Capítulo 31: Todo o nada

Me siento demasiado estresado con todo lo que me ha ocurrido estos días, así que le pido a Fabio que se haga cargo estos días de la empresa, decido tomarme unos días de descanso de la oficina y dedicarme a trabajar en mi exposición, porque no sólo es pintar, sino también elegir los tonos, la iluminación y varias cosas más.

De pronto, siento que debo decirle a Isabella lo que pienso hacer y quiero que ella me ayude a elegir todo lo que tiene que ver con la exposición, quiero que ella sea partícipe de uno de mis logros.

Me levanto del suelo de mi taller para buscar mi teléfono y llamar a Agustín, quiero saber si Isabella está allí o si debo ir a la casa de mis padres para verla, porque sé que ya ha llegado del sur.

—Primo, que bueno oírte, ¿cómo estás?

—Ni bien ni mal, tengo tantas cosas en la cabeza, que no sé por dónde empezar a solucionar mi vida.

—Agarra a esa mujer, atrápala contra la pared y dale un beso de esos que les botan hasta las mañas, no te des por vencido.

—Claro que no, pero tengo que aclarar algunas cosas con ella, quiero saber si está en la empresa, quiero invitarla a una cena en mi departamento.

—¡Sucio! Es hablar con la chica, no llevártela a la cama.

—Sucio tú, que sólo piensas en eso, pero esa parte de mi vida quedó atrás hace mucho, sólo quiero hablar con ella y explicarle algunas cosas. Hay mucho que quiero decirle, pero tal parece que ningún lugar es el indicado, porque siempre llega alguien que lo arruina.

—Lástima por ti… pero al menos tienes suerte en eso de la invitación, porque está aquí.

—No dejes que se vaya.

—No creo que quiera hacerlo, está super entretenida con el trabajo.

—Bien, voy para allá.

Corto la llamada sin siquiera despedirme, corro a mi cuarto, me doy una ducha rápida y me visto casual. Salgo de allí con una sonrisa boba que nada ni nadie me la podría quitar, quiero verla, escucharla…

Y ahora que lo pienso, mi hermano tuvo mucha razón cuando me dijo que antes nunca seguí a las chicas, siempre esperé que ellas vinieran a mí, incluso la bruja de Melike.

—Pero ella vale la pena que la siga por todos lados…

Al llegar a Cavalcanti me quedo entretenido con la hija de uno de los empleados, quien viene de ve en cuando a visitar a su padre y me cuenta cómo le ha ido en la universidad, puesto que su padre quería que estudiara algo relacionado con ingeniería, pero ella se decidió por estudiar diseño.

—Ha sido maravilloso, siento que estoy en mi ambiente natural —veo en ella los ojos ilusionados de muchos de nosotros que hacemos lo que amamos.

—Me alegra saberlo, ya sabes que tienes un lugar reservado aquí para tu práctica laboral.

Ella me sonríe emocionada y sigo mi camino. Desde hace unos años tenemos como política de las empresas apoyar a los hijos de nuestros empleados a que hagan sus prácticas para que no tengan problemas con ese trámite. Si vemos que tienen capacidades para seguir, se les hace un cupo o se les recomienda con algún socio.

Al llegar al piso, veo que Agustín está muy serio, me acerco a él para saber qué pasa y cuando me ve cambia la expresión.

—¿Algo malo?

—No, sólo que se equivocaron en pedir las telas para uno de los diseños.

—¿Les va a faltar?

—No, nos sobrará, así que de un modelo en particular tendremos más stock de lo planeado, porque tampoco podemos dejarla en bodega, es demasiado delicada y con nada se puede arruinar.

—Entiendo… esperemos que sea el modelo que más se venda.

—Pienso lo mismo… ella está en la sala de reuniones, no le gusta trabajar en otro lugar.

—Lo sé, me costó hacerla entender que debe estar en lugar tranquilo y cómodo, pero no quiere sentirse atada a ninguna de las empresas.

—Yo creo que no quiere sentirse atada a ti.

—Ah no, a mí no me culpes… mejor voy a hablar con ella.

Agustín se ríe de mi rostro cabreado, llamo a la puerta y escucho su tierna voz diciendo que pase. Al abrir la puerta ella levanta la cabeza y sonríe.

—Tú por aquí, pensé que habías colapsado y estarías corriendo en tu departamento.

—No colapsé, pero estoy a punto.

—La vejez te está pillando muy mal, cariño —se burla de mí descaradamente, pero ese «cariño» le sale como una melodía que no quiero termine jamás.

—Sólo estoy agobiado con algunas cosas, pero ya estaré mejor… ¿Cómo has estado tú? ¿Te sirvió la escapada al sur?

—Sí, bastante. Conocí personas nuevas y eso siempre es bueno, porque te recuerdan por qué odias al mundo o por qué es bueno alejarse de las que ya conoces —Isabella me mira con intensidad, pero sus ojos muestran un rastro de diversión.

—¿Y las que conociste para qué sirvieron? —me siento frente a ella sin perderme su respuesta corporal más que la verbal, si conoció a alguien que le guste, estoy más jodido.

—Para saber por qué odio el mundo… los amigos de mis primos son insufribles, deberían estar enterrados o en una isla solitaria. En fin, al menos me despejé un poco y recargué baterías, ahora puedo terminar con todo esto y comenzar a buscar trabajo.

—Sabes que no necesitas hacerlo, podemos hacerte un lugar en cualquiera de las empresas…

—No quiero ser dependiente de nadie —deja los papeles que mantenía en las manos y me mira con seriedad—. Agradezco toda la ayuda que tu familia me ha dado, pero no quiero depender de ustedes para siempre. Esto es casi un favor, pero tus padres y tíos saben, ya lo conversé con ellos.

«No haré nada más que ser consultora y luego ofreceré los mismos servicios para otras empresas. Aunque hay algo que me están ofreciendo y en verdad me interesa, hay alguien que se interesó en mi trabajo y experiencia. Pero no puedo decir nada.

—Entiendo… me alegra saber que tienes aún tus metas y que las estás alcanzando. Ahora quiero invitarte a una cena, necesito ayuda con algo y sé que nos tardaremos.

—¿En tu departamento? —pregunta con una ceja levantada y me río.

—Sí, pero no es lo que piensas, es algo que estoy preparando y en verdad quiero tu opinión al respecto.

—Pues… claro, si puedo ayudarte… ¿pero no puede ser en otro lado? —duda un poco y sé que mi fama no ayuda demasiado.

—Bueno, me encantaría, pero para lo que necesito ayuda, no puede salir de mi departamento por ahora… así que sí, debe ser allí.

—Bien… tú dime cuándo y la hora.

—Mañana, a las siete, te mandaré mi dirección por mensaje para que llegues, aunque si quieres puedo ir por ti.

—No, está bien… puedo llegar sola, gracias.

—Gracias a ti, nos vemos.

Me pongo de pie y salgo de allí realmente feliz, no me pedo creer que al fin he logrado convencerla de hablar conmigo, sin peleas ni nada. Salgo de allí contento, mirando a todos lados para ver si me encuentro a alguno de mis primos, pero no están, ni siquiera a Alex lo veo, así que asumo que deben estar ocupados.

En lugar de irme a mi departamento me voy al supermercado, decido comprar ahora mismo los ingredientes para la cena de mañana, le prepararé una de sus comidas favoritas, lasaña de pollo. Llamo a mi madre para preguntarle los ingredientes, porque no quiero olvidarme de nada.

—Hijo, suerte —me dice cuando dejo en el carrito la crema.

—Gracias madre, te juro que mañana voy al todo por el todo, si no resulta… creo que tendré que usar la idea de mi padre.

—Espero que no tengas que llegar a eso, pero si es necesario, sé que todos estarán dispuestos a apoyarte. Te amo, mi vida, cuídate y me llamas por cualquier duda que tengas.

—Está bien, adiós.

Me acerco a la caja a pagar, la señora que está allí se contagia de mi sonrisa y termina siendo un poco más amable.

Una vez en mi departamento guardo todo en cada lugar, me cambio de ropa y vuelvo a meterme en lo que tengo entre manos. Mañana será un día agitado y sé que tendré muchas cosas que hacer, pero al menos será un día bello, iré por todo o nada.

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