Miro la mesa y sonrío satisfecho, está bellamente decorada con varios consejos de mi madre y también de mi hermana Pía, que son las más románticas de la familia.
Corro a mi cuarto a cambiarme, me meto a la ducha rápidamente porque me he retrasado un poco, salgo para cambiarme por algo sencillo, me quedo descalzo porque así es como me gusta estar en mi departamento. Una camisa con los últimos dos botones abiertos y un pantalón de tela liviana son suficientes para la ocasión.Salgo a la sala, veo mi reloj y me doy cuenta de que falta media hora para que llegue Isabella, me acomodo en el sofá, pero no estoy tranquilo, así que mejor dejo la puerta entreabierta y me voy a la cocina para terminar de ver los últimos detalles de la cena.Siento unos suaves toques en la puerta, sonrío y me giro para darle más dramatismo.—¡Pasa! —siento sus pasos acercándose y sonrío más, pero la sonrisa se me corta cuando siento un par de manos subir por mi torso.Me giro bruscamente y veo que no es Isabella, sino que es Norma.—¡¡¿Qué demonios haces aquí?!! —la tomo por el brazo y trato de sacarla de allí, pero no sé cómo se suelta de mi agarre y se me lanza para besarme.—Mi amor… he venido a disfrutar de la cena… todo está muy lindo, dame un beso.—¡¡Estás loca!!—¡Sí, loca por ti, papacito! —me aprieta las nalgas y doy un respingo, la aparto de mí con fuerza y aunque tambalea, sigue tratando de pegarse a mí.Va con un abrigo negro, la veo desatar el nudo del cinturón y deja un conjunto descarado expuesto. No puedo negar que tiene un cuerpo bien proporcionado, pero esa época en que las mujeres así me enloquecían ya pasaron.—¡Vete! ¡Llamaré a la policía!—Mejor arréstame tú, espósame a la cama y dame duro, mi amor… —sigue persiguiéndome por el departamento, mientras yo trato de encontrar mi teléfono. Choco con un mueble, veo que es el costado del sofá y esa distracción me lleva a perder.Norma se lanza sobre mí, caemos en el sofá y ella aprovecha para sentarse a horcajadas, comienza a moverse de manera sugerente, pero no me provoca nada más que asco. El peor error que he cometido es no hacer que Agustín la botara de la empresa.—¡Déjame, loca! ¡¡Vete de aquí!! —podría quitármela de encima fácilmente, pero podría hacerle daño y no quiero más problemas.Norma no me deja, baja su rostro para besarme mientras gime como posesa, como si ella y yo estuviésemos haciendo algo más. Por primera vez en mi vida me siento ultrajado y no sé qué hacer.Pero mi solución llega cuando la puerta se abre… o eso creo.—¡No lo puedo creer! —la voz de Isabella me dice que está furiosa, me incorporo de inmediato, me importa una m****a qué pasa con Norma.Corro hacia Isabella que se mantiene allí con una expresión de enojo y dolor en su rostro.—No es lo que crees, bonita, ella llegó de la nada y…—Y como eres tan débil, no te la pudiste sacar de encima.—Tenía miedo de ser brusco y lastimarla, pero te juro que no…—Deja de mentir —me dice como resignada y eso me duele más—. Ella me contó lo que pasó en tu cena anual, el encuentro en el baño de hombres, cómo se encerraron en el cubículo a… ¡Ya sabes a qué! —se cubre el rostro con las manos y niega—. En verdad vine porque creí que era mentira todo lo que me dijo, que de verdad me quieres y tal vez me pedirías ser tu novia… pero todo fue un juego.—Isabella, por favor escúchame —le suplico tratando de tomar sus manos, pero ella las quita y da dos pasos atrás.—Sigues siendo el mismo de cuando yo era una niña… no has cambiado en nada, sigues jugando con las mujeres.Camina a la puerta, pero la tomo del brazo para que no lo haga, en ese momento escuchamos a Norma quejarse en el suelo, ella aprovecha eso para zafarse y escapar.—¡Más te vale que cuando regrese no estés aquí o te enviaré a la cárcel!Corro tras Isabella, quien aprieta los botones del ascensor desesperada, pero como las puertas no se abren, mira al costado y vuelve a correr, la sigo justo cuando se mete a las escaleras, logro alcanzarla antes de que baje, tiro de ella y la giro para que me vea a la cara.—Nunca vas a conocer un hombre que cambiara más que yo, no soy el mismo que tú tienes en la memoria y ciertamente no me parezco en nada a lo que era cuando tú te fuiste de aquí.—No te creo…—No importa, puedo demostrártelo todos los días… Isabella, yo te amo, eres la mujer de mi vida y quiero compartir mis días sólo contigo —pero ella no me cree, vuelve a tratar de irse, la tomo por la cintura, camino con ella hasta la pared y la aprisiono allí, con las manos atrapadas sobre su cabeza.—Suéltame o gritaré.—Grita… grita todo lo fuerte que puedas, pero eso no impedirá que haga esto.Y sin perder más tiempo, la beso. Su boca se abre por la sorpresa, aprovecho de explorar y le suelto las manos, porque quiero abrazarla fuerte. La rodeo por la cintura, la levanto un poco y me pierdo en esa sensación.Espero en cualquier momento que me aparte, me muerda o me mate, pero en lugar de eso sus manos libres se van a mi cuello, una de ellas se enreda en mi cabello y yo me pego más a su cuerpo.¡Estoy en la gloria!Esto se siente tan bien, quiero estar así por la eternidad, amo a esta mujer… la amo con cada fibra de mi cuerpo y no tengo miedo de admitirlo.Mi lengua no le da tregua y ella pelea conmigo, la estoy devorando, jamás en mi vida besé a una mujer con tanta pasión, con tanta necesidad como la estoy besando a ella. Mis manos van a sus nalgas para pegarla más a mí. Un gemido sale de sus labios y a mí se me escapa un gruñido de satisfacción pura. Me aparto un poco, le sonrío y le acaricio el rostro.—Te amo, Isabella, te amo con todo mi ser…—No te creo… no puedo creerte —se le escapa un sollozo, me empuja y sale corriendo escaleras abajo. Me paso las manos por el cabello frustrado por completo y apoyo mi frente en la pared.Me quedo allí unos minutos, hasta que siento el frío en mis pies, regreso a mi departamento, la loca ya se ha ido, cierro la puerta con violencia y camino a la mesa. Veo todo tan lindo, pero no ha servido de nada, así que en un arranque de ira lanzo todo muy lejos.Voy hasta la cocina para apagar el horno, saco la carne de allí y me voy a mío taller a pintar, quiero sacarme la frustración de alguna manera.Pero no es suficiente. Encuentro mi teléfono y llamo a Agustín, por ahora es lo único que puedo hacer.Tomo uno de los lienzo y pinto con rabia, como si estuviera matando a alguien.Cerca de la medianoche decido que es hora de irme a dormir, pero por más que lo intento, no puedo. La cara de decepción de mi chica se me aparece cada vez que cierro los ojos y siento un nudo en la garganta que termina por reventar.Lloro por todos estos años solo.Lloro por todo el tiempo que esperé a la mujer correcta y ahora que la tengo, no me cree lo que siento por ella.Lloro porque estoy dándome por vencido, porque ya no hay remedio para mí.Este es mi karma, no hay nada que pueda hacer para quitármelo de encima, así que me resigno a quedarme solo para siempre.Logro dormir un poco, pero no descanso nada. Veo en mi teléfono las llamadas de mis padres, como algo liviano, salgo de la casa y me voy directo a un lugar en donde las penas no se pasan, pero al menos se ahogan.Llego al bar de un hotel, me siento en uno de los taburetes vacíos, le pido una cerveza al chico que atiende la barra y como no hay nadie, se queda conmigo. —Día difícil en el trabajo —me dice mientras acomoda unos vasos en una bandeja de madera. —Ojalá fuera eso, con renunciar se solucionaría… —Ah, ya veo… penas de amor —asiento y él suspira—. Te entiendo, es una de las pocas cosas que queremos ahogar en alcohol, pero termina siendo peor. —Ahora no importa —le doy un sorbo a la botella, pero la dejo de lado—. Esto no ayuda en nada… dame un tequila. —¿Estás seguro? —El que tenga miedo a morir, que no nazca —le digo imitando la frase que Marco suele decir cuando juega Fornite—. Y dame la botella, para no molestarte. —Es mi trabajo, pero tú mandas. No sé cuánto tiempo pasa, pero voy sintiendo cómo el tequila me adormece, suena mi teléfono y con manos torpes respondo, con la lengua muy enredada. —Aló. —¿Lorenzo? —escucho la voz confundida de Fabio. —¡Ese mismo, hermanito! ¿Por
Los días se pasan rápido, estoy de regreso en el trabajo porque quedándome en la casa no puedo hacer nada más que pensar en ella. Estoy inmerso en mis papeles cuando una llamada de mi padre me saca de mi concentración. —Padre, buenos días. —Hijo, buenos días, ¿cómo te sientes? —Mucho mejor, ya no siento comezón en el tatuaje. —Sabes que no me refiero a eso. —Y tú sabes que prefiero no hablar de eso a lo que te refieres —dejo salir un suspiro de frustración y me giro en la silla para ver por la ventana. —¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —Nada padre, nadie puede hacer ya nada por mí… yo ya me di por vencido, mientras antes lo asuma y ustedes no acepten, es mejor, créeme —mi padre hace silencio y luego me dice más animado. —Bueno… te cuento que Agustín ya ejecutó tu orden y con todo el gusto del mundo, así que esa mujercita ya no te molestará, los abogados están trabajando en la orden de alejamiento, pero tal parece que su madre se la llevará del país… —Que bueno. —
Siento sus manos tomar mi rostro con firmeza, niego sin decir una palabra, me resisto a que ella me bese. Meto mis manos bajo mis muslos para no tocarla y de pronto ella se incorpora, abro los ojos y veo cómo arranca una de las tiras de tela de la falda que lleva, me rodea por el cuello con ella y tira de mí hacia adelante al tiempo que se sienta a horcajadas sobre mí. —Mira, eres linda, bailas bien, pero de verdad no puedo estar contigo… yo amo a otra mujer y si ella se llega a enterar de que siquiera te besé, no querrá verme jamás… y no la puedo perder, es todo lo que me queda… por favor… Vuelvo a mirar alrededor para buscar ayuda, algo, pero nadie… se fueron y sé que es una trampa para que la olvide, pero yo no puedo hacerlo, no… Estamos en un silencio abrumador, la música se ha terminado y ella pasa sus manos por mi pecho. De más está decir que tengo una erección de los mil demonios, ella la está sintiendo y me muero por hacerle mil cosas, pero me contengo. Sus manos van subie
Llevo sus manos a mi torso, ella entiende que lo quiero y con sus dedos temblorosos comienza a desabotonar mi camisa. No dejamos de mirarnos a los ojos, la sensación de saber que ella me verá desnudo me pone nervioso, siento que se puede decepcionar de mí por mi edad, aunque sólo tenemos ocho años de diferencia, se nota demasiado. Cuando me saca la camisa, fija su mirada en su nombre tatuado en mi corazón, pasa sus dedos por allí provocándome un estremecimiento, sube su mano hasta mi cuello y llega a mi rostro. —Eres hermoso… —Y tú eres más que eso. Comienzo yo con la tarea de desnudarla, ella no se cohíbe, aunque sí se sonroja. Mis dedos son más topes porque siento que de alguna manera la estoy profanando, ella sonríe y me dice burlándose de mí. —Ahora mismo estoy dudando de tu experiencia, Castelli. —Es que siento que estoy cometiendo un delito —ella se ríe y se saca la parte superior dejando expuestos sus senos ante mí, paso saliva porque quiero comérmelos. —Pues asegúrate d
Despertar con mi mujer al lado, además de tener ventajas, es de las mejores cosas que tengo en mi vida. Desde aquella noche en el Magnolia, no hay un solo día en que no hayamos hecho el amor, ahora mismo quiero hacérselo, pero es el lanzamiento de la nueva colección y ambos tenemos trabajo, tal parece que mi chica se ha metido un poco en el asunto y está preparada para las ofertas que puedan llegar de compradores externos. —Vamos, arriba señora Castelli… —¡Señorita! Que todavía no firmo nada —se burla ella, intento levantarme, pero ella me atrapa en un abrazo y tira de mí, en pocos segundos estoy bajo su cuerpo y ella me besa con esa sonrisa que amo—. Y cuando firme seguiré siendo la señora Martínez. —Entonces nos vamos a un país en donde quede claro que eres la señora Castelli, mi mujer… —Sí, tuya… Me da un beso que comienza a provocarme esas deliciosas sensaciones, mis manos suben por sus muslos, llego a sus nalgas y hago que su centro se frote en mi erección, de ella sale un g
Estoy en una de las habitaciones de invitados de la casa en la playa rodeado de todos los hombres de la familia. Mi padre me ayuda a colocarme el saco del traje negro que mi madre ha diseñado para mí exclusivamente para esta ocasión, el señor Russo me ayuda con la pajarita mientras me dice. —Hijo, ya la cagaste mucho en tu vida, así que ahora procura no volver a hacerlo. —No le digas hijo, Russo —le advierte mi padre y él sólo se ríe. —Él sabe que es de cariño, al final le pasaron casi las mismas cosas que a mí, sólo que no se ha muerto ni mucho menos ha estado en la cárcel. —Pero estuvo a punto —señala mi tío Luca. —Eso es porque tiene consciencia, eso se lo sacó a su madre —dice mi tío Gabriel. —¡¿Acaso yo no tengo consciencia, tío?! —exclama mi padre y todos nos reímos. —No mucha si te las diste de amante —se ríe el señor Russo, esa parte de sus vidas ahora la cuentan como la mejor de las anécdotas, porque los llevó a las mujeres que en verdad debían estar en sus vidas. —¡T
Luego de una magnífica luna de miel, en donde no me cansé de disfrutar a mi mujer cada día, hemos llegado a la ciudad con varias cosas que hacer, una de ellas visitar a un doctor que le dé un método anticonceptivo para evitar un embarazo por ahora. Aunque no fue sencillo explicarle a Isabella que sólo quiero su bienestar y que cumpla sus metas, lo que no pude hacer fue convencerla de que yo podía usar el método en lugar de ella. Se negó rotundamente y contra eso ya no pude hacer nada. Así que aquí estamos, esperando a que el doctor nos haga pasar y nos diga cuál es el mejor método para ella. —En serio, amor, no tienes que estar aquí —me dice ella con dulzura—. Ni siquiera sabemos si te dejarán entrar. —No importa, aquí estoy y punto —le doy un beso en su mano y seguimos esperando. Varios minutos después la llaman y me pongo de pie con ella, el doctor no me dice que debo quedarme afuera, así que entro. Ella me mira divertida, yo me encojo de hombros y tomamos asiento. —Bien, seño
La noticia de nuestro primer hijo es motivo de felicidad para todos, ese fin de semana nos asaltaron todos en el departamento y en serio que no teníamos dónde meter tanta gente, hasta que mi madre nos mandó salir a todos e irnos a su casa a celebrar como corresponde. Los días siguieron pasando y el momento de uno de los acontecimientos más importantes de mi vida al fin ha llegado. Isabella no tiene idea de nada, porque no la dejé entrar a mi taller ni una sola vez. Así que vamos de camino a la misma galería donde expuso mi madre hace años atrás, los nervios me invaden, pero sé que podré manejarlo después de todo. —En serio que no te perdono que no me dejaras conocer la primicia —me dice mi esposa cuando la ayudo a bajar del auto. —No importa, mi amor… seguro que cuando la veas te va a encantar y se te pasará el enojo. Hace un gesto con su boca muy parecido a un piquito y me caminamos al interior. Todas las pinturas están cubiertas, la gente espera expectante y una chica nos recib