Me siento demasiado estresado con todo lo que me ha ocurrido estos días, así que le pido a Fabio que se haga cargo estos días de la empresa, decido tomarme unos días de descanso de la oficina y dedicarme a trabajar en mi exposición, porque no sólo es pintar, sino también elegir los tonos, la iluminación y varias cosas más.
De pronto, siento que debo decirle a Isabella lo que pienso hacer y quiero que ella me ayude a elegir todo lo que tiene que ver con la exposición, quiero que ella sea partícipe de uno de mis logros.
Me levanto del suelo de mi taller para buscar mi teléfono y llamar a Agustín, quiero saber si Isabella está allí o si debo ir a la casa de mis padres para verla, porque sé que ya ha llegado del sur.
—Primo, que bueno oírte, ¿cómo estás?
—Ni bien ni mal, tengo tantas cosas en la cabeza, que no sé por dónde empezar a solucionar mi vida.
—Agarra a esa mujer, atrápala contra la pared y dale un beso de esos que les botan hasta las mañas, no te des por vencido.
—Claro que no, pero tengo que aclarar algunas cosas con ella, quiero saber si está en la empresa, quiero invitarla a una cena en mi departamento.
—¡Sucio! Es hablar con la chica, no llevártela a la cama.
—Sucio tú, que sólo piensas en eso, pero esa parte de mi vida quedó atrás hace mucho, sólo quiero hablar con ella y explicarle algunas cosas. Hay mucho que quiero decirle, pero tal parece que ningún lugar es el indicado, porque siempre llega alguien que lo arruina.
—Lástima por ti… pero al menos tienes suerte en eso de la invitación, porque está aquí.
—No dejes que se vaya.
—No creo que quiera hacerlo, está super entretenida con el trabajo.
—Bien, voy para allá.
Corto la llamada sin siquiera despedirme, corro a mi cuarto, me doy una ducha rápida y me visto casual. Salgo de allí con una sonrisa boba que nada ni nadie me la podría quitar, quiero verla, escucharla…
Y ahora que lo pienso, mi hermano tuvo mucha razón cuando me dijo que antes nunca seguí a las chicas, siempre esperé que ellas vinieran a mí, incluso la bruja de Melike.
—Pero ella vale la pena que la siga por todos lados…
Al llegar a Cavalcanti me quedo entretenido con la hija de uno de los empleados, quien viene de ve en cuando a visitar a su padre y me cuenta cómo le ha ido en la universidad, puesto que su padre quería que estudiara algo relacionado con ingeniería, pero ella se decidió por estudiar diseño.
—Ha sido maravilloso, siento que estoy en mi ambiente natural —veo en ella los ojos ilusionados de muchos de nosotros que hacemos lo que amamos.
—Me alegra saberlo, ya sabes que tienes un lugar reservado aquí para tu práctica laboral.
Ella me sonríe emocionada y sigo mi camino. Desde hace unos años tenemos como política de las empresas apoyar a los hijos de nuestros empleados a que hagan sus prácticas para que no tengan problemas con ese trámite. Si vemos que tienen capacidades para seguir, se les hace un cupo o se les recomienda con algún socio.
Al llegar al piso, veo que Agustín está muy serio, me acerco a él para saber qué pasa y cuando me ve cambia la expresión.
—¿Algo malo?
—No, sólo que se equivocaron en pedir las telas para uno de los diseños.
—¿Les va a faltar?
—No, nos sobrará, así que de un modelo en particular tendremos más stock de lo planeado, porque tampoco podemos dejarla en bodega, es demasiado delicada y con nada se puede arruinar.
—Entiendo… esperemos que sea el modelo que más se venda.
—Pienso lo mismo… ella está en la sala de reuniones, no le gusta trabajar en otro lugar.
—Lo sé, me costó hacerla entender que debe estar en lugar tranquilo y cómodo, pero no quiere sentirse atada a ninguna de las empresas.
—Yo creo que no quiere sentirse atada a ti.
—Ah no, a mí no me culpes… mejor voy a hablar con ella.
Agustín se ríe de mi rostro cabreado, llamo a la puerta y escucho su tierna voz diciendo que pase. Al abrir la puerta ella levanta la cabeza y sonríe.
—Tú por aquí, pensé que habías colapsado y estarías corriendo en tu departamento.
—No colapsé, pero estoy a punto.
—La vejez te está pillando muy mal, cariño —se burla de mí descaradamente, pero ese «cariño» le sale como una melodía que no quiero termine jamás.
—Sólo estoy agobiado con algunas cosas, pero ya estaré mejor… ¿Cómo has estado tú? ¿Te sirvió la escapada al sur?
—Sí, bastante. Conocí personas nuevas y eso siempre es bueno, porque te recuerdan por qué odias al mundo o por qué es bueno alejarse de las que ya conoces —Isabella me mira con intensidad, pero sus ojos muestran un rastro de diversión.
—¿Y las que conociste para qué sirvieron? —me siento frente a ella sin perderme su respuesta corporal más que la verbal, si conoció a alguien que le guste, estoy más jodido.
—Para saber por qué odio el mundo… los amigos de mis primos son insufribles, deberían estar enterrados o en una isla solitaria. En fin, al menos me despejé un poco y recargué baterías, ahora puedo terminar con todo esto y comenzar a buscar trabajo.
—Sabes que no necesitas hacerlo, podemos hacerte un lugar en cualquiera de las empresas…
—No quiero ser dependiente de nadie —deja los papeles que mantenía en las manos y me mira con seriedad—. Agradezco toda la ayuda que tu familia me ha dado, pero no quiero depender de ustedes para siempre. Esto es casi un favor, pero tus padres y tíos saben, ya lo conversé con ellos.
«No haré nada más que ser consultora y luego ofreceré los mismos servicios para otras empresas. Aunque hay algo que me están ofreciendo y en verdad me interesa, hay alguien que se interesó en mi trabajo y experiencia. Pero no puedo decir nada.
—Entiendo… me alegra saber que tienes aún tus metas y que las estás alcanzando. Ahora quiero invitarte a una cena, necesito ayuda con algo y sé que nos tardaremos.
—¿En tu departamento? —pregunta con una ceja levantada y me río.
—Sí, pero no es lo que piensas, es algo que estoy preparando y en verdad quiero tu opinión al respecto.
—Pues… claro, si puedo ayudarte… ¿pero no puede ser en otro lado? —duda un poco y sé que mi fama no ayuda demasiado.
—Bueno, me encantaría, pero para lo que necesito ayuda, no puede salir de mi departamento por ahora… así que sí, debe ser allí.
—Bien… tú dime cuándo y la hora.
—Mañana, a las siete, te mandaré mi dirección por mensaje para que llegues, aunque si quieres puedo ir por ti.
—No, está bien… puedo llegar sola, gracias.
—Gracias a ti, nos vemos.
Me pongo de pie y salgo de allí realmente feliz, no me pedo creer que al fin he logrado convencerla de hablar conmigo, sin peleas ni nada. Salgo de allí contento, mirando a todos lados para ver si me encuentro a alguno de mis primos, pero no están, ni siquiera a Alex lo veo, así que asumo que deben estar ocupados.
En lugar de irme a mi departamento me voy al supermercado, decido comprar ahora mismo los ingredientes para la cena de mañana, le prepararé una de sus comidas favoritas, lasaña de pollo. Llamo a mi madre para preguntarle los ingredientes, porque no quiero olvidarme de nada.
—Hijo, suerte —me dice cuando dejo en el carrito la crema.
—Gracias madre, te juro que mañana voy al todo por el todo, si no resulta… creo que tendré que usar la idea de mi padre.
—Espero que no tengas que llegar a eso, pero si es necesario, sé que todos estarán dispuestos a apoyarte. Te amo, mi vida, cuídate y me llamas por cualquier duda que tengas.
—Está bien, adiós.
Me acerco a la caja a pagar, la señora que está allí se contagia de mi sonrisa y termina siendo un poco más amable.
Una vez en mi departamento guardo todo en cada lugar, me cambio de ropa y vuelvo a meterme en lo que tengo entre manos. Mañana será un día agitado y sé que tendré muchas cosas que hacer, pero al menos será un día bello, iré por todo o nada.
Miro la mesa y sonrío satisfecho, está bellamente decorada con varios consejos de mi madre y también de mi hermana Pía, que son las más románticas de la familia.Corro a mi cuarto a cambiarme, me meto a la ducha rápidamente porque me he retrasado un poco, salgo para cambiarme por algo sencillo, me quedo descalzo porque así es como me gusta estar en mi departamento. Una camisa con los últimos dos botones abiertos y un pantalón de tela liviana son suficientes para la ocasión.Salgo a la sala, veo mi reloj y me doy cuenta de que falta media hora para que llegue Isabella, me acomodo en el sofá, pero no estoy tranquilo, así que mejor dejo la puerta entreabierta y me voy a la cocina para terminar de ver los últimos detalles de la cena.Siento unos suaves toques en la puerta, sonrío y me giro para darle más dramatismo.—¡Pasa! —siento sus pasos acercándose y sonrío más, pero la sonrisa se me corta cuando siento un par de manos subir por mi torso.Me giro bruscamente y veo que no es Isabella,
Llego al bar de un hotel, me siento en uno de los taburetes vacíos, le pido una cerveza al chico que atiende la barra y como no hay nadie, se queda conmigo. —Día difícil en el trabajo —me dice mientras acomoda unos vasos en una bandeja de madera. —Ojalá fuera eso, con renunciar se solucionaría… —Ah, ya veo… penas de amor —asiento y él suspira—. Te entiendo, es una de las pocas cosas que queremos ahogar en alcohol, pero termina siendo peor. —Ahora no importa —le doy un sorbo a la botella, pero la dejo de lado—. Esto no ayuda en nada… dame un tequila. —¿Estás seguro? —El que tenga miedo a morir, que no nazca —le digo imitando la frase que Marco suele decir cuando juega Fornite—. Y dame la botella, para no molestarte. —Es mi trabajo, pero tú mandas. No sé cuánto tiempo pasa, pero voy sintiendo cómo el tequila me adormece, suena mi teléfono y con manos torpes respondo, con la lengua muy enredada. —Aló. —¿Lorenzo? —escucho la voz confundida de Fabio. —¡Ese mismo, hermanito! ¿Por
Los días se pasan rápido, estoy de regreso en el trabajo porque quedándome en la casa no puedo hacer nada más que pensar en ella. Estoy inmerso en mis papeles cuando una llamada de mi padre me saca de mi concentración. —Padre, buenos días. —Hijo, buenos días, ¿cómo te sientes? —Mucho mejor, ya no siento comezón en el tatuaje. —Sabes que no me refiero a eso. —Y tú sabes que prefiero no hablar de eso a lo que te refieres —dejo salir un suspiro de frustración y me giro en la silla para ver por la ventana. —¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —Nada padre, nadie puede hacer ya nada por mí… yo ya me di por vencido, mientras antes lo asuma y ustedes no acepten, es mejor, créeme —mi padre hace silencio y luego me dice más animado. —Bueno… te cuento que Agustín ya ejecutó tu orden y con todo el gusto del mundo, así que esa mujercita ya no te molestará, los abogados están trabajando en la orden de alejamiento, pero tal parece que su madre se la llevará del país… —Que bueno. —
Siento sus manos tomar mi rostro con firmeza, niego sin decir una palabra, me resisto a que ella me bese. Meto mis manos bajo mis muslos para no tocarla y de pronto ella se incorpora, abro los ojos y veo cómo arranca una de las tiras de tela de la falda que lleva, me rodea por el cuello con ella y tira de mí hacia adelante al tiempo que se sienta a horcajadas sobre mí. —Mira, eres linda, bailas bien, pero de verdad no puedo estar contigo… yo amo a otra mujer y si ella se llega a enterar de que siquiera te besé, no querrá verme jamás… y no la puedo perder, es todo lo que me queda… por favor… Vuelvo a mirar alrededor para buscar ayuda, algo, pero nadie… se fueron y sé que es una trampa para que la olvide, pero yo no puedo hacerlo, no… Estamos en un silencio abrumador, la música se ha terminado y ella pasa sus manos por mi pecho. De más está decir que tengo una erección de los mil demonios, ella la está sintiendo y me muero por hacerle mil cosas, pero me contengo. Sus manos van subie
Llevo sus manos a mi torso, ella entiende que lo quiero y con sus dedos temblorosos comienza a desabotonar mi camisa. No dejamos de mirarnos a los ojos, la sensación de saber que ella me verá desnudo me pone nervioso, siento que se puede decepcionar de mí por mi edad, aunque sólo tenemos ocho años de diferencia, se nota demasiado. Cuando me saca la camisa, fija su mirada en su nombre tatuado en mi corazón, pasa sus dedos por allí provocándome un estremecimiento, sube su mano hasta mi cuello y llega a mi rostro. —Eres hermoso… —Y tú eres más que eso. Comienzo yo con la tarea de desnudarla, ella no se cohíbe, aunque sí se sonroja. Mis dedos son más topes porque siento que de alguna manera la estoy profanando, ella sonríe y me dice burlándose de mí. —Ahora mismo estoy dudando de tu experiencia, Castelli. —Es que siento que estoy cometiendo un delito —ella se ríe y se saca la parte superior dejando expuestos sus senos ante mí, paso saliva porque quiero comérmelos. —Pues asegúrate d
Despertar con mi mujer al lado, además de tener ventajas, es de las mejores cosas que tengo en mi vida. Desde aquella noche en el Magnolia, no hay un solo día en que no hayamos hecho el amor, ahora mismo quiero hacérselo, pero es el lanzamiento de la nueva colección y ambos tenemos trabajo, tal parece que mi chica se ha metido un poco en el asunto y está preparada para las ofertas que puedan llegar de compradores externos. —Vamos, arriba señora Castelli… —¡Señorita! Que todavía no firmo nada —se burla ella, intento levantarme, pero ella me atrapa en un abrazo y tira de mí, en pocos segundos estoy bajo su cuerpo y ella me besa con esa sonrisa que amo—. Y cuando firme seguiré siendo la señora Martínez. —Entonces nos vamos a un país en donde quede claro que eres la señora Castelli, mi mujer… —Sí, tuya… Me da un beso que comienza a provocarme esas deliciosas sensaciones, mis manos suben por sus muslos, llego a sus nalgas y hago que su centro se frote en mi erección, de ella sale un g
Estoy en una de las habitaciones de invitados de la casa en la playa rodeado de todos los hombres de la familia. Mi padre me ayuda a colocarme el saco del traje negro que mi madre ha diseñado para mí exclusivamente para esta ocasión, el señor Russo me ayuda con la pajarita mientras me dice. —Hijo, ya la cagaste mucho en tu vida, así que ahora procura no volver a hacerlo. —No le digas hijo, Russo —le advierte mi padre y él sólo se ríe. —Él sabe que es de cariño, al final le pasaron casi las mismas cosas que a mí, sólo que no se ha muerto ni mucho menos ha estado en la cárcel. —Pero estuvo a punto —señala mi tío Luca. —Eso es porque tiene consciencia, eso se lo sacó a su madre —dice mi tío Gabriel. —¡¿Acaso yo no tengo consciencia, tío?! —exclama mi padre y todos nos reímos. —No mucha si te las diste de amante —se ríe el señor Russo, esa parte de sus vidas ahora la cuentan como la mejor de las anécdotas, porque los llevó a las mujeres que en verdad debían estar en sus vidas. —¡T
Luego de una magnífica luna de miel, en donde no me cansé de disfrutar a mi mujer cada día, hemos llegado a la ciudad con varias cosas que hacer, una de ellas visitar a un doctor que le dé un método anticonceptivo para evitar un embarazo por ahora. Aunque no fue sencillo explicarle a Isabella que sólo quiero su bienestar y que cumpla sus metas, lo que no pude hacer fue convencerla de que yo podía usar el método en lugar de ella. Se negó rotundamente y contra eso ya no pude hacer nada. Así que aquí estamos, esperando a que el doctor nos haga pasar y nos diga cuál es el mejor método para ella. —En serio, amor, no tienes que estar aquí —me dice ella con dulzura—. Ni siquiera sabemos si te dejarán entrar. —No importa, aquí estoy y punto —le doy un beso en su mano y seguimos esperando. Varios minutos después la llaman y me pongo de pie con ella, el doctor no me dice que debo quedarme afuera, así que entro. Ella me mira divertida, yo me encojo de hombros y tomamos asiento. —Bien, seño