemidos, sus primeros gritos ahogados, la veo aferrarse a la cama mientras abre más las piernas y levanta la pelvis para sentir mejor lo que le estoy provocando.—Lorenzo… siento que, ay ya no sé lo que siento…—Déjate ir, cariño, hazlo.Puedo sentir cómo sus paredes estrangulan mis dedos, los espasmos la hacen retorcerse en la cama y yo subo para ver su rostro mientras experimenta su primer orgasmo de mi boca, no quiero olvidar jamás esta primera vez.Comienzo a besarla con ternura, ella se aferra a mi cabello y a mi espalda, su pelvis busca más contacto y aprovecho esas ganas para posicionarme en su entrada y empujar un poco.—Va a doler, mi hermosa, pero te prometo que te quitaré el dolor en cuanto te acostumbres —ella asiente, me mira directo a los ojos con un voto de confianza y me sonríe para animarme a hacerlo.Sigo presionando para abrirme paso, esto es nuevo para mí porque hace tanto que no lo experimentaba y ahora me doy cuenta de que no hay punto de comparación entre la virginidad de aquella mujer y de mi Isabella.—Te veo afligido —me dice con una ligera mueca de dolor—. ¿También te duele?—No… es sólo que hace años que no lo hago y me está costando muchísimo no entrar de una vez, estás demasiado apretada y eso es la locura.—Hazlo de una vez…—No quiero causarte daño.—De todas maneras, ya duele, que sea de una vez para que se pase pronto —asiento, ella atrae mi boca y me besa.Entro de una vez, ella grita en mis labios y comienzo a besarla para distraerme de la imperiosa necesidad de embestirla como loco. Mis manos la tocan, acaricio su cuerpo para relajarla, una de mis manos va a uno de sus senos y pellizco suavemente el pezón, ella gime y con eso comienzo a moverme lentamente.Vuelvo a separarme de ella para ver su rostro y puedo ver esa sonrisa hermosa, yo también sonrío mientras me muevo, nuestras manos se dedican a acariciar nuestros rostros, nos llenamos de besos y con esa delicadeza voy logrando que Isabella deje salir aquellos gemidos deliciosos.—Sí… se siente rico así…Me muevo lento para no acabar antes de tiempo, la beso, le muerdo el cuello, la acaricio y quiero que enloquezca por lo que es hacer el amor con la persona correcta.—¿Sabes montar?—¿Eh? —pero en lugar de responderle me giro bruscamente y la dejo sobre mí—. ¡Maldición, llega más adentro!—¡Ah! —ese gemido sale como un gruñido, mis manos van a sus caderas y la ayudo a establecer un ritmo que nos encanta a los dos, puedo sentirlo por la manera en que ella aprieta mi pene con sus paredes.Debo decir que jamás una mujer me sacó gemidos de placer puros y profundos, con cada movimiento de Isabella se me escapa uno junto a ella, es tan sublime, es como si fuera nuestra propia canción compuesta para la intimidad.Se apoya en mi pecho, capturo uno de sus pechos con mi boca, mientras mis dedos se entierran en su cintura para moverla a un ritmo que nos enloquece a los dos.—¿Estás bien? —me pregunta preocupada.—Sí… mejor que nunca, ¿por qué?—Es que gimes demasiado, no sabía que los hombres lo hicieran.—No lo hacemos, a menos que sea muy…—¿Rico? ¿Delicioso? —termina ella y me río.—Sí… eso.Sigo torturando con mi lengua su cuerpo, mientras ella busca el placer, de pronto comienza a moverse en círculos y con eso termina de matarme. Sus gemidos se convierten en gritos lastimeros, siento que ya no aguanto más, la ayudo a que sea más lento para que lo sienta mejor y nos corremos juntos en un escandaloso final para nuestra canción.La atraigo a mi cuerpo para besarla, la abrazo y la dejo allí para que recupere la respiración. No puedo creer que la tengo así, descansando sobre mi pecho después de hacerla mía.—Eso fue maravilloso, no pensé que sería de esa manera… mis compañeras siempre me dijeron que dolía.—Si lo haces con la persona incorrecta por supuesto que sí —le digo besando su frente.—¿Te gustó? —me mira como esperanzada y sonrío.—Como no tienes idea… este experimentado te da un veinte de diez, jamás una mujer me oyó gemir como tú.—Y tampoco ninguna otra te oirá, porque tus gemidos ahora me pertenecen.Asiento acariciando su rostro, nos movemos un poco y nos quedamos así, sin decir nada más por un buen rato. Luego de un rato ella se levanta al baño, luego sale para buscar una bata y yo me voy con ella, cuidando de no mojarle el cabello.La ayudo a limpiarse, haciendo que el gel de baño haga lo suyo, dando suaves masajes que le gustan. Al terminar la ayudo a salir, se seca el cuerpo y antes que se ponga la bata, la tomo entre mis brazos y me la llevo a la cama.—¿Estás muy viejito para otra ronda? —me pregunta con el rostro encendido y eso sólo me causa más ternura.—Claro que no.—¿Podemos intentar otra posición? La que más te guste.—En realidad no tengo una favorita, pero creo que puedo enseñarte otra.Comienzo a besarla, a estimularla y cuando sé que está lo suficientemente excitada y lista para mí, la giro dejándola boca abajo, le levanto el trasero y dejo un beso allí antes de darle una nalgada. Luego paso mi lengua por su centro y ella da un respingo.—¡¿Qué rayos fue eso?! Se sintió tan… prohibido.—No, cariño, prohibido es esto —mi pulgar pasa por su ano con suavidad y ella deja salir un gemido—. Nunca lo he experimentado, pero creo que contigo quiero todo.Me acomodo en su entrada y la embisto, desde allí todo se vuelve una locura, en donde nuestros cuerpos experimentan todo tipo de sensaciones y de placeres, en diferentes formas y lugares.El sol nos encuentra amándonos con ternura, moviéndonos a un mismo ritmo, con una sonrisa en nuestros rostros mientras nos miramos fijamente.Soy suyo, ella es mía… eso es lo único que nos importa ahora.Despertar con mi mujer al lado, además de tener ventajas, es de las mejores cosas que tengo en mi vida. Desde aquella noche en el Magnolia, no hay un solo día en que no hayamos hecho el amor, ahora mismo quiero hacérselo, pero es el lanzamiento de la nueva colección y ambos tenemos trabajo, tal parece que mi chica se ha metido un poco en el asunto y está preparada para las ofertas que puedan llegar de compradores externos. —Vamos, arriba señora Castelli… —¡Señorita! Que todavía no firmo nada —se burla ella, intento levantarme, pero ella me atrapa en un abrazo y tira de mí, en pocos segundos estoy bajo su cuerpo y ella me besa con esa sonrisa que amo—. Y cuando firme seguiré siendo la señora Martínez. —Entonces nos vamos a un país en donde quede claro que eres la señora Castelli, mi mujer… —Sí, tuya… Me da un beso que comienza a provocarme esas deliciosas sensaciones, mis manos suben por sus muslos, llego a sus nalgas y hago que su centro se frote en mi erección, de ella sale un g
Estoy en una de las habitaciones de invitados de la casa en la playa rodeado de todos los hombres de la familia. Mi padre me ayuda a colocarme el saco del traje negro que mi madre ha diseñado para mí exclusivamente para esta ocasión, el señor Russo me ayuda con la pajarita mientras me dice. —Hijo, ya la cagaste mucho en tu vida, así que ahora procura no volver a hacerlo. —No le digas hijo, Russo —le advierte mi padre y él sólo se ríe. —Él sabe que es de cariño, al final le pasaron casi las mismas cosas que a mí, sólo que no se ha muerto ni mucho menos ha estado en la cárcel. —Pero estuvo a punto —señala mi tío Luca. —Eso es porque tiene consciencia, eso se lo sacó a su madre —dice mi tío Gabriel. —¡¿Acaso yo no tengo consciencia, tío?! —exclama mi padre y todos nos reímos. —No mucha si te las diste de amante —se ríe el señor Russo, esa parte de sus vidas ahora la cuentan como la mejor de las anécdotas, porque los llevó a las mujeres que en verdad debían estar en sus vidas. —¡T
Luego de una magnífica luna de miel, en donde no me cansé de disfrutar a mi mujer cada día, hemos llegado a la ciudad con varias cosas que hacer, una de ellas visitar a un doctor que le dé un método anticonceptivo para evitar un embarazo por ahora. Aunque no fue sencillo explicarle a Isabella que sólo quiero su bienestar y que cumpla sus metas, lo que no pude hacer fue convencerla de que yo podía usar el método en lugar de ella. Se negó rotundamente y contra eso ya no pude hacer nada. Así que aquí estamos, esperando a que el doctor nos haga pasar y nos diga cuál es el mejor método para ella. —En serio, amor, no tienes que estar aquí —me dice ella con dulzura—. Ni siquiera sabemos si te dejarán entrar. —No importa, aquí estoy y punto —le doy un beso en su mano y seguimos esperando. Varios minutos después la llaman y me pongo de pie con ella, el doctor no me dice que debo quedarme afuera, así que entro. Ella me mira divertida, yo me encojo de hombros y tomamos asiento. —Bien, seño
La noticia de nuestro primer hijo es motivo de felicidad para todos, ese fin de semana nos asaltaron todos en el departamento y en serio que no teníamos dónde meter tanta gente, hasta que mi madre nos mandó salir a todos e irnos a su casa a celebrar como corresponde. Los días siguieron pasando y el momento de uno de los acontecimientos más importantes de mi vida al fin ha llegado. Isabella no tiene idea de nada, porque no la dejé entrar a mi taller ni una sola vez. Así que vamos de camino a la misma galería donde expuso mi madre hace años atrás, los nervios me invaden, pero sé que podré manejarlo después de todo. —En serio que no te perdono que no me dejaras conocer la primicia —me dice mi esposa cuando la ayudo a bajar del auto. —No importa, mi amor… seguro que cuando la veas te va a encantar y se te pasará el enojo. Hace un gesto con su boca muy parecido a un piquito y me caminamos al interior. Todas las pinturas están cubiertas, la gente espera expectante y una chica nos recib
Dos años después de que Tamara llegara a crear caos a nuestras vidas, tuvimos a nuestros gemelos, Lorenzo Andrés y Flavio Alonzo los que ahora corren en su cumpleaños número cinco entre las mesas, los invitados que son pura familia y un par de amigos, comiendo, jugando y siendo tan felices como yo lo fui en mi infancia. Si alguien alguna vez alguien les dice que los pecados no se pagan con los hijos… ¡ES MENTIRA! Mis niños son unos caballeros, inteligentes y muy respetuosos, pero Tamara… de mi princesa no puedo decir lo mismo. Con siete años ya he tenido que cambiar el auto dos veces, la primera a sus tres años porque le echó azúcar al tanque y la segunda hace seis meses, cuando creyó que el motor debía lavarse por dentro porque el humo salía muy sucio y le metió lavalozas con agua. Tiene un carácter fuerte, es decidida con las cosas que quiere y no te suelta hasta que haces un compromiso con ella de que harás lo que quiere. Bueno, creo que soy el único con quien lo consigue, porq
Ocho años después… Miramos nuestra casa con cierta nostalgia por última vez. Todos los grandes muebles se han quedado en sus lugares tapados con enormes telas blancas que los protegerán de la luz y el polvo. Las cosas más pequeñas han quedado dentro de cajas seguras en ciertos espacios de nuestra mansión. Pero todo lo que son los recuerdos y aquellos trabajos hermosos que los niños hicieron mientras estaban en el colegio se van en otras cajas rumbo a Italia. Aunque no fue algo que planeásemos desde hace mucho tiempo, la verdad es que tanto mi mujer como mis hijos han aceptado la idea que nos vayamos a Florencia para reemplazar a José en su estadía en la empresa que mi abuelo heredó. La madre de su mujer ha estado bastante enferma y quiere acompañarla en caso de que algo le suceda. —¿Papá, crees que volvamos alguna vez a Chile? —me pregunta algo emocionado mi pequeño. Flavio. —Creo que sí, hijo, vendremos en las vacaciones y cada vez que podamos. —Yo extrañaré los cumpleaños aqu
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —le pregunto a mi hija al llegar con ella al cuarto en donde espera solitaria al momento más importante de su vida. La tradición de la familia esta vez no se cumplió, porque mi pequeña no quiso que ninguna de las mujeres la ayudara a prepararse, puesto que su futuro esposo contrató un equipo profesional para que se encargara del maquillaje, peinado e incluso del vestido. Hasta ahora, todas las bodas se caracterizaban porque los novios llevaban hermosos trajes diseñados por mi madre, aunque ahora es Amanda (la segunda hija de Pía) quien se encarga de confeccionar los diseños junto a mi madre. Mi hija me mira con decisión, sé que está triste por todo lo que ha pasado, desde que Joel Prato llegó a su vida todo se volvió muy diferente. Aquella niña sonriente, traviesa, da a hacernos la vida de cuadritos con sus bromas y preguntas. Esa chica espontánea que se caracterizaba por reírse de todo y de ser tremenda, con un carácter fuerte… De esa
Miro por la ventana de mi oficina, con las manos en los bolsillos, buscando la respuesta a esa duda que he tenido desde hace años.¿Por qué me ha ido tan mal en el amor?Desde pequeño siempre quise ser libre, hacer lo que se me viniera en gana, pero cuando las consecuencias de hacerlo llegaban, no me gustaba para nada. De adulto fue casi lo mismo, solo que las travesuras se convirtieron en errores y las consecuencias fueron más altas que de pequeño.Dejo salir un suspiro mientras espero a que llegue la cita de las tres, una gerente de una nueva empresa de distribución, que ofrece mejores prestaciones, además de más garantías en caso de maltrato o pérdida de los insumos.Para eso falta un rato, pero siento que me va ganando la ansiedad de verla, porque según me dijo Agustín, yo ya la conozco… y desde hace mucho.Y, como casi siempre que estoy así, mi mente se va al pasado, a ese en que cometí muchos errores, incluso algunos que pudieron dañar mi familia. A pesar de todo eso, ellos nunc