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Capítulo 27: Una mínima oportunidad

Luego de la conversación con mi hermano, me he sentido un poco más relajado en cuanto a la situación con Isabella. Al menos sé que por parte de él no hay peligro de que mi chica pueda enamorarse porque él ha desistido completamente de intentarlo.

Sin embargo, todavía quedan muchos hombres por ahí que podrían intentar conquistarla, muchos de ellos mejor que yo.

Es viernes, he salido temprano de la empresa y voy de regreso a mi departamento para distraerme un poco, he decidido comprar una pizza en el camino, algunas gaseosas y otras cosas más. Pretendo no salir en todo el fin de semana porque estoy preparando lo que será un hito en mi vida.

El otro día en una conversación con mi padre, le conté que tenía intenciones de probar con una exposición, pero que no estaba muy seguro. Él me respondió que no cometiera los mismos errores que ellos. Mi madre se tardó mucho tiempo en hacer una exposición, me motivó a que, si ya la tenía avanzada, que sólo lo hiciera.

Por supuesto que desde entonces comenzó a hablar con algunos conocidos y a buscar en dónde podríamos realizar la exposición.

Con la cantidad de cuadros que tengo pintados, más los que podría preparar para entonces, estaría perfectamente listo para hacerlo.

Todos únicos, de distintos tamaños, formas, colores. Pero el tema sigue siendo el mismo.

Mientras voy subiendo al ascensor, me entra una llamada de Fabio y le respondo de inmediato, tal vez necesita algo de mí.

—Hermano, qué novedad ¿necesitas algo?

—Sí, quería invitarte a algo que estoy seguro te va a interesar.

—Fabio, en verdad, no estoy para fiestas.

—¿Y si es una bienvenida para ella? —me detengo en seco mientras voy de camino a mi departamento y me quedo atento a lo que debe decirme—. Asumo por tu silencio que si te interesa así que te enviaré los detalles por mensaje y espero verte aquí.

—¿Cómo sabes que quiero ir?

—Puede que no quieras… pero vas a querer. La fiesta la organizando una amiga de ella y ha invitado a todos los compañeros que tuvieron en el colegio, de los cuales más la mitad son hombres.

—Ok —respondo serio—. Envíame ahora mismo la dirección.

Mi hermano deja escapar una carcajada porque sabe que me ha atrapado. Corto la llamada y espero que me envíe la ubicación de la fiesta para poder unirme a ellos.

Mientras abro la puerta de mi departamento me llega un mensaje de él en donde deja bastante claro que diga que yo soy su invitado, seguramente para que al llegar nadie se atreva a correrme.

Dejo la pizza en el refrigerador, al igual que los refrescos. Me voy a mi habitación, busco ropa limpia y luego me meto a la ducha. Al salir me arreglo lo más rápido posible, como cuando era joven y me invitaban a una fiesta de improviso.

Sonrío al pensar que ahora la motivación para ir a esa fiesta es completamente diferente a los de aquella época. Me miro al espejo y me veo aún como si tuviera menos de treinta. Sonrío por eso y me dirijo a la salida tomando las llaves de mi auto y vuelvo a salir con rumbo al lugar donde mi hermano me ha indicado que será la fiesta.

Al llegar veo que es una casa, unos cuantos autos están estacionados por allí y decido entrar con la misma actitud con la que lo hacía hace una década. Al llamar a la puerta una chica vestida de manera bastante descarada, me abre y me pregunta que quién soy.

—Soy Lorenzo Castelli, el hermano de Fabio, él me invitó.

—¡Ay, tú eres el hermano de Fabio! Sí, él me avisó que vendrías. Pasa por favor.

Me deja entrar y el ambiente dentro es bastante relajado. Hay algunos que están bailando y otros conversando en grupos. Busco por todo el lugar y casi al fondo de lun largo pasillo puedo ver a mi hermano conversar con alguien.

—Ahí está tu hermano, está en la cocina, si quieres puedes ir a saludarlo y de paso puede servirte algo de tomar.

La chica regresa con un grupo de personas y comienzan a hablar de algo que la hace reír. Yo sigo el camino para buscar a mi hermano y en la medida que voy llegando escucho lo que está diciendo.

—El problema es que no se están enfocando en las personas que realmente compran nuestros productos. Nuestra principal clientela son las mujeres y a ellas es a quienes debemos enfocarnos. Sin embargo, eso no quiere decir que no trabajemos también con los varones y con los niños —mi hermano se gira, sonríe maliciosamente y me hace un gesto para que me acerque.

Yo lo hago, por supuesto con una sonrisa, porque no tengo idea con quién está hablando hasta que cuando me paro en la puerta escucho su voz.

—Tienes toda la razón. Pero la verdad es que hay que ordenar de alguna manera esto que están haciendo… —Isabella dirige la mirada hacia mí y se queda sorprendida—. Lorenzo… ¿Qué haces aquí?

—Fabio me invitó y yo acepté venir.

—¿Y te dijo Fabio para qué era esta fiesta? —dice ella entre dientes, asesinando a mi hermano con la mirada. Pero él ni se entera porque está muerto de la risa.

—Sí, y me pareció preciso venir, yo también quiero celebrar que regresaste.

—No es lo que me imaginé cuando llegué ni mucho menos lo que me has demostrado desde que estoy aquí…

—Vamos Isabella, no te hagas la dura —Fabio trata de interceder por mí y sé que va a meter la pata con lo que va a decir, pero no lo pienso detener—. Después de todo, de todas las personas que están aquí, sólo nosotros dos nos alegramos realmente de que haya regresado desde Cambridge. ¿O me equivoco?

—No lo sé, por algo estas personas están acá.

—Comida y alcohol gratis, ¿qué más esperas? Sin mencionar otras cosas que puedan conseguir.

—Puede ser, pero….

—Pero dime ¿cuántos de ellos te llamaron mientras estuviste fuera del país? ¿Con cuántos de ellos mantuviste contacto? —Isabella lo mira como si quisiese matarlo con sus propias manos en ese preciso momento—. Según tus propias palabras, sólo tu amiga loca, la que organizó la fiesta. ¿Cómo se llama? ¡Ah sí! Norma.

—Ese no es el punto, el hecho es de que yo no quiero que esté aquí.

—Pero ya está y te lo vas a tener que aguantar, porque él está contento y quiere celebrar que hayas regresado y si tú no lo quieres ver, pues… Dile a tu amiga que te irás y la dejarás embarcada con esta fiesta.

Fabio bebe de su vaso sin dejar de mirar a Isabella retadoramente. Todos aquí sabemos que no va a ser capaz de hacer algo así. No puedo negar que me siento algo incómodo en la manera en que ella se ha tomado el hecho de que yo esté aquí, pero, por otro lado, no me importa para nada. Sólo quiero asegurarme de que nadie se va a acercar a ella.

Sin mirarla ni nada, me acerco a la mesa en donde están dispuestos todos los vasos y tomo una botella de jugo. Fabio levanta una ceja y se ríe.

—¿En serio no vas a beber nada de alcohol?

—Soy mi conductor designado, así que no puedo.

—Pide un taxi.

—Prefiero que no. Ahora soy un adulto responsable y me tomo las cosas con seriedad. Tú deberías aprender un poco de eso.

—Yo sigo siendo joven, hermanito, así que déjame tranquilo —se bebe su vaso de un tirón y sale de allí dejándome a solas con Isabella.

Ella intenta seguirlo, pero yo me paro delante cortándole el paso. Me mira con la misma cara de asesina con la que vio a Fabio hace unos minutos, pero yo trato de suavizar todo lo posible mi gesto. Dejo el vaso sobre la mesa y me meto las manos a los bolsillos para no abrazarla.

—Sé que desde que te fuiste sólo he metido la pata. Me he equivocado una y otra vez y en verdad, lo lamento, pero si me dijeras de qué manera puedo enmendar mi error, créeme que lo haría.

—¿En serio lo harías?

—Por ti, lo que sea.

—Pues déjame tranquila… —pero veo en sus ojos que es algo completamente diferente lo que está sintiendo, así que sólo me acerco a ella y la abrazo. Sé que no puedo hacer nada más por el momento por lo que me arriesgo a morir aquí, pero al menos para mí es suficiente.

Cuando nos separamos la veo a los ojos y ella no puede evitar mirarme con cierta suspicacia. Y Por primera vez en mucho tiempo de no usarla, le dedico esa sonrisa coqueta que usaba sólo para conquistar a las chicas.

Y logro mi cometido.

Isabella sonríe y termina carcajeándose, negando con la cabeza. Toma mi vaso de jugo y bebe de él, puedo sentir como mi expresión va cambiando poco a poco, me pongo serio, sé que mis pupilas se han dilatado porque ese gesto se me ha hecho un desafío abierto a conquistarla, más que cualquier otra cosa.

—Veremos, Lorenzo… tal vez puedas tener una mínima oportunidad, no lo arruines.

Sale de allí dejándome con una sonrisa boba y la esperanza de que podré conquistarla otra vez. Voy a salir de la cocina tras ella, pero la chica que me abrió se cruza en mi camino.

—Eres muy guapo, no sabía que los hermanos mayores de Fabio fueran tan lindos.

—Sí, pero todos convenimos que el más lindo es él —trato de salir de aquí, pero ella no me deja.

Se acerca a mí con una pose sugerente y lleva sus manos a mi pecho, aprieta un poco y abre la boca escandalizada.

—Están duros… así que además de mayor, eres sabroso, me encantan así.

—Con permiso —le digo ya nervioso, le tomo las manos y se las bajo, pero cuando logro pasar por su lado, ella me da una nalgada que me sorprende.

De más está decir que no es la primera vez que me dan una nalgada, pero todas las demás fueron en un contexto que me agradaba. Ahora no me hace mucha gracia que una mujer que no es mi Isabella me esté tocando.

Llego a la sala con el resto de personas y trato de sumarme a alguna conversación, pero la verdad es que no entiendo mucho, todos son más chicos que yo y de pronto me siento abrumado, porque me doy cuenta de que, aunque sólo tienen siete u ocho años menos que yo, no tenemos cosas en común.

Es decir, no tengo nada en común con ella.

Salgo de la casa para respirar un poco, cierro los ojos y miro mi auto, me está tentando mucho el irme de una vez, porque no encajo aquí definitivamente.

—¿Aburrido? —la voz de Isabella me llega desde un rincón oscuro, se pone de pie y camina hacia mí.

—No, es sólo que no encajo en ninguna de las conversaciones, odio admitirlo, pero… estoy viejo —ella se ríe y se acerca más a mí.

—Entonces yo también. No pude entrar en ninguna de esas conversaciones, son cosas que pasaron cuando yo me fui y otras en las que no estuve porque mi madre no me dejaba salir —me hace un gesto para que la siga y se sienta en una banca de madera, la sigo y me siento a su lado, tratando de respetar su espacio por supuesto.

—Debió ser duro irte sola por tanto tiempo.

—Al principio sí, pero allá conocí personas que me ayudaron a adaptarme, irónicamente la persona que más me ayudó fue…

—El inglesito idiota —termino yo por ella y se ríe.

—Sí, el inglesito idiota. Lejos de lo que me hizo aquí, fue un gran amigo. Me enseñó muchas cosas de su cultura, me presentó a sus amigos y me protegió cuando algunas veces salía una loca racista… creo que acepté ser su novia porque me recordaba a ti.

—¿A mí?

—Sí, a ti —bebe de su vaso y luego lo deja a un costado—. Cuando me ayudabas con mis deberes me contabas cosas de la vida para que me preparara y la verdad es que si me han servido la mayoría. Me protegiste y defendiste muchas veces, él era igual.

—Sí… tal vez hasta en lo idiota.

—Puede que sí, pero tú eres más lindo y supongo que no roncas al dormir.

—No, creo que no.

—Que bueno, porque el viaje fue una vergüenza —vuelve a reírse y se abraza a sí misma, me quito la chaqueta y la cubro con ella—. Y lo sigues haciendo, aunque te he tratado muy mal desde que llegué… lo siento.

—No, tranquila, tienes razón para estar así conmigo, te fuiste y me olvidé de ti, eso no estuvo bien.

—Pero yo también pude llamarte, escribirte —me mira con sus ojitos hermosos y yo le sonrío—. Éramos amigos, debía ser recíproco, pero sólo me quedé esperando que tú me escribieras, cuando yo también pude hacerlo.

—Quedemos en que los dos nos olvidamos del otro.

—Es que yo nunca te olvidé —se mira las manos, incluso con la penumbra puedo ver que está sonrojada—. Pero ahora creo que los dos queremos cosas distintas y ya no tiene caso que intentemos algo.

—Yo no creo lo mismo —mi voz sale ronca, ella me mira y me acerco poco a poco para besarla —me dijiste que tengo una mínima oportunidad y la aprovecharé—ella pasa saliva, no me detiene, pero la puerta se abre y su amiga sale por nosotros.

—Isi, ya vamos a brindar por ti, ¿por qué te me pierdes? —Isabella se pone de pie para escapar de mí y camina al interior. Yo la sigo porque quiero estar presente en ese brindis, pero luego me iré.

Todos están de pie, cada uno con su vaso en la mano y la loca pronuncia unas palabras de bienvenida. Todos aplauden, beben por mi chica y ella recibe muestras de cariño de sus antiguos compañeros. Demás está decir que se me sube la bilis cada vez que uno de sus compañeros se acerca demasiado a ella. Fabio se ríe de mí, está parado justo a mi lado mirando cómo la abrazan.

—No tienes idea de las cosas horribles que dijeron de ella, hasta que se había ido a esconder porque estaba embarazada —lo miro sorprendido y Fabio se ríe más—. Pero cuando comenzó a subir sus fotos en las redes, en cada una más feliz y linda, comenzaron a sentir admiración por ella.

—Me alegra saberlo, no se merece menos que eso.

—Ustedes harían una linda pareja, espero que Isa se decida y te dé una oportunidad.

—No me la dará… ya me lo dijo.

—¿Y te vas a rendir? —me pregunta sorprendido.

—¡¡Por supuesto que no!! —le respondo riéndome y él también lo hace—. Soy nieto de Piero Castelli, el hombre que se demoró veinticuatro años en encontrar a su familia, ¿crees que me voy a rendir?

—Jamás…

—Jamás.

Me quedo allí mirando cómo mi chica sigue recibiendo muestras de cariño, pensando en cómo la convenceré de lo contrario… porque sé que podemos intentarlo.

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